Si nos perdemos, acabamos dando vueltas sobre nosotros mismos. ¿Por qué? Científicos alemanes han podido comprobar mediante un experimento que hacen falta algunas pistas esenciales para caminar en línea recta sin perderse.
Claro, ya sabíamos que cuando se tiene la Luna, el Sol o una montaña enfrente –en otras palabras, algún punto de referencia, además de querer caminar en línea recta–, era relativamente fácil conseguirlo: bastaba con seguir el punto de referencia si era visible.
Ahora bien, cierren un instante los ojos e intenten imaginar una situación en la que han tomado la decisión irrevocable de ir en línea recta hacia delante sin punto de referencia alguno: en plena oscuridad y con los ojos vendados, para no ver ningún resplandor que pueda servir de guía. ¿Saben lo que va a ocurrir? Van a descubrir que para seguir adelante en línea recta hacen falta estrategias cognitivas adicionales, sin las cuales van a acabar dando vueltas sobre ustedes mismos.
Uno habría pensado que, por lo menos, seríamos capaces de andar en línea recta. Pues lo siento, querido lector. Sin ayuda, nuestro mecanismo de percepción y guía para hacerlo va acumulando tantos errores que acaba desviándose y dando vueltas sobre sí mismo.
Habrá quien se pregunte para qué quieren los científicos saber si cuando nos perdemos, queriendo ir en línea recta, aunque no se tengan referencias, acabamos dando vueltas sobre el mismo camino... «¡Qué más da! –me dirán otros–, si son poquísimos a los que sueltan con los ojos vendados sin ver nada y los autoconvencen de que deben ir en línea recta.»
¿Para qué tanto esfuerzo inútil? Cuando se deja a los físicos especular sobre el universo, les da por intentar descubrir cómo y en qué momento de la evolución nació la materia; y ahora a los biólogos les da por emplear recursos escasos para descubrir si cuando nos perdemos nos da por seguir en línea recta o dar vueltas sobre uno mismo.
Nos ayudaría a todos saber cuántas dimensiones hay en el universo, además de las tres espaciales y la cuarta temporal que ya conocemos, pero también lo que investigan los biólogos porque, en realidad, lo que nos van a decir con esos experimentos sobre nuestra capacidad para andar a ciegas es si necesitamos estrategias cognitivas adicionales.
Si resulta que para una cosa tan simple como caminar en línea recta no nos podemos fiar de nuestros mecanismos de percepción, que por sí solos no van a llegar a ninguna parte –necesitan, además de nuestra voluntad, la presencia de la Luna, una estrella o un ruido–, ¿cómo vamos a podernos fiar a la hora de tomar decisiones más trascendentales como salir de viaje, casarnos o cambiar de trabajo? Obviamente, no basta con aceptar o rechazar estas disyuntivas. Habrá que pertrechar esas decisiones con estrategias cognitivas adicionales. Y eso es, justamente, lo que no quiere hacer mucha gente.
Si no queremos acabar dando vueltas sobre nosotros mismos, o sobre el mismo problema que nos estuvo atenazando durante tanto tiempo, será preciso aportar puntos de referencia nuevos. Cuando emocional o cognitivamente hayamos tomado una decisión –me caso o no me caso, cambio o no cambio de trabajo–, el grupo de científicos alemanes con cuyo experimento iniciaba esta columna nos está sugiriendo que eso no es más que el comienzo. Para no acabar dando vueltas sobre uno mismo hay que hacer muchas más cosas.
Fuente: Eduard Punset/Facebook
No hay comentarios :
Publicar un comentario