sábado, 31 de julio de 2010

La paradoja sexual

La ciencia de las diferencias de género es una bolsa llena de sorpresas. Existe la creencia general de que los hombres siguen beneficiándose de ventajas históricas y culturales. Sin embargo, un análisis más preciso revela que son vulnerables a toda una serie de percances biológicos y psicológicos. Los hombres se ven acechados por todo tipo de problemas de aprendizaje y de conducta. Simultáneamente, al sentirse más atraídos por el riesgo y por las proezas épicas, algunos chicos y hombres alcanzan un éxito espectacular, mientras que, por desgracia, otros contribuyen a que las tasas de accidentes y de suicidios masculinos sean más elevadas. Las empresas aseguradoras conocen muy bien estas cifras, por lo que cobran primas más elevadas a los varones jóvenes por los seguros de automóvil.



Las mujeres enferman menos, estudian más y mejor, son más felices y muestran por término medio una mayor satisfacción respecto a su carrera profesional que los hombres. Y eso a pesar de que sólo ocupan una pequeña parte de los puestos de trabajo mejor pagados. La según la tesis de la psicóloga cognitiva canadiense Susan Pinker, desarrollada en su libro La paradoja sexual, lo correcto sería más bien decir que las mujeres son más felices precisamente porque sólo ocupan una pequeña parte de los puestos de trabajo mejor pagados, aquellos que exigen jornadas laborales de más de doce horas diarias y una renuncia casi absoluta a cualquier tipo de vida social o familiar medianamente estable.

Según Susan Pinker, hay bastantes más hombres que mujeres priorizan el estatus, la remuneración y las oportunidades de progreso. En cambio, más mujeres que hombres tienen objetivos múltiples en sus vidas y, por lo tanto, nociones más variadas de lo que es el éxito. En encuestas realizadas a un número significativo de sujetos, la flexibilidad, la autonomía y el hecho de trabajar con personas a las que respetan, en un trabajo en el que ellas sientan que pueden marcar la diferencia, eran las prioridades profesionales señaladas por un 85% de las mujeres, y especialmente por aquellas con una carrera universitaria. Para la mayoría de las mujeres, los horarios flexibles y un trabajo que las realice superan el estatus y el dinero. Más mujeres que hombres están dispuestas a negociar sus salarios con el objetivo de conseguir otros fines: tener tiempo para la familia, los amigos y las actividades culturales o comunitarias.

¿Tiene la competición las mismas connotaciones para los hombres que para las mujeres? ¿Compiten las mujeres de la misma manera que lo hacen los hombres?. Las evidencias que tenemos acerca de las diferencias entre sexos nos dicen que las cosas no son blancas o negras. Muchos más chicos que chicas usan la competición directa, la agresión y las tácticas físicas para conseguir lo que quieren, y claramente consideran que la competición es inherentemente divertida y satisfactoria. Por el contrario, muchas más chicas que chicos utilizan el diálogo por turnos para conseguir lo que quieren, y evitan noquear a sus oponentes en competiciones del tipo “el ganador se lo lleva todo”. Por ejemplo, en un estudio realizado con niños de cuatro años, los chicos compitieron 50 veces más frecuentemente que las chicas para conseguir ver unos dibujos animados. En un estudio sobre los hábitos de juego de niños de diez años, los chicos eligieron competir durante el 50% de su tiempo de juego. Por el contrario, las chicas sólo eligieron competir durante el 1% de su tiempo de juego. En cuanto a los adultos, independientemente de su nivel de habilidad, el 75% de los hombres eligen la competición, o sistemas de recompensa basados en “el ganador se lo lleva todo”, comparado con el 35% de las mujeres que lo eligen. Un ejemplo del modelo “el ganador se lo lleva todo” sería un puesto de vendedor o de inversor, donde trabajas a comisión, o el de un candidato político: si ganas, como Barack Obama en las pasadas elecciones, te lo llevas todo, pero si pierdes, como John McCain, te quedas sin nada y puedes llegar a ser ridiculizado, como se hizo con Sarah Palin. Las mujeres que ven como otras mujeres son humilladas en competiciones públicas están menos dispuestas a participar en esas mismas competiciones. Las mujeres son más proclives a competir con otras mujeres que con los hombres, y a utilizar signos sociales como las expresiones faciales o las frases irónicas para excluir a sus rivales. Los hombres son más proclives a competir abiertamente, diciéndoselo a la cara, pegándose o simplemente superando a sus rivales. La competición femenina tiende a ser subterránea y matizada, mientras que la competición masculina es más concreta. Cuando los hombres compiten es fácil ver quién gana y quién pierde. Simplemente has de mirar quién gana más dinero y quién tiene el coche más grande, la mejor casa, quién marca más goles o incluso quién tiene la mujer más joven y guapa. La competición masculina es más visible. La adrenalina se incrementa en los hombres durante las situaciones competitivas, pero decrece en las mujeres en esas mismas situaciones. Y esa es la razón por la que hombres y mujeres son y se sienten diferentes en este aspecto.

