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sábado, 3 de noviembre de 2012

¿Se ha ralentizado la innovación tecnológica en las últimas décadas?


A menudo parece que en la actualidad, en la era de los smartphones y de Internet, tecnológicamente hablando, estemos disfrutando de una edad de oro. Pero según nuevos análisis, esta opinión podría estar equivocada: lejos de encontrarnos en el nirvana tecnológico, podríamos estar inmersos en una era de estancamiento en relación a los descubrimientos científicos e innovaciones tecnológicas. Esa es, al menos, la controvertida opinión de diversos economistas, científicos y tecnólogos de todo el planeta.



Durante la mayor parte de la historia reciente de la humanidad, y sobre todo desde la invención de la máquina de vapor hasta finales de 1960 el progreso tecnológico ha seguido una evolución implacable. El cénit del optimismo sobre el futuro de la tecnología posiblemente se alcanzó cuando el hombre pisó la Luna en 1969, la gente creía en un progreso tecnológico sin precedentes. Pero con la excepción de la industria de los ordenadores y las nuevas tecnologías, parece que ésa no ha sido la tendencia en las últimas décadas. El progreso tecnológico acelerado podría estar ralentizándose o estancándose de forma peligrosa. Los avances tecnológicos son cada vez menos decisivos y generan menos empleos.

¿El gran estancamiento?

Tyler Cowen, es uno de los principales exponentes de esa corriente de opinión, Cowen es uno de los economistas más prolíficos de Estados Unidos y hace unos meses publicó su libro "The Great Stagnation (El gran estancamiento)".  La tesis central de The Great Stagnation es que el crecimiento de los países ricos se ha desacelerado en las últimas décadas y no debido a cambios de gobierno o a decisiones políticas. El autor usa una expresión habitual en el idioma inglés, “low-hanging fruit” (fruta fácil de recoger), para describir las causas que propiciaron en el pasado el crecimiento acelerado. En concreto se refiere en primer lugar a los combustibles fósiles y la tierra no ocupada y disponible que pudo aprovecharse sin excesivo costo, en segundo lugar a la educación de las masas, lo que supuso que millones de personas al aumentar su nivel educativo saliesen de la vida rural hacia fábricas y laboratorios científicos altamente productivos, permitiendo obtener grandes ganancias en un proceso relativamente barato. Y tercero, que la era de grandes innovaciones donde vimos la aparición de tecnologías como la electricidad, la radio, televisión, la luz eléctrica o los automóviles baratos, está estacionándose en un punto donde las mejoras son incrementales y no tan dramáticas. 



Ahora ese proceso de rápidos avances aunados a creación de empleos se ha trasladado al mundo en vías de desarrollo. Estos países son los que ahora están cosechando los logros fáciles (low-hanging fruit). Se trata de los avances tecnológicos antiguos pero factibles y que, sobre todo, le dan el pan a millones de personas. Las economías principales del planeta han estado aprovechando hasta la década de los 70 estas frutas fáciles, pero ahora no pueden mantener ese ritmo de crecimiento. Cowen estima que las ganancias de dos siglos de rápida innovación tecnológica están en gran medida agotadas, y que los nuevos descubrimientos no tienen la misma calidad revolucionaria. 



Para ilustrar su punto, Cowen dice que su abuela, nacida a fines del siglo XIX, vio enormes cambios en su vida: la llegada de la electricidad, el inodoro, el agua caliente, el gas, el automóvil, la radio, la televisión, las vacunas. El mundo cambió y mejoró de forma excepcional. En cambio él, nacido a principios de los años 60, ha visto comparativamente pocos cambios tecnológicos desde su infancia: la cocina de su casa es más moderna, pero fundamentalmente similar a la de cuando era niño, y su coche es una versión más moderna del mismo coche que conducía su padre (están mejorando lentamente, pero no tan rápido como era la mejora entre el coche respecto al caballo). Incluso muchos aviones 747 construidos hace 40 años aún siguen volando y no es que no haya habido mejoras en la tecnología de propulsión a chorro, pero se trata de pequeñas variaciones sobre un avance ya antiguo. Cowen también menciona el ejemplo del Concorde. Se trata de una tecnología claramente superior pero que no logró imponerse sobre alternativas menos rápidas, lo que corre en sentido contrario a nuestra creencia ingenua en el progreso: en este caso, la tecnología superior nunca se abarató y no logró conquistar el mercado.



La única excepción es la irrupción de internet, que es un salto tecnológico significativo pero, por ahora, ha sido más que nada una herramienta prácticamente gratuita que ha afectado poco la matriz productiva de la economía y ha creado poco empleo comparado con las revoluciones industriales anteriores. Internet, mejora mucho nuestras vidas, pero no afecta por el momento demasiado al PIB. En términos de ingresos y puestos de trabajo, Internet no ha añadido tanto valor como la mayoría de la gente piensa. Las “tecnológicas” estadounidenses más novedosas (Facebook, Google, Apple, etc.) no llegan a emplear ni a 50.000 personas, Facebook sirve a 500 millones clientes con una plantilla de 2.000. Compárese con el Detroit de las Big Three y sus millones de empleados.




Pero Cowen no es el único que ha lanzado la voz de alarma en relación a la posible ralentización de la evolución tecnológica en nuestra sociedad.

Bastantes intelectuales y tecnólogos alertan sobre esta situación argumentando que si miramos hacia el pasado y nos fijamos en la primera mitad del siglo XX veremos que fue una época extraordinariamente fructífera para la evolución científica y tecnológica, por ejemplo, sin ánimo de ser exhaustivo podemos citar la Teoría de la Relatividad, la mecánica cuántica, la fisión y fusión nuclear, las observaciones sobre la estructura del Cosmos, la penicilina, la insulina, el ADN, los neurotransmisores, la estructura de los cromosomas, etc... decenas de inventos y hallazgos. Si se compara con lo desarrollado a partir de los años 70's del siglo XX observamos una ralentización importante en la amplitud de los desarrollos científicos "de ruptura", la mayoría son solo de mejoras respecto a inventos anteriores. Las mejoras más grandes imaginables en las condiciones de vida humanas, como el tener un cuarto de baño en casa o el poder dar a un grifo y que salga agua, o no tener que pasar el día limpiando las calles de excremento, son avances que ya se han producido. Se aprecia una utilidad decreciente, cada vez cuesta más que aparezcan nuevas innovaciones que permitan dar ese “salto”, pese a que el esfuerzo investigador es continuo.

La velocidad de adopción de las tecnologías se está acelerando con el paso del tiempo (vía Asymco)



Por poner un ejemplo, Ben Goldacre en su libro Bad Science comenta que “La edad de oro de la medicina se ha frenado en seco... y el número de nuevos fármacos, o ‘nuevas entidades moleculares’, que se registran ha bajado desde cincuenta por año en la década de los 90 hasta aproximadamente veinte en la actualidad”.

