sábado, 3 de noviembre de 2012

¿Se ha ralentizado la innovación tecnológica en las últimas décadas?


A menudo parece que en la actualidad, en la era de los smartphones y de Internet, tecnológicamente hablando, estemos disfrutando de una edad de oro. Pero según nuevos análisis, esta opinión podría estar equivocada: lejos de encontrarnos en el nirvana tecnológico, podríamos estar inmersos en una era de estancamiento en relación a los descubrimientos científicos e innovaciones tecnológicas. Esa es, al menos, la controvertida opinión de diversos economistas, científicos y tecnólogos de todo el planeta.



Durante la mayor parte de la historia reciente de la humanidad, y sobre todo desde la invención de la máquina de vapor hasta finales de 1960 el progreso tecnológico ha seguido una evolución implacable. El cénit del optimismo sobre el futuro de la tecnología posiblemente se alcanzó cuando el hombre pisó la Luna en 1969, la gente creía en un progreso tecnológico sin precedentes. Pero con la excepción de la industria de los ordenadores y las nuevas tecnologías, parece que ésa no ha sido la tendencia en las últimas décadas. El progreso tecnológico acelerado podría estar ralentizándose o estancándose de forma peligrosa. Los avances tecnológicos son cada vez menos decisivos y generan menos empleos.

¿El gran estancamiento?

Tyler Cowen, es uno de los principales exponentes de esa corriente de opinión, Cowen es uno de los economistas más prolíficos de Estados Unidos y hace unos meses publicó su libro "The Great Stagnation (El gran estancamiento)".  La tesis central de The Great Stagnation es que el crecimiento de los países ricos se ha desacelerado en las últimas décadas y no debido a cambios de gobierno o a decisiones políticas. El autor usa una expresión habitual en el idioma inglés, “low-hanging fruit” (fruta fácil de recoger), para describir las causas que propiciaron en el pasado el crecimiento acelerado. En concreto se refiere en primer lugar a los combustibles fósiles y la tierra no ocupada y disponible que pudo aprovecharse sin excesivo costo, en segundo lugar a la educación de las masas, lo que supuso que millones de personas al aumentar su nivel educativo saliesen de la vida rural hacia fábricas y laboratorios científicos altamente productivos, permitiendo obtener grandes ganancias en un proceso relativamente barato. Y tercero, que la era de grandes innovaciones donde vimos la aparición de tecnologías como la electricidad, la radio, televisión, la luz eléctrica o los automóviles baratos, está estacionándose en un punto donde las mejoras son incrementales y no tan dramáticas. 



Ahora ese proceso de rápidos avances aunados a creación de empleos se ha trasladado al mundo en vías de desarrollo. Estos países son los que ahora están cosechando los logros fáciles (low-hanging fruit). Se trata de los avances tecnológicos antiguos pero factibles y que, sobre todo, le dan el pan a millones de personas. Las economías principales del planeta han estado aprovechando hasta la década de los 70 estas frutas fáciles, pero ahora no pueden mantener ese ritmo de crecimiento. Cowen estima que las ganancias de dos siglos de rápida innovación tecnológica están en gran medida agotadas, y que los nuevos descubrimientos no tienen la misma calidad revolucionaria. 



Para ilustrar su punto, Cowen dice que su abuela, nacida a fines del siglo XIX, vio enormes cambios en su vida: la llegada de la electricidad, el inodoro, el agua caliente, el gas, el automóvil, la radio, la televisión, las vacunas. El mundo cambió y mejoró de forma excepcional. En cambio él, nacido a principios de los años 60, ha visto comparativamente pocos cambios tecnológicos desde su infancia: la cocina de su casa es más moderna, pero fundamentalmente similar a la de cuando era niño, y su coche es una versión más moderna del mismo coche que conducía su padre (están mejorando lentamente, pero no tan rápido como era la mejora entre el coche respecto al caballo). Incluso muchos aviones 747 construidos hace 40 años aún siguen volando y no es que no haya habido mejoras en la tecnología de propulsión a chorro, pero se trata de pequeñas variaciones sobre un avance ya antiguo. Cowen también menciona el ejemplo del Concorde. Se trata de una tecnología claramente superior pero que no logró imponerse sobre alternativas menos rápidas, lo que corre en sentido contrario a nuestra creencia ingenua en el progreso: en este caso, la tecnología superior nunca se abarató y no logró conquistar el mercado.