Variabilidad masculina
Los machos de muchas especies son más variables y extremos, y los humanos no somos una excepción. Lo que quiere decir esto es que los dos sexos no difieren demasiado, pero que en los dos extremos de la distribución hay más hombres que mujeres. Así que hay más machos idiotas y más hombres geniales, como dijo el científico James Wilson, o, como señaló la antropóloga evolucionista Helena Cronin, más zoquetes y más Nobeles. Un mayor número de hombres en los extremos es la razón por la que determinados terrenos están dominados por los hombres. Hay más chicos que chicas que deben luchar por alcanzar una habilidad lingüística normal. Y un número mayor de hombres en los extremos es la razón por la que más hombres que mujeres abandonan los estudios universitarios. Y por la que hay más presos que presas: la ratio de hombres y mujeres en prisión es de 9 a 1.

¿Cuán importante es la biología por lo que respecta a la toma de decisiones, en comparación con otros elementos?

Es importante tener en mente dos principios: la biología y la cultura caminan de la mano, y ninguna de las dos tiene sentido sin la otra. Después de todo, el cerebro humano es el que creo la cultura, y el cerebro evoluciona empujado por presiones de tipo cultural. Pero como las diferencias culturales por sí solas suelen ser usadas para justificar todas las diferencias entre los dos sexos, y dado que lo masculino suele ser considerado como la norma, podemos dar algunos ejemplos de cómo la biología influye en las aptitudes de las personas y en las elecciones profesionales de hombres y mujeres:

1. Cuando a las mujeres a las que se les pide que identifiquen las emociones de otras personas se les activan los dos hemisferios cerebrales. En los hombres, la percepción de las emociones ajenas se localiza en el hemisferio derecho. Además, muestran menos conexiones, especialmente con las áreas del cerebro que controlan el lenguaje. Quizá sea por eso por lo que las mujeres son, en general, mejores que los hombres a la hora de identificar las pistas emocionales que dan otras personas, y la razón por la que reaccionan con mayor rapidez a ellas. Las madres reaccionan más rápidamente y con una respuesta neuronal más intensa a los lloros de los bebés, tal y como se demostró en un estudio italiano. Las emociones y los recuerdos de las mujeres son más accesibles y son expresados verbalmente por ellas más fácilmente. Quizá por eso las mujeres se concentran en carreras donde es clave la percepción de las emociones: la enseñanza, la medicina familiar, la enfermería o el cuidado de ancianos, el trabajo social y la psicología.

2. Estudios británicos sobre el efecto de la testosterona prenatal muestran que a más secreción de testosterona por el feto durante el segundo trimestre, menos habilidades verbales, menor interés en socializar con otros niños, y menos intereses. Y los niños producen mucha más testosterona que las niñas. Tiene sentido entonces pensar que la testosterona afecta a los niños, y por eso estos tienen cuatro veces más probabilidades de sufrir problemas relacionados con el lenguaje, y diez veces más probabilidades que las chicas de tener menos relaciones sociales y menos intereses. Por eso los hombres suelen gravitar hacia carreras que requieren menos interacción social y un profundo, pero estrecho, conocimiento de una materia sistemática y predecible. Ingeniería e informática son los primeros nombres que vienen a la mente cuando se piensa en carreras que no requieren de grandes dotes sociales, pero sí de un profundo conocimiento de sistemas.

Las mujeres piensan en forma más holística (global), son más flexibles (menos rígidas y dispuestas a tener en cuanta la excepción a la regla), más intuitivas e imaginativas a la hora de buscar soluciones, y prefieren hacer planes a más largo plazo. A veces les cuesta tomar una cosa a la vez.

Los hombres son más atentos (circunscritos), les gustan los resultados rápidos (inmediatistas), piensan de manera más lineal y causal, y prefieren avanzar gradualmente en el logro de los objetivos (análisis por pasos).

La mente femenina funciona con base a un pensamiento en red donde la información es permanentemente totalizada, la mente masculina es concreta, pragmática e hiperconcentrada.

La mente masculina tiende a rechazar el pensamiento visceral y las decisiones intuitivas: todo debe ser claramente explicado y analizado antes de tomar una decisión. La mente femenina es capaz de asimilar infinidad de pequeños detalles en un todo significativo y "olfatear" la solución aparentemente sin tantos recursos técnicos. Al ser más flexible asimila incluso aquella información que los hombres eliminan (en ocasiones la solución correcta suele estar precisamente en esos datos desechados). Quizás allí, en esa capacidad de juntar lo aparentemente aislado, reside la famosa intuición femenina.

1 comentario:

  1. Bueno, diversos estudios prueban que la intuicion femenina no existe. No los mencionare porque no es dificil encontrarlos en google.

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