domingo, 14 de junio de 2009

Felicidad contagiosa

La felicidad se propaga por la sociedad de manera similar a como lo haría una enfermedad contagiosa. A la felicidad le gusta la felicidad, la gente feliz tiende a estar junta y la gente con más contactos sociales felices es más feliz.



Desde hace siglos los filósofos han debatido sobre la felicidad. El ser humano ha dado varias definiciones para delimitar ese estado de dicha o gozo e incluso se han llegado a proponer varias recetas para alcanzarla. Incluso en la constitución de los EEUU se recoge el derecho de todo ciudadano a perseguir la felicidad.

La verdad es que no sabemos muy bien qué es la felicidad o cómo obtenerla. A veces deseamos ser felices y ni siquiera buscamos esa felicidad, sino otras cosas. Sartre dijo que el infierno eran los demás, pero en un animal social como el ser humano casi cualquier cosa está en los demás, quizás incluso la felicidad. Puede que si usted está contento o feliz se lo deba a su familia y amigos. No ya porque le llenen de dicha al orbitar a su alrededor, sino porque estos seres que le rodean son también felices y ese estado simplemente se contagie.

Los científicos se han interesado sobre la felicidad y sobre el efecto que tiene sobre ella el ganar la lotería o caer enfermo, pero hasta el momento nadie había estudiado su efecto sobre un conjunto social. Ahora investigadores de la Harvard Medical School y de University of California en San Diego afirman que la felicidad es el resultado de un fenómeno colectivo que se difunde a través de las redes sociales como una emoción contagiosa. Aunque las Matemáticas no nos dan una receta para ser felices si pueden explicar parcialmente, como en este caso, el fenómeno de la felicidad.

El estudio que han realizado se basa en casi 5000 individuos y en él se ha estudiado la felicidad de los mismos a lo largo de los últimos 20 años. Descubrieron que cuando un individuo está contento su efecto sobre la red llega hasta el tercer grado. De esto modo dispara una reacción en cadena que beneficia no sólo a sus amigos, sino a los amigos de los amigos y a los amigos de los amigos de los amigos. Además el efecto dura hasta un año. La otra cara de la moneda, la tristeza, no se difunde de la misma manera. Parece que a la felicidad le gusta más la compañía que a la tristeza.

Los investigadores descubrieron que cuando los individuos son felices un amigo que viva a menos de una milla de distancia experimenta un 25% más de probabilidad de ser también feliz, la pareja corresidente un 8%, los hermanos a menos de una milla un 14% y los vecinos de la puerta de al lado un 34%. La mayor sorpresa apareció cuando estudiaron las relaciones indirectas. El amigo que se sentía “feliz ajena” contagiaba esta felicidad a otro amigo no relacionado con el primero, que experimentaba un 10% de probabilidad de ser más feliz. Y un amigo de este último no relacionado con los dos anteriores experimentaba un 5,6% de aumento.

Aunque nos separen 6 grados de cualquier otra persona podemos influir en la felicidad de los que están separados de nosotros hasta tres grados. Cuanto más cerca vivan los amigos más fuerte será el contagio emocional. Según la distancia aumenta el efecto se disipa. Esto explica por qué los vecinos de al lado siente un contagio tan fuerte, pero no los otros vecinos del barrio. Además el efecto parece desaparecer al cabo de un año. Por tanto, el fruto de la felicidad está limitado por el tiempo y la geografía, y no puede darse en cualquier lugar y en cualquier momento.

También han podido medir el efecto del dinero. El estudio muestra que tener 5000 dólares extras aumenta la posibilidad de ser feliz a la persona que los posee en un 2%, es decir que aunque tiene influencia ésta es menor que la influencia de una persona feliz que no se conoce directamente, incluso en tercer grado.
La persecución de la felicidad no sería un viaje en solitario, sino que todos estaríamos conectados con los demás en la búsqueda de esta meta.

Fuente: NeoFronteras.com

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