miércoles, 14 de abril de 2010

Estudiando a los genios, ¿de qué depende la genialidad?



Decía Thomas Alva Edison que «El genio consiste en un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de transpiración»




Pero, ¿qué hay del «uno por ciento de inspiración»? sin una dosis de talento natural, no merecido ni ganado, sino regalado como don por la antojadiza fortuna, el solo esfuerzo es insuficiente para hacer un fuera de serie. Pero hace falta que la suerte esté confabulada a tu favor para ser de verdad sobresaliente; la cuestión es hasta qué punto hace falta. No tanto como habitualmente se cree, Lewis Terman, un psicólogo de la Universidad de Stanford, se dedicó, tras la Primera Guerra Mundial, a seguir la pista a un grupo de superdotados, persuadido como estaba de que el cociente intelectual era indispensable y suficiente para alcanzar las más altas cotas de virtuosismo. Por superdotado Terman entendía un individuo con un CI superior a 140, y en la segunda década del siglo pasado había ya identificado y localizado a 1.470 niños con esta codiciable señal diacrítica, a los que se conocía popularmente como «las Termitas». Terman siguió con ahínco, y hasta el final de sus días, la evolución de sus «termitas», persuadido de que entre ellos se encontraba la futura élite intelectual, política y financiera de Estados Unidos.

Pero no fue así: cuando «las termitas» llegaron a la edad adulta, Terman se topo con una triste realidad: algunos de sus niños genios llegaron a publicar libros, de hecho dos fueron magistrados, dos legisladores estatales, un prominente servidor público estatal y varios funcionarios públicos. Sin embargo, ninguno de ellos, llego a ser una figura reconocida por sus logros. Ninguno fue premio Nobel, Pritzker, Pullitzer, o algo que se le pareciere.

Amén de que el CI es una medida rudimentaria de la inteligencia está el hecho de que, a partir de cierto nivel (un CI de 120, digamos) los puntos adicionales de inteligencia cuentan cada vez menos para predecir el éxito profesional. Malcolm Gladwell hace una instructiva comparación entre el papel de la inteligencia para ser un genio y el de la estatura para ser un as del baloncesto:

Un varón que mida 1,65, ¿tiene alguna probabilidad realista de jugar al baloncesto profesional? Es muy raro. Para jugar en aquel nivel hay que medir al menos 1,85; y, si no intervienen otros factores, probablemente sea mejor medir 1,90; y si se mide 1,95, mejor todavía. Pero a partir de cierto valor la estatura deja de importar tanto. Un jugador que mida 2,05 no es automáticamente mejor que otro cinco centímetros más bajo (después de todo, Michael Jordan, el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos, no llegaba a los dos metros).

Un cierto umbral mínimo de inteligencia hace falta para ser un fuera de serie, pero no basta con la inteligencia; más importante incluso que ella es la dedicación intensiva a la actividad durante un tiempo prolongado: el noventa y nueve por ciento de transpiración, las diez mil horas de esfuerzo.

Existe la creencia que a mayor nivel de coeficiente intelectual (I.Q.) y mejor nivel educativo, mejores ofertas laborales, mejores ingresos y – aún cuando parezca ilusorio – mayor esperanza de vida. Pero, no creas todo lo que piensas, la correlación entre éxito y nivel de I.Q. funciona hasta cierto punto. Una vez que se ha alcanzado un I.Q. de 120, tener mayor I.Q., no necesariamente se traduce en mayor éxito en la vida.

Resulta que hay cuatro tipos de conclusiones: a) gente que por su nivel general de habilidades no puede atender la escuela (un I.Q. aproximado de 50); b) un nivel donde uno puede o no puede tener éxito en la primaria (un I.Q. aproximado a 75); c) un nivel donde uno puede o no ser exitoso en la preparatoria (un I.Q. aproximado a 105); y d) otro nivel donde uno puede o no puede terminar exitosamente una licenciatura y ser aceptado a realizar estudios de maestría o doctorado (un I.Q. aproximado de 115). Después de un I.Q. de 115, el nivel se convierte en algo relativamente poco trascendente como criterio de éxito en la vida.

Ello no quiere decir que una persona con un I.Q. de 120 no sea menos brillante, para resolver un complejo problema analítico se necesita una persona con un I.Q. de 140; pero para ser un empresario, abogado, doctor o arquitecto exitoso se requiere – después de cierto punto – mucho más que un I.Q. elevado.

Se ha descubierto que la relación entre éxito y CI funciona sólo hasta cierto punto. Una vez se alcanza una puntuación de unos 120, el sumar puntos de CI adicionales no parece repercutir en una ventaja mesurable a la hora de desenvolverse en la vida real. Una persona con un CI de 150 tiene más posibilidades de pensar eficientemente que una persona con un CI de 90. Pero una vez cruzado el umbral de 120, entonces las posibilidades se diluyen. El premio Nobel tiene tantas posibilidades de recaer en un CI de 130 como en un CI de 180.