La única excepción es la irrupción de internet, que es un salto tecnológico significativo pero, por ahora, ha sido más que nada una herramienta prácticamente gratuita que ha afectado poco la matriz productiva de la economía y ha creado poco empleo comparado con las revoluciones industriales anteriores. Internet, mejora mucho nuestras vidas, pero no afecta por el momento demasiado al PIB. En términos de ingresos y puestos de trabajo, Internet no ha añadido tanto valor como la mayoría de la gente piensa. Las “tecnológicas” estadounidenses más novedosas (Facebook, Google, Apple, etc.) no llegan a emplear ni a 50.000 personas, Facebook sirve a 500 millones clientes con una plantilla de 2.000. Compárese con el Detroit de las Big Three y sus millones de empleados.




Pero Cowen no es el único que ha lanzado la voz de alarma en relación a la posible ralentización de la evolución tecnológica en nuestra sociedad.

Bastantes intelectuales y tecnólogos alertan sobre esta situación argumentando que si miramos hacia el pasado y nos fijamos en la primera mitad del siglo XX veremos que fue una época extraordinariamente fructífera para la evolución científica y tecnológica, por ejemplo, sin ánimo de ser exhaustivo podemos citar la Teoría de la Relatividad, la mecánica cuántica, la fisión y fusión nuclear, las observaciones sobre la estructura del Cosmos, la penicilina, la insulina, el ADN, los neurotransmisores, la estructura de los cromosomas, etc... decenas de inventos y hallazgos. Si se compara con lo desarrollado a partir de los años 70's del siglo XX observamos una ralentización importante en la amplitud de los desarrollos científicos "de ruptura", la mayoría son solo de mejoras respecto a inventos anteriores. Las mejoras más grandes imaginables en las condiciones de vida humanas, como el tener un cuarto de baño en casa o el poder dar a un grifo y que salga agua, o no tener que pasar el día limpiando las calles de excremento, son avances que ya se han producido. Se aprecia una utilidad decreciente, cada vez cuesta más que aparezcan nuevas innovaciones que permitan dar ese “salto”, pese a que el esfuerzo investigador es continuo.

La velocidad de adopción de las tecnologías se está acelerando con el paso del tiempo (vía Asymco)



Por poner un ejemplo, Ben Goldacre en su libro Bad Science comenta que “La edad de oro de la medicina se ha frenado en seco... y el número de nuevos fármacos, o ‘nuevas entidades moleculares’, que se registran ha bajado desde cincuenta por año en la década de los 90 hasta aproximadamente veinte en la actualidad”.

Según Peter Thiel y Max Levchin, dos de los co-fundadores de PayPal, la innovación se encuentra en una situación crítica y se hacen necesarias empresas y corporaciones que impulsen un verdadero progreso, no sólo que fomenten el cambio frenético de una moda a otra.


"Me prometisteis colonias en Marte. En vez de eso, tengo Facebook"– Buzz Aldrin, astronauta

Según ellos los discursos famosos que una vez inspiraron a una generación sobre la exploración de la luna y el espacio hoy suenan a utopías del pasado. Nuestras expectativas han bajado ostensiblemente, hoy en día el programa espacial está en las últimas y nadie habla de aviones espaciales y vacaciones lunares y coches voladores como sí ocurría décadas atrás. A medida que avanza la tecnología, deberíamos estar moviéndonos más rápidamente, pero no es así, el Concorde está jubilado, y con su último vuelo en 2003, la velocidad máxima a la que la gente puede viajar ha dejado de mejorar.

