miércoles, 9 de septiembre de 2009

Los efectos psicológicos del desempleo y del miedo a perder el empleo

Para numerosas personas, la crisis económica ha supuesto un auténtico descalabro. En España el 20% de los ciudadanos en edad de trabajar está en paro y es el dato numérico de muchos dramas familiares y personales. No sólo se trabaja para ganarse la vida, sino también para lograr el desarrollo personal. Por este motivo, desde la vertiente psicológica, perder el empleo resulta demoledor, incluso aunque los recursos económicos estén asegurados.

Aunque mucho menos visible que un terremoto o una inundación de grandes proporciones, el brutal impacto del paro sobre la vida y la salud de la población comporta una situación que cabe calificar como de emergencia nacional. El paro produce una incontable cascada de efectos que incide sobre muchos aspectos cotidianos. La inseguridad de parados y trabajadores incrementa la desesperanza y el miedo, paraliza carreras profesionales, reduce la autoestima, genera estrés psicológico y numerosos riesgos que dañan la salud. Aumenta la probabilidad de enfermar, tener problemas de ansiedad o depresión (tres veces más que en quienes trabajan), engancharse a drogas como el alcohol o tabaco, morir prematuramente o suicidarse.

El primer gran impacto del desempleo es el padecimiento del síndrome de la invisibilidad. Cuando una persona es víctima de este síndrome, siente que "no le ven". "En esta sociedad, a pesar de la crisis, sólo cuenta la productividad, el parecer o el tener". Los parados vagan por las calles, donde observan cómo los cines, los escaparates, los restaurantes, los cafés o las oficinas funcionan, sin que ellos puedan consumir ni formar parte de ese engranaje productivo que constituye el mercado de trabajo.



El mundo sigue, pero cada vez hay más personas desempleadas y aquejadas por un profundo malestar psicológico, con el agravante de que muchas no se atreven a pedir ayuda por vergüenza o por orgullo.

Mientras se trabaja, son muchos quienes se lamentan de los horarios, el salario, las relaciones laborales o el estrés, entre otros factores. Pero el trabajo es una fuente muy importante de bienestar psicológico y social, que se constata cuando se pierde. "Obtener un empleo es una expectativa social y cultural adquirida desde la infancia y, desde entonces, continuamente reforzada a través de las influencias de la escuela, la familia y los medios de comunicación". Cuando una persona logra formar parte del mundo laboral, accede a un nuevo estatus y a una nueva identidad social. El desempleo interrumpe ese proceso y se convierte en una sensación de derrota y fracaso.

El trabajo tiene unas funciones manifiestas, como percibir un salario y las condiciones mismas del empleo, que justifican que los trabajadores experimenten sentimientos negativos hacia su ocupación. Pero también tiene unas funciones latentes que justifican todo lo contrario: una motivación positiva hacia el empleo, incluso aunque sus condiciones salariales y laborales no sean muy favorables.

Entre esas funciones latentes, cabe distinguir cinco: el empleo impone una estructura del tiempo, implica experiencias compartidas y contactos con personas ajenas al núcleo familiar, vincula al individuo con metas y propósitos que rebasan el propio yo, proporciona un estatus social y clarifica la identidad personal y, por último, requiere de una actividad habitual y cotidiana. Puesto que no sólo se trabaja para ganarse la vida, sino también para el desarrollo personal, perder el empleo resulta destructivo desde la vertiente psicológica, incluso cuando se tenga una fuente de ingresos económicos asegurada.

Las consecuencias psicológicas son diferentes para los distintos grupos de población. En la juventud, el desempleo prolonga la dependencia de los padres. Los jóvenes viven el paro como un fracaso y esto puede abocarles a la depresión, reducir sus relaciones sociales y aumentar su pasividad. A menudo, se recluyen en casa para ver la televisión o escuchar música y experimentan vergüenza ante la familia, porque sienten que les han mantenido y se han sacrificado en beneficio de su preparación profesional. Es más, algunos estudios constatan que los jóvenes acaban imbuidos por sentimientos de apatía y resignación, y abandonan la búsqueda de trabajo ante los fracasos repetidos. Otras veces, en especial quienes tienen un elevado nivel cultural, transforman su irritabilidad en trastornos psicofisiológicos que se concretan en problemas digestivos, broncopulmonares y dermatológicos. Y muchos acaban por pensar que son ellos los verdaderos culpables de estar en el paro.

Los adultos pasan en general por varias fases ante un despido. Primero experimentan un shock, se sienten sorprendidos por la noticia, desorientados y tienen miedo. Después, creen estar de vacaciones (aún no han interiorizado que están desempleados), lo perciben como una situación temporal y, a menudo, se dedican a hacer arreglos en la vivienda durante un tiempo. Pero llega un punto en el que tienen la necesidad de buscar trabajo y, ante los repetidos fracasos, se sienten ansiosos e irritables, una fase que puede durar varios meses y que puede derivar en distintos trastornos psicofisiológicos.

Por último, terminan por reconocer su identidad de desempleados y la viven como un fracaso personal y social. Igual que los jóvenes, tienden a quedarse en casa ante la televisión o duermen más horas de lo habitual, con una enorme sensación de vacío.

El desempleo supone un golpe a la autoestima. Sus efectos serán más intensos entre las personas que perciben el trabajo como algo atractivo, tienen altas expectativas de conseguir empleo y están muy motivados para buscarlo. Quienes tienen una actitud más positiva hacia el trabajo sufrirán con más intensidad los efectos del paro.


¿Es peor el miedo a perder el trabajo que el desempleo en sí mismo?


Relacionado con el tema tratado anteriormente, un estudio reciente sugiere que las personas que se preocupan demasiado por la posibilidad de perder su puesto de trabajo informan tener un peor estado de salud y más síntomas de depresión que los que están en paro.

