lunes, 26 de septiembre de 2011

La hipótesis de la variabilidad, ¿son los hombres más extremos que las mujeres?


Decir que hombres y mujeres somos distintos externamente es una evidencia indiscutible. Decir que también somos distintos por dentro, en cambio, significa tocar un tema mucho más delicado y complejo. Desde hace tiempo sabemos que los machos de muchas especies tienden a ser más variables y extremos, y los humanos no somos una excepción al respecto, nuestros rasgos psicológicos tienden a mostrar en el sexo masculino una dispersión poblacional mucho mayor que en el femenino. Lo que quiere decir esto es que los dos sexos hablando de promedios no difieren demasiado, pero que en los dos extremos de la distribución hay más hombres que mujeres. Como señala la antropóloga evolucionista Helena Cronin: más necios y más premios Nobel.



El desarrollo masculino es más lento que el femenino (según la neurocientífica Martha Denckla, el cerebro de un niño de seis años se parece mucho al de una niña de cinco) y se puede constatar que los chicos tienen habitualmente mayores dificultades para apropiarse y fijar patrones cognitivos, emocionales y conductuales complejos. Conforme van haciéndose mayores la tendencia es hacia una mayor igualdad, pero la curva de Gauss es diferente en hombres y mujeres: los hombres abundan más en los extremos, hay más hombres muy inteligentes y más hombres muy tontos. El sexo masculino es un género mucho más extremo que el femenino.

Se han encontrado evidencias que muestran el diferente comportamiento de hombres y mujeres respecto a trastornos neurológicos o a la respuesta al estrés, así por ejemplo existe una diferencia de género muy notable cuando se valora la discapacidad mental, ya que los hombres se ven afectados un 30% más que las mujeres. Un papel muy importante en ese sentido lo juega el cromosoma X, cromosoma fundamental en el desarrollo de la capacidad cognitiva y la inteligencia general del ser humano. Puesto que los varones sólo tienen un cromosoma X, eso les hace más débiles. La presencia por duplicado del cromosoma X en las mujeres las hace más flexibles y también explicaría su protección ante ciertas enfermedades que atacan con más frecuencia a los hombres, como el retraso mental, el autismo o la hemofilia.

Pero no todas son malas noticias en el campo masculino: si bien el cromosoma X aumenta la incidencia de retraso mental, también aumenta las posibilidades de la genialidad. Esto ocurre porque los genes de gran inteligencia en un cromosoma X no pueden ser silenciados por los de menos inteligencia en otro cromosoma X.



Sexo débil y cromosoma X

Los cromosomas de hombres y mujeres son iguales. La única diferencia radica en que a los hombres les falta un cromosoma X, lo cual es un déficit importante porque hay mucha información en él, si algo está incorrecto hay un problema. En el caso de una mujer el problema no será severo porque habrá otro cromosoma X y se puede copiar en él lo que falta. Los hombres no pueden hacer eso ya que en vez de otro cromosoma X tienen un cromosoma Y, que es muy pequeño (mientras que el X contiene 1.098 genes, el Y tiene apenas 78) y no tiene información sobre cómo reconstruir el cerebro. La única información que da el cromosoma Y está ligada a la fertilidad masculina y el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios. Si algún gen importante del cromosoma X sufre algún tipo de daño los varones carecen de capacidad para sustituir sus funciones.

El cerebro del varón es por tanto más vulnerable ya que ante una tara genética o mutación asociada al cromosoma X está mucho peor protegido. Las diferencias se manifiestan incluso desde el útero, en donde un feto masculino tiene mayores probabilidades de no llegar a término. Se calcula que se conciben 124 fetos masculinos por cada 100 fetos femeninos. Esto hace que se produzcan más abortos espontáneos de niños que de niñas. Esta diferencia queda reducida al nacer en 105 recién nacidos niño, frente a 100 niñas. En el caso de los partos prematuros, los bebés de tamaño extremadamente pequeño (aquellos que nacen por debajo de los 900 gramos) tienen mayor probabilidad de supervivencia si son niña que si son niño.



Algunos bebés de sexo masculino heredan afecciones provocadas por genes que solamente les pueden transmitir sus madres. Estas anomalías, incluyen trastornos como la hemofilia o el daltonismo (que afecta al 7% de los hombres y sólo al 0,4% de las mujeres), se conocen como trastornos ligados al cromosoma X porque están provocados por genes defectuosos que se encuentran en el cromosoma X. Los varones solamente tiene un cromosoma X, heredado de sus madres (mientras que las niñas tienen dos cromosoma X, uno de cada progenitor), si heredan un gen defectuoso en el único cromosoma X que tienen, desarrollaran la anomalía o enfermedad, ya que no disponen de ninguna copia normal de ese gen. Las mujeres están protegidas porque tienen dos copias del cromosoma X, y un gen normal en uno de los cromosomas generalmente puede compensar a uno defectuoso presente en el otro cromosoma.


Si observamos el gráfico superior veremos que una copia normal (x verde) de un gen en el cromosoma X generalmente es suficiente para el funcionamiento normal. Cada infante varón de una madre que lleva el defecto tiene un riesgo del 50 por ciento de heredar el gen defectuoso y el trastorno. Cada infante mujer tiene una posibilidad del 50 por ciento de ser portadora como su madre.

El cerebro masculino como observamos tiene una estructura menos estable, además debido a la acción de la testosterona es más impulsivo. Los hombres en general están muy interesados en la jerarquía social y como no todos pueden adquirir el mismo rol, algunos se considerarán ganadores y otros perdedores. Los considerados ganadores usan el cerebro según lo que necesiten para ganar con gran intensidad, de forma que tienden a especializarse en algo. Por ejemplo en jugar en fútbol o en ser científicos. Y a veces se pierden en sí mismos en estas especializaciones. Los considerados perdedores a menudo acaban en el otro extremo de la sociedad: acaban en la cárcel o el mundo de las drogas. El masculino es un sexo extremo y también un sexo débil, y se ve influido por una sociedad que le impulsa a destacar ante los demás.