Según Peter Thiel y Max Levchin, dos de los co-fundadores de PayPal, la innovación se encuentra en una situación crítica y se hacen necesarias empresas y corporaciones que impulsen un verdadero progreso, no sólo que fomenten el cambio frenético de una moda a otra.


"Me prometisteis colonias en Marte. En vez de eso, tengo Facebook"– Buzz Aldrin, astronauta

Según ellos los discursos famosos que una vez inspiraron a una generación sobre la exploración de la luna y el espacio hoy suenan a utopías del pasado. Nuestras expectativas han bajado ostensiblemente, hoy en día el programa espacial está en las últimas y nadie habla de aviones espaciales y vacaciones lunares y coches voladores como sí ocurría décadas atrás. A medida que avanza la tecnología, deberíamos estar moviéndonos más rápidamente, pero no es así, el Concorde está jubilado, y con su último vuelo en 2003, la velocidad máxima a la que la gente puede viajar ha dejado de mejorar.

Aunque la industria de las nuevas tecnologías está progresando de forma formidable, eso no siempre significa que lo hagan en áreas verdaderamente importantes y que impliquen un verdadero progreso para la sociedad, los procesadores de los ordenadores del Apollo eran menos sofisticados que los de un smartphone de hoy en día,  la paradoja es que hoy frecuentemente se usa todo ese potencial para jugar a Angry Birds.



Quizás acostumbrados al ruido mediático de cada nuevo smartphone estos planteamientos nos sorprendan, pero la realidad es que la aportación real a la evolución científico y tecnológica de ese tipo de dispositivos es bastante limitada, dados los enormes desafíos a escala mundial a que nos enfrentamos (agotamiento de los recursos, déficit energético, destrucción medio-ambiental, cambio climático, etc).

Tasa de innovación tecnológica

Siguiendo con más partidarios de la tésis del estancamiento tecnológico también hay que citar al físico Jonathan Huebner, según él la tasa de innovación tecnológica alcanzó su punto máximo hace un siglo y ha estado disminuyendo desde entonces.

El cambio tecnológico comenzó a estancarse después de la década de 1960. Las innovaciones  posteriores  según su opinión han sido sobre todo refinamientos de las tecnologías ya descubiertas, con mejoras incrementales cada vez más pequeñas con el tiempo (incluso Internet está construido a partir de la tecnología descubierta en los años 1950 y 1960). Huebner propone el enfoque de la innovación per cápita en el tiempo. Es decir, el número de importante desarrollos tecnológicos al año dividido por la población mundial. La siguiente imagen muestra la tasa de innovación desde el final de la Edad Media hasta la actualidad.


El número de desarrollos tecnológicos por año proviene de una lista de 8583 eventos importantes en la historia de la ciencia y la tecnología compilados por Bunch y Hellemans. Vemos que la tasa de innovación alcanzó su punto máximo en el siglo XIX y luego disminuyó a lo largo del siglo XX, incluso con mayores niveles de educación, los grandes adelantos de la ciencia y la invención de los ordenadores. Esto significa que era más difícil para la persona promedio desarrollar una nueva tecnología en el siglo XX que en XIX. La figura también indica una tendencia general a la disminución de las tasas de innovación en tiempos de guerra y mayores tasas de innovación en tiempos de paz. 

Críticas a la teoría del estancamiento tecnológico 

Una crítica que frecuentemente se le hace a Huebner es que su base de innovaciones seleccionadas es totalmente subjetiva. Por otra parte, otros estudiosos han elaborado conjuntos alternativos de innovaciones (Ray Kurzweil por ejemplo utiliza una compilación de 14 diferentes pensadores y obras de referencia) y muestran una clara tendencia a la aceleración no a la deceleración. Diversas métricas nos dicen que la tecnología se sigue desarrollando a un ritmo exponencial. La tan citada "Ley de Moore", por ejemplo, que preveía que la velocidad y capacidad de memoria se duplicase cada 18 meses por ahora ha resultado cierta, y no sólo para los semiconductores "la capacidad de unidad de disco, resolución de pantalla, y ancho de banda de la red," y posiblemente algoritmos de software y la programación también. Los avances en la secuenciación del genoma y de la maquinaria a nanoescala evolucionan también a un ritmo similar, al igual que la conectividad a Internet y ancho de banda de las telecomunicaciones.





Quienes defienden la teoría de que la tecnología se sigue desarrollando de forma exponencial en la actualidad también alegan que la innovación actualmente se está haciendo cada vez más en interdependencia con nuestras máquinas, sin dependencia exclusiva de los cerebros humanos. La innovación puede parecer que disminuye cuando su verdadero ritmo se acelera, porque a menudo se escapa de la percepción y las manos del hombre. En la actualidad el progreso lleva implícito un fase previa de procesos informáticos abstractos. Tomemos por ejemplo un coche moderno y pensemos en la cantidad de cálculos y procesamientos que requiere su construcción, desde la automatización de diseño, la cadena de suministro, etc. Todos esos cálculos y fases se han hecho de manera tan gradual y abstracta que ya no se ven o contabilizan como innovaciones. Por ejemplo, ¿cuántas pequeñas innovaciones han sido necesarias para construir un automóvil híbrido gasolina-eléctrico como el Prius de Toyota?. ¿Cuántas de las innovaciones del Prius fueron consecuencia directa de cálculos realizados por los sistemas tecnológicos implicados (programas CAD-CAM, infraestructuras, cadenas de suministro, etc) y cuántos son en cambio atribuibles a los cálculos de las mentes humanas individuales?

Muchos  de estos argumentos son expuestos por Peter Diamandis en una reciente charla TED en la que hace un planteamiento optimista respecto a nuestro futuro, un futuro en el que la capacidad de innovación e inventiva humana sería capaz de crear maneras de resolver los desafíos que se ciernen sobre nosotros.




Hace un tiempo en este mismo blog dediqué un par de entradas a las innovaciones tecnológicas que deberían producirse en el futuro más o menos cercano en campos tan dispares como la nanotecnología, las tecnologías de la información, la ciencia cognitiva, la robótica, la inteligencia artificial, la biotecnología, la salud, la innovación energética o la ciencia de los materiales. La mayoría se prevee que entren en periodo de madurez en un plazo no superior a los 15 años y si esos plazos se cumplen realmente deberíamos poner en perspectiva la idea del estancamiento tecnológico.

         


Conclusiones

Parece seguro decir que el programa espacial marcó un pico de capacidad de la humanidad en el transporte, que no han avanzado de manera tan impresionante en las décadas siguientes a la llegada a la Luna (de hecho desde 1972 ningún ser humano ha pisado la Luna). También estamos persuadidos por los argumentos que apuntan a la reciente falta de desarrollo farmacéutico notable, a pesar de los miles de millones de dólares en investigación invertidos en ella cada año. Combatir el cáncer y determinadas enfermedades se está convirtiendo en una tarea más dura de lo imaginado. Incluso los avances a la hora de descifrar el genoma humano y derivar ese conocimiento en aplicaciones útiles están resultando más lentos y complejos de lo que un día se pensaba.

También nos estamos encontrando con grandes obstáculos a la hora de encontrar alternativas a la dependencia humana de los combustibles fósiles (las soluciones de costo aceptable están siendo muy difíciles de alcanzar). Dado que el cambio climático es un problema real y urgente, y teniendo en cuenta que la causa principal del calentamiento global es el dióxido de carbono que se libera al quemar combustibles fósiles, necesitamos tecnologías de energía renovable o alternativas válidas que puedan competir en precio con el carbón, el gas natural y el petróleo. Por el momento, no existen.



En la otra dirección, tenemos la aparición de las nuevas tecnologías, Internet y todos dispositivos tecnológicos relacionados. En décadas anteriores, todo el conocimiento accesible vía Internet estaba simplemente fuera del alcance de la inmensa mayoría de la humanidad, pero esto se ha revertido dramáticamente en los últimos años. Internet es el mayor invento tecnológico de los últimos cincuenta años, y su implicación en nuestro futuro sólo está empezando a crecer sin que se le vean límites cercanos, posiblemente dentro de varias décadas veamos Internet como un invento de magnitudes similares a la electricidad. Sin ir más lejos hace sólo 15 años yo no habría podido escribir este post, ni manejar las estadísticas, ni acceder a información de diversas fuentes con la facilidad con la que lo he podido hacer. Algo similar podemos decir de los ordenadores que se han vuelto imprescindibles en nuestra vida y rutina diaria y más recientemente los smartphones. El cómo lo valoremos de cara a nuestro bienestar ya es una cuestión de criterios.



Muy posiblemente todas las partes tengan su cuota de razón, y posiblemente haya que discriminar qué áreas sí necesitarían un empuje tecnológico y cuáles en cambio evolucionan a buen ritmo en vez de hacer un diagnóstico general. Una cuestión en definitiva fascinante y sin una respuesta clara y definitiva.

domingo, 19 de febrero de 2012

Por qué la inversión en I+D debería ser una prioridad estratégica

La I+D y la innovación son los principales motores de la productividad y el crecimiento. En plena era digital, con la tecnología en el centro de casi todos los procesos, la innovación resulta clave para que un país resulte competitivo. Inmersos en la que va camino de ser una de las más largas y profundas crisis económicas de la historia contemporánea, promover la investigación y la innovación, en ciencia y en tecnología, se convierte en algo irrenunciable.



Las ciencias se han convertido en nuestra herramienta más poderosa de adquisición de conocimiento, aportando lo más parecido a la verdad que nuestra especie puede alcanzar. El estancamiento o retroceso científico es la manera más eficaz de seguir atascados en el pasado y de irnos al abismo en términos económicos. En el mercado global hay que competir con otras propuestas, con productos de muy alto valor añadido. Esto solo puede salir del avance científico y tecnológico.

Los grandes avances científico-técnicos siempre se han traducido en una mayor creación de riqueza para todos, al representar el instrumento más eficaz para mejorar la productividad y mejorar los servicios a las empresas. Los avances tecnológicos surgen de la innovación, es decir, el proceso de inventar nuevos productos, mejorar los productos existentes, y reducir el costo de producción de bienes y servicios existentes. Investigación y desarrollo (I+D) es el término aplicado a los esfuerzos de los científicos, ingenieros y  empresarios en desarrollar nuevos conocimientos y mejores formas de hacer las cosas. Los estudios sugieren que el gasto en I+D tiene una influencia positiva en la productividad, con un tasa de retorno que supera a las inversiones convencionales. La relación existente entre inversión en I+D,   producción científica, nivel educativo y riqueza resulta evidente. 

Relación entre PIB per cápita, nivel educativo, inversión en I+D y productividad científica


Hay países desarrollados con grandes científicos desde el siglo XVII, es el caso de Alemania, Francia o el Reino Unido, son precisamente los países que provocaron que occidente despegase a nivel científico y económico del resto del mundo. Posteriormente a lo largo del siglo XX países con menor tradición científica en siglos anteriores apostaron fuertemente por la ciencia y la educación, son los casos de Estados Unidos, Japón, Suiza, prácticamente todos los países escandinavos y, recientemente, China o Corea del Sur. Curiosamente todos ellos son los países referentes en materia económica del planeta y con mayor potencial de crecimiento.

La mejor muestra la tenemos en el siguiente gráfico que se encarga de clasificar a los países europeos en función de su perfil innovador, esta agrupación refleja con enorme exactitud -a excepción de Noruega (siempre beneficiada por su potencial petrolífero)-  la salud económica del continente europeo, así como los países con los modelos productivos y económicos más avanzados y modernos.

Agrupación de países en función de su perfil y potencial innovador


¿Qué países invierten más en ciencia?


Si clasificamos a nivel global a los países según el esfuerzo presupuestario dedicado a la inversión en I+D podemos observar como Israel es el país líder en inversión relativa en investigación y desarrollo (I+D) con un 4,3% de su producto interior bruto, más del doble que el promedio de los países de la OCDE. Le siguen Suecia, Finlandia, Japón, Corea del Sur, Dinamarca, Suiza y Alemania.

La posición de Israel puede ser una sorpresa para algunos. Pero no es una casualidad, Israel lleva tiempo desarrollando una estrategia de desarrollo económico basado en el lanzamiento de empresas innovadoras.  Israel tiene actualmente casi 4.000 empresas startup, una cantidad que supera a la de que cualquier otro país, con excepción de Estados Unidos. Además tiene la mayor concentración de ingenieros en el mundo, 135 por cada 10.000 personas. 

Lista de países según el esfuerzo presupuestario dedicado a I+D

También sería interesante saber si los países ricos gastan más en ciencia en relación a sus posibilidades que los menos ricos o pobres. Si relacionamos la inversión en I+D y la riqueza de un país obtenemos una gráfica de este estilo

Fuente: ensilicio
Nadie se sorprende de que los ricos gasten más, pero la gráfica muestra otra cosa: los países más ricos dedican un porcentaje mayor de su riqueza a la ciencia. La causalidad, de existir, podría darse en dos sentidos: o «la ciencia enriquece a los países» o «los países ricos invierten en ciencia».  La realidad nos dice que los países ricos invierten en ciencia porque saben que ése es el camino para crecer. Los países son ricos porque precisamente impulsan la innovación a través de mayor inversión en I+D. Dicho de otra manera, los países son ricos porque deciden apostar por una economía basada en el conocimiento y la tecnología. Lo que favorece la innovación en las empresas y conduce a la diversificación, aumentos de la eficiencia, disminución de costos, atracción de fuentes alternas de inversión, creación de empresas derivadas (spin-off) y el acceso a nuevos mercados.

Si nos fijamos en qué países hacen un esfuerzo superior a lo normal dado su producto interior bruto per cápita tendremos entre los "ricos" a Japón, Suecia, Finlandia, EEUU o Alemania. Por otra parte entre los países menos ricos estarían República Checa, Estonia, Eslovenia, Hungría y Turquia. Estos son los países con una apuesta estratégica en ciencia e I+D. Los «ricos» son líderes en investigación, los «pobres» son países que parecen haber apostado por la innovación tecnológica como vía de convergencia a la Unión Europea.

Una apuesta decidida por el I+D provoca una mayor productividad científica y tecnológica y por tanto un mayor número de productos de alto valor añadido susceptibles de ser patentados. Si observamos la gráfica relativa a las patentes de alta tecnología por países podemos ver una constante bastante clara, el impacto de la crisis es inversamente proporcional al grado de desarrollo tecnológico de un país. Los países cuyo modelo económico está más ligado al I+D+i se muestran más resistentes a la hora de sufrir los estragos de una crisis económica. De este modo no debe sorprendernos la presencia casi nula de Grecia y Portugal y la aportación poco representativa de países como Italia o España. La conclusión es clara: es imprescindible trabajar en la construcción de un tejido empresarial basado en servicios innovadores y competitivos.

Patentes de alta tecnología por países 

Hay países que apostaron claramente por esa vía décadas atrás, posiblemente el ejemplo de más peso sea el de Corea del Sur. Por poner un ejemplo de contraste, hace cuatro décadas atrás, la inversión de Costa Rica y Corea del Sur en actividades de investigación científica y desarrollo tecnológico no superaban el 0,5% del PIB. Actualmente, Costa Rica sigue manteniéndose alrededor de ese porcentaje mientras que el país asiático evolucionó alcanzando niveles superiores al 3%. Los resultados de haber tomado uno u otro camino son contundentes: Corea del Sur en la actualidad prácticamente triplica el PIB per cápita de Costa Rica, y se ha posicionado en una posición de referencia mundial en el ámbito tecnológico y científico siendo la cuna de empresas como Samsung o LG.

Sin salir de nuestras fronteras también vemos otro ejemplo bastante claro teniendo en cuenta la diferencia entre el peso de una Comunidad Autónoma y el gasto en I+D empresarial y la población. Madrid, Cataluña, País Vasco y Navarra, donde residen el 37% de los españoles, acaparan el 70% del gasto empresarial en innovación tecnológica.

       
Diferencia entre el peso de la CCAA en el gasto en I+D empresarial y la población (vía Sintetia)

Si tomamos como ejemplos de contraste al País Vasco y Andalucía podemos ver como las empresas del País Vasco, con 4 veces menos población, invierten en términos absolutos, más que todas las empresas localizadas en Andalucía. La apuesta decidida por la inversión en I+D tiene mucho que ver en el hecho de que el País Vasco sea junto a Navarra la región española que mejor están sorteando la crisis económica con cifras de desempleo más cercanas a la media europea que a la española.


Inversión en I+D realizada por la empresa privada en Europa (% PIB)


Todos estos datos, nos arrojan una clara conclusión: la ciencia es demasiado importante para el desarrollo cultural y el bienestar de la Humanidad. Por eso mismo debería ser una cuestión de Estado, con independencia del mandato político en curso. Es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. La ciencia mejora el nivel cultural y el bienestar humano a largo plazo, y los políticos no piensan a largo plazo. Cuando los políticos deciden que hay que ajustar el presupuesto cortan la ciencia porque no les aporta nada a corto plazo. Pero es una visión miope. Tomemos un ejemplo sencillo, la enfermedad del Alzheimer: ¿qué sentido tiene recortar los pocos millones que se invierten en desarrollar una cura cuando el coste de no tenerla es de miles y miles de millones?

¿Cuál es la situación en España?

Desde hace ya bastantes años, las autoridades científicas españolas (sin importar el ministerio al que hayan pertenecido) han realizado una política de favorecer la I+D+i en empresas y deberíamos haber visto resultados. ¿Los hemos visto? La sensación no es positiva. La mayoría de la investigación española se sigue haciendo en el sector público. No hay un mercado laboral para doctores y tecnólogos en el sector privado. Los organismos públicos de investigación (especialmente el CSIC) siguen siendo las principales entidades en generación de patentes; lo que, siendo mérito de estos organismos, más bien es un demérito de las empresas españolas. Pocas patentes son transferidas al sector productivo, porque las empresas y empresarios españoles no invierten en ciencia.

El sistema español está razonablemente bien en producción científica, en publicaciones, pero en otros aspectos causa sonrojo. Es el caso de las patentes, en que países como Israel, Suiza o Dinamarca multiplican por diez o incluso por veinte las patentes españolas (observar que se trata de países que invierten más del 3% de su PIB en inversiones a la investigación).  España es la novena productora de artículos científicos, pero nuestra posición en impacto es muy pobre, ocupamos el trigesimocuarto puesto. Y esa es una medida de la calidad de la ciencia. Pero aún hay otro dato que es peor. España no transfiere conocimiento al sector productivo. Este es un mal endémico de la sociedad española y no es tanto culpa de los científicos y tecnólogos españoles como del poco riesgo asumido por los inversores españoles. Esta situación tiene otra consecuencia, la inmensa mayoría de los científicos españoles trabajan en el sector público porque no hay sector privado que los acoja. El caso es que está bastante demostrado que la relación positiva entre la I+D y el crecimiento se ve impulsada principalmente por la empresa privada. Hay una fuerte correlación entre la inversión privada en I+D y el crecimiento económico.

Inversión en I+D a nivel público y privado
Lamentablemente casi toda la I+D española se realiza a cargo de fondos públicos, principalmente en Universidades y Centros de Investigación. La investigación privada es prácticamente testimonial, incluso en empresas tecnológicas punteras, con muy pocas excepciones. El dinero público financia casi la mitad de la investigación en España (45%).  En los países con mayor grado de innovación, las empresas privadas financian más del 65% de la investigación.

Gráfico comparativo del peso del sector privado y el público en la inversión en I+D

Visión de la ciencia en España y recortes presupuestarios

Pero si como hemos visto la situación actual de la ciencia en España es muy mejorable, más preocupante puede ser su futuro. A los recortes de los dos últimos años en el sistema de I+D+i se une el reciente tijeretazo de 600 millones de euros, que afecta directamente a las subvenciones y créditos destinados a investigación y desarrollo. Es una reducción de un 7%, que se une a la reducción similar en los dos últimos años. Esto se traduce en que volvemos a un nivel de financiación similar a la del 2005. Hemos retrocedido siete años en la financiación de la ciencia. Centros como el Ciemat, el CSIC o el CIPF se encuentran funcionando bajo mínimos, algo que incluso ha alertado por ejemplo a la prestigiosa publicación Nature, que recuerda en un editorial dedicado a España, Italia y Grecia, que "un país que no invierte en ciencia se enfrenta a un futuro sombrío". La inversión en I+D+i del próximo año corresponde al 1,3% de nuestro PIB, casi la mitad de la media europea (2%). A la evidente fuga de cerebros hay que sumar la pérdida en capacidad de innovación que todo esto provoca.

           


Con frecuencia escuchamos en periodo electoral promesas en relación a la investigación, la innovación o tecnología. Se habla de cambio de modelo de producción para abandonar el de sol y ladrillo. Pero a la hora de ponerse manos a la obra todos esos eslóganes se olvidan; es poco rentable, electoralmente hablando, afrontar un cambio de modelo de producción puesto que conlleva años —cuando no décadas— de trabajo. De ahí la importancia de la elaboración de un pacto de estado responsable entre todas las fuerzas políticas, que apueste por un sistema en el que se proteja y mime la I+D+i.


Genial viñeta de lacienciaconhumor

Lo último en lo que se debe recortar cuando se atraviesa una etapa de crisis económica es en actividades que supuestamente van a darte un futuro cuando fructifiquen. En Japón, por ejemplo, pese a llevar cerca de dos décadas en crisis económica nunca han recortado el presupuesto en la investigación para el desarrollo tecnológico. La idea es que, al final, el poder salir de una crisis pasa por mejorar las perspectivas económicas, y éstas se mejoran desarrollando tecnología que, a la postre, deriva en un incremento de exportaciones que mejoran la competitividad del país. Si las empresas no crean productos buenos y vendibles en el mercado mundial, es imposible salir de la crisis. Sin salir de Europa tenemos otro ejemplo, Alemania, que en su último gran recorte presupuestario metió la tijera en todo menos en dos ámbitos: la educación y la investigación.

Querer salir de una crisis recortando la inversión científica es como querer salvar un barco que se hunde desmontando la quilla para tapar el agujero con las planchas. Es garantía de pobreza y dependencia.

Pero por desgracia el desprecio a la ciencia no es únicamente patrimonio de la clase política, en realidad no viene a ser más que una proyección del poco aprecio que se le da a las carreras científicas y tecnológicas en nuestro país. Vivimos en un país de gran incultura científica, donde al investigador y al ingeniero no se les ve como los motores del desarrollo, y donde el ciudadano promedio no es verdaderamente consciente de la importancia de progreso científico. Hace más de cien años Miguel de Unamuno, acuñó su célebre frase de “que inventen ellos”, siempre citada al hablar de la ciencia española a lo largo de todo el siglo XX, ¿han cambiado realmente las cosas?

España ha sido un país en el que desde siempre ha habido más apoyo a las artes que a las ciencias. Sin embargo, siempre ha habido científicos extraordinarios que han salido como de la nada, y que han tenido una influencia destacada. Por ejemplo, en el campo de la medicina, Santiago Ramón y Cajal, que se puede considerar como el padre de la neurociencia. Con el boom económico anterior a esta crisis hubo un florecimiento con inversiones e iniciativas que parecían romper el molde que encasillaba la ciencia española, pero la crisis se ha encargado de bloquear ese tímido avance.

El dinero que se invierte en ciencia a nivel total es ridículo, pero la influencia que puede tener sobre el desarrollo cultural y económico del país en el futuro puede ser incalculable. Lo que se requiere para no perder generaciones de científicos es tan ridículamente poco que habría que exigir esa visión de futuro.

Fuga de cerebros

Ante este escenario de falta de perspectivas de futuro se está empezando a intensificar una inevitable fuga de talentos científicos españoles a otros países con mayor sensibilidad con la investigación, lo que contribuye indudablemente a empobrecer el país.


Y es que pese a que durante años España ha sido un imán de inmigrantes, la crisis económica y el desempleo están causando que cada vez más españoles hagan las maletas para buscar empleo fuera. De hecho por primera vez en los tiempos recientes, la emigración supera a la inmigración. Reino Unido, Francia, Estados Unidos y Alemania son los destinos preferidos. Más de 300.000 españoles han dejado España desde 2008 ante la falta de horizonte laboral, y lo más dramático es que en su mayoría se trata de jóvenes altamente cualificados, situándose la edad con mayores salidas entre los 32 y los 36 años. Previamente a la crisis los puestos de trabajo que más cubrían los españoles en el extranjero estaban relacionados con la investigación, la medicina y la biología. En la actualidad, esta lista se ha ampliado considerablemente e incluye a los perfiles de ingenieros, arquitectos e informáticos, que han perdido su empleo, llevan tiempo sin encontrar una nueva ocupación o consideran que su trabajo será más valorado fuera de España



Estas cifras esconden un drama personal, pero también un grave freno a nuestro desarrollo futuro, en el sentido de que nuestros jóvenes, sobre todo los mejor formados, se están viendo obligados a marcharse al extranjero, con lo cual nos estamos descapitalizando de talento de cara al futuro. Una generación de jóvenes bien educada que no puede ser absorbida por nuestro tejido productivo y que se van a contribuir a mejorar la riqueza de los países que los acogen. Una peligrosa huida de conocimiento que obstaculizará nuestro desarrollo hacia una economía de valor añadido. Una pérdida de capital humano irreparable ya que está plenamente demostrado que si un país quiere seguir una senda del crecimiento y la estabilidad económica el camino es apostar por los profesionales de alta cualificación.





¿Está a tiempo España de no perder el tren tecnológico?

España tiene factores a favor para creer en ello, principalmente su capital humano, pese a que el nivel educativo medio de España y las cifras del fracaso escolar son muy altas, hay otro fragmento de la población joven extremadamente bien formada. En ese sentido España es un país bipolar con un grupo muy mal formado y otro grupo de excelente formación (hay más universitarios por ejemplo que en Alemania), es decir, la población potencial con la formación adecuada para desarrollar una economía en la que prime la ciencia, la investigación y en definitiva el I+D, existe. No todos los países del mundo tienen esa base. Los científicos e ingenieros españoles son muy valorados fuera de nuestras fronteras y todos los años las universidades del país forman miles de jóvenes perfectamente preparados para trabajos de alto valor. Si miramos las cifras de producción científica España es la novena potencia mundial, un puesto muy respetable y razonable dada su población. No se parte de cero, el problema es que ese potencial y esa ciencia no se traslada a la realidad económica del país.

Para ello es necesario desarrollar una política que centre como un objetivo básico el desarrollo de la ciencia mediante canales de financiación y políticas adecuadas, de ahí la importancia de que la ciencia y la investigación sean consideradas cuestiones de Estado muy por encima de decisiones políticas coyunturales. No se trata de una opción, más bien debería ser una prioridad estratégica no sujeta a vaivenes políticos o ajustes presupuestarios (algo que países punteros como Japón o Alemania llevan haciendo desde hace décadas). Ejemplos como el de Corea del Sur, capaces en sólo una generación de pasar de ser un cero a la izquierda en materia científica a líderes mundiales deberían servir de ejemplo

Nuestro futuro depende básicamente de dos cosas, la educación y la ciencia. Para ver sus frutos son necesarios muchos años; pero si no ponemos manos a la obra cuanto antes, el retraso con los países más avanzados será cada vez mayor. Hace siglos España perdió el tren de la Revolución Industrial, ¿sucederá lo mismo en esta ocasión?



domingo, 8 de enero de 2012

¿Cómo afectará la automatización al futuro del trabajo?



El auge de la automatización y la tecnología nos ha llevado a un punto de inflexión único. En el futuro, los que prosperarán serán aquellos que hayan sabido adaptarse al nuevo entorno. ¿Habrá en el futuro suficiente empleo para reubicar y reciclar a las personas que serán desplazadas por la automatización?. ¿Sería posible  establecer un sistema de reparto de la riqueza que sustituya al trabajo?

La digitalización y la robotización de millones de trabajos emerge como una tendencia inevitable. Y este proceso ya se ha cobrado múltiples “víctimas”, es decir, aquellas instituciones, sistemas y organismos que no son capaces de adecuarse a las pautas del nuevo escenario. Y entre estas “víctimas” podemos considerar la pérdida de muchos negocios y empleos que han dejado de ser útiles o necesarios.



Las empresas son cada vez más grandes (en términos de capitalización de mercado), más globales y potentes, sin embargo, son cada vez más pequeñas en términos del número de personas que emplean debido al incremento de la eficiencia. En los viejos tiempos, cada producto, lo realizaban muchas personas de muchas maneras diferentes en muchos lugares diferentes del planeta. Era un proceso ineficiente, pero daba empleo a mucha gente. Ahora, por ejemplo una misma silla de Ikea se puede vender en todo el mundo y no necesitamos tanta gente para su diseño y fabricación.

Prácticamente todas las industrias y sectores productivos han aumentado su eficiencia: ya no hace falta tanta gente como hace décadas para desempeñar el mismo tipo de trabajos. Y para completar el cuadro, hasta hace pocas décadas gran parte de las mujeres no trabajaban (y ese cambio debemos considerarlo como un gran logro social), y muchas manufacturas se hacían en el país, con mano de obra propia, y no deslocalizando empresas como en la actualidad.

Evolución de la tasa de actividad en España

El resultado es que cada vez hay menos trabajo disponible y los aspirantes a trabajar cada vez son más. Ante esta situación y dado que el efecto de la tecnología parece inevitable, deberíamos prepararnos para poder dar una solución a este problema, que pronto se nos presentará en toda su magnitud.

Si nos remontamos a épocas pasadas este proceso de cambio no es nuevo, de forma continuada desde el inicio de la Revolución Industrial, la industrialización y las máquinas fueron poco a poco sustituyendo la fuerza muscular de los humanos y de los caballos. La Era Industrial en gran medida consistió en hacer que los trabajos fueran lo menos importantes y especializados que fuera posible. El objetivo de tecnologías como la línea de producción no era tanto hacer la producción más rápida como hacerla más barata, y a los trabajadores más sustituibles. Ahora que estamos en la era digital, en parte estamos utilizando la tecnología de la misma manera: para aumentar la eficiencia, reemplazar a más gente que pasa a ser prescindible, e incrementar los beneficios.

Muchos trabajos ya han sucumbido y otros sectores pronto empezarán a notar su efecto, el imparable incremento de la potencia de cálculo de los ordenadores, la evolución de la inteligencia artificial y el papel preponderante de internet en el día a día nos dibuja una perspectiva en la que muchos sectores profesionales no tendrán más remedio que adaptarse si quieren sobrevivir al proceso. 

Algunos ejemplos del impacto de la automatización 

Actualmente la explosión de la fotografía digital, los smartphones y un pequeño grupo de personas en Instagram o Flickr, son capaces de hacer caer a un gigante como Kodak y dejar a sus miles de empleados sin trabajo. La caída del rey de la fotografía analógica es un emblema del fin de una época. Pese a que en los últimos tiempos Kodak trató de adaptarse a la fotografía digital la gente hizo el cambio antes de darles tiempo a modificar sus modelos de negocio. Kodak siempre vendió cámaras, pero su verdadero negocio estaba en el revelado de las películas. Durante las décadas de dominio del mercado por parte de Kodak, la empresa construyó una vasta infraestructura especializada de maquinaria, equipos y técnicas de fabricación, distribución de película y papel fotográfico. Todo eso ha dejado de ser relevante en 2012 y su bancarrota ha sido cuestión de tiempo.

Evolución de la venta de películas y cámaras en los últimos años

No es el único caso hay, muchos más. Un caso interesante es el de las oficinas de correo, que año con año, desde hace una década, han visto cómo el número de usuarios que recurren a sus servicios va desplomándose. En el caso de la oficina estadounidense de correos, el U.S. Postal, ha perdido tantos usuarios que incluso valora la posibilidad de cerrar a corto plazo, lo cual dejaría sin empleo a casi un millón de personas. El verdadero responsable es el email. La gente envía un 22% menos correo de lo que hacía hace cuatro años, eligiendo pagar mediante factura electrónica y prefiriendo otros medios de comunicación en Internet antes que sobres y sellos. 

El periodismo es otro sector en peligro. Está en un proceso de crisis mundial sin precedentes y debe reinventarse a todos los niveles, y no se debe a la crisis económica, se debe a internet y a la democratización del acceso a la información que han cambiado por completo el panorama de su profesión. Los periódicos están sobreviviendo a duras penas. En los viejos tiempos, para cada evento de prensa, había cientos de periodistas que escribían sobre la misma historia de sus periódicos locales. El periódico físico era casi el único medio por el que la gente se enteraba de lo que sucedía en el mundo.



Actualmente los modelos de negocio que funcionan en el periodismo son los de la era predigital. Y hoy ya vivimos en la era digital en la que el acceso a la información es instantáneo y no implica costo, no hay ninguna razón por la cual cientos de periódicos deban escribir y publicar sus propias versiones de la misma historia. Antes la prensa tenía el valor del acceso a la información en exclusiva, algo de lo que el ciudadano normal carecía, hoy si algo sobra es información (webs, blogs, twitter...). El periodismo siempre será necesario pero necesita adaptarse a los nuevos tiempos si quiere seguir manteniendo el mismo volumen de empleo.



