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martes, 10 de junio de 2014

La ciencia de la introversión

¿No te gustan las multitudes y te gusta la idea de disponer de un fin de semana sin ningún plan previsto y poder disfrutar de tu tiempo libre estando en casa? ¿Te resulta agotador estar rodeado de gente todo el tiempo (incluso si se trata de personas con las que te llevas bien)? ¿Prefieres pasar la noche del sábado en un bar lleno de gente o prefieres otro plan más sosegado? Tal vez tus respuestas a estas preguntas son claras o tal vez te encuentras en algún punto entre ambos extremos. Sean cuales sean tus respuestas, el origen de tus preferencias se debe a la forma en que tu cerebro responde a las recompensas.




Una manera rápida, fácil y bastante exacta para determinar la tipología de una persona es tener en cuenta qué es lo que ésta suele hacer cuando se siente estresada, cansada, abrumada o exhausta, ¿qué suele (o quiere) hacer para sentirse mejor?, ¿qué busca o necesita para relajarse?. Lo que le funciona mejor para recargar las baterías a nivel psicológico. Por lo general, hay dos tipos de respuestas a esta pregunta.

Quienes responden que para recargar sus baterías prefieren quedarse en casa, leer un libro, tomar un baño, meditar, escuchar música, y principalmente en solitario, muy probablemente tienden hacia el polo introvertido. Por contra quienes tienden a responder que prefieren "salir y estar con la gente, ir a una fiesta o hacer algo emocionante" se trata de personas que tienden hacia el polo extrovertido.

Aunque los introvertidos y los extrovertidos podría parecer que provienen de diferentes planetas, la introversión y extroversión se distribuyen normalmente en una dimensión continua. Hay pocas personas extremadamente extrovertidas al igual que pocos introvertidos extremos, la mayoría de la gente comparte rasgos de ambos, serían los ambivertidos. Los ambivertidos tienen tendencias tanto extrovertidas como introvertidas. Esto significa que por lo general disfrutan de estar alrededor de la gente, pero con un determinado límite. Del mismo modo, disfrutan de la soledad y el silencio, pero no por mucho tiempo. Un ambivertido recarga sus niveles de energía con una mezcla de interacción social y tiempo a solas.

Imagen vía bufferapp


Aunque no hay una línea divisoria precisa, hay un montón de personas introvertidas alrededor (se estima que en torno a un tercio). Es solo que los sesgos perceptivos nos llevan a sobreestimar el numero de extrovertidos que hay entre nosotros (son mas ruidosos y tienden a acaparar la atención). Ese sesgo se ve reforzado por los medios de comunicación, que tienden a priorizar el dinamismo, el entusiasmo y la locuacidad (características propias de la extroversión).

Test de introversión, con cuantas más sentencias se identifique una persona más introvertida es.

¿Qué provoca estas diferencias de comportamiento y preferencias a la hora de disfrutar del tiempo libre?, ¿cuál es la base científica?

Que alguien sea extrovertido o reservado está determinado por la neuroanatomía y la neuroquímica. La introversión y la extroversión, como otros rasgos principales de personalidad como la amabilidad o la escrupulosidad, se considera que son hereditarias en torno al 40 a 50 por ciento.

No es algo exclusivo del género humano. En el reino animal los científicos han descubierto que aproximadamente el 20 por ciento de los miembros de muchas especies son definidos como "lentos", mientras que el otro 80 por ciento (dentro de la misma especie) son tipos "rápidos" que se aventuran ante el riesgo sin mirar tanto a su entorno.

Esos animales lentos son a menudo descritos como tipos tímidos y sensibles. Son observadores y detectan señales y aspectos que pasan inadvertidos para sus compañeros más agresivos e impulsivos. Esa diversidad de personalidades en el reino animal ha superado el implacable proceso de la selección natural y ha terminado resultado beneficiosa y útil para multitud de especies, al igual que ocurre en el caso del ser humano.

Los introvertidos son personas muy sensibles a la dopamina, por lo que una sobredosis de estimulación externa les agota. Por el contrario, los extrovertidos no pueden obtener suficiente dopamina por lo que necesitan adrenalina para que su cerebro la produzca, de ahí que el cerebro del extrovertido tienda a empujarlos hacia la búsqueda de la novedad, la toma de riesgos y el disfrute de situaciones desconocidas.

Imagen vía bufferapp
              

Diversas investigaciones han demostrado además que los estímulos que entran en nuestro cerebro se procesan de manera diferente dependiendo de nuestra personalidad. Para las personas extrovertidas, la ruta es mucho mas corta y atraviesa áreas en las que se procesan el gusto, el tacto, y el procesamiento sensorial visual y auditivo. Para los introvertidos, los estímulos recorren un camino diferente, más largo y complicado, estando implicadas áreas del cerebro asociadas a los recuerdos, la planificación y la resolución de problemas.



Imagen vía bufferapp

Estudios de neuroimagen que miden el flujo sanguíneo cerebral también revelan que entre los introvertidos, la activación se centra en la corteza frontal, responsable de recordar, planificar, tomar decisiones y resolver problemas -el tipo de actividades que requieren concentración e introspección-.

Los introvertidos y los extrovertidos se pueden distinguir también según sus diferencias en el tamaño de las estructuras cerebrales responsables de la sensibilidad a la recompensa. Los introvertidos presentan un estado de reposo más alto de la excitación, lo que se traduce en que "no necesitan el mismo tipo de entretenimiento al aire libre". Los extrovertidos son sociables porque sus cerebros son buenos en el manejo de múltiples demandas que compiten por su atención (justo en lo que se basan las comunicaciones en fiestas y cenas multitudinarias).

¿Cómo es la personalidad base de un introvertido?

Los científicos saben ahora que mientras que los introvertidos no tienen ninguna ventaja especial en la inteligencia, parecen procesar más información que los demás en cualquier situación dada. También lo hacen mejor en ambientes silenciosos, e interactuando de uno a uno. 

El extrovertido "tipo" prefiere la acción a la contemplación, la certeza a la duda. Tiende a la toma de decisiones rápidas incluso a riesgo de equivocarse, trabaja bien en equipo y socializa en grupos. Disfruta en presencia de grupos grandes y le gusta captar atención social, son mayoría en grupos de voluntariado, clubes y organizaciones sociales. Disfrutan de redes amplias de apoyo social, son audaces y expansivos. Las personas extrovertidas tienen más parejas sexuales que los introvertidas, son más propensas al adulterio y se divorcian con más frecuencia. Generalmente tienen mayores ambiciones económicas, políticas y hedonistas que alguien introvertido.

En ocasiones pueden llegar a manifestar una relativa ceguera ante el peligro, muy beneficiosa en según qué ámbitos, y que puede explicar por qué los extrovertidos son más propensos que los introvertidos a incurrir en actos violentos, sufrir accidentes, tener relaciones sexuales de riesgo o participar en deportes peligrosos.





