Nuestra manera de vivir cambia cada vez más rápido. Han pasado apenas cien mil años desde que tenemos electricidad, cincuenta años desde que tenemos televisión, y diez desde que tenemos teléfono móvil, pero nos hemos acostumbrado sin problemas a toda esta revolución tecnológica. Parece que la modernidad nos sienta estupendamente y sin embargo, los cientificos nos advierten de que nuestros cuerpos no se adaptan tan bien como creernos. Hemos heredado un diseño anatómico que tiene millones de años de antigüedad y que fue evolucionando poco a poco, durante mucho tiempo, para un tipo de entorno muy diferente al de ahora. ¿Y si realmente no estamos tan preparados como pensamos para la vida moderna? ¿Y si resulta que arrastramos un modelo de anatomía totalmente demodé para transitar por los vertiginosos tiempos que corren, nunca mejor dicho?
Peter Gluckman, experto mundial en pediatria y desarrollo perinatal, así lo cree. Junto a su colega Mark Hanson, ha escrito el libro Mismatch (Oxford University Press, 2006), donde hace un repaso a la enorme cantidad de problemas físicos relacionados con nuestro estilo de vida que arrastramos debido a los cambios sociales y tecnológicos producidos por el desarrollo de lo que llamamos la civilización.
Este problema de desajuste entre nuestros cuerpos y nuestro estilo de vida comenzó mucho antes de que apareciesen los ordenadores e, incluso, los libros. De hecho, empezó hace 10.000 años. A primera vista, puede parecer que eso es mucho tiempo pero, en términos evolutivos, no lo es tanto, sobre todo si tenemos en cuenta que los humanos anatómicamente modernos, esto es, con cuerpos idénticos a los nuestros, aparecieron hace 160.000 años. Con esta información en mente, veamos un caso de desajuste en concreto, tal y como lo explica Peter Gluckman, relacionado con la adolescencia y la salud mental.
EL PROBLEMA DE DESAJUSTE ENTRE NUESTROS CUERPOS Y NUESTRO ENTORNO APARECIÓ HACE 10.000 AÑOS, CON LA INVENCIÓN DE AGRICULTURA
Como deciamos, hace 10.000 años se comenzó a gestar un cambio tecnológico que conllevaría algunas consecuencias negativas. Lo que ocurnó entonces es que se inventó la agricultura. Paradójicamente, esta supuesta mejora en el entorno trajo muchos inconvenientes para nuestros aportes nutricionales. Por ejemplo, el hecho de depender de un pedazo de terreno y de las condiciones meteorológicas para la alimentación provocó épocas de grandes hambrunas cuando el clima no era favorable. Hasta entonces, el nomadismo había permitido que nos moviéramos de un lugar a otro en busca de comida y por tanto, habíamos dependido menos de condiciones externas a la hora de encontrar alimento. Como consecuencia de estas carencias periódicas, la llegada de la pubertad se retrasó. Si las niñas nómadas menstruaban por primera vez hacia los 10 o 12 años de edad, las niñas agricultoras lo hacían, más o menos, a los 17 años de edad. Por otra parte, la agricultura trajo también importantes cambios sociales. La vida en asentamientos permanentes permitió el desarrollo de la ganadería. Con animales conviviendo entre nosotros, aparecieron las infecciones y, en grupos humanos cada vez más grandes, éstas comenzaron a transmitirse con facilidad. Poco a poco, estos agrupamientos sociales dieron lugar a las ciudades, que han ido creciendo sin parar desde entonces. Aunque nos resulte lo más normal del mundo vivir en grandes metrópolis ¿realmente estamos hechos para vivir así? Parece ser que nuestro cerebro está adaptado para habitar en pequeñas comunidades, como aquellos clanes nómadas de los que procedemos. Hace 20.000 años, un humano veía a un máximo de 150 personas distintas a lo largo de toda su existencia. Por eso, quizás, los estudios indican que, hoy en dia, nos gusta relacionarnos con un máximo de 150 personas. Un número mayor de conexiones sociales nos puede llegar a agobiar.