La aplicación de la informática, la automatización y la tecnología en nuestro día a día acaba de comenzar realmente, vamos hacia un futuro en el que haremos los pedidos por Internet y donde la única intervención humana será la nuestra. Un futuro en el que habrá cintas transportadoras para la comida en vez de camareros, donde las cajeras de los grandes supermercados sean sustituidas por sistemas de scaneado, donde las oficinas virtuales, los bancos on-line sean la alternativa al cierre masivo de sucursales bancarias, las máquinas expendedoras de comida y bebida, incluso  sistemas expertos que actúen como abogados en base a un conocimiento previo convenientemente procesado. Quizás muchas de estas cosas nos parezcan lejanas pero son planteamientos que ya se están produciendo y pronto se empezarán a aplicar, una muestra:

Incluso el modelo chino de desarrollo basado en mano de obra con sueldos irrisorios, condiciones laborales esclavistas, ausencia completa de protección medioambiental o de seguridad, se está viendo afectado por el auge de la automatización, pues los robots no se suicidan, ni pasan penurias, fatigas o conflictos, no tienen hijos que mantener y cuando ya no sirven se tiran a la basura (desgraciadamente en ese sentido, sí hay más similitudes...). Una muestra: el mayor fabricante mundial de componentes electrónicos, el taiwanes Foxconn, que tiene empleados del orden de 1 millón de trabajadores en China, va a instalar del orden de 1 millón de robots en los próximos 3 años para reducir su mano de obra en China

El ludismo y la falacia de los luditas

En este contexto han empezado a surgir, principalmente entre los sectores profesionales afectados, grupos neoluditas que consideran la tecnología será la culpable del deterioro de las condiciones laborales y sociales. Este movimiento es la versión "evolucionada" del ludismo, un movimiento obrero que adquirió auge en la Inglaterra del siglo XIX a partir del odio hacia las máquinas y el llamado desempleo tecnológico. Sus seguidores se llamaban ludistas o luditas (luddites en inglés), nombre que tomaron del líder del movimiento, Ned Ludd, que fue el primero en romper un telar como protesta. El ludismo representaba las protestas de los obreros contra las industrias por los despidos y los bajos salarios ocasionados por la introducción de las máquinas. 

Luditas atentando contra máquinas de vapor

La economía ortodoxa siempre ha rechazado este hecho utilizando la llamada falacia de los luditas, que afirma que incluso si un sector concreto pierde trabajadores por culpa de la automatización esa pérdida quedará compensada por la creación de otra industria, la que se encargue de la fabricación de esas  máquinas y la encargada de su reparación (u otras industrias que produzcan otro tipo de bienes diferentes) que absorberán los trabajadores perdidos en un sector concreto. Y aunque pasar de un sector a otro requiere un reciclaje laboral, no necesariamente sencillo y no es siempre cierto que el sector de fabricación y el de reparación pueda compensar los despidos, la verdad es que durante el siglo XIX y el siglo XX la progresiva automatización del trabajo no ha repercutido negativamente en la empleabilidad de la población, la productividad ha ido en incremento y ha existido suficiente trabajo a grandes rasgos para ocupar a toda la población activa. Pero... ¿sucederá lo mismo en el siglo XXI?

Reestructuración y reciclaje del trabajo

Hay quien argumenta que no, que ese punto de inflexión ya ha llegado. Nos gusta creer que la respuesta apropiada es entrenar y educar a los humanos para que realicen un trabajo más especializado. En lugar de recoger los pagos del peaje, el trabajador entrenado arreglará y programará los robots que recogen los peajes. Pero la realidad es que la tecnología sustituye a mucha más gente de la que se necesita para programarla y diseñarla. En 1900, los trabajadores agrícolas pudieron entonces emigrar de los campos a las fábricas e incluso ganar salarios más altos en el proceso. Hoy esa evolución no está tan clara y de existir alguna esperanza esa debe depositarse en los empleos científicos y tecnológicos, la innovación, en aprender nuevas habilidades acordes a los tiempos y necesariamente en la mejora de la educación.



Brillante presentación de Sir Ken Robinson acerca de la necesidad de cambiar los paradigmas educativos



Por ello cada vez se hace más imprescindible aumentar la educación de la población y mover la fuerza de trabajo hacia áreas de mayor valor, y ese mayor valor sólo se adquiere con más formación académica y con empresas y empleos innovadores que sepan adaptarse al siglo XXI. Seguirá habiendo trabajo, pero los empleos van a ser distintos a medio y largo plazo. Antes se necesitaban obreros para trabajos físicos y con una formación básica era más que suficiente. Ahora, cada vez más, se necesita gente con ciertos conocimientos técnicos. El ejemplo de las bajas tasas de paro actuales en los países que más han apostado por la tecnología y la educación, incluso en un escenario de crisis global debería hacernos reflexionar sobre el camino que hay que seguir de cara al futuro.

Las tecnologías de la información y la comunicación (las TIC) están llamadas a constituir un punto de inflexión, como en su día fue la electricidad, al tener la capacidad de cambiar radicalmente los modelos de negocio y aumentar la productividad en muchos sectores diferentes. Los avances que parecían imposibles hace unos años, como los coches totalmente autónomos o la traducción automática de alta calidad, son ahora realidades, o pronto lo serán. Y hay buenas razones para pensar que las TIC tan sólo están empezando a desarrollarse, el horizonte es enorme y fascinante.

                    

Muchos han sido capaces en tiempo record de crear nuevos trabajos rentables y modelos de negocio exitosos en este nuevo contexto, pensemos por ejemplo en Google, Apple, Facebook, Twitter o Amazon. Tecnologías revolucionarias requieren  nuevas formas de combinar trabajo y capital para obtener ganancias. Pero eso no quiere decir que en el futuro todos los empleos deban estar relacionados con la tecnología, por ejemplo se considera que algunos empleos de baja cualificación no tienen malas perspectivas (incluyendo trabajos de limpieza, jardinería, salud en el hogar, cuidado de niños o seguridad) ya que generalmente son puestos que requieren de una cierta interacción personal para lo que el ser humano sigue aportando ventajas. En algún momento, los robots serán capaces de cumplir estas funciones, pero hay pocos incentivos para robotizar estas tareas, además habrá gran cantidad de personas  dispuestas a trabajar por bajos salarios.


Si ahora tratamos de tomar una perspectiva más amplia veremos que hoy en día la gran mayoría de nosotros estamos haciendo trabajos que ningún agricultor del siglo XIX podría haber imaginado. Y aunque hoy nos resulte difícil de creer se estima que antes del final de este siglo, el 70% de los trabajos actuales serán reemplazados por la automatización.


El MIT por ejemplo ha identificado una serie de profesiones en clara situación de vulnerabilidad: secretarias, taquígrafos, mecanógrafos, contables, gestores empresariales y archiveros. Pierden peso las ocupaciones relacionadas con trabajos manuales tanto cualificados como no cualificados, así como aquellas relacionadas con puestos administrativos. Además, en el sector servicios, han observado que a medio plazo corren peligro de extinción profesiones como la de los cajeros de bancos o supermercados, los farmacéuticos, los empleados de correos o los carniceros. Y son sólo algunos ejemplos de los muchos más que podrían darse.

Imagen vía @sintetia


La siguiente imagen clasifica con claridad los diferentes tipos de trabajos y resulta de utilidad a la hora de ilustrar el proceso gradual de reemplazo laboral que provocará la robotización.




