El auge de la automatización y la tecnología nos ha llevado a un punto de inflexión único. En el futuro, los que prosperarán serán aquellos que hayan sabido adaptarse al nuevo entorno. ¿Habrá en el futuro suficiente empleo para reubicar y reciclar a las personas que serán desplazadas por la automatización?. ¿Sería posible establecer un sistema de reparto de la riqueza que sustituya al trabajo?
La digitalización y la robotización de millones de trabajos emerge como una tendencia inevitable. Y este proceso ya se ha cobrado múltiples “víctimas”, es decir, aquellas instituciones, sistemas y organismos que no son capaces de adecuarse a las pautas del nuevo escenario. Y entre estas “víctimas” podemos considerar la pérdida de muchos negocios y empleos que han dejado de ser útiles o necesarios.
Las empresas son cada vez más grandes (en términos de capitalización de mercado), más globales y potentes, sin embargo, son cada vez más pequeñas en términos del número de personas que emplean debido al incremento de la eficiencia. En los viejos tiempos, cada producto, lo realizaban muchas personas de muchas maneras diferentes en muchos lugares diferentes del planeta. Era un proceso ineficiente, pero daba empleo a mucha gente. Ahora, por ejemplo una misma silla de Ikea se puede vender en todo el mundo y no necesitamos tanta gente para su diseño y fabricación.
Prácticamente todas las industrias y sectores productivos han aumentado su eficiencia: ya no hace falta tanta gente como hace décadas para desempeñar el mismo tipo de trabajos. Y para completar el cuadro, hasta hace pocas décadas gran parte de las mujeres no trabajaban (y ese cambio debemos considerarlo como un gran logro social), y muchas manufacturas se hacían en el país, con mano de obra propia, y no deslocalizando empresas como en la actualidad.
El resultado es que cada vez hay menos trabajo disponible y los aspirantes a trabajar cada vez son más. Ante esta situación y dado que el efecto de la tecnología parece inevitable, deberíamos prepararnos para poder dar una solución a este problema, que pronto se nos presentará en toda su magnitud.
Si nos remontamos a épocas pasadas este proceso de cambio no es nuevo, de forma continuada desde el inicio de la Revolución Industrial, la industrialización y las máquinas fueron poco a poco sustituyendo la fuerza muscular de los humanos y de los caballos. La Era Industrial en gran medida consistió en hacer que los trabajos fueran lo menos importantes y especializados que fuera posible. El objetivo de tecnologías como la línea de producción no era tanto hacer la producción más rápida como hacerla más barata, y a los trabajadores más sustituibles. Ahora que estamos en la era digital, en parte estamos utilizando la tecnología de la misma manera: para aumentar la eficiencia, reemplazar a más gente que pasa a ser prescindible, e incrementar los beneficios.
Muchos trabajos ya han sucumbido y otros sectores pronto empezarán a notar su efecto, el imparable incremento de la potencia de cálculo de los ordenadores, la evolución de la inteligencia artificial y el papel preponderante de internet en el día a día nos dibuja una perspectiva en la que muchos sectores profesionales no tendrán más remedio que adaptarse si quieren sobrevivir al proceso.
Algunos ejemplos del impacto de la automatización
Actualmente la explosión de la fotografía digital, los smartphones y un pequeño grupo de personas en Instagram o Flickr, son capaces de hacer caer a un gigante como Kodak y dejar a sus miles de empleados sin trabajo. La caída del rey de la fotografía analógica es un emblema del fin de una época. Pese a que en los últimos tiempos Kodak trató de adaptarse a la fotografía digital la gente hizo el cambio antes de darles tiempo a modificar sus modelos de negocio. Kodak siempre vendió cámaras, pero su verdadero negocio estaba en el revelado de las películas. Durante las décadas de dominio del mercado por parte de Kodak, la empresa construyó una vasta infraestructura especializada de maquinaria, equipos y técnicas de fabricación, distribución de película y papel fotográfico. Todo eso ha dejado de ser relevante en 2012 y su bancarrota ha sido cuestión de tiempo.
