Mario Alonso Puig es miembro de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, socio de la Harvard University Medical School y uno de los españoles más demandados por empresas y administraciones para impartir conferencias y seminarios sobre liderazgo y creatividad. Ha dedicado gran parte de su vida a explorar el impacto que tienen los procesos mentales en el despliegue de nuestros talentos y en los niveles de salud, de energía y de bienestar que experimentamos y es uno de los máximos investigadores españoles acerca de la Inteligencicia Humana y del Aprendizaje.
Quisiera compartir con los lectores de mi blog buena parte de sus estudios y reflexiones acerca de un tema tan cercano y presente en la vida de casi todos como es la forma en que los humanos afrontamos el miedo, el estrés y los momentos complejos y de incertidumbre emocional, complementado con una de sus charlas, de esas que no te dejan indiferente y recuerdas durante mucho tiempo. Mario Alonso realiza una excelente explicación de los mecanismos psicológicos y fisiológicos que desencadenan el estrés y una defensa elocuente y con los pies en el suelo del pensamiento positivo, entendido no como un optimismo vacío sino como la capacidad de elegir la mejor alternativa posible de las que se nos presentan. Un optimismo inteligente.
¿Qué es lo que hace que haya personas que en medio de la dificultad se mantengan serenas y confiadas, mientras que otras caen en el desánimo y la desesperanza? Contestar a esta pregunta nos va a exigir hacer un análisis muy serio y profundo de un determinado concepto. Es un concepto que no deja indiferente a nadie y que normalmente, se asocia con experiencias de índole negativo. Se trata del estrés.
La naturaleza es muy sabia, de hecho es tan sabia y se fía tan poco de algunas de nuestras estrategias conscientes que cuando detecta un peligro como por ejemplo una serpiente, pone en marcha mecanismos de huida antes de que ni siquiera nos demos cuenta a nivel consciente de que lo que tenemos delante es una serpiente.
El problema surge cuando la que se siente amenazada no es nuestra supervivencia física sino la imagen que tenemos de nosotros mismos, la idea que tenemos de lo que somos y que es el resultado de las experiencias que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra vida. Con esta imagen se produce una situación muy particular y es que forma como otra persona, una identidad que ha de ser protegida de la misma manera en la que el cuerpo físico ha de ser protegido, claro que ahora los peligros son de otra índole. Esta imagen no se siente tan atemorizada frente a una serpiente como se siente atemorizada cuando alguien ataca la idea que se ha hecho de sí misma.
Para muchas personas, el estrés es algo negativo, dañino y que por lo tanto hay que evitarlo como sea. Este es un error frecuente y grave que procede de nuestra ignorancia de lo que realmente significa dicha palabra. El tema no es superfluo, ya que la forma en la que las personas valoramos las cosas afecta mucho a las experiencias que tenemos. El estrés no es sino una fuerza que el organismo necesita para hacer frente a una serie de retos que se salen de lo común, de lo ordinario, de la rutina de cada día. Es como si ante determinadas situaciones, nuestro combustible no fuera suficiente y necesitáramos uno especial, uno con mucho mayor octanaje. Dado que los retos que el ser humano se puede encontrar son de dos tipos, esa fuerza, ha de canalizar su energía a través de dos mecanismos. Es por eso por lo que el ser humano dispone de un mecanismo llamado de supervivencia y de un mecanismo llamado de adaptación.
Mecanismo de supervivencia
El mecanismo de supervivencia está diseñado para protegernos de aquellos elementos que ponen en peligro la vida. Estamos hablando de una amenaza a nuestra integridad física. Cuando este mecanismo se pone en marcha, se producen cambios muy rápidos en el funcionamiento de nuestro organismo. Estos cambios comienzan en el cerebro y se extienden por el resto del cuerpo. Nuestro cerebro tiene partes bien diferenciadas, las cuales se especializan en ciertas funciones. Unas partes y otras se conectan de forma muy intensa para que el cerebro funcione como un todo. La parte más superficial del cerebro, de aspecto arrugado, se llama corteza cerebral. El porcentaje más amplio de la corteza cerebral está dedicado a asociar información, recuerdos y experiencias. Gracias a nuestra corteza cerebral podemos analizar y razonar. También la corteza nos permite planificar, organizar y tomar decisiones teniendo en cuenta; las consecuencias a largo plazo de dichas decisiones. La corteza cerebral es muy importante tanto en el aprendizaje como en el despliegue de la creatividad.