La testosterona lleva a adolescentes y hombres a alcanzar grandes niveles de actividad física, agresividad y competitividad que acortan sus expectativas de vida. Tienen unas posibilidades tres veces más elevadas de ser víctimas de un asesinato, cuatro veces más de cometer suicidio y, de adolescentes, 11 veces más de ahogarse. La testosterona también eleva los niveles de 'colesterol malo' en sangre, que aumenta sus posibilidades de padecer una cardiopatía o un infarto cerebrovascular..



Los hombres mueren de todas las causas principales de mortalidad a una edad más temprana que las mujeres, desde el cáncer de pulmón a la gripe, pasando por la neumonía, las enfermedades hepáticas crónicas, la diabetes y el sida. Los machos castrados viven más que los no castrados en casi todas las especies animales. 

Tom Kirkwood, toda una autoridad de la biología molecular del envejecimiento y director del Institute for Ageing and Health de la Universidad de Newcastle en el Reino Unido, propone una explicación cercana a su conocida teoría del soma desechable. Kirkwood especula que el organismo femenino ha evolucionado para ser más resistente, poseer mejores mecanismos de mantenimiento y reparación por ser el garante del éxito de la reproducción. El soma femenino sería pues, menos desechable. Por el contrario, el organismo masculino cumple un papel en la reproducción mínimo y una vez realizado es desechable.

Hipótesis de la variabilidad intelectual

Retomando el tema que abre el post en relación a la variabilidad masculina, un interesante estudio de investigación genética de la australiana Gillian Turner, indica que hay varios genes para la inteligencia y estos marcadores de la inteligencia sólo se encuentran en el cromosoma X. De forma paralela investigaciones de Horst Hameister y otros colegas de la Universidad de Ulm también han hallado un grupo de genes en particular dentro del cromosoma X relacionados directamente con el desarrollo de las habilidades cognitivas. Como antes hemos explicado las chicas heredan dos cromosomas X y los chicos sólo uno emparejado con otro Y; por tanto, las mujeres tienen una doble dosis de genes que podrían afectar a  la inteligencia, así si una chica recibe un gen de inteligencia distorsionado en uno de sus cromosomas X, hay todavía una buena probabilidad de que ella herede una constitución normal en el segundo, recibido del otro padre, teniendo por tanto la oportunidad de reducir el impacto de un gen distorsionado. Un varón, con un gen distorsionado se verá más afectado porque él no tiene la protección de un segundo cromosoma X normal; los investigadores sugieren que esta es una de las claves de la variabilidad.



Este diferente punto de partida a nivel biológico podría ser el que explicase el hecho de que los rasgos psicológicos tiendan a mostrar en los hombres una dispersión poblacional mucho mayor que en las mujeres. Para cada rasgo, las mujeres se agrupan en una campana de Gauss bastante cerrada en torno a la media, y los hombres forman una campana más amplia. Es decir que hay más deficientes mentales en el sexo masculino (CI por debajo de 70), y también más talentos (con CI mayor de 130 hay un 30% más de niños que de niñas). Este fenómeno se denomina “hipótesis de la variabilidad” e investigaciones recientes confirman que si bien en los valores centrales de las puntuaciones de CI las diferencias entre hombres y mujeres apenas existen, sí aumentan en los extremos de la distribución (infradotados y genios), de hecho las diferencias se hacen más notorias cuando más nos desplazamos hacia los extremos de la distribución.

Proporción de chicos y chicas según su IQ  (imagen vía revolucionnaturalista)

En general las mujeres suelen tener una población proporcionalmente mayor en cuanto a un nivel de inteligencia promedio, en cambio la inteligencia en la población masculina está más distribuida en los extremos, con una mayor variabilidad de resultados, habiendo una población relativamente mayor de hombres tanto con discapacidad intelectual como sobredotación intelectual. En términos estadísticos no existe diferencia a nivel de promedio pero la varianza masculina es mucho mayor, los hombres tienden a estar sobrerepresentados en los dos extremos de su distribución global. Veámos su explicación en el siguiente gráfico.



Como puede observarse las distribuciones normales para los hombres (línea naranja) y mujeres (línea verde) son idénticas cuando hablamos de las medias y los promedios, pero no así sus varianzas. El esquema de la derecha muestra una ampliación del extremo derecho de la distribución. En marrón, el área de superposición de las dos distribuciones, verde y naranja, áreas únicas para mujeres y hombres, respectivamente.

Es decir, la inteligencia media de hombres y mujeres es aproximadamente la misma, pues es una extracción de cromosomas X de una misma masa genética mundial. Pero la dispersión de la inteligencia es mayor en los varones, mientras que en las mujeres, presenta valores más aproximados a la media. La explicación parece estar en que gran parte del componente intelectual de los individuos está ligado al cromosoma X, la probabilidad de heredar el cromosoma X en el hombre se ve disminuida a una (XY); en tanto que en las mujeres puede suceder una combinación de dos probabilidades (XX) llegándose a promediar un cromosoma inteligente con un cromosoma X no inteligente dando como resultado una inteligencia más armonizada.

Veamos una justificación matemática de la teoría del cromosoma X

En un caso muy simplista, y para su compresión, se puede ejemplicar un matrimonio “equilibrado” donde hombre y mujer tienen ambos una inteligencia de 5 puntos sobre 10. El hombre tiene un gen de inteligencia con valor necesariamente 5. La mujer, por ejemplo, podría tener dos genes con valores 3 y 7, en sus dos cromosomas X, por lo que tendría en promedio una inteligencia de 5 puntos. Supóngase que tienen cuatro hijos; 2 niños y 2 niñas. Si los cromosomas X de la madre se reparten por igual, se tendría:
  • Niño 1: cromosoma X de la madre de 7 puntos.
  • Niña 1: cromosoma X de la madre de 7 puntos más cromosoma X del padre de 5 puntos. Inteligencia promedio 6.
  • Niña 2: cromosoma X de la madre de 3 puntos más cromosoma X del padre de 5 puntos. Inteligencia promedio 4.
  • Niño 2: cromosoma X de la madre de 3 puntos.
Los cuatro hermanos tienen inteligencias distintas, aun cuando los padres sean iguales a 5, y además los niños quedarán en los extremos y las niñas en el centro.