Evolución de la venta de películas y cámaras en los últimos años |
No es el único caso hay, muchos más. Un caso interesante es el de las oficinas de correo, que año con año, desde hace una década, han visto cómo el número de usuarios que recurren a sus servicios va desplomándose. En el caso de la oficina estadounidense de correos, el U.S. Postal, ha perdido tantos usuarios que incluso valora la posibilidad de cerrar a corto plazo, lo cual dejaría sin empleo a casi un millón de personas. El verdadero responsable es el email. La gente envía un 22% menos correo de lo que hacía hace cuatro años, eligiendo pagar mediante factura electrónica y prefiriendo otros medios de comunicación en Internet antes que sobres y sellos.
El periodismo es otro sector en peligro. Está en un proceso de crisis mundial sin precedentes y debe reinventarse a todos los niveles, y no se debe a la crisis económica, se debe a internet y a la democratización del acceso a la información que han cambiado por completo el panorama de su profesión. Los periódicos están sobreviviendo a duras penas. En los viejos tiempos, para cada evento de prensa, había cientos de periodistas que escribían sobre la misma historia de sus periódicos locales. El periódico físico era casi el único medio por el que la gente se enteraba de lo que sucedía en el mundo.
Actualmente los modelos de negocio que funcionan en el periodismo son los de la era predigital. Y hoy ya vivimos en la era digital en la que el acceso a la información es instantáneo y no implica costo, no hay ninguna razón por la cual cientos de periódicos deban escribir y publicar sus propias versiones de la misma historia. Antes la prensa tenía el valor del acceso a la información en exclusiva, algo de lo que el ciudadano normal carecía, hoy si algo sobra es información (webs, blogs, twitter...). El periodismo siempre será necesario pero necesita adaptarse a los nuevos tiempos si quiere seguir manteniendo el mismo volumen de empleo.
Actualmente los modelos de negocio que funcionan en el periodismo son los de la era predigital. Y hoy ya vivimos en la era digital en la que el acceso a la información es instantáneo y no implica costo, no hay ninguna razón por la cual cientos de periódicos deban escribir y publicar sus propias versiones de la misma historia. Antes la prensa tenía el valor del acceso a la información en exclusiva, algo de lo que el ciudadano normal carecía, hoy si algo sobra es información (webs, blogs, twitter...). El periodismo siempre será necesario pero necesita adaptarse a los nuevos tiempos si quiere seguir manteniendo el mismo volumen de empleo.
La aplicación de la informática, la automatización y la tecnología en nuestro día a día acaba de comenzar realmente, vamos hacia un futuro en el que haremos los pedidos por Internet y donde la única intervención humana será la nuestra. Un futuro en el que habrá cintas transportadoras para la comida en vez de camareros, donde las cajeras de los grandes supermercados sean sustituidas por sistemas de scaneado, donde las oficinas virtuales, los bancos on-line sean la alternativa al cierre masivo de sucursales bancarias, las máquinas expendedoras de comida y bebida, incluso sistemas expertos que actúen como abogados en base a un conocimiento previo convenientemente procesado. Quizás muchas de estas cosas nos parezcan lejanas pero son planteamientos que ya se están produciendo y pronto se empezarán a aplicar, una muestra:
Una firma japonesa sustituirá a todos sus agricultores por robots https://t.co/gLQIsKf4QN pic.twitter.com/eI3c2JvIF7
— Menéame noticias (@meneame_net) febrero 1, 2016
Incluso el modelo chino de desarrollo basado en mano de obra con sueldos irrisorios, condiciones laborales esclavistas, ausencia completa de protección medioambiental o de seguridad, se está viendo afectado por el auge de la automatización, pues los robots no se suicidan, ni pasan penurias, fatigas o conflictos, no tienen hijos que mantener y cuando ya no sirven se tiran a la basura (desgraciadamente en ese sentido, sí hay más similitudes...). Una muestra: el mayor fabricante mundial de componentes electrónicos, el taiwanes Foxconn, que tiene empleados del orden de 1 millón de trabajadores en China, va a instalar del orden de 1 millón de robots en los próximos 3 años para reducir su mano de obra en China
Este robot albañil coloca ladrillos tres veces más rápido que sus compañeros humanos. http://t.co/S5j1M2ZMZz pic.twitter.com/q0GOTJEIth
— Enrique Coperías (@TapasDeCiencia) septiembre 4, 2015
El ludismo y la falacia de los luditas
En este contexto han empezado a surgir, principalmente entre los sectores profesionales afectados, grupos neoluditas que consideran la tecnología será la culpable del deterioro de las condiciones laborales y sociales. Este movimiento es la versión "evolucionada" del ludismo, un movimiento obrero que adquirió auge en la Inglaterra del siglo XIX a partir del odio hacia las máquinas y el llamado desempleo tecnológico. Sus seguidores se llamaban ludistas o luditas (luddites en inglés), nombre que tomaron del líder del movimiento, Ned Ludd, que fue el primero en romper un telar como protesta. El ludismo representaba las protestas de los obreros contra las industrias por los despidos y los bajos salarios ocasionados por la introducción de las máquinas.