Aunque la industria de las nuevas tecnologías está progresando de forma formidable, eso no siempre significa que lo hagan en áreas verdaderamente importantes y que impliquen un verdadero progreso para la sociedad, los procesadores de los ordenadores del Apollo eran menos sofisticados que los de un smartphone de hoy en día,  la paradoja es que hoy frecuentemente se usa todo ese potencial para jugar a Angry Birds.



Quizás acostumbrados al ruido mediático de cada nuevo smartphone estos planteamientos nos sorprendan, pero la realidad es que la aportación real a la evolución científico y tecnológica de ese tipo de dispositivos es bastante limitada, dados los enormes desafíos a escala mundial a que nos enfrentamos (agotamiento de los recursos, déficit energético, destrucción medio-ambiental, cambio climático, etc).

Tasa de innovación tecnológica

Siguiendo con más partidarios de la tésis del estancamiento tecnológico también hay que citar al físico Jonathan Huebner, según él la tasa de innovación tecnológica alcanzó su punto máximo hace un siglo y ha estado disminuyendo desde entonces.

El cambio tecnológico comenzó a estancarse después de la década de 1960. Las innovaciones  posteriores  según su opinión han sido sobre todo refinamientos de las tecnologías ya descubiertas, con mejoras incrementales cada vez más pequeñas con el tiempo (incluso Internet está construido a partir de la tecnología descubierta en los años 1950 y 1960). Huebner propone el enfoque de la innovación per cápita en el tiempo. Es decir, el número de importante desarrollos tecnológicos al año dividido por la población mundial. La siguiente imagen muestra la tasa de innovación desde el final de la Edad Media hasta la actualidad.


El número de desarrollos tecnológicos por año proviene de una lista de 8583 eventos importantes en la historia de la ciencia y la tecnología compilados por Bunch y Hellemans. Vemos que la tasa de innovación alcanzó su punto máximo en el siglo XIX y luego disminuyó a lo largo del siglo XX, incluso con mayores niveles de educación, los grandes adelantos de la ciencia y la invención de los ordenadores. Esto significa que era más difícil para la persona promedio desarrollar una nueva tecnología en el siglo XX que en XIX. La figura también indica una tendencia general a la disminución de las tasas de innovación en tiempos de guerra y mayores tasas de innovación en tiempos de paz. 

Críticas a la teoría del estancamiento tecnológico 

Una crítica que frecuentemente se le hace a Huebner es que su base de innovaciones seleccionadas es totalmente subjetiva. Por otra parte, otros estudiosos han elaborado conjuntos alternativos de innovaciones (Ray Kurzweil por ejemplo utiliza una compilación de 14 diferentes pensadores y obras de referencia) y muestran una clara tendencia a la aceleración no a la deceleración. Diversas métricas nos dicen que la tecnología se sigue desarrollando a un ritmo exponencial. La tan citada "Ley de Moore", por ejemplo, que preveía que la velocidad y capacidad de memoria se duplicase cada 18 meses por ahora ha resultado cierta, y no sólo para los semiconductores "la capacidad de unidad de disco, resolución de pantalla, y ancho de banda de la red," y posiblemente algoritmos de software y la programación también. Los avances en la secuenciación del genoma y de la maquinaria a nanoescala evolucionan también a un ritmo similar, al igual que la conectividad a Internet y ancho de banda de las telecomunicaciones.





Quienes defienden la teoría de que la tecnología se sigue desarrollando de forma exponencial en la actualidad también alegan que la innovación actualmente se está haciendo cada vez más en interdependencia con nuestras máquinas, sin dependencia exclusiva de los cerebros humanos. La innovación puede parecer que disminuye cuando su verdadero ritmo se acelera, porque a menudo se escapa de la percepción y las manos del hombre. En la actualidad el progreso lleva implícito un fase previa de procesos informáticos abstractos. Tomemos por ejemplo un coche moderno y pensemos en la cantidad de cálculos y procesamientos que requiere su construcción, desde la automatización de diseño, la cadena de suministro, etc. Todos esos cálculos y fases se han hecho de manera tan gradual y abstracta que ya no se ven o contabilizan como innovaciones. Por ejemplo, ¿cuántas pequeñas innovaciones han sido necesarias para construir un automóvil híbrido gasolina-eléctrico como el Prius de Toyota?. ¿Cuántas de las innovaciones del Prius fueron consecuencia directa de cálculos realizados por los sistemas tecnológicos implicados (programas CAD-CAM, infraestructuras, cadenas de suministro, etc) y cuántos son en cambio atribuibles a los cálculos de las mentes humanas individuales?