Una mayor variabilidad masculina podría explicar en parte los resultados de un exceso de varones en niveles muy altos de rendimiento en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. Igualmente en ese caso la evidencia biológica es contradictoria y no parece suficientemente concluyente ya que siempre debemos tener en cuenta el componente cultural a la hora de abordar este tema. Para más información remitimos al lector a la entrada de este blog relacionada.

Pruebas de corroboración
  • En un estudio de Stephen Machin y Tuomas Pekkarinen basado en datos de la OCDE y del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) realizados en 41 países industrializados se analizaron los resultados de las pruebas de matemáticas y lectura por países, centrándose en las diferencias en la media y la varianza de las puntuaciones. En 35 de esos 41 países, sus análisis indican que los resultados de los chicos tienen mayor varianza que los resultados de las chicas. Por ejemplo en matemáticas, en 35 de los 41 países, hay más niños que niñas entre los alumnos más avanzados (5% superior). Por su parte para la lectura, en 39 de los 41 países que más niños que niñas en la parte inferior (5% de las puntuaciones). El estudio no encuentra correlación entre los índices de brecha de género (Gender Gap Index) y los ratios de varianza, ya sea para las matemáticas o la lectura. Por lo que este análisis de los datos internacionales de calificaciones en una muestra bastante representativa de una mayor varianza entre los chicos que entre las chicas



  • Un estudio contemporáneo que se cita a menudo como evidencia de una mayor variabilidad masculina y una preponderancia de los varones en los niveles superiores es el Johns Hopkins Study of Mathematically Precocious Youth (SMPY), que se centra en alumnos que han obtenido una puntuación superior a 600 en el SAT-Math . En los primeros años del estudio, la década de 1980, los investigadores reportaron una gran preponderancia de los varones entre los de puntuación superior 700 en el SAT-Math con un ratio hombre/mujer de 12.9:1. Los informes más recientes, sin embargo, muestran que la brecha de género se ha cerrado considerablemente en el año 2005, habiendo bajado la relación hombre/mujer a 2.8:1. Esta tendencia sugiere que las fuerzas culturales estaban trabajando en la creación de las relaciones de género desiguales hace 25 años y en la reducción de la brecha de hoy en día. Pese a todo el hecho de que siga habiendo una proporción 3 a 1 sigue siendo bastante significativo.
  • En otro estudio realizado en 2005 por Ian Deary, Paul Irwing, Geoff Der, y Timothy Bates, centrándose en la ASVAB (Armed Services Vocational Aptitude Battery) con resultados de 1292 parejas de hermanos del sexo opuesto, los resultados mostraron una diferencia significativamente mayor en la variabilidad de los resultados obtenidos por los hombres respecto a los de las mujeres.

jueves, 8 de septiembre de 2011

¿Cómo es el mapa genético de Europa y de España?


Europa es una coctelera racial que se ha gestado en milenios de migraciones del sur al norte y viceversa, de este a oeste y viceversa, hasta dar como resultado la Europa que hoy conocemos. Para aportar algo de luz al tema, científicos de diversas universidades han colaborado para confeccionar el mayor mapa genético de Europa. Para ello observaron 500.000 marcadores genéticos de un total de 3.200 individuos (centrándose en individuos cuyos abuelos procedían del mismo país) por medio de un complejo análisis informatizado con el objetivo de conocer el origen de los ciudadanos europeos, así como comprobar la separación genética entre ellos.



Los científicos estudiaron puntos genéticos conocidos como polimorfismos del nucleótido simple (o SNPs que son una variación en la secuencia del ADN que afecta a un único nucleótido del genoma). Los SNPs forman hasta el 90% de todas las variaciones genómicas humanas y no cambian mucho de una generación a otra, por lo que es sencillo seguir su evolución en estudios de poblaciones. Estudiando los SNPs presentes en cada población se pueden hacer grupos, establecer relaciones de descendencia, hasta llegar finalmente a encontrar los ancestros que dieron origen a la población humana. Una vez vertidos los datos obtenidos en gráficos, los científicos descubrieron que los individuos con estructuras genéticas similares se agrupaban cerca unos de otros, de manera que su distribución hizo visibles las principales características genéticas y geográficas de Europa.

La distribución de los haplogrupos ancestrales refuerzan la teoría del origen de los humanos modernos en el África subsahariana y permiten trazar en forma aproximada las migraciones humanas prehistóricas a partir de África y la sucesiva colonización del resto del mundo





Centrándonos de nuevo en el estudio realizado a nivel europeo, el plano genético detallado por naciones guarda gran similitud con el mapa político de Europa, si bien refleja que a pesar de las diferencias, todos los europeos están emparentados genéticamente en mayor o menor medida. Entre otras conclusiones destacables, el mapa identifica dos claras barreras dentro de las fronteras europeas. La primera, bien visible, la representa Finlandia. Se trata de un caso especial. Los individuos fineses tienen particularidades genéticas, seguramente por relacionarse con habitantes procedentes de Siberia. En cualquier caso son los europeos más distintos al resto. El estudio argumenta, además, que el pequeño número de finlandeses, así como su lejanía geográfica, propició una expansión local que les permitió conservar genes atípicos.




La segunda barrera, que a su vez sirve de punto de inflexión en el eje norte-sur, son los Alpes. La dificultad que suponía en el pasado vadear las escarpadas cimas alpinas segregó a los italianos de los demás europeos. Aunque el caso no es tan extremo como el finlandés, sí se puede observar cierta distancia genética entre una buena parte de los habitantes del sur de Italia y el resto. Se especula que durante el imperio romano llegó gente a Roma de todas las provincias del Imperio, ya sea esclavos, mercenarios o mismos soldados romanos nativos, de ahí su gran heterogeneidad genética, especialmente al sur de Roma. De hecho resulta especialmente destacable la diferencia genética que se observa entre los italianos sureños y los del norte.

Análisis detallado del mapa genético europeo

Si analizamos el mapa genético de Europa, por vía paterna (halogrupos del cromosoma Y), de forma más exhaustiva podemos dividir a la población europea en seis grandes grupos, siempre desde el punto de vista genético.

