lunes, 22 de junio de 2009

¿El gen de la monogamia?

Una investigación realizada en humanos ha desvelado la existencia de ciertas variantes genéticas en la conformación del gen AVPR1A que se traducirían en una mayor o menor disposición y aptitud hacia la vida en pareja. Eso significa que la actividad de ese gen influiría en la calidad de la vida conyugal y muy probablemente interferiría en la orientación de nuestro mundo afectivo.

Dado el crucial papel que el gen ASVPR1A parece desempeñar en la disposición hacia la monogamia de especies como la de los ratoncillos de la pradera, un grupo de investigadores del Instituto Karolinska de Suecia se propuso estudiar los efectos de su actividad entre nosotros.

Para ello escogieron 552 pares de gemelos que llevaban más de cinco años conviviendo con sus parejas y estudiaron la calidad de su relación marital y su posible conexión con las distintas variantes personales que ese gen presentaba.

El resultado de su trabajo ha puesto en evidencia una evidente, aunque modesta correlación, entre algunas variantes genéticas de ese gen y ciertas diferencias en la aptitud para la vida en pareja de los hombres (una relación no confirmada en las mujeres).

Así, los portadores del alelo 334 (presente en el 40 % de los sujetos estudiados) eran más remisos al matrimonio, más dados a romperlo, más propensos a la infidelidad y sus relaciones solían conllevar un menor grado de satisfacción de sus parejas.

Este resultado se hizo aún más evidente cuando llevaban dos copias de ese alelo (algo que solo ocurría en el 3,45 % de los casos) pues entonces llegaban a doblar el porcentaje de los que cohabitaban sin casarse o de los que habían presentado problemas matrimoniales durante el último año.

¿Gen de la infidelidad?

Ciertos medios de comunicación han fijado su atención en el comportamiento inducido por la presencia del alelo 334, hasta el punto de bautizarlo como el gen de la infidelidad.

Igualmente la disparidad reflejada en este trabajo no traduciría la existencia de un gen que empuje hacia la infidelidad, sino por el contrario la de un gen que propiciaría la vida en pareja y al que la presencia de ese alelo 334 volvería menos activo. Los dictados biológicos en nuestra especie nunca van a resultar tan determinantes como en las otras, pues la presencia de nuestro cerebro nos permite una gran libertad respecto a los que puedan ser nuestros impulsos innatos; y por si fuera poco la cultura y el marco sociológico en que nos movemos también dejan su impronta.

... más bien gen del amor

Así pues, según esta investigación podríamos estar dotados de un gen que nos predispondría hacia la vida en pareja. De ahí que se le haya llamado gen de la monogamia, de la pareja o de la fidelidad.

Todo parece sugerir que la acción de ese gen no se limitaría a dar una mayor estabilidad a la pareja ya formada sino que, de alguna forma, facilitaría su constitución. Para cumplir esa función, ese gen tiene que tener la virtud de poder impulsar y mantener, cuando menos por un cierto tiempo, una atracción hacia una persona determinada. Un apego que nacería en el mundo instintivo, pero que afloraría a la conciencia como un sentimiento especial. Una inclinación, un afecto o un cariño que no serían más que algunas de las acepciones que incluimos en la palabra amor. De ahí que tampoco sería tan disparatado denominarlo “el gen del amor”.

Una de cada cuatro personas tendría un gen que predispone a la infidelidad

En otro estudio relacionado, un grupo de científicos ha descubierto un gen que hace a sus portadores más proclives a ser infieles a su pareja. Los investigadores han consultado a 180 hombres y mujeres jóvenes para medir sus actitudes hacia las relaciones sexuales. Así mismo han analizado muestras de ADN buscando la versión del DRD4 vinculada a la búsqueda de emociones.

El estudio revela que los hombres o mujeres con dicho gen "son más de dos veces propensos a ser infieles". Según el investigador Justin García "los individuos con ciertas variantes del gen DRD4 tienen más tendencia a tener un historial de sexo sin protección, incluyendo aventuras de una noche y actos de infidelidad".

Los científicos encargados de este estudio han llegado a la conclusión de que el gen DRD4 afecta a los niveles de dopamina en el cerebro, una sustancia que produce placer. "La motivación parece surgir de un sistema de placer y recompensa, que es donde la liberación de dopamina entra en juego", asegura García.

"En los casos del sexo casual, los riesgos son altos, las recompensas sustanciales y las motivaciones variables, elementos que aseguran una descarga de adrenalina", concluye Justin García, aclarando antes que no todas las personas portadoras del gen están condenados a cometer infidelidades.

El mes pasado, varios científicos descubrieron que la misma cepa del gen DRD4 puede hacer que las personas tengan puntos de vista más liberales. Las personas con este gen buscan supuestamente otros puntos de vista y son influidos por ellos mucho más que aquellas que no lo tienen.


Fuente: tendencias21.net

1 comentario :