En fin, el tamaño sí importa, pero después de cierto puntaje son más transcendentes otros criterios como el grado de ambición, las circunstancias, las oportunidades, el carácter, el carisma y el nivel socio-económico para ser notable, que el tamaño de la brillantez intelectual.

Buscando la genialidad en el cerebro

Si la genialidad fuese simplemente dependiente de una medida de gran inteligencia, seríamos capaces de identificar fácilmente a un individuo genial en sociedades como Mensa -2% de la población con CI más alto-, pero no es así.  Hay algo que se escapa a los test de inteligencia que tiene gran peso para ser lo que ser considera un genio. Una gran capacidad creativa –entre otras cosas como por ejemplo la motivación- es una de estas características que forman parte de la genialidad y que normalmente no miden los test de inteligencia. Una de las maneras de medir la creatividad es el llamado “pensamiento divergente”. El “pensamiento divergente” consiste, por ejemplo, en pedirle a los participantes que piensen en todas los diferentes usos que puede tener un objeto común como puede ser un “tetrabrik”. Los participantes en el estudio pueden dar respuestas que van desde “para lanzar por una ventana” –poco creativa-, hasta “gemelos para la camisa de un gigante” –muy creativa-. Para usar una metáfora sencilla, a la hora de pensar, los individuos creativos, tienen el pie más tiempo en el acelerador y menos en el freno en virtud de su organización del lóbulo frontal. Ahora bien, también necesitan un lóbulo frontal lo suficientemente bien organizado para lograr llevar a cabo sus ideas –que no se quede en una mera creatividad infructuosa- en un mundo agresivo y competitivo, así que la "transitoriedad" de su "hipofrontalidad" es muy importante -porque si no estarían todo el tiempo "creando" peor nunca pondrían en orden esas ideas-. El Dr. Simonton ha hecho un trabajo increíble que establece que las personas altamente creativas, genios eminentes incluso, producen un gran número de ideas: son prolíficos, tienen su pie en el acelerador; son un poco estrafalarios; los creadores de campos menos disciplinados -como la poesía, las artes visuales o la psicología- son más propensos a los trastornos mentales, en promedio, que aquellos en los campos más disciplinado -como el periodismo, el diseño o la física; y que la característica derrotista que produce un gran poema o un riff de jazz podría estar asociado con la depresión y otros trastornos asociados con hipoactividad del lóbulo frontal.  Es muy probable que una combinación de inteligencia elevada -por ejemplo CI de 120-, capacidad creativa muy alta, y variables de personalidad -como persistencia/perseverancia, tenacidad, terquedad, motivación etc- sean características distintivas de un genio. Si la inteligencia es “demasiado” alta, quizás uno se comporte de la manera "correcta" y "sepa" responder con demasiada facilidad, sin explorar las innumerables, potencialmente estúpidas, ingenuas, respuestas alternativas que caracterizan a la capacidad creativa. Por otra parte, sin la suficiente inteligencia, uno no tiene las materias primas necesarias para poner ideas juntas de forma novedosa y útil. Y unido a todo esto, sin personalidad y tendencia a "luchar contra molinos de viento" todas las grandes ideas que pueda tener el cerebro genial no saldrán a la luz, permanecerán ocultas, el implacable paso del tiempo las disolverá en el olvido, y ya nunca se producirá el brote de genialidad.

Estudiantes asiáticos y periodos vacacionales

El ensayista norteameticano Malcolm Gladwell nos recuerda que los estudiantes asiáticos de las universidades estadounidenses «tienen fama de quedarse estudiando en la biblioteca hasta mucho después de que todos los demás se hayan marchado». También tienen una reputación bien ganada de descollar en matemáticas. Esto obedece en cierta medida a que en las lenguas asiáticas, los números se nombran de forma que resultan más fáciles las operaciones aritméticas con ellos, pero también a que una parte esencial del secreto de ser bueno en matemáticas es la obstinación, la resistencia a la frustración, el no cejar en el empeño hasta dar con la respuesta acertada. Cada cuatro años se celebran los TIMSS, una olimpiada en que se examina a alumnos de primaria y secundaria de todo el mundo en matemáticas y ciencias. «Deberíamos ser capaces de predecir –asegura Gladwell– qué países son los mejores en matemáticas simplemente observando qué culturas nacionales enfatizan más el esfuerzo y el trabajo duro. La respuesta no debería de sorprenderle: Singapur, Corea del Sur, China (Taiwán), Hong Kong y Japón. Lo que los cinco tienen en común, por supuesto, es que todos pertenecen a culturas formadas por la tradición agrícola del húmedo arrozal y el trabajo significativo»