MENTES MÁS LENTAS A LA HORA DE MADURAR
Volvamos ahora la vista atrás a cómo era la vida hace 200 años. Sabemos que la pubertad llegaba tarde y que las ciudades eran cada vez mas extensas y pobladas, originando relaciones sociales cada vez más complejas, quizás demasiado para nuestros pobres cerebros diseñados —en el sentido de que están hechos de una forma determinada, no en el sentido de que nadie los haya planeado así— para una vida más sencilla. Fue entonces cuando, hace 200 años, en la época de la Ilustración, se dio otro cambio tecnológico que supondría un nuevo nivel de desajuste entre nuestros cuerpos y el entorno. Lo que ocurrió fue que comenzó a desarrollarse la idea de la salud pública, de forma que mejoraron las condiciones higiénicas y en consecuencia, las personas vivían más y con mejor salud. Como consecuencia de esto, la menstruación volvió a adelantarse hasta los 12 años de edad de media. Hasta aquí parece que no hay problema puesto que, originariamente, ésa era la edad normal, biológicamente hablando, para la pubertad en nuestra especie. Sin embargo, sí lo hay. Para entenderlo, hagamos un alto en el camino y tomemos nota de un descubrimiento reciente. Los científicos creen que la maduración mental se produce cada vez más tarde y relacionan este hecho con el entorno social que, a su vez, es también cada vez más sofisticado. La conexión parece tener sentido. Si las ciudades son más complejas, se necesita más tiempo para conocer sus reglas, de forma que las personas acaban de madurar a una edad más avanzada. En concreto, parece ser que, si bien la maduración mental se habría producido de los 15 a los 20 años de edad, durante los últimos 200 años ésta se habría pospuesto al intervalo comprendido entre los 20 ó 25 años de edad. Añadiendo esta información a la ecuación, Gluckman llega a la siguiente conclusión: durante los últimos siglos, la pubertad física se ha adelantado en el tiempo de vida de las personas, mientras que la pubertad psicológica se ha retrasado. La edad de madurez sexual en los chicos se ha reducido unos dos meses y medio cada década desde mediados del siglo dieciocho, según un estudio realizado por Joshua Goldstein, del Instituto Max Planck, en Alemania. "La razón de esta maduración precoz de los chavales, al igual que ya se había comprobado en las niñas, se debe probablemente a mejoras en la nutrición y entornos favorables desde el punto de vista de las enfermedades", explica Goldstein. "Los jóvenes de 18 de hoy en día son como los de 22 en 1800", concluye Goldstein. Sin embargo, aunque los adolescentes se convierten en adultos antes en un sentido biológico, “alcanzan la edad adulta más tarde con respecto a sus roles sociales y económicos".
Ambos hechos, en contraposición, han creado un desajuste entre nuestros cuerpos —y nuestras mentes— y el entorno en el que vivimos. Las consecuencias podrían ligarse a algunos datos empíricos de rabiosa actualidad. Estudios llevados a cabo principalmente en Suiza indican que, cuando mayor es este desajuste, mayor es el Indice de suicidios y de problemas típicamente ligados con la adolescencia: agresividad. consumo de drogas y demás.
Ambos hechos, en contraposición, han creado un desajuste entre nuestros cuerpos —y nuestras mentes— y el entorno en el que vivimos. Las consecuencias podrían ligarse a algunos datos empíricos de rabiosa actualidad. Estudios llevados a cabo principalmente en Suiza indican que, cuando mayor es este desajuste, mayor es el Indice de suicidios y de problemas típicamente ligados con la adolescencia: agresividad. consumo de drogas y demás.
LA INVASIÓN DE LOS MIOPES
La miopía es una consecuencia de la lectura y de la aparición de la luz artificial. Estudios con comunidades no contaminadas con la modernidad hasta hace poco, nos confirman su origen. Hace 100 años en la tribu inuits de Alaska por ejemplo, nadie era míope. En la actualidad el 90% de ellos lo son.
Y es que los niños inuit ya no crecen mirando al horizonte dos horas al día como solían hacer, el ojo humano evolucionó precisamente para otear en la lejanía en busca de posibles amenazas. Le cuesta adaptarse al entorno lleno de información escrita a menos de dos palmos de nuestras narices, por eso los humanos somos tan míopes…