A diferencia de los extrovertidos, que disfrutan de la atención social y que son la vida y el alma de la fiesta, los introvertidos necesitan mucho tiempo de silencio, tranquilidad y reflexión. Anhelan tiempo a solas y son más felices en su propio mundo interior. Suelen trabajar de forma más lenta y deliberada y les gusta concentrarse en una tarea a la vez. Tienen buena capacidad de concentración y son relativamente inmunes a las tentaciones de la riqueza y la fama. Escuchan más de lo que hablan, piensan antes de hablar, y a menudo se expresan mejor por escrito que en una conversación. Tienden a rechazar el conflicto y prefieren pasar inadvertidos.

Los introvertidos y los extrovertidos difieren en el nivel de estimulación externa que necesitan para funcionar bien. Si se fuerzan en exceso, acaban mental y emocionalmente exhaustos. Los que están en trabajos que requieren mucha actividad social con frecuencia necesitan buscar refugios de introspección para recargar baterías. Una tarde a solas, tranquila, viendo por ejemplo una serie de televisión, no se considera entre los introvertidos un tiempo malgastado, por el contrario, se ve como una necesidad para reunir energía para volver a salir nuevamente al mundo.


 Recomendable y didáctica charla TED realizada por Susan Cain


La ansiedad y la depresión son más frecuentes entre los introvertidos que entre los extrovertidos. En general, los introvertidos son más autocríticos y también más realistas en sus autoevaluaciones. También son menos dados a caer en excesos de confianza, tanto respecto a sus propias aptitudes como respecto a hablar de sí mismos a los demás. Las personas más introvertidas suelen revelar muy poco de su vida privada.

A nivel universitario, la introversión predice el rendimiento académico mejor que la capacidad cognitiva. El motivo no está relacionado con la inteligencia (los dos tipos son igual de inteligentes) sino con los rasgos propios del introvertido como la capacidad para seguir un plan, una disciplina, resistir a la frustración o retrasar la gratificación, una habilidad fundamental asociado con todo.


                      

Los introvertidos tienden a ser buenos observadores que miran antes de saltar y les gusta organizar sus vidas de manera que se limiten las sorpresas e imprevistos. Parte de la naturaleza de los introvertidos es una mayor sensibilidad a los estímulos inesperados. Si se le dice a un extrovertido que un plan previsto ha cambiado (cambiar por ejemplo de una cena privada a una fiesta multitudinaria) no tendrá problema en implicarse con el mismo entusiasmo, el introvertido al contrario lo más normal es que muestre contrariedad por el cambio radical. Una de las mejores cosas que puede hacer para un niño introvertido es trabajar con él en su reacción a la novedad. Es importante recordar que los introvertidos reaccionan no sólo a nuevas personas, sino también a nuevos lugares y eventos. La clave consiste en exponerse poco a poco a las nuevas situaciones respetando sus límites y sin apresurarles.

Los niños altamente reactivos (introvertidos) que disfrutan de una buena crianza y un ambiente familiar estable tienden a tener menos problemas emocionales y más habilidades sociales que sus pares menos reactivos. A menudo son extremadamente empáticos, cuidadosos y cooperativos. Son amables, y fácilmente influidos por la crueldad, la injusticia y la irresponsabilidad. A los cuatro años los niños introvertidos son menos propensos que sus pares a engañar o romper las reglas, incluso cuando creen que no pueden ser capturados o descubiertos.



Los niños y adolescentes introvertidos son más propensos a convertirse en la edad adulta en artistas, escritores, científicos o pensadores, tanto por sus características innatas como por el hecho de que su aversión a la novedad les provoca que pasen mucho tiempo dentro del entorno familiar y en su propio mundo interior. Los adolescentes que son demasiado sociables en cambio raramente encuentran tiempo para estar a solas y eso tiene un impacto importante a la hora de cultivar y desarrollar los talentos intelectuales o artísticos.

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Fuentes: Quiet de Susan Cain, TED, Scientific American, Psychology Today (1, 2, 3, 4), BBC, BusinessInsider,  RefugioAntiaereo (1, 2), Ednewsdaily, Bufferapp, io9, DailyMail, LifeHacker, Buzzfeed

Algunos mitos acerca de la introversión

Posiblemente el lugar en el nos ubicamos en el espectro introvertido-extrovertido se trate del aspecto más importante de nuestra personalidad. Nuestra introversión-extroversión influye en nuestra elección de amigos y pareja, en cómo mantener una conversación, cómo resolver diferencias o en cómo manifestamos nuestros afectos.

        

Nuestra tipología influye en nuestra forma de vestir, nuestro peinado, la forma en que pasamos nuestro tiempo libre, los riesgos que tomamos, lo entusiastas que somos, las películas que preferimos y el filtro con el que observamos el mundo.

Pese a todo siguen existiendo muchas concepciones populares y erróneas acerca de la introversión, especialmente entre los que no lo son (generalmente una persona extrovertida no entiende de forma innata la personalidad y el comportamiento de una persona introvertida)

Aquí están algunas ideas falsas comunes atribuidas a las personas introvertidas

A los introvertidos no les gusta hablar.

Los introvertidos simplemente no hablan a menos que tengan algo que decir, pero les encanta hablar de los temas e ideas que captan su interés. Resulta sencillo detectar a un introvertido basándonos en su estilo de conversación. Generalmente son quienes escuchan y observan. No saltan en las conversaciones sobre la base de un impulso, sino más bien, toman tiempo para evaluar, construir y compartir sus opiniones. Les gusta pensar antes de responder y buscar hechos antes de emitir opiniones. Mientras los extrovertidos piensan a la vez que hablan los introvertidos prefieren interacciones de ritmo lento que permitan espacio para la reflexión.

Un introvertido además no lucha para ser escuchado por otras personas o captar el interés de una conversación. En cambio su diálogo interno no cesa, si quieres que ese diálogo interior cristalice en una conversación lo único necesario es ofrecerle un entorno, una compañía y una temática que le motive.





A los introvertidos no les gusta la gente ni la vida social

Probablemente el malentendido más común es que los introvertidos son antisociales y los extrovertidos son pro-sociales. La realidad es que ambos manejan de forma diferente su socialización. De forma general un introvertido no tiene problemas en salir en público y asistir a eventos sociales, sin embargo, si tienen que elegir prefieren optar por otro tipo de planes que se adaptan mejor a su personalidad.

Lo que los psicólogos llaman "necesidad de intimidad" está presente tanto en introvertidos como en extrovertidos y ambos tienen la misma probabilidad de ser una compañía agradable. Está demostrado que no existe correlación entre la extroversión y la cordialidad (dos dimensiones de personalidad evaluadas en el modelo de los cinco grandes), de hecho los introvertidos suelen puntuar más en esa última. Como señala el psicólogo David Buss las personas que más valoran la intimidad por lo general no suelen ser las más "ruidosas, sociables y extrovertidas" sino precisamente las más introvertidas, siendo más propensos a ser personas con un selecto grupo de amigos y personas cercanas que prioriza las conversaciones sinceras y significativas antes que las fiestas multitudinarias. Las personas con mayor sensibilidad también tienden a ser introvertidas.

