viernes, 11 de junio de 2010

Metapercepciones, ¿existen diferencias entre cómo yo me veo y cómo me ven los demás?

Para vivir en nuestro universo social, es bueno saber lo que otros piensan de tí, pero la visión más clara depende de cómo nosotros nos vemos realmente.

¿Qué pasa si tengo un defecto evidente que todo el mundo detecta menos yo mismo?, ¿existen diferencias entre cómo yo me veo a mí mismo y cómo otros me ven?

En definitiva somos individuos que requerimos convivir y encajar en un entorno social. Los seres humanos estamos psicológicamente adaptados para la interdependencia. La ansiedad social es en realidad una respuesta innata a la amenaza de la exclusión, y la percepción de que no somos aceptados por un grupo nos provoca malestar.

Los psicólogos denominan "metapercepciones" a la visión que tenemos acerca de las ideas que tienen los demás sobre nosotros, o sea la impresión del punto de vista de la otra persona sobre uno mismo.



Las ideas que tenemos acerca de la opinión ajena dependen de nuestro autoconcepto y de nuestras propias creencias acerca de quién somos. "Filtramos las señales que recibimos de los demás a través de nuestro autoconcepto", explica Mark Leary, profesor de psicología en la Universidad de Wake Forest en Winston-Salem, Carolina del Norte.

Nuestro autoconcepto está configurado de forma primaria y fundamentalmente por una persona en particular: nuestra madre. La forma en que respondía nuestra madre a nuestros primeros gritos y gestos tiene una enorme influencia en la manera en que esperamos ser vistos por los demás. "Los niños tienden a comportarse de forma que perpetúan lo que han experimentado", dice Martha Farrell Erickson, investigadora de la Universidad de Minnesota. "Un niño que tiene una madre que no responde de forma afectiva tenderá a actuar de forma fría y distante, manteniendo las distancias. Los que tienen las madres más demostrativas y afectuosas casi siempre están seguros de responder emocionalmente y tienden a conectar bien con sus compañeros."

Los niños exploran el rostro de sus madres, y absorben pistas sobre quiénes son, y si bien el vínculo entre padres e hijos no es necesariamente el destino, crea una marca muy fuerte para el resto de nuestra vida, ya sea buena o mala.

Y es que las personas dependen de las impresiones de los demás para alimentar sus puntos de vista acerca de sí mismos, dice William Swann, profesor de psicología en la Universidad de Texas, Austin. "Tenemos una visión bastante estable de nosotros mismos, y esperamos que otras personas nos vean tal y como nosotros nos vemos". Su investigación muestra que las personas con baja autoestima y autoconcepto tienden a interpretar y a creer que son evaluados con dureza por parte de los demás, ya que tienen una tendencia natural por la que les cuesta sentirse admirados.

Las personas con tendencia a sufrir ansiedad social y timidez con frecuencia piensan que presentan una imagen desfavorable de ellos mismos, pero la realidad es que los demás raramente los ven como carentes de inteligencia, ingenio o atractivo, en realidad es mucho más probable que algunos los perciban como soberbios o distantes. En cierto modo, muchas personas tímidas son egocéntricas, señala Bernie Carducci, psicólogo de la Universidad de Indiana. Se imaginan que todo el mundo está observando y evaluando todos sus movimientos, y creen que son el centro de cualquier interacción social, cuando eso raramente sucede. Socialmente son personas ansiosas y están tan ocupadas de lo que otros piensan que les cuesta actuar de forma espontánea.

Una preocupación común es la creencia de que los estados internos son evidentes para todos. En un estudio donde se hizo hablar en público a individuos tímidos, nerviosos ó ansiosos frente a otros de personalidad más abierta, los ansiosos en el grupo se dieron una baja calificación, pensando que su interior lleno de dudas era evidente y visible para todos. En cambio para el público objetivo esas circunstancias pasaron inadvertidas e indicaban que su intervención había sido buena.

¿Qué causa esta brecha a la hora de percibirnos?

Estudios realizados por Nicholas Epley sugieren que cuando nos autoevaluamos (principalmente en el aspecto físico aunque la idea es extrapolable a otros aspectos de nuestra personalidad) tendemos a centrarnos en detalles específicos (como un grano, el pelo, una parte concreta del cuerpo o bolsas bajo los ojos). Al momento de evaluar a otros, sin embargo, definimos una idea más abstracta basada en el aspecto general y no en detalles específicos.

Cuando nos miramos en el espejo, estamos especialmente atentos a nuestras imperfecciones. Las miradas ajenas en cambio tienden a prestar la atención en detalles más globales y prestan menos atención a los detalles específicos. La consecuencia de esta diferencia de apreciación es que la mayoría de la gente resulta más atractiva de cara a los demás de lo que se creen. Si prestas especial atención a tu cuerpo (como las mujeres tienden a hacer), te miras con regularidad en el espejo, o a veces te sientes incómodo en público, es casi seguro que los demás te verán más atractivo/a de lo que tú estimas. De hecho cuando una persona tímida y/o insegura evalúa su atractivo físico en una escala del 1 al 10 tiende a puntuarse un punto por debajo de como es percibida por los demás.

Curiosamente nuestra mente parece tener un procesador que no deja de reunir datos y que regula nuestra percepción externa a nivel físico. Los psicólogos lo llaman el efecto de contraste, o dicho de otra forma: "nos sentimos más guapos alrededor de gente fea y más feos alrededor de gente guapa". Estas comparaciones sociales ocurren de constante y automática, y generalmente de forma inconsciente. Nuestro auto-concepto se basa en miles de estas comparaciones.

"Mido 1.60 y tengo curvas. Me siento bien con mi físico," dice Deanna Melluso, una maquilladora que trabaja con modelos para sesiones de revistas y desfiles. "Pero cuando estoy cerca de chicas altas y esbeltas todo el día, me empiezo a sentir gorda y menos atractiva. Tan pronto como salgo a la calle y veo decenas de personas con todo tipo de aspecto físico, me siento normal de nuevo, veo que he estado en un mundo falso".

Las mujeres son particularmente susceptibles a este efecto. "Cuando las mujeres evalúan su atractivo físico, se comparan con un estándar de belleza idealizada, como un modelo de moda", dice Richard Robins, profesor de psicología en la Universidad de California. "En contraste, cuando los hombres y las mujeres evalúan su inteligencia, no se comparan con Einstein, sino más bien con personas normales".

En un estudio donde se pidió a una serie de personas resolver problemas de matemáticas, no hubo diferencia en la calificación de los hombres y las mujeres cuando todo el mundo estaba completamente vestido. Pero cuando los mismos sujetos evaluados realizaban los cálculos en traje de baño, las mujeres tuvieron mucho peor resultado que sus homólogos masculinos. Estaban demasiado ocupadas preguntándose cómo se veían para hacer cálculos correctamente...

La forma más fácil de influir en cómo los demás nos ven es darles a entender que nos gustan. Y es que parece ser que si mostramos interés en lo que alguien dice, le sonreímos o tenemos algún tipo de contacto físico (como por ejemplo tocar su brazo), es muy probable que se sientan halagados, cómodos e incluso sentirán mayor atracción hacia esa persona.

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