Europa Occidental (color rojo) 

Predomio del halogrupo R1b, ese halogrupo se encuentra presente en la mayoría de los irlandeses, galeses, escoceses, franceses, belgas, españoles, portugueses, ingleses del oeste, holandeses del sur, austríacos del oeste, italianos del norte (valle del Po) y alemanes del sur. Actualmente también es frecuente entre los habitantes de América y Oceanía, debido a la emigración.

En realidad el R1b es el haplogrupo más común en Europa occidental, llegando a más del 80% de la población en Irlanda, las tierras altas escocesas, en el oeste de Gales, la franja atlántica de Francia y el País Vasco. Se asocia tradicionalmente con el hombre de Cromagnon, quienes fueron los primeros humanos modernos en entrar a Europa; de tal manera que los europeos de las costas del Atlántico con mayor frecuencia de R1b, conservarían el linaje de los primeros pobladores de Europa.



Europa Septentrional (color verde agua) 

Predominio del halogrupo I1 (nórdico o germánico), este halogrupo se encuentra presente en la mayoría de los noruegos, suecos, daneses, finlandeses, islandeses, alemanes del norte, ingleses del este y holandeses.

Típico de los pueblos escandinavos como Noruega, Suecia, Dinamarca y oeste de Finlandia; moderadamente en Rusia, países bálticos y en todo Europa oriental. Se encuentra principalmente en Escandinavia, el norte de Alemania, Holanda y la región oriental de Inglaterra. Asociado con el origen étnico nórdico, que se encuentra en todos los lugares invadidos por las antiguas tribus germánicas y los vikingos.



Generalmente se asocia a este halogrupo con los rasgos genéticos que propician el pelo rubio y los ojos azules, sin duda la similitud entre la dispersión porcentual del halogrupo I1 y la población con pelo rubio es innegable, como puede apreciarse en el siguiente mapa.



Europa del Este (color amarillo) 

Predominio del halogrupo R1a (eslavo). Sobre la base de datos arqueológicos, lingüísticos y genéticos, es posible decir que los nómadas pastores que vivían en las estepas del norte de Rusia y el bosque-estepa hace 5.000 años son los portadores originarios de este linaje.

Es mayoritario en Europa del Este, especialmente entre los eslavos del norte, predominante en polacos, ucranianos, rusos, bielorrusos, y en menor medida en eslovacos, checos, austriacos del este, húngaros y croatas.



Europa Baltica o del Nordeste (color violeta o lila)

Predominio o fuerte presencia del halogrupo N3 (uralico, finés, siberiano) que se encuentra en la mayoría de
los finlandeses, estonios, rusos del norte y en gran parte de los letones y los lituanos. Se considera que está relacionado con la expansión de las lenguas urálicas y se encuentra disperso principalmente en lo que fue la parte norte del territorio de la Unión Soviética, en Finlandia y en menor proporción en el Extremo Oriente.



Balcanes (color azul) 

Predominio del halogrupo I2a (dinárico o eslavo del sur) es mayoritario en las poblaciones de habla eslava de la península de los Balcanes (serbios, croatas) y también tiene presencia entre los búlgaros y rumanos.



Mediterráneo oriental (color verde)

Predominiodel halogrupo J1 y J2. El J1 es muy frecuente en la península arábiga, en el Cáucaso, Mesopotamia, Turquía, Israel y en semitas de África del norte (Argelia, Túnez, Egipto...). La expansión del Islam ha jugado un papel importante en la introducción de J1 en el Norte de África, y en menor medida en el sur de España y Portugal. Por otra parte es un legado del Imperio Romano la fuerte presencia en el sur de Italia de gente procedente de Grecia, Anatolia (actual Turquía) y del norte de África.



En cuanto al haplogrupo J2 está relacionado con los antiguos etruscos, griegos, fenicios, asirios y babilonios. En Europa, alcanza su mayor frecuencia en Grecia (especialmente en Creta, Peloponeso y Tracia), en el sur y el centro de Italia, el sur de Francia y el sur de España. Los antiguos griegos y fenicios fueron los principales impulsores de la expansión J2 en todo el oeste y el sur del Mediterráneo. Los fenicios, judios, griegos y romanos, contribuyeron a la presencia de J2 en la Península Ibérica, especialmente en el sur.




En el sur de Italia, Grecia, Serbia, Albania y en Turquía, hay también, una importante presencia del halogrupo E1b (norteafricano, color tierra) que es mayoritario en Egipto, Tunez, Libia y otros países del Magreb. De hecho se trata del haplogrupo más característico de toda África y representa la última gran migración de África a Europa. En el continente europeo tiene la mayor concentración en el noroeste de Grecia, Albania y Kosovo, alrededor de los Balcanes, el resto de Grecia y Turquía occidental.

En muy característico entre los bereberes del Norte de África occidental. En algunas partes de Marruecos alcanza picos del 80% de población. Este haplogrupo también representación en la Península Ibérica (principalmente la parte occidental), Italia y  Francia.



¿Cómo es la composición genética de los españoles?

España está genéticamente muy relacionada con el resto de los pueblos de la Europa más occidental (Irlanda, Gales, Bretaña francesa y Portugal) mucho más que con ningún otro pueblo. Los análisis genéticos apuntan a una fuerte ascendencia paleolítica entre la población de la Península Ibérica. El haplogrupo R1b del cromosoma Y alcanza frecuencias del 60% en la mayor parte de la Península Ibérica, llegando a alcanzar hasta el 90% en el País Vasco y Navarra. Esto muestra un vínculo ancestral entre la Península Ibérica y el resto de Europa Occidental, y en particular con la Europa Atlántica, con la que comparte altas frecuencias de estos haplogrupos. Irlanda, Gales, Francia y la región norte de Portugal son los lugares más similares genéticamente a España. El español es un pueblo muy homogéneo desde el punto de vista genético (mucho más que el italiano, por ejemplo) y más relacionado genéticamente con otros pueblos atlánticos como portugueses, franceses, irlandeses y escoceses que con pueblos mediterráneos.

Incluso hay quien sugiere que las poblaciones primigenias del norte de la Península Ibérica y el sur de Francia colonizaron el resto de Europa Occidental al final de las últimas glaciaciones. Un estudio elaborado por la Universidad de Oxford, sugiere que parte de la población británica desciende directamente de un grupo de pescadores ibéricos que viajó por mar hasta las Islas Británicas hace aproximadamente 6.000 años. El equipo de investigadores liderado por el profesor Sykes llegó a esta inesperada conclusión mediante el análisis de material genético de habitantes de la costa cantábrica española y comprobaron que el ADN de ambos grupos era prácticamente idéntico, especialmente en la costa occidental de las islas. Esta oleada migratoria se convirtiría en la base de la población británica y la huella genética más común en los británicos llevaría por tanto la marca de aquellos pobladores (haplogrupo R1b), a continuación, las invasiones escandinavas matizaron la composición genética de la región oriental del Gran Bretaña, y en mucha menor medida la de los habitantes de Gales o Irlanda. 




Lo que la ciencia nos demuestra y deja claro es que la composición genética de los antiguos pobladores de la Península Ibérica era muy similar a la que se encuentra en la moderna España, lo que sugiere una fuerte continuidad genética a largo plazo desde la época prerromana. Por España pasaron muchos pueblos, pero muchos dejaron poca o ninguna huella genética, parece ser el caso de árabes y cartagineses/fenicios o romanos. Los que realmente nos dejaron huella fueron los antiguos Celtas e Iberos. Los íberos formaban parte de los habitantes originales de Europa occidental y eran similares a las poblaciones celtas del primer milenio antes de Cristo de Irlanda, Gran Bretaña y Francia. Posteriormente, los celtas cruzaron los Pirineos en dos grandes migraciones: en el IX y el VII siglo a. C. Los celtas se establecieron en su mayor parte al norte del río Duero y el río Ebro, donde se mezclaron con los íberos para conformar el grupo llamado celtíbero.

El haplogrupo predominante en el 70% de los españoles es el R1b, conservamos así el linaje de los primeros pobladores del continente además de una importante herencia celtíbera. Ni los fenicios/cartagineses, ni los griegos, ni los godos, ni los romanos, ni los árabes modificaron sustancialmente la composición genética de esa población primigenia, la aportación de estos pueblos fue mucho más fuerte a nivel cultural que a nivel genético. Eso se debe a muchas razones diversas, entre otras, que estas poblaciones invasoras nunca fueron relevantes numéricamente respecto del resto de la población, algunas de ellas (griegos y fenicios) se dedicaban a construir colonias costeras para el comercio, no a invadir a los nativos. Por otra parte el Estrecho de Gibraltar nunca fue cruzado por una migración importante desde Norafrica a Europa o desde Europa a Norafrica. Eventos demográficos incluyendo el Neolítico, contactos mediterráneos (desde el segundo milenio A.C al periodo romano), y las expansiones islámicas parecen haber tenido poco impacto genético sobre los intercambios norte-sur.


Si nos centramos en el impacto genético de los ocho siglos de al-Ándalus en la genética de la población actual observamos como hay una determinada relación genética entre la Península Ibérica y el Norte de África, pero no necesariamente debemos atribuirla exclusivamente a este período histórico, aunque posiblemente ha tenido su influencia. En concreto la mayoría de estudios estiman en torno a un 10% de la población actual tiene características genéticas propias de los habitantes del norte de África, porcentaje muy similar al encontrado en el norte de Italia o en Francia. Por contra en otros lugares de Europa esa aportación genética resulta bastante más notoria, son los casos de Grecia, Serbia, Albania o el sur de Italia (cerca del 25%). En la misma Península Ibérica, el haplogrupo E tiene en Portugal, principalmente en la zona sur mayor peso en el global de la población que en España.


Curiosamente Portugal presenta globalmente mayor similitud genética respecto a Italia que España. Hay quien plantea la hipótesis de que tras la expulsión de judíos y musulmanes en época de los Reyes Católicos, provenir de una familia de cristianos viejos o ser descendiente de musulmanes o judíos suponía obtener un certificado de ciudadanía de primera. En esa época gran cantidad de judíos y moriscos expulsados de España se refugiaron en Portugal provocando desde entonces una leve "fractura" genética entre España y Portugal. La mayor presencia en Portugal de los haplogrupos E1b (norte de África) y J (mediterráneo oriental) que en España confirmaría ese hecho (haplogrupos representados en el mapa superior por los colores tierra y verde respectivamente). Por otra parte hay que resaltar que los franceses del Sur (Occitania) también presentan mayor similitud genética con los españoles que los portugueses. En concreto la población originaria del eje Burdeos-Toulouse-Montpellier.

Fuentes: Elaboración propia, wikipedia, eupedia, haplogroups of europe, cell, masalladelaciencia, abc, iberaldea

lunes, 5 de septiembre de 2011

El declive de la clase media

La clase media es el verdadero rostro de la sociedad occidental. En un mundo globalizado sólo la clase media distingue los Estados llamados desarrollados del resto. Los países dejan de ser pobres no por el puesto que ocupan sus millonarios en el ranking de los más ricos (de ser así, México, Rusia o la India estarían a la cabeza del mundo dada la fortuna de algunos de sus ciudadanos), sino por la extensión de su clase media. Pues bien, parece que la clase media está en peligro o, al menos, en franca decadencia. Esa es la opinión de muchos sociólogos y economistas, opinión que se ve contrastada por datos estadísticos incontestables. 


Hasta ahora, lo que nos dice la memoria histórica, prácticamente desde la época de la Revolución Francesa, es que cada generación ha vivido mejor que la anterior. Nuestros tatarabuelos pudieron librarse de la pesada carga de su vinculación de por vida a la tierra y a los señores y vivir como trabajadores libres. La emigración a las ciudades permitió a muchos campesinos tener –al menos teóricamente– nuevas oportunidades como obreros industriales. Los hijos de muchos de esos trabajadores mejoraron sus condiciones sociales y económicas y algunos de ellos accedieron a puestos especializados con mejores salarios en la industria y los servicios. A su vez, sus hijos pudieron acudir a las universidades, prosperar y engrosar las filas de las clases medias. Pero ahora muchos de los hijos de las clases medias o no encuentran trabajo o los que encuentran son de poca calidad con salarios insuficientes (y apenas tienen perspectivas de acceder a unas viviendas que han llegado a tener unos precios disparatados y prohibitivos). A escala global es suficiente con destacar que en Estados Unidos el criterio que actualmente prevalece de cara a la opinión pública de cara a determinar la pertenencia a la clase media ya se considera que es un trabajo seguro.



