La I+D y la innovación son los principales motores de la productividad y el crecimiento. En plena era digital, con la tecnología en el centro de casi todos los procesos, la innovación resulta clave para que un país resulte competitivo. Inmersos en la que va camino de ser una de las más largas y profundas crisis económicas de la historia contemporánea, promover la investigación y la innovación, en ciencia y en tecnología, se convierte en algo irrenunciable.
Las ciencias se han convertido en nuestra herramienta más poderosa de adquisición de conocimiento, aportando lo más parecido a la verdad que nuestra especie puede alcanzar. El estancamiento o retroceso científico es la manera más eficaz de seguir atascados en el pasado y de irnos al abismo en términos económicos. En el mercado global hay que competir con otras propuestas, con productos de muy alto valor añadido. Esto solo puede salir del avance científico y tecnológico.
Los grandes avances científico-técnicos siempre se han traducido en una mayor creación de riqueza para todos, al representar el instrumento más eficaz para mejorar la productividad y mejorar los servicios a las empresas. Los avances tecnológicos surgen de la innovación, es decir, el proceso de inventar nuevos productos, mejorar los productos existentes, y reducir el costo de producción de bienes y servicios existentes. Investigación y desarrollo (I+D) es el término aplicado a los esfuerzos de los científicos, ingenieros y empresarios en desarrollar nuevos conocimientos y mejores formas de hacer las cosas. Los estudios sugieren que el gasto en I+D tiene una influencia positiva en la productividad, con un tasa de retorno que supera a las inversiones convencionales. La relación existente entre inversión en I+D, producción científica, nivel educativo y riqueza resulta evidente.
Relación entre PIB per cápita, nivel educativo, inversión en I+D y productividad científica
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Hay países desarrollados con grandes científicos desde el siglo XVII, es el caso de Alemania, Francia o el Reino Unido, son precisamente los países que provocaron que occidente despegase a nivel científico y económico del resto del mundo. Posteriormente a lo largo del siglo XX países con menor tradición científica en siglos anteriores apostaron fuertemente por la ciencia y la educación, son los casos de Estados Unidos, Japón, Suiza, prácticamente todos los países escandinavos y, recientemente, China o Corea del Sur. Curiosamente todos ellos son los países referentes en materia económica del planeta y con mayor potencial de crecimiento.
La mejor muestra la tenemos en el siguiente gráfico que se encarga de clasificar a los países europeos en función de su perfil innovador, esta agrupación refleja con enorme exactitud -a excepción de Noruega (siempre beneficiada por su potencial petrolífero)- la salud económica del continente europeo, así como los países con los modelos productivos y económicos más avanzados y modernos.
Agrupación de países en función de su perfil y potencial innovador
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¿Qué países invierten más en ciencia?
Si clasificamos a nivel global a los países según el esfuerzo presupuestario dedicado a la inversión en I+D podemos observar como Israel es el país líder en inversión relativa en investigación y desarrollo (I+D) con un 4,3% de su producto interior bruto, más del doble que el promedio de los países de la OCDE. Le siguen Suecia, Finlandia, Japón, Corea del Sur, Dinamarca, Suiza y Alemania.
La posición de Israel puede ser una sorpresa para algunos. Pero no es una casualidad, Israel lleva tiempo desarrollando una estrategia de desarrollo económico basado en el lanzamiento de empresas innovadoras. Israel tiene actualmente casi 4.000 empresas startup, una cantidad que supera a la de que cualquier otro país, con excepción de Estados Unidos. Además tiene la mayor concentración de ingenieros en el mundo, 135 por cada 10.000 personas.
Lista de países según el esfuerzo presupuestario dedicado a I+D
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También sería interesante saber si los países ricos gastan más en ciencia en relación a sus posibilidades que los menos ricos o pobres. Si relacionamos la inversión en I+D y la riqueza de un país obtenemos una gráfica de este estilo
Fuente: ensilicio |
Nadie se sorprende de que los ricos gasten más, pero la gráfica muestra otra cosa: los países más ricos dedican un porcentaje mayor de su riqueza a la ciencia. La causalidad, de existir, podría darse en dos sentidos: o «la ciencia enriquece a los países» o «los países ricos invierten en ciencia». La realidad nos dice que los países ricos invierten en ciencia porque saben que ése es el camino para crecer. Los países son ricos porque precisamente impulsan la innovación a través de mayor inversión en I+D. Dicho de otra manera, los países son ricos porque deciden apostar por una economía basada en el conocimiento y la tecnología. Lo que favorece la innovación en las empresas y conduce a la diversificación, aumentos de la eficiencia, disminución de costos, atracción de fuentes alternas de inversión, creación de empresas derivadas (spin-off) y el acceso a nuevos mercados.