La economía ortodoxa siempre ha rechazado este hecho utilizando la llamada falacia de los luditas, que afirma que incluso si un sector concreto pierde trabajadores por culpa de la automatización esa pérdida quedará compensada por la creación de otra industria, la que se encargue de la fabricación de esas máquinas y la encargada de su reparación (u otras industrias que produzcan otro tipo de bienes diferentes) que absorberán los trabajadores perdidos en un sector concreto. Y aunque pasar de un sector a otro requiere un reciclaje laboral, no necesariamente sencillo y no es siempre cierto que el sector de fabricación y el de reparación pueda compensar los despidos, la verdad es que durante el siglo XIX y el siglo XX la progresiva automatización del trabajo no ha repercutido negativamente en la empleabilidad de la población, la productividad ha ido en incremento y ha existido suficiente trabajo a grandes rasgos para ocupar a toda la población activa. Pero... ¿sucederá lo mismo en el siglo XXI?
Reestructuración y reciclaje del trabajo
Hay quien argumenta que no, que ese punto de inflexión ya ha llegado. Nos gusta creer que la respuesta apropiada es entrenar y educar a los humanos para que realicen un trabajo más especializado. En lugar de recoger los pagos del peaje, el trabajador entrenado arreglará y programará los robots que recogen los peajes. Pero la realidad es que la tecnología sustituye a mucha más gente de la que se necesita para programarla y diseñarla. En 1900, los trabajadores agrícolas pudieron entonces emigrar de los campos a las fábricas e incluso ganar salarios más altos en el proceso. Hoy esa evolución no está tan clara y de existir alguna esperanza esa debe depositarse en los empleos científicos y tecnológicos, la innovación, en aprender nuevas habilidades acordes a los tiempos y necesariamente en la mejora de la educación.
Brillante presentación de Sir Ken Robinson acerca de la necesidad de cambiar los paradigmas educativos
Por ello cada vez se hace más imprescindible aumentar la educación de la población y mover la fuerza de trabajo hacia áreas de mayor valor, y ese mayor valor sólo se adquiere con más formación académica y con empresas y empleos innovadores que sepan adaptarse al siglo XXI. Seguirá habiendo trabajo, pero los empleos van a ser distintos a medio y largo plazo. Antes se necesitaban obreros para trabajos físicos y con una formación básica era más que suficiente. Ahora, cada vez más, se necesita gente con ciertos conocimientos técnicos. El ejemplo de las bajas tasas de paro actuales en los países que más han apostado por la tecnología y la educación, incluso en un escenario de crisis global debería hacernos reflexionar sobre el camino que hay que seguir de cara al futuro.
Las tecnologías de la información y la comunicación (las TIC) están llamadas a constituir un punto de inflexión, como en su día fue la electricidad, al tener la capacidad de cambiar radicalmente los modelos de negocio y aumentar la productividad en muchos sectores diferentes. Los avances que parecían imposibles hace unos años, como los coches totalmente autónomos o la traducción automática de alta calidad, son ahora realidades, o pronto lo serán. Y hay buenas razones para pensar que las TIC tan sólo están empezando a desarrollarse, el horizonte es enorme y fascinante.
