Al igual que ocurre con otras muchas especies, la evolución no ha provisto de rasgos idénticos a hombres y mujeres, lo que se conoce como dimorfismo sexual. La selección natural favoreció inicialmente ciertos rasgos en cada sexo que facilitaron su supervivencia y reproducción. Esos rasgos pasaron a considerarse típicamente masculinos o femeninos -por lo tanto atractivos para el sexo opuesto- y se generalizaron aún más. Es decir, a la selección natural se le añadió la selección sexual. Por si fuera poco a lo largo de la historia las modas a menudo han reforzado esos rasgos distintivos masculinos y femeninos con adornos, peinados y maquillaje para resaltar el atractivo de hombres y mujeres.
Ya en la antigua Grecia se decía que la simetría en los rasgos faciales era señal de belleza, y muestra de ello eran las esculturas humanas que realizaron.
Recientes estudios nos han demostrado que una simetría corporal también parece atraer más a los observadores que un cuerpo con ciertas diferencias.
Según parece, esta simetría se interpreta como señal de buena forma. En los animales con dos lados diseñados para ser simétricos, alguna diferencia se entendería como un mal desarrollo, dice William Brown, de la Brunel University del Reino Unido.
Para realizar el estudio, se recurrió a un escáner parecido al utilizado en medicina o en empresas de moda. Se diseñaron 77 modelos de adultos humanos, y se midieron para dar distintos grados de simetría.
Entonces, se pasó a preguntar a un grupo de 87 voluntarios sobre el nivel de atracción que les sugerían estos cuerpos, simplemente basándose en la apariencia física.
Aunque muchas diferencias en la simetría eran casi indetectables a simple vista, tanto hombres como mujeres dieron como más atractivos los cuerpos y las caras simétricas.
Curiosamente a mediados del siglo XIX el científico Francis Galton quiso descubrir qué rasgos faciales eran característicos en los criminales, así que proyectó los retratos de varios de ellos sobre una placa fotográfica y… comprobó sorprendido que el rostro resultante resultaba más atractivo que el de cada uno de ellos. Muchos años después investigadores como Judith Langois, de la Universidad de Texas, o Martín Gründl, de la Universidad de Regensburg, gracias al programa de retoque fotográfico Morphing han obtenido un resultado similar: cuantos más rostros se superponen, más atractivo es el resultado. La conclusión es que los feos lo son cada uno a su deforme manera pero los guapos se parecen todos entre sí.
Esto se debe a que las imperfecciones particulares de cada rostro quedan superpuestas, lo que produce una piel más lisa (y por tanto más sana y deseable) y unos rasgos faciales más sujetos al promedio y más simétricos. La simetría corporal es un rasgo deseable en una pareja no sólo entre los humanos, sino en buena parte del reino animal, porque es un signo de un crecimiento equilibrado y sano del organismo, no afectado por enfermedades, desnutrición o depredadores.
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