Es decir, los hijos de las clases medias, de muchas familias que aún mantienen vivo el recuerdo de la movilidad social ascendente experimentada respecto a unos abuelos que eran campesinos o trabajadores industriales, ahora se encuentran ante un horizonte de movilidad descendente. Afirmar a simple vista que, por primera vez desde la II Guerra Mundial, las nuevas generaciones vivirán peor que la de sus padres podría parecer osado. Nunca tantos jóvenes estudiaron en el extranjero, viajaron tanto o prolongaron tanto su formación. Pero se trata de una sensación de riqueza ilusoria, apegada al vinculo familiar. Bastantes de ellos van a prolongar considerablemente la edad durante la que dependerán de sus padres y si se independizan saben que vivirán peor que sus padres, en viviendas inferiores y con un nivel de vida diferente.



La clase media, bastión dominante de las democracias occidentales y del capitalismo liberal desde mediados del siglo XX, contempla hoy como se está creando una nueva casta de profesionales altamente remunerados, mientras que el grueso de la clase media se proletariza, abriéndose una brecha cada vez más amplia entre uno y otro segmento. Lo que hasta hoy calificábamos como clase media (comerciantes y empresarios pequeños y medianos, profesionales liberales, funcionarios, y trabajadores con empleos fijos y razonablemente remunerados) sigue siendo dominante en la generación de los babyboomers (los nacidos en los años cincuenta y sesenta). Pero la generación posterior, calificada ya como babyloosers (niños perdedores), aun teniendo un nivel de formación mucho más alto, no está consiguiendo acceder a los niveles de renta, de bienestar y de seguridad del que (todavía) gozan sus mayores. Excepto un segmento minoritario, la gran mayoría de los jóvenes con trabajo en España son mileuristas, condenados quizás de por vida a encadenar contratos temporales con períodos de paro y abocados sin remedio al consumo low cost y a la marca blanca. La crisis también le está dando una nueva magnitud al proceso. A los treintañeros mileuristas se les están añadiendo, a marchas forzadas, los nuevos parados de edad más avanzada y los centenares de miles de autónomos y pequeños empresarios que han tenido que cerrar sus negocios o que han visto dramáticamente reducido su nivel de renta. Con la diferencia de que éstos no suelen gozar, como buena parte de los más jóvenes, de la ayuda de sus mayores, eso que se ha dado en llamar el colchón familiar.





No es un fenómeno exclusivo de España, en general en Occidente la clase media tradicional se contrae y se debilita. Y emerge una nueva clase en la frontera entre el bienestar y la exclusión. Una masa creciente de jóvenes que se independizan cada vez más tarde, que ingresan en el mercado laboral a edades más avanzadas, que son padres a partir de los treinta y que van a vivir ingresando lo justo para tener lo justo. Una nueva clase social, numerosa y homogénea, de consumidores que comprarán en eBay, volarán en Ryanair, frecuentarán las tiendas chinas y llenarán sus neveras con marcas cada vez más blancas.

Y como antes decía no es un fenómeno doméstico ni geográficamente limitado, sino que afecta, aunque con intensidades variables, a todo el occidente desarrollado. Así por ejemplo en Estados Unidos durante mucho tiempo los trabajadores podían criar una familia y enviar a los hijos a la universidad sólo con el ingreso de uno de los padres (y que en estados como California y Nueva York la universidad era casi gratuita). Cualquier persona que quisiera un empleo con un sueldo decente podía tenerlo. Pero hoy ya no es así.




Se estima que en EE.UU. la mitad de sus 300 millones de habitantes son de clase media. Según James Galbraight de la Universidad de Texas: "El auge de la clase media se basó en el crédito -para enviar a los hijos a la universidad, comprar casa, ir de vacaciones- y lo obtenía por hipotecas". Al explotar la burbuja inmobiliaria se hizo añicos ese sistema que duró décadas. Estudios académicos de ese país muestran cómo desde el gobierno de Reagan hasta el de Bush hijo, pasando por todos los del medio incluido el de Clinton, la distribución del ingreso fue cada vez más regresiva, igual que en todo el mundo.





Por ejemplo, según la Universidad de California, con Bush la media de ingresos de los estadounidenses subió 2,8% anual, contra el 11% con que lo hizo la del 1% más rico. Y si antes de Reagan el 10% más acomodado capturaba menos de un tercio de la riqueza -igual no era poco-, hoy se alza con la mitad.


En Alemania, un país paradigma de las clases medias, como afirmaba recientemente el economista Peter Bofinger en el diario Die Welt, las personas de la clase media tienen el presentimiento de que si pierden su trabajo con 50 años de edad pueden encontrarse al cabo de un año en los niveles más bajos de la sociedad. Se sienten, simple y llanamente, “amenazados”. Esta situación es especialmente llamativa y sorprendente en este país, porque el milagro de la República Federal Alemana en la posguerra fue crear y consolidar en un tiempo record una burguesía que si por algo se definía era por su confianza en sí misma y en un futuro seguro, para ella y para sus hijos. Ese concepto, seguridad, ya no existe más. Y ese principio calvinista de que trabajando y esforzándose se prospera y se llega más y más arriba tampoco funciona ya como en los viejos tiempos. Estos miedos se están transmitiendo ya de padres a hijos. Quien tiene medios y ambición, no manda a sus hijos a cualquier colegio público, ni tampoco les tolera sacar malas notas. Existe la conciencia de que el niño estará más preparado para un futuro que se presenta incierto si visita las escuelas y las universidades adecuadas. Hay un estado psicológico general de inquietud y hay unos datos estadísticos que lo sustentan. El salario medio en Alemania es de 2.375 euros brutos mensuales. Se considera clase media a aquellos que ganan entre el 70 y el 150% de esa cifra. En el año 2000 suponían el 62% de la población. Hoy son ya el 54%. Oficialmente hay 2,9 millones de parados, pero más de cinco millones –entre ellos muchos subempleados– necesitan la ayuda social para vivir, en muchos casos porque los sueldos no alcanzan. La precariedad ha introducido en el país una nueva categoría: la del "pobre a pesar de tener trabajo". Uno de cada cinco empleados trabaja por un "salario bajo", es decir, aquel que no alcanza para vivir y que debe ser frecuentemente completado con ayudas sociales. El 10% de los ciudadanos posee el 65% de los activos y unos 650.000 alemanes –cerca del 1% de la población activa–, el 25%.

