El mundo actual es tremendamente imperfecto, pero es mejor de lo que nunca fue. De todos entre los aspectos que han mejorado, la expansión de la vida es uno de los menos cuestionables. Las vidas se han expandido de forma extraordinaria y lo han hecho sobre todo en años de juventud, porque ahora los niños sobreviven a su infancia y disfrutan de vidas completas.
Hasta que llegase la revolución médica un recién nacido cualquiera no tenía por delante más años que un adulto de 20 o 30 años. La infancia era un peligro: un tercio de los bebes moría durante su primer año.
El gran lastre, cuando se mira la estadística de la esperanza de vida a la hora de nacer durante la historia, es la elevada tasa de mortalidad infantil que ha existido hasta hace poco menos que 100 años, debido a ello, la esperanza de vida al nacer desde la época de la Grecia clásica hasta finales del siglo XIX apenas superaba los 40 años incluso en las zonas más ricas del planeta. Un ejemplo que ilustra ese dato es que la esperanza de vida en la "Hispania romana" era la misma que la España del siglo XIX.
Hasta que llegase la revolución médica un recién nacido cualquiera no tenía por delante más años que un adulto de 20 o 30 años. La infancia era un peligro: un tercio de los bebes moría durante su primer año.
La revolución de la salud en un dato: en 1740 la mitad de tus hijas morían antes de su sexto cumpleaños. pic.twitter.com/kcMJytZLpX
— Kiko Llaneras (@kikollan) junio 4, 2015
El gran lastre, cuando se mira la estadística de la esperanza de vida a la hora de nacer durante la historia, es la elevada tasa de mortalidad infantil que ha existido hasta hace poco menos que 100 años, debido a ello, la esperanza de vida al nacer desde la época de la Grecia clásica hasta finales del siglo XIX apenas superaba los 40 años incluso en las zonas más ricas del planeta. Un ejemplo que ilustra ese dato es que la esperanza de vida en la "Hispania romana" era la misma que la España del siglo XIX.
Un individuo nacido antes del siglo XX que lograse alcanzar la edad de la adolescencia podía tener en cambio una esperanza de vida bastante aceptable comparada con la actualidad. Es un error muy extendido confundir la esperanza de vida con la longevidad. La esperanza de vida al principio de la era cristiana por ejemplo, de unos 22 años pero eso no quería decir que la gente muriera a esa edad; una parte importante de los que llegaban a adultos alcanzaban los 50 o los 60 años. Por supuesto, vivían muchos años menos que los que vivimos ahora pero sí alcanzaban la vejez.
Lo que se ha reducido espectacularmente desde entonces hasta ahora es la mortalidad infantil, que, cuando es alta, computa a la baja la esperanza de vida de todo el colectivo. Si el 20% de los niños mueren antes de cumplir un año (la tasa de mortalidad infantil en España en 1915) tiene un efecto sobre la esperanza de vida equivalente a recortar un 20% de toda la población. En otros términos, si eliminamos de la ecuación esas vidas que no prosperaron, los 40 años del ejemplo se convierten en 48. Y eso si nos referimos sólo al primer año de vida porque en la España de 1900 menos de la mitad de los nacidos vivos alcanzaban los 20 años. Pero una vez superado ese período crítico, alcanzar una edad “provecta” era bastante factible: la gente alcanzaba 60 o 70 años, como es fácil comprobar en cualquier cementerio.
En el Imperio Romano al inicio de la Era Cristiana, la mortalidad infantil rondaba el 30% (moría uno de cada tres niños antes de alcanzar el año de edad). El resultado era que la esperanza de vida al nacer era de unos escasos 25 años (coherente con la cifra presentada en la conferencia) pero, una vez cumplidos los 10 años, la esperanza de vida aumentaba hasta los 50. La muerte sobrevenía en torno a los 37 años, aunque no era excepcional alcanzar los 50 o 60.
La revolución de la salud y su impacto en nuestra esperanza de vida http://t.co/TqumniEtB7 vía @kikollan pic.twitter.com/HGcgQgjNzr
— Jesús Fonseca (@jpgfonseca) junio 6, 2015
Otro tanto pasa en la Inglaterra del siglo XVII, según estudió Carolyn Freeman. La esperanza de vida era de 40 años, pero con una mortalidad infantil del 12%. “Un hombre o una mujer que alcanzaran la edad de 30 podía esperar vivir hasta los 59 años”. En Nueva Inglaterra, Estados Unidos, donde la alimentación era mejor, un hombre podía vivir hasta los 65 y una mujer hasta los 62, “una diferencia muy pequeña respecto a los modernos EEUU, donde un niño tiene una esperanza de vida de 73 y una niña de 79 años”.
Eso no quiere decir que la longevidad de la especie no haya aumentado. Lo ha hecho y mucho: concretamente tres meses por año a lo largo del siglo XX, gracias fundamentalmente a la vacunación, higiene, atención al parto y, en general, reducción de la mortalidad infantil. Los centenarios han dejado de ser excepcionales (y algunos con buena salud).
Veamos siguientes datos que se muestran registrados en Estados Unidos (pero extrapolables a la mayoría de países de occidente) indican la esperanza de vida al nacer y la esperanza de vida esperada de un individuo que hubiese llegado en esa época a los 20 años.
Esperanza de vida al nacer (años)
1850 39,4
1890 43,5
1920 57,4
1950 68,8
1970 71,6
1990 76,1
2005 78,4
Esperanza de vida para los individuos que superaban los 20 años (años)
1850 60,1
1890 61,6
1920 66,0
1950 72,1
1970 73,7
1990 77,1
2005 78,8
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