Muchos han sido capaces en tiempo record de crear nuevos trabajos rentables y modelos de negocio exitosos en este nuevo contexto, pensemos por ejemplo en Google, Apple, Facebook, Twitter o Amazon. Tecnologías revolucionarias requieren nuevas formas de combinar trabajo y capital para obtener ganancias. Pero eso no quiere decir que en el futuro todos los empleos deban estar relacionados con la tecnología, por ejemplo se considera que algunos empleos de baja cualificación no tienen malas perspectivas (incluyendo trabajos de limpieza, jardinería, salud en el hogar, cuidado de niños o seguridad) ya que generalmente son puestos que requieren de una cierta interacción personal para lo que el ser humano sigue aportando ventajas. En algún momento, los robots serán capaces de cumplir estas funciones, pero hay pocos incentivos para robotizar estas tareas, además habrá gran cantidad de personas dispuestas a trabajar por bajos salarios.
Si ahora tratamos de tomar una perspectiva más amplia veremos que hoy en día la gran mayoría de nosotros estamos haciendo trabajos que ningún agricultor del siglo XIX podría haber imaginado. Y aunque hoy nos resulte difícil de creer se estima que antes del final de este siglo, el 70% de los trabajos actuales serán reemplazados por la automatización.
El MIT por ejemplo ha identificado una serie de profesiones en clara situación de vulnerabilidad: secretarias, taquígrafos, mecanógrafos, contables, gestores empresariales y archiveros. Pierden peso las ocupaciones relacionadas con trabajos manuales tanto cualificados como no cualificados, así como aquellas relacionadas con puestos administrativos. Además, en el sector servicios, han observado que a medio plazo corren peligro de extinción profesiones como la de los cajeros de bancos o supermercados, los farmacéuticos, los empleados de correos o los carniceros. Y son sólo algunos ejemplos de los muchos más que podrían darse.
La siguiente imagen clasifica con claridad los diferentes tipos de trabajos y resulta de utilidad a la hora de ilustrar el proceso gradual de reemplazo laboral que provocará la robotización.
En el cuadrante A tendríamos los trabajos que actualmente hacemos los seres humanos, pero que los robots pueden hacer aún mejor. Los seres humanos pueden tejer telas de algodón con gran esfuerzo, pero los telares automáticos pueden hacer tela perfecta de forma mucho más barata y eficiente. El cuadrante B agruparía los puestos de trabajo que los humanos no pueden hacer, pero en cambio sí pueden los robots. Un ejemplo trivial: Los seres humanos tienen problemas para hacer un tornillo de latón sin ayuda, pero gracias a la automatización se pueden producir miles de ellos por hora.
El cuadrante C estarían los nuevos puestos de trabajo creados por la automatización. Con la ayuda de robots y la inteligencia computerizada podemos hacer cosas que nunca pensábamos hacer hace 150 años. Podemos eliminar un tumor en el intestino a través de nuestro ombligo, grabar un vídeo de nuestra boda o programar una aplicación para un smartphone. En ese contexto debemos tener en cuenta que la propia automatización también va a generar demanda de nuevas profesiones-ocupaciones que no hubiésemos imaginado en el pasado. Es una apuesta segura pensar que el grueso de profesiones que existirán en el año 2050 dependerá en gran medida de automatizaciones y máquinas que no se han inventado todavía.
Otro reciente estudio encargado de evaluar el impacto de la automatización en el trabajo llegó a la conclusión tras analizar 702 ocupaciones que en las próximas dos décadas el 47% de los empleos (en Estados Unidos) están en peligro de desaparecer. La automatización se daría en ocupaciones altamente rutinarias que consisten en tareas que siguen procedimientos bien definidos que se pueden realizar por algoritmos sofisticados. Por ejemplo, los procesos de fabricación. Cuesta automatizar ocupaciones de bajo nivel en el sector servicios que requieren flexibilidad y adaptabilidad física.