Si nos fijamos en qué países hacen un esfuerzo superior a lo normal dado su producto interior bruto per cápita tendremos entre los "ricos" a Japón, Suecia, Finlandia, EEUU o Alemania. Por otra parte entre los países menos ricos estarían República Checa, Estonia, Eslovenia, Hungría y Turquia. Estos son los países con una apuesta estratégica en ciencia e I+D. Los «ricos» son líderes en investigación, los «pobres» son países que parecen haber apostado por la innovación tecnológica como vía de convergencia a la Unión Europea.
Una apuesta decidida por el I+D provoca una mayor productividad científica y tecnológica y por tanto un mayor número de productos de alto valor añadido susceptibles de ser patentados. Si observamos la gráfica relativa a las patentes de alta tecnología por países podemos ver una constante bastante clara, el impacto de la crisis es inversamente proporcional al grado de desarrollo tecnológico de un país. Los países cuyo modelo económico está más ligado al I+D+i se muestran más resistentes a la hora de sufrir los estragos de una crisis económica. De este modo no debe sorprendernos la presencia casi nula de Grecia y Portugal y la aportación poco representativa de países como Italia o España. La conclusión es clara: es imprescindible trabajar en la construcción de un tejido empresarial basado en servicios innovadores y competitivos.
Patentes de alta tecnología por países
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Hay países que apostaron claramente por esa vía décadas atrás, posiblemente el ejemplo de más peso sea el de Corea del Sur. Por poner un ejemplo de contraste, hace cuatro décadas atrás, la inversión de Costa Rica y Corea del Sur en actividades de investigación científica y desarrollo tecnológico no superaban el 0,5% del PIB. Actualmente, Costa Rica sigue manteniéndose alrededor de ese porcentaje mientras que el país asiático evolucionó alcanzando niveles superiores al 3%. Los resultados de haber tomado uno u otro camino son contundentes: Corea del Sur en la actualidad prácticamente triplica el PIB per cápita de Costa Rica, y se ha posicionado en una posición de referencia mundial en el ámbito tecnológico y científico siendo la cuna de empresas como Samsung o LG.
Sin salir de nuestras fronteras también vemos otro ejemplo bastante claro teniendo en cuenta la diferencia entre el peso de una Comunidad Autónoma y el gasto en I+D empresarial y la población. Madrid, Cataluña, País Vasco y Navarra, donde residen el 37% de los españoles, acaparan el 70% del gasto empresarial en innovación tecnológica.
Diferencia entre el peso de la CCAA en el gasto en I+D empresarial y la población (vía Sintetia) |
Si tomamos como ejemplos de contraste al País Vasco y Andalucía podemos ver como las empresas del País Vasco, con 4 veces menos población, invierten en términos absolutos, más que todas las empresas localizadas en Andalucía. La apuesta decidida por la inversión en I+D tiene mucho que ver en el hecho de que el País Vasco sea junto a Navarra la región española que mejor están sorteando la crisis económica con cifras de desempleo más cercanas a la media europea que a la española.
Todos estos datos, nos arrojan una clara conclusión: la ciencia es demasiado importante para el desarrollo cultural y el bienestar de la Humanidad. Por eso mismo debería ser una cuestión de Estado, con independencia del mandato político en curso. Es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. La ciencia mejora el nivel cultural y el bienestar humano a largo plazo, y los políticos no piensan a largo plazo. Cuando los políticos deciden que hay que ajustar el presupuesto cortan la ciencia porque no les aporta nada a corto plazo. Pero es una visión miope. Tomemos un ejemplo sencillo, la enfermedad del Alzheimer: ¿qué sentido tiene recortar los pocos millones que se invierten en desarrollar una cura cuando el coste de no tenerla es de miles y miles de millones?
Inversión en I+D realizada por la empresa privada en Europa (% PIB)
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Todos estos datos, nos arrojan una clara conclusión: la ciencia es demasiado importante para el desarrollo cultural y el bienestar de la Humanidad. Por eso mismo debería ser una cuestión de Estado, con independencia del mandato político en curso. Es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. La ciencia mejora el nivel cultural y el bienestar humano a largo plazo, y los políticos no piensan a largo plazo. Cuando los políticos deciden que hay que ajustar el presupuesto cortan la ciencia porque no les aporta nada a corto plazo. Pero es una visión miope. Tomemos un ejemplo sencillo, la enfermedad del Alzheimer: ¿qué sentido tiene recortar los pocos millones que se invierten en desarrollar una cura cuando el coste de no tenerla es de miles y miles de millones?
¿Cuál es la situación en España?
Desde hace ya bastantes años, las autoridades científicas españolas (sin importar el ministerio al que hayan pertenecido) han realizado una política de favorecer la I+D+i en empresas y deberíamos haber visto resultados. ¿Los hemos visto? La sensación no es positiva. La mayoría de la investigación española se sigue haciendo en el sector público. No hay un mercado laboral para doctores y tecnólogos en el sector privado. Los organismos públicos de investigación (especialmente el CSIC) siguen siendo las principales entidades en generación de patentes; lo que, siendo mérito de estos organismos, más bien es un demérito de las empresas españolas. Pocas patentes son transferidas al sector productivo, porque las empresas y empresarios españoles no invierten en ciencia.
El sistema español está razonablemente bien en producción científica, en publicaciones, pero en otros aspectos causa sonrojo. Es el caso de las patentes, en que países como Israel, Suiza o Dinamarca multiplican por diez o incluso por veinte las patentes españolas (observar que se trata de países que invierten más del 3% de su PIB en inversiones a la investigación). España es la novena productora de artículos científicos, pero nuestra posición en impacto es muy pobre, ocupamos el trigesimocuarto puesto. Y esa es una medida de la calidad de la ciencia. Pero aún hay otro dato que es peor. España no transfiere conocimiento al sector productivo. Este es un mal endémico de la sociedad española y no es tanto culpa de los científicos y tecnólogos españoles como del poco riesgo asumido por los inversores españoles. Esta situación tiene otra consecuencia, la inmensa mayoría de los científicos españoles trabajan en el sector público porque no hay sector privado que los acoja. El caso es que está bastante demostrado que la relación positiva entre la I+D y el crecimiento se ve impulsada principalmente por la empresa privada. Hay una fuerte correlación entre la inversión privada en I+D y el crecimiento económico.
Inversión en I+D a nivel público y privado
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Lamentablemente casi toda la I+D española se realiza a cargo de fondos públicos, principalmente en Universidades y Centros de Investigación. La investigación privada es prácticamente testimonial, incluso en empresas tecnológicas punteras, con muy pocas excepciones. El dinero público financia casi la mitad de la investigación en España (45%). En los países con mayor grado de innovación, las empresas privadas financian más del 65% de la investigación.
Gráfico comparativo del peso del sector privado y el público en la inversión en I+D
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Visión de la ciencia en España y recortes presupuestarios
Pero si como hemos visto la situación actual de la ciencia en España es muy mejorable, más preocupante puede ser su futuro. A los recortes de los dos últimos años en el sistema de I+D+i se une el reciente tijeretazo de 600 millones de euros, que afecta directamente a las subvenciones y créditos destinados a investigación y desarrollo. Es una reducción de un 7%, que se une a la reducción similar en los dos últimos años. Esto se traduce en que volvemos a un nivel de financiación similar a la del 2005. Hemos retrocedido siete años en la financiación de la ciencia. Centros como el Ciemat, el CSIC o el CIPF se encuentran funcionando bajo mínimos, algo que incluso ha alertado por ejemplo a la prestigiosa publicación Nature, que recuerda en un editorial dedicado a España, Italia y Grecia, que "un país que no invierte en ciencia se enfrenta a un futuro sombrío". La inversión en I+D+i del próximo año corresponde al 1,3% de nuestro PIB, casi la mitad de la media europea (2%). A la evidente fuga de cerebros hay que sumar la pérdida en capacidad de innovación que todo esto provoca.
Con frecuencia escuchamos en periodo electoral promesas en relación a la investigación, la innovación o tecnología. Se habla de cambio de modelo de producción para abandonar el de sol y ladrillo. Pero a la hora de ponerse manos a la obra todos esos eslóganes se olvidan; es poco rentable, electoralmente hablando, afrontar un cambio de modelo de producción puesto que conlleva años —cuando no décadas— de trabajo. De ahí la importancia de la elaboración de un pacto de estado responsable entre todas las fuerzas políticas, que apueste por un sistema en el que se proteja y mime la I+D+i.