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En Sudamérica el país paradigma en cuanto al declive de la clase media es Argentina, la clase media de ese país, un factor que lo distinguía de sus vecinos latinoamericanos, se ha recuperado de la crisis de 2002, pero aún se encuentra en un nivel menor que el de 1994. En los últimos 35 años ha sufrido un claro retroceso y un aumento de la pobreza en la Argentina. En 1974 el 82,6 por ciento de la población argentina era de clase media y sólo el 7,1 por ciento era pobre. A partir de 1994, la situación social fue empeorando año tras año. No obstante, aquel año aún muestra mejores niveles que los actuales, con un 63,8 por ciento de clase media y un 26,1 por ciento de pobreza. En 2006 los sectores de ingresos medios suponían el 58 por ciento y los de bajos ingresos, el 32 por ciento. El país iberoamericano ofrece un ejemplo sobre lo complejo que resulta definir este estrato social. Así, el 55 por ciento de los argentinos se considera de clase media, aunque sólo el 20 por ciento cumpla los requisitos económicos para serlo.



¿Qué sucede en España?

Si nos situamos una mañana cualquiera en el kilómetro cero de Madrid, y preguntamos a cien personas al azar una sóla pregunta: «Y usted, ¿de qué clase es?». Poco a poco, la misma respuesta se amontonaría en el cuaderno: clase media, clase media, clase media. En apariencia, este apresurado sondeo parecería apuntalar el tópico de que España es el paraíso de la clase media. Lástima que las estadísticas se empeñen en desguazar este espejismo. Por primera vez en medio siglo, el imparable auge de la clase media se ha frenado en seco. La crisis ha transformado a la mayoría silenciosa en la increíble clase menguante.

Pero ¿qué se considera clase media? Según la definición más extendida, a aquellos ciudadanos que cobran entre 20.000 y 60.000 euros, un tope cada vez más alejado por el auge del mileurismo. Según los últimos datos de la Agencia Tributaria, el 65% de los contribuyentes que presentaron su renta el año pasado declararon menos de 21.000 euros anuales por rendimientos del trabajo. Y, en el conjunto de la sociedad (presenten la declaración del IRPF o no, por no sobrepasar el mínimo exento) se estima que los mileuristas suponen el 59% de los trabajadores en activo.





El mileurismo ha dejado de ser un terreno exclusivo para jóvenes universitarios recién licenciados que tienen que aceptar bajos salarios para hacerse con un currículo laboral. En los últimos años ha incorporado a obreros cualificados, parados de larga duración, inmigrantes, empleados, cuarentones expulsados del mercado laboral y hasta prejubilados. Se estima que en España pueden alcanzar en torno a los doce millones de personas.

Uno de los datos más reveladores se encuentra en la Encuesta de Estructura Salarial del Instituto Nacional de Estadística (INE), un informe cuatrienal pero que desnuda la realidad sociolaboral como ninguna otra. Según la misma, el sueldo medio en España en 2006 era de 19.680 euros al año. Cuatro años antes, en 2002, era de 19.802 euros. Es decir, que en el periodo de mayor bonanza de la economía española, los sueldos no sólo no crecieron, sino que cayeron, más aún si se tiene en cuenta la inflación. Si nos remontamos a 1995, la primera vez que se llevó a cabo la encuesta, la comparación es aún más desoladora. El salario medio en 1995 era de 16.762 euros, por lo que para adecuarse a la subida de precios experimentada en la última década, ahora tendría que situarse en torno a los 24.000 euros. Se trata del sueldo medio, que incluye el de los que más ganan. Por eso convendría tener en cuenta otro dato más esclarecedor: la mitad de los españoles gana menos de 15.760 euros al año, es decir, son mileuristas. 

Según los últimos datos disponibles, recogidos por el Instituto Nacional de Estadística y la consultora Ernst&Young, solo un 42,9% de los españoles pueden considerarse clase media, frente al 56% que se encuadraban dentro de esa definición en el año 1975, que marcó el inicio de la transición a la democracia. Son cuatro décadas en las que la sociedad española ha ido polarizándose hasta llegar a la situación actual, cuando más de la mitad de los ciudadanos son de clase baja (30,4%) o, sencillamente, pobres (20%), rozando ya los datos de la década de los sesenta, «cuando empezaba a despegar el desarrollo».

Como tantas veces, la España del franquismo llegó tarde a la revolución. Aquí las clases medias no se desperezaron hasta los 60, en pleno desarrollo económico. Fue la generación del 600, el piso y las vacaciones en la playa. Al español ya no le valía con ser un «currante»: su aspiración era convertirse en un respetable integrante del nuevo estrato social. Con altibajos, la nueva conciencia social se fue infiltrando en la mentalidad ibérica.