También cuesta automatizar empleos de alto nivel cognitivo y creativo. Quizá los que menos sean susceptibles de automatizar sean los que requieren destrezas sociales. Los ordenadores no han comenzado a mostrar aún sus habilidades sociales. Como corolario, el trabajo concluye que cuanto más bajo el salario y el nivel educativo, más riesgo de automatización.
Pero en cualquier caso una visión cada vez más extendida es que no será posible crear el suficiente número de nuevas empresas y nuevos empleos, a un ritmo lo suficientemente rápido para poder reubicar a las personas que serían desplazadas por la automatización masiva. Los trabajadores o profesiones asociadas a las nuevas tecnologías que surgirían sólo representarían una pequeña fracción del empleo.
Imagen vía @sintetia |
En el cuadrante A tendríamos los trabajos que actualmente hacemos los seres humanos, pero que los robots pueden hacer aún mejor. Los seres humanos pueden tejer telas de algodón con gran esfuerzo, pero los telares automáticos pueden hacer tela perfecta de forma mucho más barata y eficiente. El cuadrante B agruparía los puestos de trabajo que los humanos no pueden hacer, pero en cambio sí pueden los robots. Un ejemplo trivial: Los seres humanos tienen problemas para hacer un tornillo de latón sin ayuda, pero gracias a la automatización se pueden producir miles de ellos por hora.
El cuadrante C estarían los nuevos puestos de trabajo creados por la automatización. Con la ayuda de robots y la inteligencia computerizada podemos hacer cosas que nunca pensábamos hacer hace 150 años. Podemos eliminar un tumor en el intestino a través de nuestro ombligo, grabar un vídeo de nuestra boda o programar una aplicación para un smartphone. En ese contexto debemos tener en cuenta que la propia automatización también va a generar demanda de nuevas profesiones-ocupaciones que no hubiésemos imaginado en el pasado. Es una apuesta segura pensar que el grueso de profesiones que existirán en el año 2050 dependerá en gran medida de automatizaciones y máquinas que no se han inventado todavía.
Otro reciente estudio encargado de evaluar el impacto de la automatización en el trabajo llegó a la conclusión tras analizar 702 ocupaciones que en las próximas dos décadas el 47% de los empleos (en Estados Unidos) están en peligro de desaparecer. La automatización se daría en ocupaciones altamente rutinarias que consisten en tareas que siguen procedimientos bien definidos que se pueden realizar por algoritmos sofisticados. Por ejemplo, los procesos de fabricación. Cuesta automatizar ocupaciones de bajo nivel en el sector servicios que requieren flexibilidad y adaptabilidad física.
También cuesta automatizar empleos de alto nivel cognitivo y creativo. Quizá los que menos sean susceptibles de automatizar sean los que requieren destrezas sociales. Los ordenadores no han comenzado a mostrar aún sus habilidades sociales. Como corolario, el trabajo concluye que cuanto más bajo el salario y el nivel educativo, más riesgo de automatización.
Pero en cualquier caso una visión cada vez más extendida es que no será posible crear el suficiente número de nuevas empresas y nuevos empleos, a un ritmo lo suficientemente rápido para poder reubicar a las personas que serían desplazadas por la automatización masiva. Los trabajadores o profesiones asociadas a las nuevas tecnologías que surgirían sólo representarían una pequeña fracción del empleo.
El desarrollo tecnológico destruye más empleos de los que crea http://t.co/0glcPU4onn Interesante artículo con infinidad de implicaciones— Jesús Fonseca (@jpgfonseca) June 23, 2013
¿Qué nos deparará el futuro?
El hecho es que la solución no pasa por un resurgir del neoludismo, sino por apostar más aún por la tecnología y ser capaces de abrirse a nuevos modelos de negocio y organizativos. Un cambio de paradigma provocado en gran medida por las capacidades que ofrece la tecnología en todos los aspectos de nuestras vidas. Una tecnología que está enmarcada en modelos de negocio obsoletos en gran medida.
