Las personas hostiles, podrían estar pagando un precio en términos de la salud cardiaca, según encuentra un estudio reciente.
Estos tipos de personas presentan un engrosamiento en las paredes de las arterias, relacionado con un aumento de hasta un 40 por ciento en el riesgo de que la arteria se estreche. Y eso podría aumentar su riesgo de enfermedad cardiovascular, ataque cardiaco y accidente cerebrovasculares. El informe aparece en la edición en línea del 16 de agosto de la revista Hypertension.
"Con frecuencia, el público se preocupa sobre el estrés, pero a veces es la forma en que nuestras personalidades interactúan con el estrés lo que puede tener un efecto nocivo sobre la salud", anotó el Dr. Ralph Sacco, presidente de la American Heart Association y catedrático de neurología de la Facultad de medicina Miller de la Universidad de Miami.
"El conocimiento es el primer paso en la modificación de la conducta", añadió. "Si sabemos cosas sobre el estrés y el antagonismo, tal vez ayude a las personas a cambiar su conducta, si saben que se relaciona con el riesgo vascular".
Para el estudio, un equipo de investigadores liderado por Angelina Sutin, becaria postdoctoral del Instituto Nacional del Envejecimiento de los EE. UU., recolectó datos sobre más de 5,600 personas en cuatro pueblos de Cerdeña (Italia).
Los investigadores encontraron que los que tenían puntuaciones altas en rasgos de antagonismo presentaban un mayor engrosamiento de las arterias del cuello (las carótidas), en comparación con la gente más complaciente. El grosor de las paredes de la arteria carótida es un factor de riesgo de ataque cardiaco y accidente cerebrovascular, señalaron los investigadores.
Después de tres años, las personas que puntuaron más alto en antagonismo o bajo en complacencia, sobre todo las que eran manipuladoras o se enfadaban con rapidez, siguieron mostrando engrosamiento de las paredes arteriales. Esos rasgos también predecían un mayor engrosamiento arterial. Las personas que puntuaron en el diez por ciento más bajo de complacencia y tenían los niveles más altos de antagonismo tenían un aumento de 40 por ciento en el riesgo de paredes arteriales gruesas, añaden.
En un comunicado de prensa de la revista, Sutin dijo que "las personas que tienden a ser competitivas y a estar dispuestas a luchar por sus intereses propios tienen paredes arteriales más gruesas, un factor de riesgo de la enfermedad cardiovascular".
"Las personas complacientes tienden a ser confiadas, directas y a mostrar preocupación por los demás, mientras que las que puntúan alto en antagonismo tienden a ser desconfiadas, escépticas y, en el extremo, cínicas, manipuladoras, egocéntricas, arrogantes y a mostrar enojo con rapidez", añadió.
En general, los hombres mostraban un mayor engrosamiento de las paredes arteriales que las mujeres. Pero entre las mujeres que eran antagónicas, el riesgo pronto igualaba al de los hombres. "Mientras que las mujeres con rasgos de complacencia tenían paredes arteriales mucho más delgadas que los hombres con los mismos rasgos, el antagonismo tuvo una asociación mucho más firme con el grosor arterial en las mujeres", aseguró Sutin.
Por lo general, el engrosamiento de las paredes arteriales es señal de edad. Sin embargo, las personas jóvenes con rasgos de antagonismo ya presentaban engrosamiento de la pared arterial, añadió.
Los hallazgos, que concuerdan con investigaciones en regiones más urbanas, podrían aplicar a otras personas por el mundo, ya sea que vivan en pueblos pequeños o áreas cosmopolitas, afirmó Sutin.
Las personas iracundas tienden a ser menos saludables, señaló. "El creciente campo de la psicoinmunología revela las múltiples y potentes vías mediante las cuales nuestro estado emocional influye sobre los niveles de hormonas y neurotransmisores, lo que a su vez influye en el funcionamiento de nuestros sistemas inmunitarios y nerviosos, y quizás todo lo demás", comentó Katz.
El efecto independiente de la ira crónica parecía ser igual de potente que el de otros factores de riesgo claves, como la hipertensión, aunque este estudio era de asociación, y no de causa y efecto, anotó Katz.
"Tenemos muchos motivos para concluir que la ira crónica es mala para nosotros", enfatizó. "Ahora el desafío es, en un mundo con tantas irritaciones y factores estresantes, cómo deshacernos de la ira y la hostilidad crónicas. Parece muy claro que, si enfrentamos este desafío, habrán muchos beneficios para las arterias carótidas de la gente y la sociedad".
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