Investigadores de la Universidad de Michigan analizaron muestras representativas a nivel nacional de encuestas de más de 1,700 adultos mayores de 25 años a los que se les preguntó por su salud física y mental , así como por las emociones que albergaban en torno a la seguridad de su trabajo.

Tener trabajo es bueno para la salud... pero no siempre. Estar empleado con un sueldo fijo proporciona muchos beneficios, como un papel social definido, amistades y un horario. Pero cuando los empleos no son así, y se experimenta poco control sobre la labor que se realiza, el empleo es muy estresante y proporciona pocos apoyos y recompensas, entonces trabajar no es bueno para la salud.

Un grupo respondió las preguntas en 1986 y de nuevo en 1989, mientras que el otro grupo las contestó entre 1995 y 2005.

Los que dijeron que temían perder su puesto de trabajo en ambos puntos del estudio informaron sobre un peor estado de salud y más síntomas de depresión que los que habían sido despedidos algún tiempo después de la primera entrevista pero que habían encontrado un trabajo cuando se realizó la segunda.

Los que tenían inseguridad laboral crónica eran más propensos a informar sobre un estado de salud deficiente que los que fumaban o eran hipertensos, de acuerdo con los resultados de un grupo.

"El efecto negativo de la inseguridad continua era más significativo que el desempleo en sí", dijo la autora del estudio Sarah Burgard, profesora asistente de investigación en el Instituto de investigación social de la facultad. "El punto destacado es que estas personas habían conseguido un empleo cuando se realizó la segunda entrevista".

Los que seguían desempleados no se incluyeron en el análisis, que aparece en la edición de septiembre de Social Science & Medicine.

Una buena parte de la investigación analizó el estrés de estar desempleado, apuntó Burgard, pero es poco lo que se conoce sobre los efectos de la incertidumbre laboral continua, un asunto al que se enfrentan muchos trabajadores debido a los cambios bruscos del mercado laboral hoy día y a la prolongación de la recesión económica.

Con los despidos incontrolados y los cambios estructurales en muchas industrias, las expectativas de un empleo de por vida son cada vez más pequeñas. Todo esto trae consigo un aumento en las preocupaciones por la seguridad laboral, dijo Burgard.

Para medir las percepciones de la seguridad laboral, se plantearon las siguientes preguntas: "Si desea permanecer en su trabajo actual, ¿qué probabilidades tiene de mantenerlo en los próximos dos años".

Alrededor del 18 por ciento dijo que se sentían inseguros por su trabajo en cierto grado. Cerca del cinco por ciento de los participantes de la primera encuesta y el tres por ciento de la segunda informaron sobre ansiedad a largo plazo.

Los trabajadores estadounidenses dependen de sus trabajos para obtener ingresos, seguros de salud y jubilación, así que no sorprende que las preocupaciones por perder su empleo les afecte.

Aún así, para algunos de los que todavía conservan sus trabajos pero no saben por cuánto tiempo, la imposibilidad de tomar acción hasta que el despido tenga lugar así como la ausencia de apoyos institucionales pueden hacer que la inseguridad percibida sea más difícil de afrontar.

En el estudio, los investigadores tomaron en cuenta variables como la neurosis, la raza, el estado civil, la educación y características laborales, como el autoempleo.

"De ninguna manera estoy tratando de restar importancia a la pérdida de empleos", dijo Burgard. "Pero la anticipación negativa de un evento puede ser más estresante que el evento en sí. Las personas sienten que tienen la espada de Damocles sobre su cabeza, sin poder ejercer ningún control sobre la situación".

Para manejar la inseguridad laboral constante, Burgard recomendó seguir un estilo de vida saludable, como comer sano, hacer ejercicio, visitar al médico y recurrir a técnicas para reducir el estrés.

Elaborar un presupuesto familiar, mantener las deudas bajo control, preparar un currículo y considerar otras opciones de trabajo también pueden ayudar. Al igual que usar el seguro médico del empleador mientras esté vigente, sugirieron los investigadores.

"Parte del problema es la sensación de impotencia", dijo Burgard. "Tomar acción, hasta donde sea posible, puede ayudar a la gente a sentir que tienen al menos algún control sobre una situación realmente difícil".

En vista de la precaria situación del mercado laboral y de otras restricciones como la responsabilidad familiar, estas medidas puede que no sean suficientes.

"Hay muchas cosas que puede hacer para contrarrestar estas fuerzas", dijo Burgard. "No caiga en la trampa de culparse a sí mismo. Estamos ante una recesión global, y las turbulencias por las que atraviesa en su trabajo quizá no sean culpa suya".

El Dr. Norman Sussman, jefe interino del departamento de psiquiatría del Centro Médico Langone de Nueva York, dijo que es importante tomar en cuenta que existen diferencias individuales en lo bien que las personas lidian con la inseguridad laboral y la pérdida de su trabajo.

Para los que son más propensos a preocuparse o a sentirse incómodos con la ambigüedad, las preocupaciones podrían ser muy estresantes y conducir al insomnio, dolores de cabeza, alteración intestinal y presión arterial alta, dijo. Otros son capaces de soportar con éxito una crisis con pocos efectos negativos de salud. El por qué algunos salen adelante sin dificultad y otros no aún no está claro, agregó.

"La ansiedad enfermiza consiste en preocuparse por algo que pueda que ocurra o no, y vivir pendiente de los problemas del mañana", dijo Sussman.

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3 comentarios:

  1. Muchas gracias ! Me sirvio mucho para mi trabajo de Investigacion !
    Saludos

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  2. Muy interesante el artículo. Muy preciso y conciso.

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