Un introvertido no tiene problema con estar alrededor de la gente, lo que sucede es que su tiempo de exposición es limitado, se cansa y se siente sobreestimulado muy pronto. Pasarse más de dos horas en una fiesta puede llegar a ser agotador para un introvertido. Los introvertidos no sienten el deseo ni tienen la energía para estar en público durante horas interminables. De hecho es muy habitual que un introvertido se sienta agotado sin haber hecho trabajo físico, sólo por interaccionar mucho con la gente.

Imagen vía themetapicture


Esta realidad resulta muy dificil de comprender para una persona puramente extrovertida. Todos nos solidarizamos con una persona que ha dormido poco y llega a casa del trabajo demasiado cansada para hablar, pero es más difícil de entender que la sobreestimulación social pueda llegar a ser tan agotadora

Un introvertido no pasa el tiempo a solas porque no le guste la gente o porque desprecie la compañía. Para los introvertidos, disponer de tiempo para estar a solas es tan reparador como dormir, y tan necesario como el comer.

              


Los introvertidos son tímidos.

La timidez es el miedo a la desaprobación social o la humillación, mientras que la introversión es la preferencia por los ambientes no estimulantes. Los introvertidos no tienen necesariamente miedo de la gente. Lo que necesitan es una razón para interactuar. No interactúan porque sí. Si deseas hablar con un introvertido, simplemente empieza a hablar respetando su espacio personal.

Una de las razones de que la gente confunde los dos conceptos es que a veces se superponen (aunque los psicólogos debaten en qué grado). 



Algunos psicólogos clasifican las dos tendencias en ejes verticales y horizontales, con el espectro introvertido-extrovertido en el eje horizontal, y el espectro ansioso-estable en el vertical. Con este modelo, tendríamos cuatro cuadrantes de sus diferentes tipos de personalidad: extrovertidos tranquilos, extrovertidos ansiosos, introvertidos tranquilos, y los introvertidos ansiosos y cada uno de esos perfiles tendría un comportamiento diferente.

En otras palabras, se puede ser una persona extrovertida tímida (por ejemplo Barbra Streisand que pese a su forma de ser expansiva tendía que paralizarse debido al miedo escénico) o una persona introvertida pero no tímida, como Bill Gates, que pese a su introversión destaca por su estabilidad y no suele inmutarse por las opiniones ajenas.

Los introvertidos son distantes 

Los introvertidos suelen ser individualistas y generalmente no siguen a la multitud. No toman la mayoría de sus decisiones sobre la base de lo que es popular o está de moda. Sus cerebros son menos dependientes de los estímulos y recompensas externas para sentirse bien. Y aunque es cierto que suelen revelar poco de su vida privada y necesitan menos interacción social y más tiempo individual si encuentran al interlocutor adecuado y comparten intereses en común pueden  llegar a ser grandes conversadores.

Imagen vía themetapicture

Es importante comprender que no se trata que no presten atención a lo que sucede a su alrededor, pero por lo general su mundo interior le resulta muy estimulante y gratificante. Un introvertido necesita tiempo de silencio y pausa. Anhela tiempo a solas y disfruta en su propio mundo interior. 

Los introvertidos no saben cómo relajarse y divertirse.

Los introvertidos suelen relajarse en casa o en la naturaleza, no en lugares públicos ocupados. Los introvertidos no son buscadores de emoción y adictos a la adrenalina. Si hay demasiado ruido y gente hablando, se cierran. Sus cerebros son muy sensibles a un neurotransmisor llamado dopamina.

Se sienten “bien” con actividades que implican poca estimulación, como tomar algo con un amigo cercano, resolver un crucigrama, o leer un libro. Una tarde a solas no se considera entre los introvertidos un tiempo malgastado, al contrario, se ve como una necesidad para reunir energía.

Los introvertidos son coleccionistas de pensamientos, y es en soledad donde esa colección se reordena. 

Imagen vía incidentialcomics


Un hábito común entre introvertidos y en el que fácilmente sobresalen es en la escritura, un medio que permite comunicarse sin establecer un contacto inmediato y personal, además de que, por su naturaleza, requiere de la soledad, el silencio, la introspección y otras condiciones afines. También se ha observado que los introvertidos son más propensos a comunicarse de forma online. No es extraño que la misma persona que nunca levantaría la mano ante doscientas personas pueda llegar a tener un blog que lean miles o millones de personas.

Los introvertidos no son buenos líderes, jefes o vendedores

Los estudios nos dicen que cuanto más locuaz, asertiva, y dominante sea una persona más atención le prestamos y más capacidad le presuponemos. Sin embargo, esos mismos estudios también indican que existe una correlación nula entre esos rasgos y la validez de las ideas que se exponen. Pese a ello se estima que todavía hoy más del 90% de los ejecutivos y jefes muestran rasgos de extroversión y según se avanza en la escalera profesional resulta cada vez más complicado que nos encontremos con personas introvertidas.

Debido a su inclinación a escuchar a los demás y falta de interés en dominar situaciones sociales, los introvertidos son más propensos a escuchar y poner en práctica las sugerencias. Los líderes introvertidos favorecen y promueven la proactividad y se muestran más abiertos y receptivos a las ideas ajenas.  Pero las cualidades de los líderes introvertidos, como pensar antes de hablar, tener más tendencia a profundizar o transmitir calma, son un buen contrapunto a otros liderazgos más tradicionales. Una investigación de Harvard ha puesto de manifiesto  que los líderes introvertidos son mejores cuando hay abundancia de empleados proactivos, ya que su capacidad de escucha permite liberar todo el potencial del equipo.




Diversos estudios también indican que los brainstormings (pensar ideas en grupo) resultan desaconsejables ya que neutralizan la iniciativa de los introvertidos. Dado que los equipos y estructuras profesionales más efectivos se componen de una mezcla saludable de introvertidos y extrovertidos es recomendable proporcionar a los introvertidos vías y canales alternativos para que expresen sus ideas de cara a maximizar al máximo sus habilidades de planificación y análisis. 

También se puede presuponer que los mejores vendedores son las personas extrovertidas, pero según una investigación del psicólogo social Adam Grant, profesor de la Universidad de Pennsylvania, los más eficientes en esas labores son los ambivertidos (las personas que están en medio del espectro introversión-extroversión). Según su estudio el promedio de ingresos en ventas a la hora entre introvertidos puros y extrovertidos puros era casi idéntico, los mejores resultados recayeron en los ambivertidos. Incluso fuera de su hábitat natural (el mundo de las ventas) una persona introvertida puede obtener los mismos resultados que una persona extrovertida.



Los introvertidos pueden convertirse en extrovertidos.

La personalidad base del introvertido no varía. Según palabras del psicólogo Brian Little, el mayor potencial de una persona se alcanza cuando "trabaja en funciones y tareas que son congruentes con su personalidad", lo mismo aplica para el tiempo de ocio. El secreto es ponerse bajo el foco de iluminación adecuado, el punto correcto de estimulación. Para algunos es un foco de Broadway, para otros, una mesa iluminada por una lámpara. Muchas personas naturalmente introvertidas se esfuerzan por ser extrovertidas, y se ha observado que en el proceso de "desarrollo", tienden a sentirse crónicamente ansiosos, cansados o incluso deprimidos. 

