Irlanda, junto con Grecia, lidera el déficit público de la zona euro, con tasas que superan el 10% del PIB. De este modo, la crisis de deuda ya no sólo amenaza a los países bálticos, que han tenido que recurrir a los préstamos de emergencia facilitados por la Comisión Europea (CE) y el FMI.
DÉFICIT PÚBLICO en % de PIB
DEUDA PÚBLICA en % del PIB
Irlanda fue el primer país de la eurozona en caer oficialmente en recesión. En el último trimestre del 2008 su economía se desplomó un 7,5% (la previsión es que este año lo haga más de un 9%), cuando hace apenas dos años crecía con soltura por encima del 6%. El país, que tiene 4,2 millones de habitantes, podría cerrar el ejercicio con medio millón de parados (una tasa del 17%, frente al 4,5% de hace solo dos años, cifra inasumible para un sistema social adelgazado al máximo en las últimas décadas). Los precios caen sin control desde enero y se prevé una deflación para este año de hasta el 6%.
Los tres grandes bancos del país han tenido que ser rescatados por el Gobierno, salpicados por graves escándalos de maquillaje contable y enriquecimiento sospechoso de sus directivos. Su caída se ha llevado por delante los planes de pensiones de medio país, que ve su futuro condenado a una paga de jubilación de 800 euros, después de que en los buenos tiempos el Gobierno decidiera reducir a la mitad las cotizaciones a la Seguridad Social. Ha subido el IVA, baja el salario mínimo y despedirá a 24.000 funcionarios, medidas que forman parte del amplio plan de austeridad diseñado para ahorrar 15.000 millones de euros hasta 2014, uno de los requisitos que han solicitado la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional.
Este deterioro sin precedentes tiene, al margen del conocido problema mundial, dos causas específicas: un estallido de la burbuja inmobiliaria muy similar al que sufrimos en España y una fuga de las multinacionales.
El actual Ejecutivo, aprobó a mediados de abril la cuarta revisión de sus cuentas públicas. Se trata, según el ministro de Finanzas, el debutante Brian Lenihan, de unos «presupuestos de emergencia» con los que Irlanda afronta «uno de los mayores desafíos de su historia». Básicamente consisten en subir los impuestos y recortar el gasto público. Eso sí, las empresas seguirán pagando el 12,5% de sociedades (el tipo más bajo de Europa), que se mantiene como bandera de los tiempos en los que las multinacionales se daban codazos por aterrizar en el país.
Los recortes se han llevado por delante la sanidad universal gratuita para los mayores de 70 años (una novedad aplicada solo desde el 2002). Los funcionarios podrán empezar a jubilarse a partir de los 50 años, mientras que todos los cargos públicos reducirán su sueldo un 10% (en el sector privado los trabajadores ya están aceptando recortes de hasta el 7%).
La revista The Economist se refirió en el 2004 al tigre celta como «el mejor país para vivir del planeta». En 1973, cuando entró en la UE, el vecino celta era el socio más pobre, con una renta que apenas llegaba al 40% de la media, un paro del 20% y con la mitad de población que en el siglo XIX (único caso en el mundo desarrollado). En la década de los noventa creció a un 9% de media (iniciado el nuevo siglo, se mantuvo por encima del 7%). El resultado del milagro irlandés fue que a mediados del 2007, cuando se produjo el batacazo de las subprime, en Wall Street, el país era el quinto más rico del mundo (según el FMI), su renta superaba en un 140% a la media de la UE, la productividad de sus trabajadores cuadriplicaba a la de los socios comunitarios, y era el mayor exportador de software del planeta, tras superar a EE.UU.
Las claves del éxito son conocidas: en 1987, Gobierno, oposición, empresarios y sindicatos firmaron el Plan de Desarrollo Nacional, que garantizaba que el 13% del gasto público siempre iría destinado a educación (dos decenios después, el 90% de los chavales acaban secundaria). Bruselas apuntaló el despegue con euros (40.000 millones de transferencias directas desde 1973, la mitad de lo recibido desde 1986 por España, que tiene diez veces más habitantes). El siguiente paso fue reducir el impuesto de sociedades. Multinacionales de todo el mundo han colocado la sede europea de sus empresas en Dublín porque el impuesto de sociedades sólo es del 12,5%. En Alemania, está cerca del 30% y en el Reino Unido es del 28%.
La educación de los jóvenes (el 40% de la población), los bajos salarios, el idioma de Shakespeare, los vínculos con EE.UU. y el calentamiento de la economía global hicieron el resto. Entre 1997 y el 2006 entraron en el país 88.000 millones de dólares de inversión extranjera. Quinientas multinacionales, la mayoría norteamericanas, utilizaron la isla esmeralda para entrar en el mercado europeo, una suculenta tarta de 480 millones de consumidores. Pero buena parte del milagro irlandés no existía, simplemente crearon un filoparaiso fiscal en plena Europa, por eso se instalaron allí tantas empresas.