Lo último en lo que se debe recortar cuando se atraviesa una etapa de crisis económica es en actividades que supuestamente van a darte un futuro cuando fructifiquen. En Japón, por ejemplo, pese a llevar cerca de dos décadas en crisis económica nunca han recortado el presupuesto en la investigación para el desarrollo tecnológico. La idea es que, al final, el poder salir de una crisis pasa por mejorar las perspectivas económicas, y éstas se mejoran desarrollando tecnología que, a la postre, deriva en un incremento de exportaciones que mejoran la competitividad del país. Si las empresas no crean productos buenos y vendibles en el mercado mundial, es imposible salir de la crisis. Sin salir de Europa tenemos otro ejemplo, Alemania, que en su último gran recorte presupuestario metió la tijera en todo menos en dos ámbitos: la educación y la investigación.
Querer salir de una crisis recortando la inversión científica es como querer salvar un barco que se hunde desmontando la quilla para tapar el agujero con las planchas. Es garantía de pobreza y dependencia.
Pero por desgracia el desprecio a la ciencia no es únicamente patrimonio de la clase política, en realidad no viene a ser más que una proyección del poco aprecio que se le da a las carreras científicas y tecnológicas en nuestro país. Vivimos en un país de gran incultura científica, donde al investigador y al ingeniero no se les ve como los motores del desarrollo, y donde el ciudadano promedio no es verdaderamente consciente de la importancia de progreso científico. Hace más de cien años Miguel de Unamuno, acuñó su célebre frase de “que inventen ellos”, siempre citada al hablar de la ciencia española a lo largo de todo el siglo XX, ¿han cambiado realmente las cosas?
España ha sido un país en el que desde siempre ha habido más apoyo a las artes que a las ciencias. Sin embargo, siempre ha habido científicos extraordinarios que han salido como de la nada, y que han tenido una influencia destacada. Por ejemplo, en el campo de la medicina, Santiago Ramón y Cajal, que se puede considerar como el padre de la neurociencia. Con el boom económico anterior a esta crisis hubo un florecimiento con inversiones e iniciativas que parecían romper el molde que encasillaba la ciencia española, pero la crisis se ha encargado de bloquear ese tímido avance.
El dinero que se invierte en ciencia a nivel total es ridículo, pero la influencia que puede tener sobre el desarrollo cultural y económico del país en el futuro puede ser incalculable. Lo que se requiere para no perder generaciones de científicos es tan ridículamente poco que habría que exigir esa visión de futuro.
Fuga de cerebros
Ante este escenario de falta de perspectivas de futuro se está empezando a intensificar una inevitable fuga de talentos científicos españoles a otros países con mayor sensibilidad con la investigación, lo que contribuye indudablemente a empobrecer el país.
Se llama "fuga de cerebros" porque el saldo es negativo. De Suiza o de Holanda sale más gente pero también llega más. pic.twitter.com/8gIWjqAzxZ
— Jorge Galindo (@JorgeGalindo) agosto 7, 2014
Y es que pese a que durante años España ha sido un imán de inmigrantes, la crisis económica y el desempleo están causando que cada vez más españoles hagan las maletas para buscar empleo fuera. De hecho por primera vez en los tiempos recientes, la emigración supera a la inmigración. Reino Unido, Francia, Estados Unidos y Alemania son los destinos preferidos. Más de 300.000 españoles han dejado España desde 2008 ante la falta de horizonte laboral, y lo más dramático es que en su mayoría se trata de jóvenes altamente cualificados, situándose la edad con mayores salidas entre los 32 y los 36 años. Previamente a la crisis los puestos de trabajo que más cubrían los españoles en el extranjero estaban relacionados con la investigación, la medicina y la biología. En la actualidad, esta lista se ha ampliado considerablemente e incluye a los perfiles de ingenieros, arquitectos e informáticos, que han perdido su empleo, llevan tiempo sin encontrar una nueva ocupación o consideran que su trabajo será más valorado fuera de España
Estas cifras esconden un drama personal, pero también un grave freno a nuestro desarrollo futuro, en el sentido de que nuestros jóvenes, sobre todo los mejor formados, se están viendo obligados a marcharse al extranjero, con lo cual nos estamos descapitalizando de talento de cara al futuro. Una generación de jóvenes bien educada que no puede ser absorbida por nuestro tejido productivo y que se van a contribuir a mejorar la riqueza de los países que los acogen. Una peligrosa huida de conocimiento que obstaculizará nuestro desarrollo hacia una economía de valor añadido. Una pérdida de capital humano irreparable ya que está plenamente demostrado que si un país quiere seguir una senda del crecimiento y la estabilidad económica el camino es apostar por los profesionales de alta cualificación.