Muchos  de estos argumentos son expuestos por Peter Diamandis en una reciente charla TED en la que hace un planteamiento optimista respecto a nuestro futuro, un futuro en el que la capacidad de innovación e inventiva humana sería capaz de crear maneras de resolver los desafíos que se ciernen sobre nosotros.




Hace un tiempo en este mismo blog dediqué un par de entradas a las innovaciones tecnológicas que deberían producirse en el futuro más o menos cercano en campos tan dispares como la nanotecnología, las tecnologías de la información, la ciencia cognitiva, la robótica, la inteligencia artificial, la biotecnología, la salud, la innovación energética o la ciencia de los materiales. La mayoría se prevee que entren en periodo de madurez en un plazo no superior a los 15 años y si esos plazos se cumplen realmente deberíamos poner en perspectiva la idea del estancamiento tecnológico.

         


Conclusiones

Parece seguro decir que el programa espacial marcó un pico de capacidad de la humanidad en el transporte, que no han avanzado de manera tan impresionante en las décadas siguientes a la llegada a la Luna (de hecho desde 1972 ningún ser humano ha pisado la Luna). También estamos persuadidos por los argumentos que apuntan a la reciente falta de desarrollo farmacéutico notable, a pesar de los miles de millones de dólares en investigación invertidos en ella cada año. Combatir el cáncer y determinadas enfermedades se está convirtiendo en una tarea más dura de lo imaginado. Incluso los avances a la hora de descifrar el genoma humano y derivar ese conocimiento en aplicaciones útiles están resultando más lentos y complejos de lo que un día se pensaba.

También nos estamos encontrando con grandes obstáculos a la hora de encontrar alternativas a la dependencia humana de los combustibles fósiles (las soluciones de costo aceptable están siendo muy difíciles de alcanzar). Dado que el cambio climático es un problema real y urgente, y teniendo en cuenta que la causa principal del calentamiento global es el dióxido de carbono que se libera al quemar combustibles fósiles, necesitamos tecnologías de energía renovable o alternativas válidas que puedan competir en precio con el carbón, el gas natural y el petróleo. Por el momento, no existen.



En la otra dirección, tenemos la aparición de las nuevas tecnologías, Internet y todos dispositivos tecnológicos relacionados. En décadas anteriores, todo el conocimiento accesible vía Internet estaba simplemente fuera del alcance de la inmensa mayoría de la humanidad, pero esto se ha revertido dramáticamente en los últimos años. Internet es el mayor invento tecnológico de los últimos cincuenta años, y su implicación en nuestro futuro sólo está empezando a crecer sin que se le vean límites cercanos, posiblemente dentro de varias décadas veamos Internet como un invento de magnitudes similares a la electricidad. Sin ir más lejos hace sólo 15 años yo no habría podido escribir este post, ni manejar las estadísticas, ni acceder a información de diversas fuentes con la facilidad con la que lo he podido hacer. Algo similar podemos decir de los ordenadores que se han vuelto imprescindibles en nuestra vida y rutina diaria y más recientemente los smartphones. El cómo lo valoremos de cara a nuestro bienestar ya es una cuestión de criterios.



Muy posiblemente todas las partes tengan su cuota de razón, y posiblemente haya que discriminar qué áreas sí necesitarían un empuje tecnológico y cuáles en cambio evolucionan a buen ritmo en vez de hacer un diagnóstico general. Una cuestión en definitiva fascinante y sin una respuesta clara y definitiva.