lunes, 19 de julio de 2010

¿Por qué a los españoles se nos da mal el inglés?

No son los genes. Nuestro número limitado de sonidos vocálicos, el doblaje en cine y televisión y la incorporación reciente a nuestra enseñanza de la lengua de Shakespeare explican que andemos lejos de nórdicos y portugueses

Como cada año, miles de españoles aprovechan el verano para someterse a cursos intensivos y/o realizar estancias en el extranjero con el objetivo de aprender inglés. Resulta lógico: el inglés es hoy incuestionablemente la lengua de comunicación internacional. Se supone que cualquier persona con una cultura media la conoce, igual que conoce el correo electrónico o Internet. Y es muy llamativo que el número de hablantes de inglés como segunda lengua sea ya superior al de los que la tienen como lengua materna. A mitad del siglo XX, el 9% de los habitantes del planeta tenían como lengua materna el inglés, un porcentaje que, según las estimaciones, se reducirá al 5% en 2050. Sin embargo, mientras que hacia 1950 unos 250 millones de personas hablaban inglés como segunda lengua, para el año 2050 esta cantidad se habrá multiplicado por cinco, hasta alcanzar los 1.250 millones de personas; un dato muy revelador de la evolución del inglés en todo el mundo.



Que el inglés sea la lengua dominante en los territorios que fueron parte de su poderoso imperio colonial no puede sorprendernos, pues así ha ocurrido con otras lenguas en el pasado (el griego, el latín o nuestra propia lengua española). Pero que, además, se haya convertido en un idioma utilizado comúnmente en ciertos países europeos, como los nórdicos, en los que Reino Unido nunca ha ejercido ningún poder político, resulta ya más sorprendente. Cada día son más los centros de enseñanza superior, dentro y fuera de Europa, que emplean el inglés, especialmente para sus estudios de posgrado. Llama la atención que prestigiosas universidades del ámbito germánico, o de Europa oriental, hayan renunciado al alemán -lengua de la ciencia y de la filosofía desde el siglo XIX- para plegarse a la dominación del inglés, de modo que la docencia en muchos de esos estudios se imparte en ese idioma.

En España está empezando a ocurrir lo mismo, al menos en unas pocas universidades, pero la sensación generalizada que tienen los españoles es de no estar a la altura de otros europeos, universitarios o no, e incluso de ciertas élites culturales latinoamericanas. ¿Por qué nos cuesta tanto hablar inglés? ¿Es que hay entre los españoles algún gen reacio a esa lengua? Naturalmente, la respuesta ha de ser negativa. No hay nada orgánico, ni étnico, en el hecho de que el porcentaje de españoles capaz de comunicarse fluidamente en inglés sea muy inferior al de la población nórdica, la germánica o incluso la de algunos países eslavos. Los motivos son de tipo cultural, educativo y, evidentemente, también lingüísticos.

Comencemos por estos últimos. El español, y nuestras otras lenguas románicas (a las que habría que añadir también el vasco), no pertenecen a la familia lingüística del inglés, que es el grupo de lenguas germánicas. Es obvio que resulta mucho más fácil para un español aprender gallego, catalán, italiano o francés que sueco, alemán, o inglés. La gramática y, sobre todo, el vocabulario suelen ser muy parecidos entre las lenguas de una misma familia.



Pero esta explicación nos vale solo en parte. ¿Por qué nuestros vecinos portugueses hablan mejor inglés que los españoles? Uno de los motivos es de índole lingüística, y tiene que ver con los diferentes sistemas vocálicos del castellano y del portugués, lo que explica también que, tratándose de dos lenguas cercanas (y mutuamente inteligibles en su expresión escrita), ofrezcan tantas dificultades para su mutua comprensión oral, al menos para los hispanohablantes.

Los diferentes sonidos vocálicos del portugués suponen una barrera inicial para los hablantes de español, que armados con nuestro sencillo sistema de cinco vocales, nos sorprendemos ante la diversidad lusa. Por eso, la dificultad que experimentamos los hispanohablantes cuando nos enfrentamos al aprendizaje del sistema de 12 vocales del inglés es superada con facilidad por los portugueses. Si uno está acostumbrado a que en su lengua materna una "a" no siempre suena igual, poco le costará adaptar el oído (y la pronunciación) a un sistema que, aunque distinto, se basa en la diferenciación no entre cinco sino entre más del doble de vocales. En cambio, los españoles luchamos denodadamente durante décadas por distinguir entre ship y sheep, entre latter y letter, entre cut, cot y caught, etcétera.

Otra explicación se halla en el entorno socio-cultural en el que nos movemos, y sobre todo, en los medios audiovisuales que nos rodean. Es un hecho demostrado que una lengua se aprende más fácilmente si existe un entorno propicio en el que los sujetos están "expuestos" a la lengua en una gama variada y múltiple de circunstancias. No basta con las horas que dediquemos a aprender el idioma en el aula. ¿Acaso los estudiantes españoles no dedican, en las fases obligatorias de la enseñanza, un elevado número de años, a razón de un promedio de tres horas semanales, a estudiar inglés? ¿Cómo es posible que, después de tantas horas dedicadas al estudio, muchos de nuestros jóvenes sean incapaces de entender y de comunicarse en este idioma en situaciones de la vida cotidiana? Pues bien, el hecho importante es que, salvo en casos excepcionales o muy restringidos, la mayoría de nuestra población no está sometida al inglés hablado en casi ninguna circunstancia. Cuando el estudiante sale del aula, acaba su exposición oral al idioma. No lo escucha en la radio, ni en la televisión, ni en el cine.