¿Está a tiempo España de no perder el tren tecnológico?
España tiene factores a favor para creer en ello, principalmente su capital humano, pese a que el nivel educativo medio de España y las cifras del fracaso escolar son muy altas, hay otro fragmento de la población joven extremadamente bien formada. En ese sentido España es un país bipolar con un grupo muy mal formado y otro grupo de excelente formación (hay más universitarios por ejemplo que en Alemania), es decir, la población potencial con la formación adecuada para desarrollar una economía en la que prime la ciencia, la investigación y en definitiva el I+D, existe. No todos los países del mundo tienen esa base. Los científicos e ingenieros españoles son muy valorados fuera de nuestras fronteras y todos los años las universidades del país forman miles de jóvenes perfectamente preparados para trabajos de alto valor. Si miramos las cifras de producción científica España es la novena potencia mundial, un puesto muy respetable y razonable dada su población. No se parte de cero, el problema es que ese potencial y esa ciencia no se traslada a la realidad económica del país.
Para ello es necesario desarrollar una política que centre como un objetivo básico el desarrollo de la ciencia mediante canales de financiación y políticas adecuadas, de ahí la importancia de que la ciencia y la investigación sean consideradas cuestiones de Estado muy por encima de decisiones políticas coyunturales. No se trata de una opción, más bien debería ser una prioridad estratégica no sujeta a vaivenes políticos o ajustes presupuestarios (algo que países punteros como Japón o Alemania llevan haciendo desde hace décadas). Ejemplos como el de Corea del Sur, capaces en sólo una generación de pasar de ser un cero a la izquierda en materia científica a líderes mundiales deberían servir de ejemplo
Nuestro futuro depende básicamente de dos cosas, la educación y la ciencia. Para ver sus frutos son necesarios muchos años; pero si no ponemos manos a la obra cuanto antes, el retraso con los países más avanzados será cada vez mayor. Hace siglos España perdió el tren de la Revolución Industrial, ¿sucederá lo mismo en esta ocasión?
¿Está a tiempo España de no perder el tren tecnológico?
España tiene factores a favor para creer en ello, principalmente su capital humano, pese a que el nivel educativo medio de España y las cifras del fracaso escolar son muy altas, hay otro fragmento de la población joven extremadamente bien formada. En ese sentido España es un país bipolar con un grupo muy mal formado y otro grupo de excelente formación (hay más universitarios por ejemplo que en Alemania), es decir, la población potencial con la formación adecuada para desarrollar una economía en la que prime la ciencia, la investigación y en definitiva el I+D, existe. No todos los países del mundo tienen esa base. Los científicos e ingenieros españoles son muy valorados fuera de nuestras fronteras y todos los años las universidades del país forman miles de jóvenes perfectamente preparados para trabajos de alto valor. Si miramos las cifras de producción científica España es la novena potencia mundial, un puesto muy respetable y razonable dada su población. No se parte de cero, el problema es que ese potencial y esa ciencia no se traslada a la realidad económica del país.
Para ello es necesario desarrollar una política que centre como un objetivo básico el desarrollo de la ciencia mediante canales de financiación y políticas adecuadas, de ahí la importancia de que la ciencia y la investigación sean consideradas cuestiones de Estado muy por encima de decisiones políticas coyunturales. No se trata de una opción, más bien debería ser una prioridad estratégica no sujeta a vaivenes políticos o ajustes presupuestarios (algo que países punteros como Japón o Alemania llevan haciendo desde hace décadas). Ejemplos como el de Corea del Sur, capaces en sólo una generación de pasar de ser un cero a la izquierda en materia científica a líderes mundiales deberían servir de ejemplo
Nuestro futuro depende básicamente de dos cosas, la educación y la ciencia. Para ver sus frutos son necesarios muchos años; pero si no ponemos manos a la obra cuanto antes, el retraso con los países más avanzados será cada vez mayor. Hace siglos España perdió el tren de la Revolución Industrial, ¿sucederá lo mismo en esta ocasión?
Fuentes: ec.europa.eu , cbo.gov, unesco, ateneonaider, jotdown, martinprosperity, madrimasd, ensilicio, robertocolom, expansion, neofronteras