En los años 1980, un grupo de investigadores dirigido por el psicólogo de Harvard Jerome Kagan que estudiaban la timidez y la seguridad en sí mismos de los niños, descubrió que podía identificar tipos extraordinariamente inhibidos ya desde los 4 meses de edad. Y 14 años después, podía predecir lo tímidos o seguros que serían esos mismos seres humanos de adultos. La educación era importante, pero la personalidad innata desempeñaba un papel tan o más importante.
La sorpresa vino cuando se comprobó que los rasgos que definían a las personas tímidas o inseguras de sí mismas se correlacionaban con algunas otras características imprevistas. Por ejemplo, era más probable que los adolescentes tímidos tuvieran los ojos azules, fueran altos y delgados, de cara pequeña (todos los sujetos eran de descendencia europea), propensos a las alergias, con una mayor actividad calorífica ante determinadas situaciones emocionales y un latido cardíaco más acelerado que los individuos menos tímidos.
Todos estos rasgos están controlados por un grupo específico de células embrionarias llamado cresta neural, de la que deriva una parte específica del cerebro, la amígdala.
La amígdala es el verdadero interruptor del miedo. Cuando a un paciente se le inutiliza la amígdala, el miedo desaparece de su repertorio mental. A partir de entonces, es incapaz de expresar miedo o identificar la expresión de miedo en sus semejantes. Como Juan Sinmiedo, pero a nivel neural. Si alguien apuntara a la cabeza de este individuo, intelectualmente percibiría el riesgo que ello supone, pero continuaría tranquilo, imperturbable, sin sudoraciones, sin temblores, sin un atisbo de terror. La amígdala, por lo tanto, es un centinela hipocondríaco e hiperestésico que examina obsesivamente toda experiencia sensorial. Además, el grupo de tímidos de equipo de Kagan utilizan el mismo neurotransmisor, una sustancia llamada norepinefrina muy parecida a la dopamina.
Como todos estos rasgos son propios de los europeos del norte, Kagan considera que el Periodo Glaciar seleccionó a los que eran capaces de resistir mejor el frío en estas zonas: las personas con un ritmo metabólico alto. Pero el ritmo metabólico alto lo produce un sistema activo norepinefrina en la amígdala y comporta también una gran dosis de personalidad flemática y tímida, y palidez.
Lo mismo sucede con los zorros y las ratas. Si escogierais a los cachorros de piel más oscura de la camada como estirpe para procrear la siguiente generación, en pocos años tendríais animales más oscuros pero también más taimados y menos tímidos.
Fuente: genciencia.com
domingo, 14 de junio de 2009
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Totalmente cierto, por lo menos en mi caso.
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