A pesar de la notable variedad de situaciones que experimentamos en la vida, nuestros rasgos fundamentales se mantienen constantes, y eso incluye la introversión. No es que nuestras personalidades no evolucionen, sino que tienden a seguir patrones predecibles. Si una chica era la décima persona más introvertida en su clase de secundaria, su comportamiento puede fluctuar con el tiempo, pero lo más habitual es que se encontrase comparativamente en una posición similar si acudiese a una reunión de viejos alumnos cuarenta años después. En esa reunión de la clase también se dará cuenta de que muchos de sus compañeros de clase serán incluso más tranquilos, estables emocionalmente, autónomos y tendrán menos necesidad de estimulación que en su etapa adolescente. Todos estos rasgos se potencian según ganamos en edad. Los psicólogos llaman a este proceso "maduración intrínseca". 

Todo ello tiene un claro sentido evolutivo, tener altos niveles de extroversión ayudan en la fase de búsqueda de pareja, es por ello que en las primeras décadas de nuestra vida el ser humano tiende a ser más sociable por naturaleza. En cambio cuando se trata de mantener parejas estables y criar hijos, tener un deseo constante de acudir a fiestas resulta menos útil que la predisposición a quedarse en casa junto a los seres queridos.



Por otra parte (y posiblemente es tan importante como rebatir este mito) no hay ninguna necesidad para que un introvertido cambie su forma de ser, no es un rasgo negativo o dañino y ha sido preservado por la selección natural debido a su utilidad para nuestra especie. Algunas de nuestras mejores ideas, obras de arte e invenciones vinieron de gente tranquila y cerebral. Sin introvertidos, el mundo estaría exento de la teoría de la gravedad de Newton, la teoría de la relatividad de Einstein, los nocturnos de Chopin, 1984 de Orwell, las películas de Steven Spielberg, o Google. Incluso en ocupaciones que encajan peor con un introvertido, como las finanzas, la política o el activismo social, algunos de los grandes saltos hacia adelante fueron hechos por los introvertidos. Warren Buffett, Abraham Lincoln, Eleanor Roosevelt y Gandhi lograron lo que lograron no a pesar de, sino debido a su introversión.

Cultivar la personalidad de los niños autónomos, reservados, solitarios y tímidos es cultivar el terreno para gran parte de los artistas, ingenieros y pensadores del mañana.

Si eres una persona introvertida te habrás visto reflejada en mucho de lo escrito en este post, más cuanto más acentuados sean tus rasgos. Si al contrario eres más bien una persona extrovertida intenta no olvidar que estadísticamente un tercio de las personas con las que interactúas a diario son esencialmente introvertidas, aunque puedan no parecerlo, y que gran parte de lo aquí expuesto aplicaría para ellos.

A modo de conclusión muestro este conjunto de patrones de comportamiento que resumen cómo deberíamos comportarnos de manera óptima con una persona introvertida.




Fuentes: Quiet de Susan Cain, Psychology Today (1234), BBC, RefugioAntiaereo (12), EdnewsdailyBufferappio9DailyMailLifeHackerBuzzfeed

domingo, 31 de marzo de 2013

La predisposición al optimismo, ¿por qué todo el mundo piensa que está por encima del promedio?

En 1988 los psicólogos Shelley Taylor and Jonathon Brown publicaron un estudio afirmando que el autoengaño positivo es una parte vital y beneficiosa en la vida de casi todo el mundo. Resulta que las personas suelen mentirse sobre tres cosas: se ven a ellos mismos de forma desmesuradamente positiva, se creen que tienen mucho mayor control sobre sus vidas del que en realidad tienen y creen que el futuro será mucho mejor de lo que las evidencias del presente pueden justificar.

La neurociencia ha demostrado que el ser humano tiene un sentido optimista del yo y una tendencia generalizada a esperar lo mejor, incluso con los indicios en contra. Este fenómeno se denomina "sesgo optimista", y se trata de un truco del cerebro que nos ayuda a ganar confianza al realizar tareas complejas pero que a su vez puede llevarnos a infravalorar los riesgos a los que nos enfrentamos.



Diversos estudios confirman que las personas tendemos a vernos a nosotros mismos a través de "cristales teñidos de rosa", veamos algunos ejemplos:

  • El 90% de los estudiantes se consideran a sí mismos más inteligentes que el estudiante promedio y consideran que sus aptitudes está por encima de la media (los más incompetentes son además los más propensos a sobreestimar sus habilidades).
  • Si hablamos de capacidad de liderazgo, el 70% de los alumnos se ponen por encima de la media. En la capacidad de llevarse bien con los demás, el 85% cree estar por encima del promedio. El 25% piensa que forma parte del privilegiado 1% con mayores aptitudes.
  • El 94% de los profesores considera que está por encima de la media de sus compañeros, y el 68% considera que es mejor que 3 de cada 4 compañeros de profesión.
  • En la empresa privada la situación no varía: sólo por poner un ejemplo, el 32% de los empleados de una destacada compañía de software considera que su desempeño es mejor que el de 19 de cada 20 de sus colegas.
  • El 93% de los conductores cree que sus habilidades para conducir son superiores a las del promedio, mientras el 88% opina que lo hace de forma más segura que la mayoría. Es un fenómeno internacional y que se da en todas las edades, tanto en conductores noveles como en conductores mayores de 65 años.
  • Irónicamente, el 92% de la gente se ve a sí misma como menos susceptible a las distorsiones y sesgos cognitivos.
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Otro buen ejemplo es el estudio realizado por Neil Weinstein (“Optimismo irreal sobre el futuro”, 1980) en el que se pidió a una muestra de alumnos que contestasen qué probabilidades creían tener de que les ocurrieran 42 cosas en el futuro, desde encontrar trabajo o no engordar en 10 años a padecer cáncer o que les robaran el coche. Luego tenían que evaluar las posibilidades de que lo mismo les ocurriera a sus compañeros de clase. De los 18 acontecimientos positivos hubo 15 que los participantes pensaron que era más probable que les pasara a ellos; de los 24 negativos, sólo dos

Como podemos ver la gran mayoría de personas piensa de una manera sesgada, de forma que favorezca la propia imagen individual y social. Este es el "efecto de ser mejor que el promedio". Y es aplicable a una gran variedad de aspectos de la vida, incluyendo el desempeño académico (exámenes o inteligencia general), en ambientes de trabajo (por ejemplo, desempeño y productividad en el trabajo) o en los entornos sociales (estimación de popularidad personal, posesión o no de características deseables de personalidad -honestidad o confianza-). Se considera que más del 80% de la población mundial se ve afectada por este fenómeno. A efectos prácticos viene a significar que si nos autoeváluasemos en una hipotética escala del uno al diez, la mayoría de las personas se valoraría con un siete o más, mientras que por contra muy poca gente se consideraría un cinco o menos, lo cual no tiene ningún sentido estadístico.




¿Una predisposición innata?

El ser humano tiene limitaciones al procesar la información, lo que en muchas ocasiones lleva a un análisis tendencioso de la misma. Por ejemplo, los humanos minimizamos el tiempo que empleamos para analizar información personal negativa y, cuando lo hacemos, pensamos que tiene fallos y restamos importancia a todo aquello que la fuente pueda decir. También se tiende a recordar que el rendimiento que se ha tenido al realizar una actividad en el pasado ha sido mucho mejor de lo que realmente fue. Atribuimos nuestros éxitos a nuestras características personales, mientras que tendemos a justificar los fracasos mediante causas externas. Quitamos importancia a los fallos, realzamos los éxitos y cuando todo sale mal tenemos una facilidad innata para echar la culpa a causas externas. Subestimamos la posibilidad de sufrir cáncer o de tener un accidente automovilístico. Sobreestimamos nuestra longevidad, nuestras posibilidades laborales. En resumen, somos más optimistas que realistas, pero olvidamos los hechos.

Este fenómeno que queda perfectamente explicado en la siguiente charla TED de la neurocientífica Tali Sharot, del Instituto de Neurología de la escuela universitaria de Londres, quien estudia desde hace tiempo este fenómeno.




Entre otras cosas Sharot nos explica que somos optimistas sobre nosotros mismos, somos optimistas acerca de nuestros hijos, somos optimistas sobre nuestras familias, pero no somos tan optimistas acerca del tipo de al lado, y somos algo más pesimistas sobre el destino de nuestros conciudadanos y de nuestro país. Pero el optimismo personal acerca de nuestro propio futuro permanece con insistencia. Y esto no quiere decir que pensemos que las cosas saldrán bien por arte de magia, sino que tenemos la habilidad única de hacer que así suceda.

Curiosamente ese visión polarizada de nuestra realidad no se limita a nuestras habilidades y aptitudes, sino que se también se extiende a nuestras pertenencias. Valoramos más lo que es nuestro, sea o no una realidad objetiva. No importa lo que sea: una prenda de ropa, un coche o incluso una casa. En el momento en que un objeto pasa a nuestra propiedad, sufre una transformación. El simple hecho de escogerlo y asociarlo a uno mismo hace que incremente subjetivamente su valor inmediatamente, y ese valor se incrementa cuanto más tiempo esté vinculado con nosotros. 

La predisposición al optimismo ha sido observada en muchos países diferentes, en culturas occidentales, en culturas no occidentales, en mujeres y hombres, en niños, en personas mayores. Está bastante extendido. Pero la pregunta es, ¿es esto bueno para nosotros?. La realidad es que sin la predisposición al optimismo, estaríamos todos un poco deprimidos. Las personas con depresión leve, no tienen una predisposición optimista cuando miran al futuro, son relativamente precisas en la predicción de acontecimientos futuros. En realidad son más realistas que las sanas. Sin embargo, las que sufren depresión severa tienden a estar sesgadas hacia el pesimismo. Por lo que tienden a esperar que el futuro sea peor de lo que resulta ser al final.

Esto quiere decir que el único grupo humano que parece inmune a ese "auto-engrandecimiento" sería el compuesto por las personas que están deprimidas y que tienen alto grado de ansiedad. Cuanto más grave sea la depresión, más probabilidades hay de que se subestimen. En otras palabras, en ausencia de un mecanismo neural que genere optimismo realista, es posible todos los seres humanos estuviésemos ligeramente deprimidos. Esto sugiere que la ilusión de superioridad y el sesgo optimista pueden ser en realidad mecanismos de protección que protegen nuestra autoestima.





El análisis realista del entorno no es necesariamente una característica del funcionamiento psicológico “normal”, sino que lo normal sería, justamente, interpretar la información social de manera sesgada. En este sentido, y dadas las consecuencias positivas que tienen los sesgos para la construcción de la propia imagen, cabría esperar que también estuvieran vinculados con otras dimensiones del funcionamiento psicológico relacionadas con el bienestar individual, tales como la satisfacción con la propia vida o la propia felicidad. Así, por ejemplo, una persona que presente un marcado optimismo puede pensar que le ocurrirán más eventos positivos que negativos y mostrar con ello un mayor bienestar general; una persona con ilusión de invulnerabilidad puede llegar a tener la percepción de que le ocurrirán menor cantidad de eventos negativos, siendo posiblemente una persona más satisfecha con su vida.

Los peligros de no ser conscientes del sesgo

El optimismo cambia la realidad subjetiva. Las expectativas que tenemos del mundo hacen que cambie la forma en que lo vemos. Pero también cambia la realidad objetiva. Actúa como una profecía autocumplida. Experimentos controlados han demostrado que el optimismo no está solo relacionado con el éxito, sino que favorece el éxito. El optimismo nos lleva hacia el éxito en los estudios, los deportes o la política. Es tentador especular con que el optimismo ha sido seleccionado por la evolución, precisamente porque, las expectativas positivas mejoran nuestras probabilidades de supervivencia. Para avanzar tenemos que ser capaces de imaginar realidades alternativas: algunas de ellas mejores que nuestra realidad actual, y tenemos que creer que podemos lograr esas metas. La naturaleza optimista nos ha ayudado a progresar como especie, pues un punto de osadía es imprescindible en cualquier innovación. Sin optimismo, nuestros antepasados tal vez nunca se habrían aventurado lejos de sus tribus.

                 

Pero por supuesto existen inconvenientes y sería estúpido de nuestra parte ignorarlos. Es de prever que un exceso de optimismo conduce a una extinción rápida de aquellos individuos que creen que podrán volar con un par de alas atadas a los brazos al lanzarse por un acantilado. El sesgo optimista nos ayuda a tomar riesgos y riesgos importantes de cara a la adversidad, pero también es responsable de convencernos de que fumar va a matar a otra persona y no nosotros. También podemos pensar que contratar un seguro de salud es una pérdida de dinero, ya que rara vez hemos estado enfermos, o justificaríamos el no llevar una dieta equilibrada a pesar de tener antecedentes familiares de problemas cardíacos.

Demasiados supuestos positivos pueden conducir a errores de cálculo desastrosos, por ejemplo hacen menos probable aplicar protector solar o abrir una cuenta de ahorros. Esos supuestos en exceso optimistas también nos hacen más propensos a apostar en una mala inversión. El optimismo no realista puede llevar a un comportamiento peligroso, al colapso financiero o a una planificación deficiente. Según los psicólogos, esta tendencia a infravalorar los riesgos podría estar detrás de fenómenos como las burbujas inmobiliarias o la falta de previsión ante las catástrofes naturales, de modo que conocer esta limitación de nuestro cerebro puede resultar muy útil.




La clave es el conocimiento. No nacemos con un entendimiento innato de nuestras predisposiciones. Deben ser identificadas a través de la investigación científica. Pero la buena noticia es que ser consciente de la predisposición al optimismo no destruye la ilusión. Es como las ilusiones visuales, entenderlas no las hace desaparecer. Y esto es bueno porque significa que podríamos encontrar un equilibrio, cumplir los planes y las reglas para protegernos del optimismo no realista, pero al mismo tiempo permanecer esperanzados. Y el primer paso es entender que el sesgo existe.



martes, 1 de enero de 2013

Heurísticos y sesgos cognitivos: los atajos de la mente


Las limitaciones de nuestra memoria inmediata, la falta de información o la incertidumbre acerca de las consecuencias de nuestras acciones provocan que las personas recurramos de forma sistemática a atajos mentales ("heurísticos" según la psicología cognitiva) que utilizamos para simplificar la solución de problemas y que nos permiten realizar evaluaciones en función de datos incompletos y parciales. 

Muchas veces nos equivocamos cuando hacemos estas inferencias, pero los heurísticos son necesarios para liberarnos de la cantidad de procesos mentales que tendríamos que realizar en caso contrario. Nuestro cerebro no sería capaz de procesar toda la información sensorial que recibe y necesita de alguna forma filtrar de forma selectiva la información que le rodea. Lo curioso es que empleamos estos atajos cognitivos incluso cuando tenemos datos adicionales que permitirían una evaluación más fiable. Cuando nuestros heurísticos no dan lugar a juicios correctos incurrimos en lo que se denomina un sesgo cognitivo, es decir, la tendencia a sacar una conclusión incorrecta en una circunstancia determinada en base a factores cognitivos.



En informática, los métodos heurísticos suelen utilizarse para encontrar una solución razonable a un problema, a veces no óptima, pero con el objetivo de mantener los tiempos computacionales dentro de límites manejables. Nuestro cerebro, la mayor parte de las veces, funciona de la misma manera. Dado que el tiempo es finito, aplicamos inconscientemente “atajos” mentales en búsqueda de la solución de un problema o en la toma de una decisión. Pero ese atajo muchas veces es un camino que nos lleva a un destino muy alejado de la solución. El inconveniente es que en general no nos damos cuenta cuándo estamos razonando en forma prejuiciosa. Y eso sucede muchas más veces de lo que creemos. Hagamos un repaso sobre algunos de lo más conocidos y estudiados

Heurístico de disponibilidad

La heurística de disponibilidad es un mecanismo que la mente utiliza para determinar qué probabilidad hay de que un suceso se dé o no. Cuando más accesible es un suceso, parecerá más frecuente y probable, cuanto más viva es la información, será más convincente y fácil de recordar, y cuanto más evidente resulta algo, más causal parecerá.

El sesgo o heurístico de la disponibilidad es una tendencia a valorar las probabilidades en base a los ejemplos más sencillos que acuden a nuestra mente. Este sesgo cognitivo se aplica a muchísimas esferas de nuestra vida e incluso afectan nuestro desempeño profesional. Por ejemplo, se ha demostrado que los doctores que han diagnosticado dos casos seguidos de meningitis, creen percibir los mismos síntomas en el próximo paciente, incluso si este tiene solamente una gripe y si son conscientes de que es muy poco probable (estadísticamente hablando) diagnosticar tres casos seguidos con la misma enfermedad. Otro ejemplo sería el de una persona que argumenta que fumar no es tan dañino basándose en que su abuelo vivió hasta los 100 años y fumaba tres cajetillas al día, un argumento que pasa por alto la posibilidad de que su abuelo era un caso atípico desde el punto de vista estadístico.



Básicamente consiste en sobreestimar la importancia de la información disponible (y extraer por tanto conclusiones erróneas). Veamos más ejemplos que ilustran a la perfección este sesgo en base a un análisis de percepción pública de riesgos realizado en Estados Unidos:

  • El 80% de los participantes juzgaron que las muertes debidas a accidentes eran más probables que las muertes provocados por derrames cerebrales. En realidad, los derrames cerebrales causan casi el doble de muertes que todos los accidentes juntos.
  • Los tornados se consideraron causas de muerte más frecuentes que el asma. Sin embargo, el asma causa 20 veces más muertes.
  • Se juzgó que las muertes por enfermedad y accidente eran igual de probables. La muerte por enfermedad es 18 veces mayor que la muerte por accidentes.
  • Se juzgó también como 300 veces más probable la muerte por accidentes que por diabetes cuando en realidad muere 1 persona por accidente por 4 de diabetes.

¿Cuál es la lección que sacamos de esto?. Pues que las estimaciones que hacemos (en este caso de las causas de muerte) están distorsionadas por la relevancia mediática que tengan, pues la cobertura periodística está sesgada hacia la novedad y el dramatismo. Aunque el asma causa 20 veces más fallecimientos, son fallecimientos que carecen de un “disparador” emocional. En definitiva, un problema de disponibilidad.

El sesgo de disponibilidad podemos observarlo cuando dejamos de viajar en avión (mucho más seguro estadísticamente que el coche) porque se ha producido un accidente de una manera que consideramos próxima a nosotros –un accidente producido en nuestro país, por ejemplo-, o cuando dejamos de comprar una marca de coche porque una persona a la que conocemos o en la que confiamos nos confiesa haber tenido problemas. De igual forma las loterias explotan el sesgo de la disponibilidad, si las personas comprendiesen verdaderamente las probabilidades que tienen de ganar, probablemente no comprarían nunca más un décimo en toda su vida.

Sesgo de impacto

El sesgo de impacto es nuestra tendencia a sobreestimar nuestra reacción emocional a los acontecimientos futuros, sobrevalorando la duración e intensidad de los futuros estados emocionales. La investigación por contra muestra que la mayoría de las veces no nos sentimos tan mal como esperábamos cuando las cosas van mal. Los psicólogos han descubierto que el sesgo de impacto es una razón por la que a menudo fallamos en la predicción sobre cómo nos afectarán emocionalmente los acontecimientos futuros. Los estudios por ejemplo han encontrado que meses después de que una relación termine las personas no suelen ser tan infelices como esperan y que personas a las que le ha tocado la lotería prácticamente no varían su grado de felicidad y estado emocional promedio.



Cuando la gente piensa en el impacto de los acontecimientos futuros tienden a olvidarse del resto de cosas que estarán sucediendo en sus vidas. En realidad, el evento que estamos imaginando probablemente se vea opacado por todo tipo de eventos que ocurren al mismo tiempo. Además el futuro siempre contendrá muchos otros eventos que no podemos predecir, algunos positivos y otros negativos, pero que en su conjunto matizan esa predicción emocional. Es importante recordar que por lo general tendemos a sobrevalorar el impacto emocional de los acontecimientos futuros. Esta es una buena noticia para los eventos negativos, pero menos buena para los positivos. 

La ilusión de superioridad o efecto Dunning-Kruger

El efecto Dunning-Kruger es un fenómeno psicológico según el cual las personas con menos conocimientos tienden a sobreestimar sus cualidades mientras que aquellos más preparados se consideran menos competentes de lo que son. En palabras de J. Kruger y D. Dunning de la Universidad de Cornell "los incompetentes sufren un doble agravio, ya que no sólo llegan a conclusiones erróneas y toman decisiones desafortunadas, sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello".




Los autores trataron de averiguar si existía algún remedio para bajar la autoestima sobrevalorada de los más incapaces. Resultó que sí lo había: la educación. El entrenamiento y la enseñanza podían ayudar a estos individuos incompetentes a darse cuenta de lo poco que sabían en realidad. 

Todo esto encaja con la vieja máxima de Charles Darwin: «La ignorancia engendra más confianza que el conocimiento».

Heurístico de representatividad

Consiste en una inferencia sobre la probabilidad de que un estímulo (persona, acción, suceso) pertenezca a una determinada categoría. Por ejemplo, Jorge es un jóven metódico cuya diversión principal son los ordenadores. ¿Qué le parece más probable?, ¿que Jorge sea estudiante de ingeniería o de humanidades?

Cuando se hacen preguntas de este tipo, la mayoría de la gente tiende a decir que seguramente Jorge estudia ingeniería. Un juicio así resulta, según Daniel Kahneman (catedrático de Psicología de la Universidad de Princeton y primer no economista galardonado con el premio Nobel de Economía), de la aplicación automática (inmediata, no meditada) del heurístico de representavidad. Suponemos que Jorge estudia ingeniería simplemente porque su descripción encaja con un cierto prototipo o estereotipo del estudiante de ingeniería. Pero esto implica pasar por alto el hecho de que los estudiantes de humanidades o "letras" son mucho más abundantes que los de ingeniería, con lo cual es mucho más probable encontrar estudiantes de humanidades que se correspondan con la descripción de Jorge.



Sesgos como los producidos por el heurístico de representatividad no son meras curiosidades de laboratorio y son parte del fundamento de ciertos prejuicios sociales que a veces son empleados para justificar conductas o leyes inapropiadas. Por ejemplo, cuando juzgamos o predecimos la conducta de un miembro concreto de un determinado colectivo, como los inmigrantes, tendemos muchas veces a basarnos en estereotipos supuestamente representativos, ignorando datos objetivos de frecuencia y probabilidad.

Efecto halo

Es la capacidad de un individuo para modificar la percepción o evaluación que los demás tienen de las demás cualidades personales a través de una cualidad específica. Sucede cuando tomamos un atributo positivo de alguien y lo extrapolamos a todo lo demás acerca de esa persona o cosa. El efecto halo es un sesgo atribucional donde nuestro cerebro hace juicios sobre el carácter o la competencia de los demás.



El problema se produce cuando estas impresiones son erróneas, ya que se basan a menudo en aspectos superficiales (por ejemplo, si la persona es atractiva para nosotros). Esta tendencia parece estar presente incluso en los más altos niveles de la sociedad en ámbitos donde la objetividad debe gobernar. De hecho, se ha demostrado que, en promedio, la gente atractiva tienen penas de prisión más cortas que otros que fueron condenados por delitos similares.

Error fundamental de atribución

Es la tendencia o disposición de la gente a sobredimensionar los motivos personales internos a la hora de explicar un comportamiento observado en otras personas, dando poco peso por el contrario a motivos externos como el rol o la situación, para este mismo comportamiento. Ejemplo: Cuando las personas piensan en sí mismas atribuyen su éxito a una cualidad personal (inteligencia, bondad, fuerza, carácter) y sus fracasos a circunstancias externas (mala suerte, desventaja, manías). Por otro lado, cuando la gente piensa en otros, atribuyen los aciertos de los demás a circunstancias externas (tuvo suerte, tuvo ventaja) y los fallos a debilidades o características internas (tiene mucho carácter, él no es suficientemente fuerte, inteligente).

Sesgo de disconformidad

Es la tendencia a realizar una crítica negativa a la información que contradice nuestras ideas mientras que por otra parte aceptamos sin problema aquella información que es congruente con nuestra creencias o ideología fundamental. De esta forma se produce una percepción selectiva por la cual las personas perciben lo que quieren en los mensajes de los demás o de los medios de comunicación. Por lo general las personas tendemos a ver e interpretar las cosas en función de nuestro marco de referencia ideológico. También tenemos más probabilidades de buscar información favorable a nuestras ideas que buscar información que desafíe las posiciones asociadas a nuestro grupo de identidad o línea de pensamiento (búsqueda y asimilación sesgada).



Tenemos un sesgo de confirmación que nos hace centrarnos en la información que confirma las propias creencias o hipótesis. Incluso se ha demostrado que las personas que puntúan más alto en los test de reflexión cognitiva no emplean sus habilidades para derribar sus creencias erróneas, sino que emplean generalmente sus fabulosas habilidades de razonamiento para reforzar sus posiciones ideológicas y salvaguardar a sus grupos de referencia. Nuestra cognición está mediada frecuentemente por el deseo de poner a salvo nuestras identidades preferidas.

Entre las explicaciones de las tendencias observadas se encuentran el pensamiento ilusorio y la limitada capacidad humana para procesar la información. Otra explicación es que las personas muestran un sesgo confirmatorio porque sopesan los costes de equivocarse más que el investigar de un modo neutral y científico. El sesgo de confirmación contribuye al exceso de confianza en las creencias personales y puede mantener o reforzar estas creencias ante evidencias contrarias. 

Heurístico de anclaje y ajuste

Se trata de un sesgo cognitivo que describe la tendencia humana común a confiar demasiado en la primera pieza de información que se ofrece al tomar decisiones: el "ancla". También se conoce como el "efecto del enfoque". Durante la toma de decisiones, el anclaje se produce cuando las personas utilizan una pieza inicial de información para hacer juicios posteriores. Una vez que el ancla se fija, el resto de información se ajusta en torno a la posición del ancla incurriendo en un sesgo. 

Por ejemplo, el precio inicial ofrecido por un coche usado establece el estándar para el resto de las negociaciones, por lo que los precios más bajos que el precio inicial parecen más razonables aunque sigan siendo superiores a lo que el coche realmente vale. De igual forma si se pregunta sobre la población de Ucrania: «¿Es mayor o menor que cien millones de personas?», las respuestas variarán, pero en general serán algo menores que dicha cifra. Sin embargo, si la pregunta fuera: «¿Es la población de Ucrania mayor o menor que veinte millones de personas?», las respuestas variarán, pero el promedio de respuestas no se modificará mucho respecto al ancla inicial. Es decir, se parte del "valor de anclaje" y se hace un ajuste... que normalmente suele ser en la dirección correcta pero de magnitud insuficiente.



La gente se concentra en las diferencias notables, excluyendo aquellas que son menos visibles, también al hacer predicciones sobre la felicidad. Un aumento en los ingresos tiene sólo un efecto pequeño y transitorio sobre la felicidad y el bienestar, pero la gente siempre sobreestima este efecto. 

De igual forma si preguntamos a unos estudiantes 1) ¿cómo de feliz te sientes con tu vida? y 2) ¿cuántas citas han tenido este año?, tenemos que la correlación es nula (según las respuestas tener más citas no alteraría el nivel de bienestar). Sin embargo, si se modifica el orden de las preguntas el resultado es que los estudiantes con más citas se declaran ahora más felices. Es inconsistente, claro, pero focalizar su atención en las citas hace que exageren su importancia.