En el cuadrante A tendríamos los trabajos que actualmente hacemos los seres humanos, pero que los robots pueden hacer aún mejor. Los seres humanos pueden tejer telas de algodón con gran esfuerzo, pero los telares automáticos pueden hacer tela perfecta de forma mucho más barata y eficiente. El cuadrante B agruparía los puestos de trabajo que los humanos no pueden hacer, pero en cambio sí pueden los robots. Un ejemplo trivial: Los seres humanos tienen problemas para hacer un tornillo de latón sin ayuda, pero gracias a la automatización se pueden producir miles de ellos por hora.

El cuadrante C estarían los nuevos puestos de trabajo creados por la automatización. Con la ayuda de robots y la inteligencia computerizada podemos hacer cosas que nunca pensábamos hacer hace 150 años. Podemos eliminar un tumor en el intestino a través de nuestro ombligo, grabar un vídeo de nuestra boda o programar una aplicación para un smartphone. En ese contexto debemos tener en cuenta que la propia automatización también va a generar demanda de nuevas profesiones-ocupaciones que no hubiésemos imaginado en el pasado. Es una apuesta segura pensar que el grueso de profesiones que existirán en el año 2050 dependerá en gran medida de automatizaciones y máquinas que no se han inventado todavía.


          


Otro reciente estudio encargado de evaluar el impacto de la automatización en el trabajo llegó a la conclusión tras analizar 702 ocupaciones que en las próximas dos décadas el 47% de los empleos (en Estados Unidos) están en peligro de desaparecer. La automatización se daría en ocupaciones altamente rutinarias que consisten en tareas que siguen procedimientos bien definidos que se pueden realizar por algoritmos sofisticados. Por ejemplo, los procesos de fabricación. Cuesta automatizar ocupaciones de bajo nivel en el sector servicios que requieren flexibilidad y adaptabilidad física.




También cuesta automatizar empleos de alto nivel cognitivo y creativo. Quizá los que menos sean susceptibles de automatizar sean los que requieren destrezas sociales. Los ordenadores no han comenzado a mostrar aún sus habilidades sociales. Como corolario, el trabajo concluye que cuanto más bajo el salario y el nivel educativo, más riesgo de automatización.



Pero en cualquier caso una visión cada vez más extendida es que no será posible crear el suficiente número de nuevas empresas y nuevos empleos, a un ritmo lo suficientemente rápido para poder reubicar a las personas que serían desplazadas por la automatización masiva. Los trabajadores o profesiones asociadas a las nuevas tecnologías que surgirían sólo representarían una pequeña fracción del empleo.



¿Qué nos deparará el futuro?

El hecho es que la solución no pasa por un resurgir del neoludismo, sino por apostar más aún por la tecnología y ser capaces de abrirse a nuevos modelos de negocio y organizativos. Un cambio de paradigma provocado en gran medida por las capacidades que ofrece la tecnología en todos los aspectos de nuestras vidas. Una tecnología que está enmarcada en modelos de negocio obsoletos en gran medida.




No es posible un retroceso y además no tendría sentido (pensemos en la producción de medicamentos y tantas cosas positivas para la vida humana), sino que hay que pensar que este desarrollo sirva no sólo para que una cada vez más exigua minoría de la población acapare toda la riqueza, mientras que la mayoría se vea condenada a la pobreza. La última década ha visto el crecimiento más rápido de la productividad desde la década de 1960, pero los salarios promedio y el empleo se han estancado, dejando a millones de personas en peor situación relativa. Esto presenta una paradoja: si la tecnología y la productividad se mejora tanto ¿por qué millones de personas en el mundo desarrollado se quedan atrás?. Cada vez se crea mas abundancia, pero menos gente puede acceder a ella. La evolución de las mejoras tecnológicas, hasta ahora, no ha ido seguida de una mejora ética, la tecnología se ha desarrollado con el fin de aumentar los beneficios por la reducción del trabajo humano. Quizás la automatización a gran escala sea, de hecho, una oportunidad para el ser humano, pero para ello se impone un cambio fundamental de las escalas de valores y en la forma en que nuestra sociedad opera.

¿Futuro sin empleos?

Pero hay quien plantea escenarios alternativos, es el caso de Douglas Rushkoff, analista socioeconómico, que se ha atrevido a cuestionar en un artículo publicado en CNN la misma naturaleza del trabajo. En realidad él se pregunta si en verdad el desempleo es un problema fundamental o en realidad se trata de una inercia que ya no necesariamente encaja en la vida contemporánea. Según sus propias palabras: “¿Desde cuándo el desempleo se convirtió en un problema? Entiendo que todos queremos nuestro salario, o al menos queremos dinero. Queremos alimento, techo, vestido y todas esas cosas que el dinero puede adquirir. ¿Pero de verdad queremos empleos?”. 

El hecho es que vivimos en una economía en la cual el objetivo ya no es la productividad, sino el empleo. Esto se debe a que en esencia tenemos practicamente todo lo que necesitamos. Occidente es lo bastante productivo como para dar abrigo, alimento, educación e incluso sanidad para toda su población, y para eso bastaría con que trabajara una fracción de los que ahora trabajamos. Según la FAO, hay suficiente comida como para darle a todos y cada uno de los habitantes del mundo 2,720 calorías al día, después de todo quizá no se trata de que no haya recursos para que todos vivamos.



Según Rushkoff nuestro problema no es que no tengamos suficientes cosas, es que no tenemos suficientes maneras para que la gente trabaje y demuestre que se merece estas cosas. "La pregunta que tenemos que comenzar a hacernos no es cómo emplearemos a toda esa gente que es reemplazada por la tecnología, sino cómo podemos organizar una sociedad alrededor de algo más allá del empleo. De lo que carecemos no es de empleo, sino de una forma de distribuir con justicia los bienes que hemos generado a través de nuestras tecnologías en un mundo que ya ha producido mucho más de lo necesario”. 

Si aceptáramos que el alimento y el hogar son derechos fundamentales de todo ser humano (existe suficiente de ambas cosas para que a nadie le falte), entonces el resto del trabajo que haríamos serviría para adquirir aquellas cosas que no son indispensables para nuestra existencia pero que sin duda la enriquecen.





Según otra visión alternativa dada por un pionero de la realidad virtual, Jaron Lanier, ya no necesitamos hacer cosas para hacer dinero. Podemos intercambiar productos basados en un intercambio de información. Parte de la base de la necesidad de disponer de una serie de derechos humanos básicos como la comida o el abrigo. A partir de ahí, el trabajo que hiciésemos, el valor que creásemos, sería más una actividad creativa que un "empleo". Podríamos crear juegos unos para los otros, escribir libros, resolver problemas, educarnos e inspirarnos los unos a los otros, todo a través de bits en lugar de 'cosas'. Y podríamos pagarnos los unos a los otros utilizando el mismo dinero que usamos para comprar cosas de verdad.

¿Dar lo básico para vivir a todo el mundo y convertir el empleo en una bonificación, más que en una obligación?. No podemos saber lo que nos deparará el futuro, pero no deberíamos descartar un escenario en el que el reparto de la riqueza no esté basado en el trabajo, pero esto será complejo y en parte peligroso de implementar.