No es posible un retroceso y además no tendría sentido (pensemos en la producción de medicamentos y tantas cosas positivas para la vida humana), sino que hay que pensar que este desarrollo sirva no sólo para que una cada vez más exigua minoría de la población acapare toda la riqueza, mientras que la mayoría se vea condenada a la pobreza. La última década ha visto el crecimiento más rápido de la productividad desde la década de 1960, pero los salarios promedio y el empleo se han estancado, dejando a millones de personas en peor situación relativa. Esto presenta una paradoja: si la tecnología y la productividad se mejora tanto ¿por qué millones de personas en el mundo desarrollado se quedan atrás?. Cada vez se crea mas abundancia, pero menos gente puede acceder a ella. La evolución de las mejoras tecnológicas, hasta ahora, no ha ido seguida de una mejora ética, la tecnología se ha desarrollado con el fin de aumentar los beneficios por la reducción del trabajo humano. Quizás la automatización a gran escala sea, de hecho, una oportunidad para el ser humano, pero para ello se impone un cambio fundamental de las escalas de valores y en la forma en que nuestra sociedad opera.
¿Futuro sin empleos?
Pero hay quien plantea escenarios alternativos, es el caso de Douglas Rushkoff, analista socioeconómico, que se ha atrevido a cuestionar en un artículo publicado en CNN la misma naturaleza del trabajo. En realidad él se pregunta si en verdad el desempleo es un problema fundamental o en realidad se trata de una inercia que ya no necesariamente encaja en la vida contemporánea. Según sus propias palabras: “¿Desde cuándo el desempleo se convirtió en un problema? Entiendo que todos queremos nuestro salario, o al menos queremos dinero. Queremos alimento, techo, vestido y todas esas cosas que el dinero puede adquirir. ¿Pero de verdad queremos empleos?”.
El hecho es que vivimos en una economía en la cual el objetivo ya no es la productividad, sino el empleo. Esto se debe a que en esencia tenemos practicamente todo lo que necesitamos. Occidente es lo bastante productivo como para dar abrigo, alimento, educación e incluso sanidad para toda su población, y para eso bastaría con que trabajara una fracción de los que ahora trabajamos. Según la FAO, hay suficiente comida como para darle a todos y cada uno de los habitantes del mundo 2,720 calorías al día, después de todo quizá no se trata de que no haya recursos para que todos vivamos.
Según Rushkoff nuestro problema no es que no tengamos suficientes cosas, es que no tenemos suficientes maneras para que la gente trabaje y demuestre que se merece estas cosas. "La pregunta que tenemos que comenzar a hacernos no es cómo emplearemos a toda esa gente que es reemplazada por la tecnología, sino cómo podemos organizar una sociedad alrededor de algo más allá del empleo. De lo que carecemos no es de empleo, sino de una forma de distribuir con justicia los bienes que hemos generado a través de nuestras tecnologías en un mundo que ya ha producido mucho más de lo necesario”.
Si aceptáramos que el alimento y el hogar son derechos fundamentales de todo ser humano (existe suficiente de ambas cosas para que a nadie le falte), entonces el resto del trabajo que haríamos serviría para adquirir aquellas cosas que no son indispensables para nuestra existencia pero que sin duda la enriquecen.
Según otra visión alternativa dada por un pionero de la realidad virtual, Jaron Lanier, ya no necesitamos hacer cosas para hacer dinero. Podemos intercambiar productos basados en un intercambio de información. Parte de la base de la necesidad de disponer de una serie de derechos humanos básicos como la comida o el abrigo. A partir de ahí, el trabajo que hiciésemos, el valor que creásemos, sería más una actividad creativa que un "empleo". Podríamos crear juegos unos para los otros, escribir libros, resolver problemas, educarnos e inspirarnos los unos a los otros, todo a través de bits en lugar de 'cosas'. Y podríamos pagarnos los unos a los otros utilizando el mismo dinero que usamos para comprar cosas de verdad.
¿Dar lo básico para vivir a todo el mundo y convertir el empleo en una bonificación, más que en una obligación?. No podemos saber lo que nos deparará el futuro, pero no deberíamos descartar un escenario en el que el reparto de la riqueza no esté basado en el trabajo, pero esto será complejo y en parte peligroso de implementar.
Fuentes: cnn (es), economist (1) y (2), wired, dyske, dfc-economiahistoria, venturebeat, slate, freelancescience