Parece ser que los expertos (gente con alto conocimiento, experiencia o especialización en algún campo) son más resistentes al efecto de anclaje, pero aún así tampoco son totalmente inmunes.

Sesgo de memoria

Nuestras memorias contienen una enorme base de datos de experiencias. Por desgracia, nuestra memoria no es perfecta: se desvanece con el tiempo, puede llegar a bloquearse o ser errónea. Y no sólo eso, sino que la investigación psicológica revela que cuando evaluamos recuerdos de cara a tomar decisiones sobre nuestro futuro a menudo esos recuerdos se muestran sesgados hacia ejemplos poco comunes que son muy positivos o muy negativos, tendemos a recordar acontecimientos insólitos o poco habituales más que acontecimientos diarios, cotidianos. Esto es porque el cerebro da mucha importancia a fenómenos extraordinarios o poco usuales debido probablemente a la importancia que estos tenían en el aprendizaje a lo largo de la evolución. Ese sesgo de nuestra memoria afecta en consecuencia a nuestra capacidad de predicción futura.



La mejor forma de evitar ese sesgo es tratar de recordar el mayor número posible de eventos similares para evitar caer en extremos poco representativos. Si sólo recordamos un ejemplo del pasado de ese tipo de evento es muy probable que sea uno de los mejores o uno de los peores ejemplos de ese evento.

Sesgo del poder corrupto

Existe una tendencia demostrada en la que los individuos con poder son fácilmente corrompibles cuando se sienten con plena libertad y sin restricciones. Este sentimiento se ve incrementado si el individuo se ve reforzado con un sentimiento de respaldo moral, se siente atacado o tiende a otros prejuicios que le ayudan a justificarse.

Efecto de percepción ambiental

El ambiente produce una gran influencia en el comportamiento de los individuos. En un ambiente caótico, deteriorado y sucio, las personas tienden a ser más incívicas, más caóticas, y también a cometer más acciones vandálicas o incluso delictivas. Este efecto es la base de la "teoría de las ventanas rotas" estudiado por el psicólogo de la Universidad de Stanford, Philip Zimbardo.




Prejuicio de retrospectiva o recapitulación

Muestra la inclinación a ver los hechos pasados como fenómenos predichos o predecibles. Los individuos están, en realidad, sesgados por el conocimiento de lo que realmente ha pasado cuando evalúan su probabilidad de predicción. Este prejuicio es en realidad producido por un error en la memoria. De igual forma también tenemos tendencia a valorar los eventos pasados de manera más positiva a como sucedieron en realidad. Un proverbio en latín resume este efecto: memoria praeteritorum bonorum, es decir, "el pasado siempre se recuerda como mejor".

Efecto Forer

Es la tendencia de la gente a dar una alta nota de precisión o a asentir y confirmar la fidelidad de las descripciones que de su personalidad se hagan cuando éstas están hechas a medida y específicamente para ellas (por ejemplo: los horóscopos). En realidad, estas descripciones de la personalidad son vagas y suficientemente generales como para ser aplicadas a un amplio espectro de la sociedad.

Sesgo de supervivencia






Ilusión de la confianza

Consiste en confundir la confianza de un hablante con su credibilidad, de forma que se percibe a una persona como más creíble cuanta más confianza muestra en sus argumentaciones. La realidad es que las investigaciones han demostrado que la confianza no es un buen indicador ni es una forma fiable de medir la capacidad o aptitud de una persona.


Efecto Bandwagon o efecto de arrastre

Es la tendencia a hacer (o creer) cosas porque muchas otras personas hacen (o creen) esas cosas. La probabilidad de que una persona que adopta una creencia aumenta en función del número de personas que tienen esa creencia. Esta es una poderosa forma de pensamiento de grupo.



Sesgo de proyección

Es la tendencia inconsciente a asumir que los demás comparten el mismo o pensamientos, creencias, valores o posturas parecidas a las nuestras.

Efecto del lago Wobegon o efecto mejor que la media

Es la tendencia humana a describirse de manera halagadora o aduladora, comunicar bondades de sí mismo y pensar que se encuentra por encima de la media en inteligencia, fuerza u otras cualidades. Se relaciona con el sesgo optimista, sesgo que por sus implicaciones y alcance dedicaremos próximamente una entrada específica en este mismo blog.

Falacia de la planificación

Es la tendencia a subestimar el tiempo para concluir una tarea. Generalmente se debe a que tendemos a no planear los proyectos a un nivel de detalle que permita la estimación de las tareas individuales. Lovallo y Kahneman sugieren que la falacia de la planificación no solo provoca demoras, sino también costos excesivos y reducción de beneficios debido a estimaciones erróneas.

Y es que como diría el científico estadounidense Douglas Hofstadter siempre hay que tener presente que "Hacer algo te va llevar siempre más tiempo de lo que piensas, incluso si tienes en cuenta la Ley de Hofstadter"




Efecto Keinshorm 

Predisposición a contradecir por sistema las ideas o formulaciones que otra persona, con la cual no se simpatiza.


Efecto del falso consenso

La mayoría de personas juzgan que sus propios hábitos, valores y creencias están más extendidas entre otras personas de lo que realmente están.


Ilusión de control

Se encuentra detrás de muchas supersticiones y comportamientos irracionales. Se trata de la tendencia que tenemos a creer que podemos controlar ciertos acontecimientos, o influir en ellos, cuando racionalmente es evidente que tal control es imposible. Así, creamos rituales y supersticiones que nos dan cierta seguridad, como los deportistas que repiten ciertas conductas esperando que condicionen cosas como su capacidad de marcar goles, que evidentemente depende de muchos otros factores objetivos.



Defensa de status

Cuando una persona se considera con cierto status ésta tenderá a negar y a defenderse de cualquier comentario que lo contradiga incluso recurriendo al autoengaño.

Ilusión de frecuencia

Consiste en la ilusión por la que un fenómeno que ha centrado recientemente nuestra atención de repente pensamos que aparece o sucede "en todas partes", aunque sea improbable desde el punto de vista estadístico. En realidad se debe a que somos nosotros quienes lo percibimos de forma diferente (con anterioridad no le prestábamos atención) y por lo tanto creemos erróneamente que el fenómeno se produce con más frecuencia.

Punto de referencia o status-quo

Un mismo premio final no tiene el mismo valor para dos personas distintas. Si tengo mil euros y gano diez euros en una apuesta lo valoro menos que si tengo cinco euros y gano diez en la apuesta. El punto de referencia lo es todo psicológicamente. Añadamos ahora una dimensión a este sesgo. No sólo se trata de la referencia con mi propia riqueza inicial, sino con la riqueza de mi círculo de personas cercano. Si alguien desconocido para mi gana cuatrocientos mil euros en la lotería, yo no me veo afectado. En cambio, si los gana mi compañero de trabajo, soy más pobre. Aunque no hubiera jugado a la lotería.

Sesgo de apoyo a la elección

Cuando elegimos algo (desde una pareja a una mascota) tendemos a ver esa elección con un enfoque positivo, incluso si la elección tiene defectos. Optimizamos sus virtudes y minimizamos o les damos poca importancia a los defectos de nuestra elección.