Louann Brizendine (miembro del Consejo de Psiquiatría y Neurología y de la Junta Directiva de Examinadores Médicos y profesora de psiquiatría de la Universidad de California en San Francisco) se ha ganado fama de controvertida en ciertos entornos feministas debido a sus afirmaciones sobre las diferencias de género o por dar cabida científica a ciertos estereotipos. No ha encontrado la barita mágica que entierre para siempre la guerra de sexos, pero sí algunas de las claves que explican por qué se produce. Ella admite que políticamente no es correcto decir que existen diferencias entres hombres y mujeres "pero la opinión de algunos sectores no conjuga con la ciencia, que cada día avanza demostrando nuestras diferencias y similitudes". Personalmente y aunque me gusta y me parece mucho mejor la aproximación a las diferencias de género proporcionada por Simon Baron-Cohen (al que he dedicado una entrada en este blog) los estudios de Brizendine me parecen como mínimo dignos de mención.
En el siguiente capítulo de Redes la neurobióloga Louann Brizendine descubre las etapas en la vida del cerebro masculino y su relación con el otro sexo; un camino plagado de altibajos hormonales que marcan la vida personal de todo hombre y su entorno.
¿En qué difieren el cerebro del hombre y el de la mujer? "Tienen más semejanzas que diferencias", dice Louann Brizendine, profesora de clínica psiquiátrica de la Universidad de California en San Francisco. Si colocamos un cerebro masculino y otro femenino frente a frente, a simple vista los vemos iguales. Según la autora, "Nuestros cerebros en su mayor parte son similares. Somos de la misma especie después de todo. Pero las diferencias pueden a veces hacer que aparezcamos como que venimos de mundos apartados. El área de "marca tu espacio" (en el núcleo premamilar dorsal) es más grande en el cerebro masculino y contiene circuitos especiales para detectar los retos territoriales masculinos. Y la amígdala, el sistema de alarma frente a los peligros, retos y amenazas es también más grande en el hombre. Estas diferencias hacen que los hombres estén más alerta que las mujeres frente a las amenazas potenciales a su espacio. Mientras tanto, la parte del cerebro que se relaciona con "siento lo que tú sientes", es decir el sistema espejo-neuronal, es más grande y más activo en el cerebro femenino. Así que las mujeres pueden, de manera natural, sincronizarse con las emociones de otros mediante la lectura de sus expresiones faciales, la interpretación del tono de voz y otras claves emocionales no verbales", señala la doctora Brizendine.
Recurramos a la tecnología. La revolución de los escáneres cerebrales, capaces de mostrar las respuestas emocionales de ellos y ellas a nivel cerebral, vienen contando una historia en cada caso. Parece bastante evidente que si los cerebros funcionan de manera diferente en ambos sexos (aunque muchas veces no resulte fácil resaltar el grado de diferencia), eso se traduzca en comportamientos y actitudes distintas. Si usted fuera un antropólogo social venido del futuro, armado con un escáner portátil capaz de iluminar las áreas del cerebro humano de cualquier persona a su alrededor, podría toparse con alguna sorpresa. Su trabajo de campo le ha llevado a elegir una mesa discreta de un bar de copas, al que la gente acude después de trabajar para divertirse. Una mujer, Nicole, muy atractiva, está llamando la atención de un joven, Ryan, que está comentando a sus amigos los resultados de un partido de fútbol. Él no puede dejar de mirarla (los hombres pueden definir en tan sólo 12 centésimas de segundo si una mujer le resulta interesante sexualmente), y decide acercarse a ella. La pantalla del escáner mostraría un fogonazo en la zona cerebral de Ryan que regula el apetito sexual, situada en el hipotálamo (un conjunto de núcleos cerebrales hundidos en las profundidades del cerebro que también controla la vida vegetativa, el hambre, la sed y el sueño). El córtex visual del hombre -la zona donde se procesan las imágenes a partir de la información enviada por los ojos- también está zumbando con la imagen de la mujer, como si evaluase su silueta de "reloj de arena". Entablan conversación, lo que viene a continuación es una vieja historia de aproximación para el apareamiento. El cerebro de ella antepone al sexo la esperanza del amor y el compromiso. En cambio, para él lo primero es el sexo. Según esta especialista, el hombre tiene un área de búsqueda sexual que es 2.5 veces mayor que la que tiene el cerebro femenino. No solamente esto, sino que al inicio de la adolescencia ellos producen de 200 a 250% más testosterona que la que produjeron durante la preadolescencia.
