domingo, 14 de junio de 2009

Inteligencia emocional

La inteligencia emocional es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. El término fue popularizado por Daniel Goleman, con su célebre libro: Emotional Intelligence, publicado en 1995. Daniel Goleman sostiene que nuestra visión de la inteligencia humana es estrecha, pues soslaya un amplio abanico de capacidades esenciales para la vida. Soslaya lo que él llama inteligencia emocional. Apoyándose en la más moderna investigación sobre el cerebro y la conducta, el autor explica por qué personas con un elevado coeficiente intelectual fracasan en sus empresas vitales, mientras que otras con un CI más modesto triunfan clamorosamente.

La inteligencia emocional es una forma de interacción con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, etc. Ellas configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, que resultan indispensables para una buena y creativa adaptación social.

El déficit de inteligencia emocional repercute en mil aspectos de la vida cotidiana, desde problemas matrimoniales hasta trastornos de salud. El descuido de la inteligencia emocional puede arruinar muchas carreras y, en el caso de niños y adolescentes, conducir a la depresión, trastronos alimentarios, agresividad, delincuencia.







Según Daniel Goleman los principales componentes de la inteligencia emocional son:

Autoconocimiento emocional (o conciencia de uno mismo) : Se refiere al conocimiento de nuestras propias emociones y cómo nos afectan. En muy importante conocer el modo en el que nuestro estado de animo influye en nuestro comportamiento, cuales son nuestras virtudes y nuestros puntos débiles. Nos sorprenderíamos al saber cuan poco sabemos de nosotros mismos.

Autocontrol emocional (o autorregulación) : El autocontrol nos permite no dejernos llevar por los sentimientos del momento. Es saber reconocer que es pasajero en una crisis y qué perdura. Es posible que nos enfademos con nuestra pareja, pero si nos dejasemos siempre llevar por el calor del momento estariamos continuamente actuando irresponsablemente y luego pidiendo perdon por ello. El autocontrol también nos permite tener...

Mayor tolerancia a la frustración y mejor manejo de la ira.
Menos agresiones verbales, menos peleas y menos interrupciones en clase.
Mayor capacidad de expresar el enfado de una manera adecuada, sin necesidad de llegar a las manos.
Menos índice de suspensiones y expulsiones.
Conducta menos agresiva y menos autodestructiva.
Sentimientos más positivos con respecto a uno mismo, la escuela y la familia.
Mejor control del estrés.
Menor sensación de aislamiento y de ansiedad social.

Automotivación : Dirigir las emociones hacia un objetivo nos permite mantener la motivación y fijar nuestra atención en las metas en lugar de en los obstaculos. En esto es necesaria cieta dosis de optimismo e iniciativa, de forma que seamos emprendedores y actuemos de forma positiva ante los contratiempos.

Reconocimiento de emociones ajenas (o empatía) : Las relaciones sociales se basan muchas veces en saber interpretar las señales que los demás emiten de forma inconsciente y que a menudo son no verbales. El reconocer las emociones ajenas, aquello que los demás sienten y que se puede expresar por la expresión de la cara, por un gesto, por una mala contestación, nos puede ayudar a establecer lazos mas reales y duraderos con las personas de nuestro entorno. No en vano, el reconocer las emociones ajenas es el primer paso para entenderlas e identificarnos con ellas. La empatía nos permite  asumir el punto de vista de otra persona, tener mayor sensibilidad hacia los sentimientos de los demás y  capacidad de escuchar al otro.

Relaciones interpersonales (o habilidades sociales) : Cualquiera puede darse cuenta de que una buena relacion con los demás es una de las cosas más importantes para nuestras vidas y para nuestro trabajo. Y no solo tratar a los que nos parecen simpaticos, anuestros, amigos, a nuestra familia. Sino saber tratar también exitosamente con aquellos que están en una posición superior, con nuestros jefes, con nuestros enemigos. Tener habilidad en ese campo nos permite

Mejora en la capacidad de resolver conflictos y negociar desacuerdos.
Mejora en la solución de los problemas de relación.
Mayor popularidad y sociabilidad.
Mayor atractivo social.
Más preocupación y consideración hacia los demás.
Más participativos, cooperadores y solidarios.
Más democráticos en el trato con los demás.

Medición de la inteligencia emocional y el CI

No existe un test capaz de determinar el «grado de inteligencia emocional», a diferencia de lo que ocurre con los test que miden el cociente intelectual (CI). Jack Block, psicólogo de la universidad de Berkeley, ha utilizado una medida similar a la inteligencia emocional que él denomina «capacidad adaptativa del ego», estableciendo dos tipos teóricamente puros, aunque los rasgos más sobresalientes difieren ligeramente entre mujeres y hombres

«Los hombres que poseen una elevada inteligencia emocional suelen ser socialmente equilibrados, extravertidos, alegres, poco predispuestos a la timidez y a rumiar sus preocupaciones. Demuestran estar dotados de una notable capacidad para comprometerse con las causas y las personas, suelen adoptar responsabilidades, mantienen una visión ética de la vida y son afables y cariñosos en sus relaciones. Su vida emocional es rica y apropiada; se sienten, en suma, a gusto consigo mismos, con sus semejantes y con el universo social en el que viven».

