Todos sabéis lo importante que es la belleza hoy en día, siempre lo ha sido. Y, sobre todo, que la belleza es inmensamente más importante de lo que llegais a imaginar. La belleza influye en los ámbitos de la vida.
En la Edad Media, cuando dos hombres eran acusados por idéntico delito, el juez condenaba al menos agraciado físicamente de los dos. Y en caso de duda, los feos eran los culpables. Aunque os parezca algo periclitado, también sucede en la actualidad, aunque de forma más subliminal.
Las cárceles de todo el mundo tienen un porcentaje más elevado de feos que de bellos. Las personas solemos acusar con mayor severidad al feo, y justificamos normalmente al bello. Algunos expertos en jurisprudencia están tan convencidos de que la belleza física es un condicionamiento en las salas de justicia que propugnan que los acusados de cualquier delito no aparezcan personalmente en el juicio o, al menos, que tengan derecho a que otra persona de belleza normal les represente; una persona contratada en una suerte de agencia de modelos que obre como doble del encausado.
Aunque parezca sorprendente, el grado de atractivo físico de la persona juzgada influye sobre la sentencia que el jurado emite contra ella. Ante un tribunal, es una ventaja tener atractivo físico, según corrobora un nuevo estudio de la Universidad Cornell, en el que se ha comprobado que los acusados físicamente poco agraciados tienden a recibir sentencias más largas y duras; como promedio 22 meses más de prisión.
En el estudio también se identificó dos tipos de miembros de jurado: los que reaccionan emocionalmente y dan veredictos más severos a los acusados feos, y los que piensan con racionalidad y se concentran menos en la apariencia del acusado.
La literatura técnica psicolegal ha advertido durante décadas que los jurados tienden a favorecer a los acusados bien parecidos. Justin Gunnell y Stephen Ceci, de la Universidad Cornell, decidieron intentar descubrir por qué.
La hipótesis sobre la que comenzaron a trabajar es que los miembros de jurado que tienden a procesar la información de una manera más intuitiva y emocional deben ser más propensos a cometer errores de razonamiento al dictar veredictos y recomendar sentencias, en contraste con quienes procesan la información de manera racional.
Los resultados del estudio corroboran plenamente esta hipótesis.
Partiendo de una teoría de la psicología de la personalidad, los investigadores analizaron a voluntarios para determinar quiénes eran los que pensaban de manera mayormente emocional y quienes lo hacían de manera básicamente racional. Algunas personas procesan la información basándose sobre todo en hechos, el análisis y la lógica. Otras razonan dejándose llevar por las emociones y pueden tener en cuenta factores legalmente irrelevantes como la apariencia, la raza, el sexo y la clase social de un acusado, así como considerar que el acusado menos atractivo se parece más al "tipo de persona" que cometería un crimen.
Los participantes en el estudio (169 estudiantes de psicología de la Universidad Cornell) respondieron a una encuesta online para determinar el grado en que procesaban de manera racional o emocional la información. Estos estudiantes tuvieron acceso a datos tales como la foto de la persona acusada y los argumentos sobre su culpabilidad o su inocencia presentados en el tribunal.
Aunque ambos grupos sentenciaban con un nivel de dureza similar a los acusados atractivos y se apartaban menos de la imparcialidad ante evidencias contundentes o delitos muy graves, el estilo de razonamiento de los miembros del jurado tendía a ejercer su mayor influencia en casos en los que las evidencias contra el acusado eran ambiguas y el delito menos grave. Los investigadores llegaron a la conclusión de que en tales casos los acusados feos son propensos a recibir sentencias más largas y duras; 22 meses más de prisión como promedio.
Cada persona es capaz de razonar a través de cualquiera de los dos sistemas, y probablemente utiliza cada uno hasta cierto grado dependiendo del contexto. El grado en que un sistema predomina sobre el otro es un factor que depende de la personalidad de cada individuo.
Hace unos años hicieron un experimento consistente en practicar cirugía plástica a criminales peligrosos. En la cárcel neoyorquina de Rikers Island, los presos que presentaban deformaciones, citratrices, asimetrías profundas y demás fueron embellecidos antes de ser puestos en libertad. Una vez borrado el estigma de la fealdad, creían que los presos se reintegrarían en la sociedad con mayor facilidad. Porque la mejor reintegración no es moral, sino estética.
Así lo constató este experimento: el pronóstico de los presos operados fue mucho más halagüeño que el de quienes no se sometieron al quirófano. O quizás el motivo fue el mismo por el que Friné, la hetaira de la antigua Grecia, fue absuelta: enseñó su cuerpo desnudo al jurado, y su abogado defensor alegó que alguien tan bello no podía causar el mal a nadie.
¿Son estos suficientes motivos para no descuidar nuestra belleza? ¿Deberíamos preocuparnos tanto de cultivar nuestra mente como nuestro aspecto físico? Son preguntas más que pertinentes.
Tal vez ninguna persona inteligente que se considere tal puede permitirse el lujo de contaminarse de esta patología que afecta no sólo a las células grasas sino también al tejido intersticial y a los vasos sanguíneos más pequeños.
Tal vez el mundo no es tan perfecto como creíamos; ni las acciones tan nobles como aparentan.
Y vosotros, ¿qué preferís ser? ¿Una rubia tonta? ¿O un Einstein? ¿Las dos cosas simultáneamente? ¿Las dos cosas según el momento?
Fuente
domingo, 14 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
Eso explica porque tantos negros abarrotan las cárceles de estados unidos.
ResponderEliminar