En los años 70 y 80, la clase media en España era mayoritaria. El 58% de la población estaba incluida en este rango. Cada familia tenía un televisor y un Seat, pagaba su piso y disfrutaba de vacaciones en la playa. En 1986, se rozó el empate técnico entre la clase media –el 39,8 por ciento de los españoles ya se ubicaba en esta categoría– y la clase baja, que descendió hasta 48,4 por ciento. El desplome de la clase media se forjó en los años 90. Las nóminas empezaron a estancarse, pero el descontento popular se aplacó mediante una eficaz válvula de escape: la creciente facilidad de acceso al crédito. Así se creó una clase media virtual, se le dio capacidad de endeudamiento y la clase media la estrujó a conciencia: en el 97, la deuda privada era el 60 por ciento del PIB; ahora está en el 220 por ciento. La gente se compró lo que quería, pero en realidad las cosas no eran suyas: se las deben al banco. Y en cuanto han surgido los problemas, tienen que salir de la clase media. Hoy, los hogares con ingresos superiores a 20.000 euros (tasa mínima anual estimada para la clase media) se han reducido notablemente (42,9%) aumentando, al contrario, los extremos: los más ricos y los más pobres.  

En total, más de dos millones de españoles que han dejado de considerarse a sí mismos de clase media. Y, en su inmensa mayoría, han acabado en la categoría inferior: la clase media-baja, que acoge al 28,1 por ciento de los españoles. Mientras, los milmillonarios se han triplicado.  Los expertos ven en este viraje, si no el fin, sí una merma importante de la clase media muy difícil de recuperar, a nadie le gusta reconocer su pertenencia a la clase baja, pero más de una cuarta parte de la población española se encuentra en ella y cerca del 20% vive en el umbral o en la absoluta pobreza. Entre ambas categorías suman la mitad de la población. El primer indicador que señala la pérdida del estatus de clase media es pasarlo mal a final de mes, una sensación muy extendida por la subida de las hipotecas y la precariedad salarial. 

El hijo del abogado puede ser un parado o un precario, algo impensable hace unas décadas. La consecuencia es el auge de la «generación babyloser», la primera de la historia que vivirá peor que sus padres. Hace 30 años una persona trabajando podía mantener una familia de acuerdo con los estándares de vida cosa que hoy es imposible. Hoy día tienen que trabajar dos miembros para mantener a la familia con un número de hijos sensiblemente menor si quieren vivir según los estándares actuales.



Dado el deterioro de las condiciones laborales en el acceso al mercado de trabajo de los jóvenes, hoy día se considera que para el acceso al tipo de familia de clase media se necesitará disponer de formación universitaria, mientras en los 70 tener el equivalente al bachiller era suficiente para acceder al "tipo de ingresos" que se considera de clase media. Según el informe del banco First Direct los jóvenes trabajadores necesitarían ganar dos veces lo que ganan para lograr el estilo de vida que sus padres tenían a su edad.

¿Cómo está distribuida la riqueza en el resto del mundo?, el Coeficiente Gini

La eficiencia económica de un país no se mide sólo por la riqueza y el nivel de renta sino también por la distribución de la riqueza y de la renta. Una economía es más eficiente cuando distribuye entre más y más gente la riqueza creada. Y ahí tenemos también un problema grave. España es uno de los países más desiguales de la UE y próximo al nivel de desigualdad de EEUU, el país más desigual de los países desarrollados. España es uno de los países en los que la diferencia en el nivel de renta entre los más ricos y los más pobres es más acentuada.

Desigualdad en el planeta tomando como punto de referencia los datos de Estados Unidos

Un baremo generalmente admitido mundialmente para calibrar las desigualdades sociales es el llamado Coeficiente de Gini que consiste en una medida de la desigualdad ideada por el estadístico italiano Corrado Gini. Normalmente se utiliza para medir la desigualdad en los ingresos. El coeficiente de Gini es un número entre 0 y 1, en donde 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y 1 se corresponde con la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno). Este índice también nos está mostrando que en las últimas décadas la desigualdad incluso en los países más desarrollados no sólo no está disminuyendo sino que está aumentando.

Imagen vía The Economist

Los países más igualitarios son Noruega, Suecia, Dinamarca, Japón y Bélgica, los más desiguales en Europa son Portugal, Italia, Grecia, España, Reino Unido e Irlanda. A nivel global destacar las diferencias existentes en EEUU, y la alarmante situación existente en Ámerica latina (México, Argentina, Brasil, etc), la región es la más desigual del mundo, de los 15 países más desiguales del mundo, 10 están en América Latina, de hecho clase media en América Latina en numerosos aspectos tiende a estar más cerca de los desfavorecidos que de los acomodados.




Brasil puede considerarse el paradigma de país en el que la clase media apenas existe y en el que pueden convivir grupos sociales muy acaudalados, junto a muchos sectores de población que viven bajo el umbral de la pobreza.




Los países más igualitarios son los países de Escandinavia (Suecia, Noruega, Finlandia, Islandia, Dinamarca) y de la Europa central y del Este, concretamente Alemania, Austria, República Checa, Eslovaquia o Hungría. España se mueve en cifras similares a las de Francia, Italia o Canadá, y obtiene mejores resultados que el Reino Unido (que tiene el dudoso honor de liderar el ranking de crecimiento de desigualdad de la OCDE) y bastante mejores que Estados Unidos (comparativamente tiene unos resultados vergonzosos para un país desarrollado). Los países en los que hay mayores diferencias entre los más ricos y los más pobres son los países de Sudamérica y de África





Sweden 24.1
Denmark 24.7
Finland 25.4
Czech Republic 25.4
Norway 25.8
Austria 26.1
Belgium 26.6
Hungary 26.9
Netherlands 27.2
Ukraine 28.1
Slovenia 28.4
Croatia 29.0
Germany 29.3
France 30.4
Romania 31.0
Korea, Rep. of 31.6
India 32.5
Canada 32.6
Italy 33.0
Switzerland 33.7
Spain 33.9
Japan 33.9
Ireland 34.3
Greece 34.3
Egypt 34.4
Poland 34.5
Rumania 34.9
Australia 35.2
United Kingdom 36.0
New Zealand 36.2
Portugal 38.5
Israel 39.2
Morocco 39.5
Russia 39.9
United States 40.8
Turkey 43.6
Ecuador 43.7
Nigeria 43.7
Venezuela 44.1
Cameroon 44.6
China 44.7
Uruguay 44.9
Mexico 49.5
Argentina 52.8
Peru 54.6
Chile 57.1
Paraguay 57.8
South Africa 57.8
Brazil 58.0
Colombia 58.6
Haiti 59.2
Bolivia 60.1
Namibia 74.3