Louann Brizendine sostiene que tres de cada cuatro hombres confiesan que han mentido para acostarse con una mujer. "Los encuestados reconocían que incluso han dicho falsamente que quieren a la mujer para tal fin", asegura Brizendine, que matiza que en su libro habla de la media, de la generalidad, pero que hay un 10% de varones y un 10% de féminas en que destacan más los aspectos femeninos que los masculinos y viceversa. En el terreno laboral, por ejemplo, se fomenta que la mujer emule al hombre de negocios, cuando no es siempre positivo, pues la mujer tiene mucho más espíritu cooperativo. Ya desde niña, una niña comparte 20 veces más sus juguetes que los niños que están compitiendo el 65% del tiempo.
Pero aunque el cerebro masculino piensa en el sexo hasta tres veces más que el femenino, también piensa en el amor, la vida en común y se prepara para ser un buen padre. De hecho cuando se prepara para la paternidad desciende su nivel de testosterona, y en cambio aumenta la prolactina, una hormona que convierte al hombre en un cuidador. A pesar de todos los estereotipos que apuntan a lo contrario, el cerebro masculino puede enamorarse tanto y tan rápido como el cerebro femenino, incluso hasta más. Cuando él encuentra y establece su visión de capturar "esa presa", emparejarse con ella se convierte en su objetivo primordial y, cuando él tiene éxito, su cerebro hace una impresión indeleble en ella. La pasión y el amor se juntan y él queda atrapado.
Cuando los hombres maduran, las hormonas cerebrales masculinas cambian y el cerebro masculino y su cuerpo pasan al estado de la vida llamado andropausia. La reina de las hormonas masculinas, la testosterona disminuye y la reina de las hormonas femeninas, el estrógeno sube. Sus cerebros desarrollan un mayor interés por la comunidad y las nuevas generaciones. En definitiva vuelven a ver el mundo tal y como hacían cuando eran niños, antes de que la testosterona les marcase prioridades como el territorio, la jerarquía o la pulsión sexual. Que el abuelo se convierta en el héroe de los nietos o en el viejo cascarrabias que detestan visitar dependerá en gran parte de cómo maneja estos cambios hormonales. Por ejemplo, si los niveles de testosterona caen a un nivel anormalmente bajo, ese hombre se sentirá cansado, irritable y hasta deprimido. Algunos hombres que se encuentran experimentando esta condición buscan una terapia de reemplazo hormonal y otros encuentran mejoras a través del ejercicio, el sexo más frecuente y el pasar más tiempo con la gente. Esa es la realidad hormonal masculina.
El mensaje parece diáfano. Las diferencias sexuales de comportamiento están condicionadas por la estructura de sus cerebros: el de Ryan no piensa ni actúa como el de Nicole. Hay un cerebro para el que los pensamientos sexuales "son más frecuentes y los circuitos del impulso sexual ocupan más espacio"; un cerebro de padre que surge tras tener un hijo, un cerebro de la agresión listo para entrar en acción. Y en cuanto a ellas... son mucho más hábiles con el lenguaje, a la hora de expresar sus emociones. Huyen de la agresión y adoran la protección a largo plazo. Es imposible detallar en un solo artículo las decenas de observaciones que se han realizado en los laboratorios, en los que grupos de voluntarios de ambos sexos observan una escena mientras sus cerebros están siendo escaneados, pero este podría ser un típico ejemplo: un hombre conversando con una mujer. En ellos, las zonas del cerebro relacionadas con los impulsos sexuales se encienden, mientras que ellas ven una simple conversación.
Las pantallas dan algunas pistas, pero no la causa: de media, los hombres destacan más en matemáticas, la ingeniería y la orientación espacial. Las mujeres son mejores a la hora de manejar el lenguaje, el contacto social y el habla. De los experimentos de laboratorio a la vida real media un mundo. Pero la impresión es que muchos de los clichés parecen respaldados por la ciencia.