Imagina que estás en una playa en la India y de repente ve que se acerca a gran velocidad algo que no acaba de identificar. De repente, te das cuenta de que es un tigre que va hacia ti. No cabe duda de que en ese momento, procesos mentales tales como el análisis, la planificación, la negociación o el pensamiento creativo no sólo consumen mucha energía, sino que además no te van a ayudar a sobrevivir. Por eso, el cerebro se regula así mismo cambiando bruscamente su funcionamiento. El proceso ocurre de la siguiente manera: Una parte del llamado sistema límbico o cerebro emocional y que se conoce como amígdala, una vez que ha reconocido la presencia del tigre, entra en lo que se llama modo de alarma y a una velocidad sorprendente empieza a transformar por completo nuestra fisiología. Ante una situación tan dramática como ésta en la que nos encontramos, las únicas opciones de supervivencia están en salir corriendo o nadando, en quedarnos paralizados en caso de que el depredador no nos haya visto o en ir contra el tigre, en caso de que entre el tigre y nosotros se encuentre uno de nuestros hijos. Estas tres reacciones son las mismas que nos han ayudado a sobrevivir a lo de nuestra historia como seres vivos. Para que cualquiera de las respuestas pueda tener alguna eficacia, toda nuestra musculatura ha de cambiar. Sólo así, seremos capaces de correr o de nadar a una velocidad superior a lo normal, de atacar con una violencia extraordinaria o de irnos absolutamente inmóviles en un estado que se conoce como catatonia. Cualquiera de estas reacciones necesita una transformación, tiene que llegar mucha más sangre a los músculos con oxígeno, glucosa y adrenalina. La pregunta lógica que nos tenemos que hacer ahora es la siguiente: ¿de dónde procede esta sangre? Esta sangre procede de aquellos órganos que no son imprescindibles en ese momento específico el que el organismo se ve amenazado por un depredador. Entre las partes del cuerpo que experimentan una reducción del riego sanguíneo, podríamos citar la corteza cerebral, el tubo digestivo, la piel, el sistema reproductor y el sistema inmunitario. Como podemos ver, este mecanismo de supervivencia es de enorme eficacia porque conduce la energía desde donde no es necesaria hasta donde es imprescindible. Los únicos problemas que puede plantear este mecanismo son o que se active con demasiada facilidad, o que una vez activado no se desactive. De hecho, esta es una situación mucho más frecuente de lo que uno podría prever.
Es esencial que sepamos que el mecanismo de supervivencia no sólo se activa ante una amenaza a nuestra integridad física, sino también cuando se produce una amenaza mental. Esto ocurre en el momento en el que la persona se siente amenazada en su imagen y en la valoración que otras personas puedan estar haciendo de ella. Se ha podido comprobar también con técnicas muy modernas de neuroimagen, que cuando una persona queda atrapada en una conversación limitante del tipo “no puedo" "no hay salida", se activa directamente la amígdala. Por eso, cuando alguien se siente insignificante, despreciado, humillado, relegado o simplemente ve amenazado su puesto de trabajo o su prestigio, puede experimentar una activación sostenida de la amígdala, lo cual se conoce como secuestro amigdalino.
Cualquier persona que quede atrapada en esta situación, va a experimentar severas limitaciones en su capacidad para pensar con claridad y para tomar decisiones eficientes. Además, ello le va a dificultar aprender y memorizar. Entendemos en base a esto, por qué hay niños muy brillantes que cuando se encuentran en una escuela donde no se sienten reconocidos ni valorados, pueden experimentar una reducción tan llamativa de su rendimiento. Por otra parte, la activación mantenida de la amígdala puede producir muchos trastornos digestivos del tipo del reflujo gastroesofágico, las úlceras gastroduodenales, pérdidas bruscas de peso, digestiones pesadas y el colon irritable. Debido a que el secuestro amigdalino también limita el funcionamiento del sistema de defensa, las personas que están en secuestro amigdalino se acatarran con más frecuencia y se recuperan peor de los procesos infecciosos. El secuestro amigdalino también está asociado a la infertilidad y a muchos otros trastornos como el aumento de los triglicéridos y el colesterol la hipertensión arterial y las arritmias. Resulta no menos que sorprendente, que un mecanismo que fue creado para proteger la vida, cuando se activa de manera incorrecta y se mantiene activado, pueda reducir de manera tan evidente nuestra calidad de vida.
Mecanismo de adaptación
Hemos estudiado hasta ahora el mecanismo de supervivencia y nos quedacomprender el otro mecanismo, el de adaptación.El mecanismo de adaptación ha de ponerse en marcha cuando nos enfrentamos al cambio y a la incertidumbre. Como podemos comprender hay una gran diferencia entre estar en una tierra hostil o estar en una tierra desconocida. Imaginemos por ejemplo que nos encontramos de repente en el desierto de Arizona. No cabe duda de que este contexto es completamente nuevo para nosotros y sin embargo, si activáramos el mecanismo de supervivencia nos sería imposible adaptarnos. Atacar, huir, defendernos o quedarnos paralizados, pueden ser reacciones muy útiles si nos encontramos frente a una serpiente cascabel o a un grupo de coyotes, pero lo que no nos sirven es para adaptarnos a la nueva tierra.
El mecanismo de adaptación ha sido el que nos permitió adaptarnos a la enorme crisis que sufrió nuestro primer antecesor, el homo habilis, cuando la tierra se secó, las frutas desaparecieron y las plantas jugosas se transformaron en plantas duras y secas. Fue esta situación la que le empujó a abandonar la seguridad de los árboles y adentrarse en la sabana africana. Fue su capacidad de adaptación la que le fue transformando de herbívoro en carnívoro, lo cual indujo un aumento progresivo en el tamaño de su cerebro. El mecanismo de adaptación es radicalmente distinto al de supervivencia. Como de lo que aquí se trata es de aprender la manera en la que podemos acoplarnos a un nuevo entorno, precisamos experimentar un cambio radical en ciertas capacidades mentales. Por una parte hemos de ser capaces de observar con, mayor claridad y precisión lo que ocurre a nuestro alrededor. Tenemos que aprender deprisa y ser especialmente creativos a la hora de encontrar recursos y soluciones para hacer frente a los nuevos desafíos. Además, necesitamos experimentar una clara ilusión que haga que el explorar nuestro nuevo entorno, lejos de ser una tarea penosa, se convierta en algo interesante e incluso apasionante.
El mecanismo de adaptación cuando se pone en marcha se asocia con alteraciones profundas en el riego cerebral. Si antes eran ciertas partes del sistema límbico las que dirigían toda la respuesta, ahora es la corteza cerebral y especialmente la parte másanterior de la misma, la que experimenta una intensificación en su funcionamiento. Ello repercute en un aumento de la concentración, en una mejora de la capacidad de análisis y en un despliegue de la creatividad. Además, empieza a aumentarla población de neuronas del hipocampo en un proceso denominado neurogénesis. La neurogénesis es el proceso de transformación de una célula madre pluripotencial en una neurona. Las neuronas del hipocampo son esenciales en todo proceso de aprendizaje y también para controlar a la amígdala de tal manera que no se active en exceso ante la incertidumbre. La activación amigdalina nos llevaría con facilidad a entrar en un estado de pánico y bloqueo.
¿Cómo es posible que pongamos en marcha el mecanismo de supervivencia con tanta frecuencia cuando el que muchas veces nos sacaría adelante es el mecanismo de adaptación? Sencillamente por la manera en la que estamos evaluando algo como una desgracia, cuando no lo aceptamos, nos estamos resistiendo a la realidad y ello de forma natural pone en marcha el mecanismo de supervivencia. La aceptación no implica que nos guste lo que hay, sino sencillamente que asumimos que las cosas son como son y por eso nos reconciliamos con la realidad.
Es la aceptación y no la resignación la que una vez asumida la nueva realidad, nos ayuda a buscar caminos para salir adelante en medio de la dificultad. Otro de los errores que cometemos cuando hacemos frente a la incertidumbre es dejar que nuestra atención esté continuamente enfocada en lo que queremos evitar y no en lo que queremos alcanzar. Nos posicionamos entonces en jugar no a ganar sino a no perder y es esta mentalidad la que nos genera una enorme tensión y una escasa ilusión. A veces, no somos nosotros, sino otras personas con sus diálogos llenos de crispación y de negatividad las que favorecen que "compremos" de alguna manera la idea de que todo está fatal. Esto alimenta una sensación interior de pequeñez, de insignificancia, de impotencia y de desesperanza. Es algo muy conocido en psicología que la sensación de incompetencia puede ser enseñada, aprendida y así convertirse finalmente en real. Por eso es tan importante transmitir la información sin teñirla de un montón de negatividad subjetiva.