Y no es que la cultura audiovisual norteamericana no nos haya "invadido" en medida similar a nuestro vecino Portugal o al resto del continente europeo. Pero ocurre que en otros países no se doblan las series de televisión norteamericanas y las películas se exhiben en los cines en versión original con subtítulos. En España, sin embargo, el franquismo impuso el doblaje a todos los productos audiovisuales foráneos, lo que facilitaba la censura y permitía la "hispanización" y uniformidad lingüística de las voces y los acentos extranjeros. Los estudiantes polacos o suecos, portugueses u holandeses, están acostumbrados, desde su más temprana edad, a la exposición oral al inglés. Acaban su jornada escolar y, al conectar en casa sus televisores para ver sus dibujos animados o sus series favoritas, buena parte de ese material les llega en inglés. Así, casi sin darse cuenta, siguen aprendiendo fuera del aula, y para ellos el inglés ya no es una asignatura más del currículum, sino que forma parte de su entorno vital extra-escolar. Para utilizar una terminología en boga, podríamos decir que el inglés se convierte así en materia "transversal", que se aprende mientras se está haciendo otra cosa.

El entorno educativo es también esencial para el aprendizaje de una lengua extranjera; y es cierto que el acceso de los españoles al inglés data de menos de medio siglo, pues hasta los años setenta del siglo XX su implantación en nuestros centros escolares era muy reducida. No era tan fácil, en los años sesenta, encontrar institutos de enseñanza media donde se enseñara inglés. Si no teníamos hasta hace poco suficientes profesores bien preparados para enseñar esta lengua; si no empezábamos a enseñar inglés a los niños hasta después de los 10 años, ¿cómo podemos esperar igualar el nivel de competencia lingüística de otros países europeos?

Hoy, por fortuna, los programas de enseñanza bilingüe en las escuelas de Infantil y Primaria, y su extensión a la Enseñanza Secundaria, hacen concebir esperanzas de que dentro de unos años la capacitación de nuestros adolescentes sea bien distinta de la actual. Pero, al mismo tiempo, hay que mejorar también los niveles de exposición social y cultural al inglés en los medios de comunicación, y fomentar la gradual internacionalización de nuestras universidades, internacionalización que implica inexorablemente la mayor presencia del inglés y, por ende, la mejora en nuestra capacidad de entender y hacernos entender en este idioma.

2 comentarios :

  1. Nos cuesta pq no se lee igual que se escribe y desde que nos enseñaron a leer nos programaron para leer TA,TE,TI,TO,TU . Aquí no tenemos concursos para deletrear como parece ser que si que tienen los americanos en los colegios , ni problemas para escribir "patata", ¿en inglés cómo era? ¿potato,potatoe? Es un cristo. Desde crios yendo a academias complementando lo que dábamos en clase,escuelas de idiomas..y seguimos sin tener ni idea..¿por qué? porque no lo utilizamos para nada,por eso no lo sabemos, y seguirá siendo así. En Euskadi llevamos 30 años con el modelo D ¿y qué ocurre? que los chavales entienden lo que se les explica en euskera pero no lo hablan, entre ellos hablan en castellano y en la calle no usan el euskera ni para comprar el pan ni para nada. Simplemente en las zonas no vascófonas no se usa(hasta ahora). Si se empezara ahora mismo a dar las clases de todas las asignaturas en ingles a los niños se incrementaría su conocimiento/entendimiento pero no su uso , les costaría hablarlo aunque llevaran 20 años recibiendo clases. ¿Cómo se conseguiría realmente mejorar nuestro nivel de inglés? Pues como cualquier otra lengua..usándola..necesitándola en el día a día..ahora no me digas qué es lo que habría que hacer. En Egipto me han llegado a entrar vendedores en euskera al ver mis pintas...nos huelen, saben de antemano si eres vasco,alemán,yanqui...es la leche lo que hace la necesidad.

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    1. Jajaja, no sé por qué me parece que el único propósito de tu extenso comentario era la última frase:
      "En Egipto me han llegado a entrar vendedores en euskera al ver mis pintas...nos huelen, saben de antemano si eres vasco,alemán,yanqui"
      Podías haberte ahorrado el resto hombre.

      Lo primero que no es cierto, el euskera en muchas partes de Euskadi tiene un uso mayoritario. Para aquellas partes en las que su uso no es mayoritario, como Álava, tu razonamiento me parece profundísimo: ya que hay mucha gente que el euskera no le hace falta en el día a día, obliguémosles a que les haga falta y que tengan que hablarlo sí o sí.
      Hubo un tiempo en el que los nacionalismos periféricos eran cultos, lucharon contra la barbarie (como el resto del territorio todo hay que decirlo) y fueron refugio de ilustración. Muchos izquierdistas nos identificábamos con ellos. Hoy en día por desgracia, cada vez os parecéis más al otro bando. Los del garrote sois vosotros.

      PD: Hay un post por ahi en este blog que habla de las diferencias geneticas entre los pueblos de Europa, y no, no sois diferentes a por ejemplo, un burgalés

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