sábado, 5 de junio de 2010

Descubren por qué a los adolescentes les cuesta concentrarse

El cerebro no termina de desarrollarse hasta avanzada la veintena, mucho después de lo que se creía.

Una investigación realizada por científicos del University College London del Reino Unido sugiere que el hecho de que los adolescentes y los adultos jóvenes no se concentren tan bien como se espera no es culpa de ellos, sino consecuencia del propio desarrollo del cerebro. El cerebro de los jóvenes ha de hacer el mismo esfuerzo que un niño muy pequeño para no distraerse y realizar tareas que requieren mucha concentración. Esta fase concluye bien avanzada la veintena y, en algunos casos, incluso pasados los 30. Entonces, el cerebro pierde materia gris, pero gana en eficiencia, explican los científicos.



Una investigación realizada por científicos del Institute of Cognitive Neuroscience del University College London (UCL), del Reino Unido, sugiere que el hecho de que los adolescentes y los adultos jóvenes no se concentren tan bien como se espera no es culpa de ellos, sino consecuencia del propio desarrollo del cerebro.

El cerebro de los adolescentes se parece más al cerebro de los niños pequeños que al de los adultos maduros, explican los científicos en un comunicado emitido por el UCL: tiene mayor cantidad de materia gris, pero una eficiencia más baja.

La llamada “materia gris”, que forma la corteza cerebral y que a su vez está formada por células y conexiones que permiten la transmisión de mensajes dentro del cerebro, va decreciendo a medida que envejecemos. Esta pérdida, sin embargo, significa que las transmisiones neuronales se vuelven más eficientes o que el cerebro trabaja de forma más efectiva en la edad adulta, señalan los investigadores.

Desarrollo tardío

Los hallazgos obtenidos en el presente estudio sugieren que el cerebro no estaría completamente desarrollado hasta finales de los 20, e incluso, hasta inicios de la década de los 30 años, mucho después de lo que hasta ahora se había creído.

En el estudio participaron un total de 179 adolescentes y jóvenes adultos a los que se les pidió que realizaran una tarea: repasar el alfabeto, bien mentalmente bien con letras aparecidas en una pantalla de ordenador.

Al mismo tiempo que hacían esto, a los participantes se les pidió que fueran clasificando cada letra según su forma, contestando a una pregunta muy simple: ¿La letra (que estás imaginando o viendo) presenta una curva o no?

Por último, a los chicos también se les pidió que ignoraran aquellas letras que no tenían curvas y que, por tanto, fueron utilizadas como medio de distracción.

Con esta ardua tarea, los científicos intentaron probar hasta qué punto los jóvenes presentaban la capacidad de alternar entre la concentración en sus propios pensamientos y las letras de la pantalla, así como la habilidad de ignorar las letras de distracción que aparecían en la pantalla (las que carecían de curva).

Se sabe que estas dos capacidades (alternancia de concentración y habilidad para no distraerse) se desarrollan durante la adolescencia.

Por otra parte, los científicos Sarah-Jayne Blakemore y sus colaboradores, utilizaron escáneres de imagen por resonancia magnética (IRM), una técnica no invasiva que utiliza el fenómeno de la resonancia magnética para obtener información sobre la estructura y composición del cerebro, con el fin de analizar la actividad cerebral de 37 de los participantes en el estudio.

Los registros, que se hicieron al mismo tiempo que se desarrollaban las tareas con el alfabeto, demostraron que ciertas partes de la llamada corteza prefrontal de los jóvenes cambiaron en lo que se refiere a actividad y estructura durante dichas tareas.

La corteza prefrontal está situada en la parte anterior de los lóbulos frontales del cerebro, y se sabe que está implicada en la planificación de comportamientos cognitivos complejos, en la expresión de la personalidad, en la toma de decisiones y en el comportamiento social moderado.

Además, se cree que esta región del cerebro orquesta la relación entre pensamientos y acciones, y está implicada en la capacidad de hacer varias cosas a la vez.

Las imágenes del cerebro de los 37 adolescentes seleccionados, tomadas con MRI, revelaron una actividad sorprendentemente alta en esta región cerebral, lo que sugiere que sus cerebros tuvieron que trabajar mucho para poder procesar la información que se les presentaba.

El cerebro continúa madurando

Este mismo grado de actividad había sido detectado previamente en la corteza prefrontal de cerebros de niños pequeños, pero los científicos no esperaban que el cerebro tuviera que seguir haciendo tanto esfuerzo a edades muy posteriores.

Según los investigadores, estos resultados indican que los cerebros de los adolescentes trabajan de manera menos eficiente que los de los adultos. Esto se debería a que la parte del cerebro necesaria para resolver ciertos problemas o tareas se encuentra aún en desarrollo a estas edades.

En otras palabras, la enorme actividad en el área de la corteza prefrontal supone que los cerebros de los jóvenes hacen una gran cantidad de trabajo innecesario, siguiendo “patrones de pensamiento caóticos”, afirma Blakemore.

A los adolescentes no les resulta siempre fácil prestar atención en clase y evitar que sus mentes divaguen o ignorar las distracciones de sus hermanos pequeños cuando están intentando resolver un problema de matemáticas, simplemente, porque las partes del cerebro implicadas en controlar nuestra forma de alternar la atención entre nuestros pensamientos y nuestro entorno, así como la velocidad a la que ejercemos dicho control, continúan madurando durante la adolescencia, concluyen los investigadores.

Los científicos detallan el experimento y los resultados obtenidos en la revista especializada The Journal of Neuroscience.

No hay comentarios :

Publicar un comentario