Si el trabajo terco y continuado hace mucho por el éxito académico, sería lógico pensar que la discontinuidad en los estudios aclararía en parte los motivos del fracaso escolar. Para Gladwell, la clave que mejor explica el fracaso escolar son los largos períodos de vacaciones, en los que no sólo se oxidan los conocimientos adquiridos, sino, lo que es más grave, sufren un grave deterioro los hábitos de estudio. La maestría en un arte o ciencia no se alcanza sólo con las diez mil horas famosas de dedicación; hay que recordar además que esa dedicación no debe estar cuarteada por discontinuidades temporales tan pronunciadas como las que suponen los prolongados lapsos vacacionales de nuestros estudiantes. Es más, lo que acentúa las diferencias entre los rendimientos escolares de los hijos de familias ricas y los de familias pobres –diferencias no muy significativas al comienzo de la vida académica– es que las familias ricas, pero no las pobres, se ocupan de llenar las vacaciones de sus retoños con tareas intelectuales que hagan que no pierdan la buena forma mental, mientras que los hijos de los menos acaudalados, que no pueden permitirse sufragar esta gimnasia intelectual de mantenimiento, acuden con una barriguita cervecera en sus cabezas a la reanudación de las clases.

Y es que parece ser que.. , la práctica no es algo que se hace una vez que se es bueno en algo. Es lo que se hace para volverse bueno en cualquier campo.

Fuente: Elaboración propia, laopiniondelanzarote, andresroemer.com, bitacorabeagle

10 comentarios :

  1. Probablemente los test de CI a partir de cierta medida dejan de tener sentido, puesto que no arrojan valores 'reales' en una escala lineal.
    Por ejemplo a un niño de 10 años le parece que su hermano mayor de 16 es infinitamente más inteligente.

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  2. El CI no lo es todo, por lo que sé hay varios tipos de inteligencia pero nuestro sistema de enseñanza no favorece aninguno porque está diseñado para amaestrar a la gente .
    Por otra parte se habla de inteligencia emocional pero yo veo que en nuestro país se da demasiado el tipo de triunfador con mucha soberbia y avinagrado que es adorado por una corte de pelotas profesionales mientras que estos mismos se abalanzan sobre gente de caracter tranquilo o timido por lo que se podría hablar de depredación emocional .
    En resumen creo que donde la Ética es lo de menos cualquier CI está subordinado a la depredación social con lo cual la única manera de favorecerlo será apartandose del grupo mayoritario y fijandose en gente que está al margen del éxito oficial, así creo que en nuestra sociedad triunfa mucho (salvo excepciones)el que tiene más cara dura y se confunde inteligencia emocional con capacidad de manipular y ser listo es ser aprovechado. Así nos va.

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  3. hay dos tipos de inteligencia:

    a)la que sirve para meter (CI)
    b) la que sirve para sacar (creatividad)

    yo por mi parte prefiero meter. Pero si no saco, no meto.

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  4. Échale un vistacillo a mi post "LA SECTA APPLE". Te he linkeado.
    http://pilarordonezescritora.blogspot.com.es/2013/08/la-secta-apple.html

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  5. Ser un genio puede dar miedo Aunque quizas no se lo de a los que lo son verdaderamente, porque saben como manejarlo (X.Luis Manteiga Pousa)

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  6. Me desdigo. Puedes ser ungenio y no saber manejarlo en absoluto, de hecho me parece que hay bastantes casos. Aunque no he conocido a ningun genio para poder comprobarlo.(El mismo de antes)

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  7. Porque actualmente, también es cierto, se le llama genio a cualquiera. (El mismo de antes y de antes de antes).

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  8. Luis Manteiga Pousa7 de enero de 2023, 19:29

    Me fascina la capacidad del cerebro humano para pensar sobre si mismo como si fuese algo ajeno, como si fuese otra cosa. Y digo pensar en un sentido muy amplio además.

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  9. Luis Manteiga Pousa22 de febrero de 2023, 17:22

    Ser un genio pienso que te hace ver más allá de lo que se ve a simple vista, hace que tu cabeza de vueltas incluso aunque no quieras, planteandote cuestiones que la mayoría de la gente no se plantea, que le des vueltas y vueltas a las cosas rompiendo los estereotipos. Desde luego, te quita tranquilidad y te hace vivir en la incertidumbre y en la búsqueda contínua. Y eso puede dar miedo. Ya se dice que la genialidad y la locura pueden estar muy cercanas, que profundizar demasiado en las cosas te puede llevar al abismo mental incluso, a menudo, sin llegar a ninguna parte satisfactoria. Por otra parte, la genialidad también puede ser apasionante, entrar en territorios desconocidos y conseguir grandes logros. Puede tener esa ambivalencia, como en cierto modo las drogas.

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