Se ha comprobado en base a estudios neurocientíficos que cuando una persona sostiene, de forma mantenida, una conversación negativa consigo mismo –«no hay salida para mí ni para mi familia, estoy en un proceso de crisis, no seré capaz de superarlo...»– empiezan a activarse las mismas partes del cerebro que se activan cuando uno siente que está a punto de morir. En consecuencia, toda la corteza prefrontal de nuestro cerebro, la que es responsable de la resolución de dilemas, de la creatividad frente a lo aparentemente irresoluble, experimenta un menor riego sanguíneo. Es como si, ante las circunstancias complicadas, el ser humano decidiera que donde tiene que poner todo su peso es en evitar el sufrir y no en buscar el ganar. Y ahí está lo que verdaderamente nos limita porque si tomamos esa actitud toda nuestra capacidad de ver las cosas con claridad queda absolutamente anulada. Por todo ello, es imprescindible entender que para utilizar esta época actual en nuestro favor y convertirla en una época de crecimiento necesitamos generar en nuestro interior condiciones favorables.
Los estudios del Dr. Bandura catedrático de Psicología de la Universidad de Stanford no dejan muchas dudas al respecto. Bandura demostró que cuando se transmite una confianza en la capacidad que tenemos nosotros y otras personas a la hora de hacer frente a los desafíos y las dificultades, se libera en la sangre una serie de hormonas denominadas neuropéptidos. Estas hormonas son capaces de inhibir a la amígdala para que no se active y nos bloqueemos. Por eso es clave esperar victoria si queremos obtener victoria. Ante el nuevo entorno vamos a cometer errores y tenemos que aprender de ellos. Por eso, si nuestra valoración del error está llena de negatividad hacia nosotros o hacia los otros, nuestra frustración y nuestro sentido de culpa y de vergüenza impedirán que sigamos intentándolo. El error significa que algo no ha funcionado y por lo tanto, la exigencia de probar un abordaje diferente. Cuando aguantarnos la tendencia habitual a ocultar el error o a culpar a algo o a alguien y soportamos el dolor que produce acercarse al error para observarlo, evaluarlo y aprender de él, entonces se abre para nosotros la posibilidad de descubrir lo que hemos de hacer de diferente. El error nos va a enseñar si dejamos que lo haga. Muchos de los mejores inventores que ha habido en nuestra historia, llegaron a hacer sus excepcionales descubrimientos porque eran inasequibles al desaliento y no tiraban la toalla cometieran los errores que cometieran. Era ese compromiso, ésa determinación, esa persistencia, esa paciencia que mostraron, los que les llevaron a la revelación de aquello que hasta entonces había permanecido oculto. Por eso, la adaptación a la incertidumbre no es un tema de erudición, sino de motivación.
Sólo las personas verdaderamente motivadas harán el esfuerzo que es necesario hacer para hacer frente a sus dudas y a sus miedos. Sólo desde una profunda insatisfacción inspiradora, las personas abandonamos nuestro estatus quo y nos atrevemos a descubrir, a crecer y a evolucionar, muchas veces los seres humanos somos incapaces de hacer cosas, de salir de la zona de confort, aunque vivamos en ella sufriendo, porque tenemos una representación mental de nosotros mismos que nos limita. Es este crecimiento y esta evolución los que nos revelan que puede haber problemas complejos, pero que no hay problemas insuperables. Es esta misma evolución lo que nos hace ser conscientes de que lo que convierte un problema complejo en uno insuperable es nuestra sensación de pequeñez a hora de hacerle frente. Si, por ejemplo, nos sentimos solos, llenos de ira o desesperanza, busquemos a alguien de confianza y contémosle sencillamente cómo nos sentimos; no para que nos dé la solución sino para que, por el simple hecho de dejar fluir las emociones, podamos aceptar que la nueva situación también exige cambios en mí. Se trata de entender que en momentos de incertidumbre tengo que reinventarme y evolucionar.
Y el hecho es que no hay vida sin dolor, sin miedos, sin arrepentimientos, sin incertidumbres, sin pérdidas, y puesto que es inevitable que aparezcan en algún momento, tenemos que aprender a vivir con ello, a vencerlos y, por qué no, a sacarles su parte útil, si es que la tiene. Se ha demostrado que las personas que han sufrido experiencias traumáticas y han sabido guardarlas en una especie de memoria protegida, viven mucho mejor. Porque la felicidad plena se aprecia mucho mejor cuando uno se ha caído, y al levantarse no le molesta. Al nacer lo tenemos todo y con el transcurso de los años vamos perdiendo, la vida es pérdida, y mayor cuanto más se acerca a su fin, pérdida de facultades, de salud, de seres queridos, de tiempo que pasa, etc. Sea como fuere, el hecho es que el sufrimiento está presente en todas nuestras vidas y nadie puede escaparse de él, tarde o temprano ha de llegarnos de alguna manera.
Cuando ocurre algo que nos causa dolor. Cuando estás en una situación en que parece que todo se ha vuelto en tu contra se generan situaciones en que se produce el llamado “secuestro amigdalino” antes comentado, es decir, nuestro sistema emocional entra en alerta y segrega cantidades ingentes de cortisol para permanecer en ese estado, que prolongado es muy perjudicial. Es un estado que era y es útil en un momento de amenaza o peligro, pero que sostenido en el tiempo es demoledor. Las pérdidas generan un periodo de duelo, que es el proceso en el que tienen lugar diversas reacciones personales ante la situación adversa. Es un proceso por el que todos tenemos que pasar en un momento u otro y que tiene unas características comunes a todos que han sido muy estudiadas en psicología. Es un proceso poco agradable pero ha de ser superado. Al principio las reacciones se relacionan directamente con el "secuestro amigdalino" y el exceso de cortisol, son de shock, de no creernos lo que nos está pasando, reacciones que desencadenan un posterior estado de aturdimiento, rabia, estrés, nerviosismo, miedo, descontrol, etc. El impacto del suceso no depende proporcionalmente de la pérdida real si no de la pérdida subjetiva que aquello tenía para nosotros en nuestra vida.
Pero es importante saber que mecanismo de la pérdida es transitorio, desaparece con el tiempo, ya que nuestra mente posee un sistema inmunológico para regresar siempre a un 'estado convencional'. Con el mecanismo de la pérdida, surge una brutal secreción de una hormona en nuestro cerebro, la dopamina. Es la misma hormona que actúa sobre un drogodependiente. Cuando se supera el 'mono', la dopamina baja hasta niveles mínimos. Con tan poca cantidad, se produce un letargo, tristeza. También surge la ansiedad, el nivel de ansiedad que puede soportar el organismo humano con soltura y sin cargar con efectos colaterales indeseables, es más limitado de lo que nuestra cultura, basada en la productividad, el deber, la ambición y la competencia, está dispuesta a admitir. Cuando nos estresamos, el hipotálamo secreta la hormona liberadora de corticotrofina, que estimula a la glándula pituitaria para que libere más hormonas. Estas hormonas de la glándula pituitaria hacen que la glándula suprarrenal secrete las hormonas que alimentan la respuesta al estrés, aumentando la ansiedad, la energía y la presión sanguínea, y suprimiendo las respuestas inmunitarias.
Es muy importante ser conscientes de que nuestras predicciones emocionales casi nunca son las esperadas. Cuando a alguien le toca la lotería, cree que será inmensamente feliz, sin embargo, suele serlo mucho menos de lo que se imagina. En determinadas ocasiones podemos pensar que estamos en un pozo sin fondo sin salida porque nuestro cerebro está totalmente alterado y nos engaña, nuestra mente es experta en falsificar emociones, en suponer y en interpretar hechos incompletos y lo hace tan bien que ni siquiera nos damos cuenta y nos lo creemos... Cuando alguien piensa que nunca superará algo ni siquiera con el tiempo, su mente ha imaginado su futuro proyectando y rellenando los huecos de los que que no dispone con información de su presente (siempre hace eso), a los humanos nos resulta difícil de comprender que alguna vez pensaremos y nos sentiremos de forma diferente a como lo hacemos en el presente por eso raramente acertamos cuando intentamos pensar "como nos sentiremos dentro de X meses/años", pensamos que en 2020 pensaremos igual que en 2010 y no es así, estamos en continua evolución, con nuestras emociones y sentimientos ocurre lo mismo. Proyectamos el presente en el futuro, si un presente es sombrío, tendemos a hacer la proyección de que nuestro futuro también lo será, tendemos a sobrevalorar las cosas malas que nos suceden y el tiempo que nos va a llevar superarlas.
Todo está en el cerebro, todo se forma ahí dentro. Espacios, olores, frío, calor, personas, distancia, tristeza, alegría... todo está en la cabeza, y lo de fuera podría ser absolutamente diferente a lo que percibimos, el mundo sólo está dentro de nosotros. Las condiciones son las mismas, pero la subjetividad es diferente, todo momento negativo más o menos intenso es en definitiva una interpretación subjetiva nuestra.
Fuentes: Elaboración propia, marioalonsopuig, praxislgconsultores, tv3
Fuentes: Elaboración propia, marioalonsopuig, praxislgconsultores, tv3