«Las mujeres emocionalmente inteligentes tienden a ser enérgicas y a expresar sus sentimientos sin ambages, tienen una visión positiva de sí mismas y para ellas la vida siempre tiene un sentido. Al igual que ocurre con los hombres, suelen ser abiertas y sociables, expresan sus sentimientos adecuadamente (en lugar de entregarse a arranques emocionales de los que posteriormente tengan que lamentarse) y soportan bien la tensión. Su equilibrio social les permite hacer rápidamente nuevas amistades; se sienten lo bastante a gusto consigo mismas como para mostrarse alegres, espontáneas y abiertas a las experiencias sensuales. Y, a diferencia de lo que ocurre con el tipo puro de mujer con un elevado CI, raramente se sienten ansiosas, culpables o se ahogan en sus preocupaciones».

«Los hombres con un elevado CI se caractericen por una amplia gama de intereses y habilidades intelectuales y suelen ser ambiciosos, productivos, predecibles, tenaces y poco dados a reparar en sus propias necesidades. Tienden a ser críticos, condescendientes, aprensivos, inhibidos, a sentirse incómodos con la sexualidad y las experiencias sensoriales en general y son poco expresivos, distantes y emocionalmente fríos y tranquilos».

«La mujer con un elevado CI manifiesta una previsible confianza intelectual, es capaz de expresar claramente sus pensamientos, valora las cuestiones teóricas y presenta un amplio abanico de intereses estéticos e intelectuales. También tiende a ser introspectiva, predispuesta a la ansiedad, a la preocupación y la culpabilidad, y se muestra poco dispuesta a expresar públicamente su enfado (aunque pueda expresarlo de un modo indirecto)».

Estos retratos, obviamente, resultan caricaturescos pues toda persona es el resultado de la combinación entre el CI y la inteligencia emocional, en distintas proporciones, pero ofrecen una visión muy instructiva del tipo de aptitudes específicas que ambas dimensiones pueden aportar al conjunto de cualidades que constituye una persona.


La inteligencia emocional aumenta a partir de los 60 años


Una serie de estudios realizados por un equipo de psicólogos de la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos) revela que las personas mayores son más capaces que las personas jóvenes de verle el lado positivo a las situaciones adversas y de empatizar con los menos afortunados

Dirigidos por el profesor de psicología Robert Levenson, los investigadores llevan un tiempo analizando cómo las estrategias y respuestas emocionales del ser humano se van transformando a medida que cumplimos años.

Hasta ahora, los resultados obtenidos por Levinson y sus colaboradores respaldan la teoría de que la inteligencia emocional (entendida como la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos) y las habilidades cognitivas realmente pueden agudizarse a partir de los 60 años de edad.

Estos avances cognitivos supondrían una ventaja para las personas mayores, tanto en medios laborales como en las relaciones personales, publica la Universidad de Berkeley en un comunicado.

Según Levenson parece que “el propósito principal de las últimas etapas de la vida estuviera orientado hacia las relaciones sociales, hacia el cuidar a otros y el ser cuidados por otros”. El investigador afirma que: “es como si la evolución hubiera afinado nuestro sistema nervioso de manera favorable a este tipo actividades interpersonales y compasivas, a medida que envejecemos”.

En un segundo estudio, cuyos resultados aparecieron publicado el pasado mes de julio en la revista Social Cognitive and Affective Neuroscience, los científicos aplicaron métodos similares para probar cómo se modifica nuestra sensibilidad a la tristeza a medida que envejecemos.

En este experimento, a 222 adultos sanos de entre 20 y 30 años; de entre 40 y 50 años y de alrededor de 60 años se les dispuso a ver videos que fomentaban la tristeza, el disgusto o un estado neutro.

En este caso, los participantes mayores mostraron, en comparación con los más jóvenes, mayor tristeza frente a las escenas emotivas, según reflejaron los sensores que se les habían colocado para medir sus reacciones fisiológicas ante las imágenes.

Según los científicos, en la etapa final de la vida, la gente toma perspectivas distintas y adopta objetivos diferentes, más centrados en las relaciones personales. Esta actitud tiene como efecto el de estar más sensibles a la tristeza, dado que la capacidad para compartir la tristeza aumenta el grado de intimidad en las relaciones.

Al contrario de lo que cabría esperar, esta elevada sensibilidad a la tristeza no pudo relacionarse, en el contexto del estudio, con un riesgo mayor de padecer depresión, sino que resultó ser un marcador de salud.

Según Levenson, la tristeza puede ser una emoción particularmente significativa en la última etapa de la vida, dado que en esta etapa nos enfrentamos inevitablemente a experiencias de pérdida, y también a la necesidad de dar consuelo a otros.


Fuente: Wikipedia, Tendencias21

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