«Venían muchos jóvenes de Londres, ingenieros, economistas. Aquí ganaban más, y Dublín, aunque se puso muy cara, seguía siendo una ciudad más barata>, explica Roman Pholan, asistente de los laboristas en el Parlamento irlandés. Desde 1992 retornaron 320.000 emigrantes. Este año, por primera vez volverán a ser más los irlandeses que abandonan el país que los inmigrantes que llegan de fuera. El panorama por ejemplo entre los jóvenes universitarios es desolador: se plantean la emigración a Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda, o Australia como única salida.
A principios de noviembre del 2010, el agujero de los bancos irlandeses es más grande que toda la economía del país, y el estado irlandés nunca será capaz de salvarlos. Necesita ser rescatado de la bancarrota.
Irlanda, al contrario que Grecia, no es víctima de una clase política con unas prácticas contables insostenibles. Los irlandeses son víctimas de un sistema bancario totalmente fuera de control y sin regulación alguna, que se lleva a un país por delante. Los bancos irlandeses, que dependen más que nadie de dinero de fuera del país, y que habían pedido cantidades desorbitadas de dinero a todo el mundo, no pueden renovar sus créditos ya que nadie presta dinero a nadie.
La "aportación" del euro al escenario irlandés, sin embargo, no es menos cruel que en Grecia: Islandia podía devaluar su moneda y declararse en bancarrota. Los irlandeses no pueden salir del problema hundiendo su divisa y haciendo que sus deudas pierdan valor. Tampoco pueden dejar de pagar, ya que eso se cargaría medio sector bancario alemán y francés (que en su momento optaron por inyectar infinidad de dinero en Irlanda), y la confianza en la eurozona.
Para poder mantener más o menos a raya la inmensa deuda de los helenos, cifrada esta semana en 300.000 millones de euros, a los griegos les espera ahora «una tormenta de impuestos y ahorros». Con un endeudamiento estatal del 12,7% del PIB, Grecia viola como ningún otro país de la UE las disposiciones del pacto de estabilidad. Se van congelar los salarios de los funcionarios estatales durante al menos tres años. Por cada 50 funcionarios que se jubilen, serán contratados solo 15 nuevos. Los inmuebles de más de más de 200 metros cuadrados se gravarán con una tasa extraordinaria. Además, se aumentarán drásticamente los impuestos para el tabaco, las bebidas alcohólicas y el carburante. «La cosa estaba podrida y era falsa desde el principio», comenta el experto fiscal Nikolaos Wroussis, para quien los gobernantes de Grecia han conducido al país paso a paso hasta el precipicio de la bancarrota.
Ahora, las cajas de las pensiones están vacías y Atenas tiene que pedir dinero prestado para pagar a los jubilados. Con la entrada del país en la UE y una lluvia de millones en forma de subvenciones cayó sobre el pequeño país mediterráneo. Pero ese dinero no fue a parar a inversiones de cara al futuro, sino que se transformó en subvenciones para el consumo directo a agricultores o se empleó para pagar a los funcionarios. A todo esto se suma una corrupción jamás vista en el país. Lo peor es que el soborno es omnipresente: el que quiera ser operado en un hospital estatal tiene que contar con que tendrá que pagar una cierta suma a los médicos, pues, de otra forma, tendrá que esperar durante meses en la cola. Se estima que 2/3 de los médicos que viven de sus consultas privadas en Grecia declaran 12.000 euros brutos o menos de ganancias anuales.
Cuando el médico a su vez lleva el coche a reparar, entonces es considerado un cliente rico y paga por lo tanto una reparación más cara. Ambos, tanto el médico como el propietario del garaje, no pagan impuestos y el Estado pide más créditos para sufragar los hospitales. «Tenemos que combatir la corrupción o acabará con nosotros», dijo el primer ministro Giorgos Papandreu en una declaración televisada.
La economía sumergida de Grecia, en las estimaciones más optimistas, está entre el 30-40%. Obtener un recibo o factura en un bar o un restaurante en Grecia es una hazaña digna de Hércules, pues todos los negocios, todo el mundo, evade impuestos, hasta en las cantidades más ridículas de dinero. Y al igual que esos, muchos otros ejemplos...
Para los empleados públicos, la pensión establecida es del 92% de sus ingresos en el momento de jubilarse. No hay nada igual en ningún país del mundo. El salario medio en el sector público griego triplica el salario medio en el sector privado, teniendo garantizado el empleo de por vida, por supuesto. No hay virtualmente nadie en el país que no aspire a un puesto en las administraciones públicas
Y al mismo tiempo aumenta el enfado de las generaciones que vienen, pues uno de cada cuatro jóvenes no tiene trabajo. Y el que tiene un puesto trabajo gana en su mayoría unos 700 euros, por lo que aquellos que quieren tener familia propia siguen soñando con ella.
Lo cierto es que la situación a la que se enfrentan los griegos es dramática, pues se tata de un amargo despertar de un largo sueño en que sus propios políticos, por intereses puramente electoralistas, cortoplacistas, clientelistas y personales, los han mantenido alejados de la realidad; de tal forma que, de hecho, los griegos han llegado a pensar que la capacidad de un Estado de proveer bienestar no tiene nada que ver con la capacidad de la economía privada de generar riqueza ni con el pago de impuestos.
Fuentes: libertaddigital, lavozdegalicia