A la pregunta de si cabe hablar de un cerebro femenino y otro masculino en sentido estricto, la prestigiosa neurobióloga Doreen Kimura, del departamento de psicología de la Universidad de Simon Fraser en Burnaby (Canadá), responde afirmativamente, pero con reservas. "Cualquier comportamiento distinto entre hombre y mujer está mediado por el cerebro". Y aunque hay rasgos que estadísticamente difieren entre hombres y mujeres, también se superponen en un cierto grado, dependiendo del rasgo del que estemos hablando. "Los estereotipos extremos aplicados a los individuos son inexactos, tanto para las variables intelectuales como los rasgos personales", "Sabemos más de cómo ambos sexos difieren que la manera detallada de cómo estas diferencias están reflejadas en el cerebro".
Reparto de emociones. Si dispusiéramos de una nave microscópica para viajar por el intrincado laberinto anatómico de un cerebro masculino y otro femenino, ¿qué diferencias encontraríamos? Aparte del peso y volumen, es preciso aprender un poco de anatomía y tener buen ojo. Los dos hemisferios cerebrales están unidos por una serie de conexiones nerviosas (el cuerpo calloso), y estos enlaces "son más abundantes en la mujer que en el hombre", asegura Ignacio Morgado. "En sentido metafórico, las mujeres tienen los hemisferios comunicados por autopistas, y nosotros, por carreteras". Tampoco el tamaño de estos hemisferios es el mismo. Según Rubia, ambos son similares en las mujeres, pero en el hombre el izquierdo es mayor que el derecho. Dado que aquí se localizan los centros del lenguaje y del habla, algunas enfermedades, como la apoplejía o los derrames cerebrales, afectan más profundamente al habla en los hombres que en las mujeres, debido a esta mayor especialización observada en el cerebro masculino.
Ellas pueden leer mejor las emociones en un rostro, de acuerdo con Brizendine. Él llega tarde a la cena, aparentemente despreocupado, con la excusa del trabajo. Ella ve algo raro en su cara. La cena transcurre sin incidentes, pero la esposa escanea el rostro de su marido en busca de pistas, y le imita, en un acto reflejo, hasta en el ritmo de la respiración, el tono de voz, lo tensas que están las mandíbulas... Replica todos estos actos que observa y se encienden en su córtex un tipo de neuronas motoras y visuales llamadas "de espejo", que replican lo que ven. Ella busca incongruencias en los bancos de datos de su memoria emocional. El cerebro femenino "se ha mostrado muy capaz de contagiarse emocionalmente, captando literalmente los sentimientos de la otra persona, de forma mucho más efectiva que él". En otras palabras, este fenómeno de espejeo activa circuitos neuronales que le permiten a ella detectar una mentira. Con una mirada, sabe que él la está engañando.
Ellos, por el contrario, se muestran mucho más agresivos. "Los psicólogos saben desde hace bastante tiempo que los hombres son veinte veces más agresivos que las mujeres", dice Brizendine. La testosterona aparece como la hormona que marca la diferencia. En el hombre, el cerebro recibe dosis de esta hormona que son entre diez y quince veces mayores que en las mujeres. "Su propósito es hacer más frecuente un comportamiento, como el de la búsqueda sexual y la agresividad".
El reparto del trabajo. ¿Cuál es la razón de esta agresividad en ellos y esa habilidad para manejar emociones y el lenguaje que exhiben ellas? "La estrategia para resolver problemas es distinta en la mujer que en el hombre", asegura Rubia. "Y estas diferencias en procesar la información también se encuentran en ratas". Abrimos un paréntesis especulativo; viajamos unos 300.000 años hacia el pasado, a lo que hoy es la localidad soriana de Ambrona. Aquí se han encontrado restos de elefante antiguo y utensilios de caza. Un espacio boscoso con grande claros. Un grupo de cazadores, quizá hasta treinta, aguarda al acecho. Están entrenados físicamente para recorrer distancias largas, y sus cerebros no son otra cosa que detectores del movimiento, que analizan cualquier vía de escape por parte de su presa, construyendo una imagen mental en su cabeza, calculando distancias, percibiendo espacialmente los objetos a su alrededor. Los cazadores humanos emprenden la caza de un animal grande -quizá un elefante de varias toneladas- y lo empujan hacia una zona pantanosa para tratar de inmovilizarlo. Cuando todo se pone en marcha, sus centros de agresividad se disparan. Siguiendo esta línea de razonamiento, la mayor capacidad física del hombre le permitió ir a cazar, mientras que la mujer se queda al cuidado de la prole. Ellos usaron su capacidad espacial y visual. Ellas, sus mayores habilidades verbales para tener cohesionada a su descendencia en los asentamientos humanos típicos de los cazadores recolectores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario