miércoles, 29 de junio de 2011

La música, el lenguaje universal

"La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido" Leonard Bernstein

Confianza, placer, euforia, tranquilidad, recuerdos de momentos y lugares... Estas son sólo algunas de las variadas e intensas emociones y sensaciones que provoca en los seres humanos la música, esa singular combinación de melodía, ritmo y armonía, que según el escritor Oscar Wilde era "el arte más cercano a las lágrimas y los recuerdos". Escuchamos antes de que podamos ver y oler, y es desde el estado embrionario cuando se captan los primeros sonidos procedentes del latido del corazón o la respiración de la madre. Nada más nacer, nos adentramos en un océano de sonidos y vibraciones que nos acompañará el resto de nuestra vida.



Los efectos de la música sobre el comportamiento han sido evidentes desde los comienzos de la humanidad. A lo largo de la historia, la vida del hombre ha estado complementada e influenciada por la música. La música ha sido y es un medio de expresión y comunicación no verbal, que debido a sus efectos emocionales y de motivación se ha utilizado como instrumento para manipular y controlar el comportamiento del grupo y del individuo.  La música nos hace llorar, reir y enamorarnos... A diferencia de la palabra hablada, la música conecta directamente con nuestro subconsciente, con el lado más primitivo de nuestro cerebro, y es capaz de hacer que genere endorfinas, adrenalina o se modifiquen nuestros niveles de serotonina. La música ha tenido un papel preponderante, a nivel evolutivo, en el sentido de que es un lenguaje universal, que nos sirve para expresar lo que sentimos, y desde siempre ha sido un elemento socializador y presente en todo tipo de actos, rituales, ceremonias o celebraciones.

Independientemente de los efectos que en el ser humano provoca, la música también influye de manera directa en plantas y animales. En 1968 Dorothy Retallack, organista y soprano norteamericana, llevó a cabo un experimento con calabazas de verano. En dos ambientes separados se transmitían dos estilos musicales: rock y música clásica. Al cabo de ocho semanas las diferencias no pasaron inadvertidas, las semillas expuestas a piezas de Beethoven, Brahms y Schubert, habían dirigido sus tallos al equipo transmisor de sonido, e incluso se enroscaron alrededor del mismo. Por su parte, las expuestas a música rock estresante, crecieron en dirección opuesta al equipo de sonido tratando de trepar por las paredes resbaladizas de su caja de cristal y consumiendo mucha más agua. La música no sólo parece intervenir en el crecimiento de las plantas, experimentos llevados a cabo en Suiza con vacas lecheras, donde eran expuestas a música clásica mientras se ordeñaban, determinaron que la producción de leche aumentaba debido a que se encontraban más relajadas. Sin embargo, es en el ser humano donde la música alcanza su máxima expresión.

La música, una droga para el cerebro

La música produce un amplio abanico de respuestas que pueden ser inmediatas, diferidas, voluntarias o involuntarias. Dependiendo de las circunstancias personales (edad, etapa de desarrollo, estado anímico, salud psicológica, apetencia) cada estímulo sonoro o musical puede inducir una variedad de respuestas en las que se integran, tanto los aspectos biofisiológicos como los aspectos efectivos y mentales de la persona. A nivel mental, la música puede despertar, evocar y fortalecer cualquier emoción o sentimiento.



A la hora de plantearnos por qué existe la música, distintos autores han construido opiniones variadas al respecto. Según Steven Pinker, psicólogo y científico cognitivo, la música cosquillea varias partes del cerebro, al igual que una tarta de queso hace lo propio en el paladar. En general, podemos afirmar que cualquier actividad importante para nuestra supervivencia, ya sea comer, tener relaciones sexuales o llevar a cabo determinadas actividades físicas, nos produce placer. De esta forma, y gracias a este incentivo o recompensa, la evolución se asegura de que tenemos una buena motivación para reproducimos, alimentamos y mantenemos en buena forma física, requisitos fundamentales para que la especie no se extinga. No obstante, hemos aprendido a puentear nuestros sistemas de recompensa para acceder directamente a ellos. Ingerimos alimentos que carecen de valor nutritivo y mantenemos relaciones sexuales sin intención de procrear, simplemente por el mero placer de comer grasas y dulces o disfrutar del sexo. Según Pinker, lo mismo ocurre con la música: es una especie de botón mental que, al apretarlo, hace que nos emocionemos y experimentamos sensaciones inalcanzables por otros medios.

El placer que dispensan todas estas actividades, incluidas la música, es 'culpa' de la dopamina, un neurotransmisor que es secretado por el cerebro. Forma parte del "sistema de recompensa" que refuerza comportamientos indispensables para la supervivencia (buscar comida), o que desempeña un papel en la motivación (conseguir dinero) y la adicción (consumir drogas).

La música también nos puede producir este intenso placer. Escuchar de nuevo una canción que hace tiempo no oíamos, vivir intensamente un concierto, descubrir un nuevo tema en la banda sonora de nuestras vidas. Detrás de este sentimiento causado por algo tan abstracto como la música también se encuentra la dopamina. Hay estudios que nos sugieren que nuestros niveles de dopamina son hasta un 10% más elevados cuando escuchamos música que nos agrada. Esto demuestra que las personas obtenemos placer de la música, una recompensa abstracta, la cual es comparable con la que logramos con estímulos biológicos más básicos.


¿Provoca el mismo efecto en todas las personas? ¿la música es verdaderamente un lenguaje universal, como suele afirmarse? De acuerdo con un estudio del Instituto Max Planck de Neurología de Leipzig (Alemania), la respuesta a este último interrogante es afirmativa, ya que los sentimientos expresados musicalmente se entienden igual en todo el mundo y la música logra superar sin mayores dificultades las barreras entre las culturas.

¿Por qué escuchamos música?

Es lógico pensar que si la música resulta algo tan universal, que nos acompaña desde hace miles de años, es porque debe ejercer alguna función. No fue hasta mediados del siglo pasado que se comenzaron a dar explicaciones estrictamente científicas sobre el efecto de la música en el hombre. Dibner, Whitehead y Lidz descubrieron que un estilo musical ocasiona una respuesta emocional y que la música es un camino en el cual el individuo puede aliviar su tensión y frustración. Poch en 1999 establece el principio de compensación, según el cual todos buscamos en la música aquello de lo que carecemos en un momento determinado (inspiración, energía, serenidad, quietud…). Por consiguiente, elegimos en cada momento la pieza musical o el tipo de música que puede suplir nuestras carencias a través tanto de la audición como de la expresión instrumental, el canto o la danza. 

El año pasado (Lonsdale and North, 2010) se publicó un estudio que identificó los seis factores fundamentales que hacen que la gente escuche música, son los siguientes:


  • Identidad personal. El tipo de música que nos gusta da información sobre aspectos de nosotros mismos. Incluso los géneros más amplios como el Rock, el Blues o la música Clásica. Al mismo tiempo, también nos descubrimos a nosotros mismos a través de la música; es posible crear y proyectar una imagen de nosotros mismos.
  • Gestionar el buen estado de ánimo. Cuando se está de buen humor, la música favorece la esperanza y el optimismo, incluso tras una mala experiencia. En un estudio publicado este mismo año, se dijo a los participantes que habían realizado mal una tarea. Aquellos a quienes se les puso música animada y positiva después, se mostraron más positivos y optimistas respecto al futuro que aquellos que esperaron en silencio.
  • Gestionar el bajo estado de ánimo. Otro de los motivos por los que escuchamos música es para lidiar con las emociones negativas. Cuando se está de bajón, puede resultar catárquico escuchar música triste y pesimista. De algún modo, ayuda a identificarse con el artista, reduciendo la sensación de soledad. La música se utiliza para aliviar tensiones, expresar sentimientos y evadirse de la rutina diaria. Diversos estudios han demostrado que la música donde predominan los ritmos lentos parece especialmente efectiva para relajar a personas de naturaleza introvertida, si bien no parece suceder lo mismo o al menos no resulta tan efectiva con gente de temperamento extrovertido. Según David Huron, de la escuela de música de la Universidad de Ohio, la gente que disfruta escuchando música triste lo que realmente está experimentando son los efectos de la prolactina, una hormona que el cuerpo libera cuando estamos tristes o depresivos, y que nos ayuda a sentirnos mejor.  La gente que no soporta escuchar música triste, según Huron, no segrega altos niveles de prolactina al escuchar este tipo de música, por lo tanto lo único que consigue es sentirse aún más triste, pero ni rastro de nada reconfortante.
  • Para aprender de los otros y el mundo. La gente escucha música por la forma en que esta describe y enseña el mundo. Cuenta historias y pensamientos de otra gente; muestra lugares y accesos a nuevas experiencias. La investigación al respecto resalta la importancia de la información que la música proporciona sobre nuestra personalidad, y cómo somos capaces de juzgar a otros sólo basándonos en sus canciones favoritas.
  • Relaciones interpersonales. Otro factor importante resultó ser la influencia de la música en el contexto social. La música es un tema de conversación, es una forma de establecer un contacto. La relación de la música con temas como el amor o la amistad es incuestionable. Es más, un estudio llevado a cabo en Francia demostró que la probabilidad de que una mujer accediera a una cita aumentaba casi el doble si sonaba música romántica (en concreto, Je l’aime à mourir, de Francis Cabrel) cuando se le preguntaba.
  • Diversión. Escuchamos música porque es divertido. Es algo que hacer cuando no hay nada que hacer. Sin embargo, un reciente estudio demuestra que es mejor no utilizar música de fondo cuando se está tratando de realizar una tarea complicada, especialmente, música triste: distrae y reduce la ejecución en tareas cognitivas estándar.
La música que nos transforma

Más allá de las concepciones artísticas, pedagógicas o populares, la ciencia esta ubicando a la música en un terreno importante en cuanto ésta se ha convertido en colaborador para la disminución de trastornos de índole físico, psíquico o psicosomático.

Los últimos hallazgos en neurología, psicología y biología habrían demostrado que escuchar una música agradable al oído no solo modifica nuestro estado de ánimo sino que contribuye notablemente en nuestro desarrollo cognitivo, en el estímulo de la inteligencia e incluso en la salud. Los diferentes elementos que componen la música (armonía, ritmo, melodía, timbre, frecuencia, intensidad, volumen) se combinan de manera tal que pueden lograr cambios en distintos aspectos como el estado de ánimo o la ansiedad; influyendo en el rítmo cardíaco, la frecuencia respiratoria, la tensión arterial, provocando cambios en el metabolismo y estimulando el tálamo y la corteza. La música despierta áreas del cerebro relacionadas con la atención, la memoria y la predicción de eventos.

A nivel fisiológico, la respiración, el ritmo cardíaco y el pulso tienden en general a aumentar con música estimulante y a disminuir con música sedante. Un ejemplo clásico de este último estilo es la canción de cuna, con carencia de ritmos marcados y percusivos y una melodía ligada. Las melodías lentas con cadencias descendentes y tonos menores provocan sensaciones de tristeza e introversión mientras que las melodías movidas con cadencias ascendentes y tonos mayores provocan sentimientos estimulantes y más alegres. La mezcla de estos sentimientos provoca una serie de emociones en el cerebro humano.

La mayoría de los recién nacidos pueden hacer discriminaciones sonoras sobre la base de numerosos parámetros acústicos, particularmente intensidad y frecuencia. Sonidos de baja frecuencia ejercen un mayor efecto tranquilizador sobre el llanto que los sonidos de frecuencias más altas. El ruido blanco suele calmar a los bebés. Este ruido es una mezcla de todas las frecuencias audibles de grave a agudo emitidas a la vez. Se trata de un sonido muy similar al del mar o al de una cascada. Nos relajan precisamente por esto.



El nivel de hormonas del estrés en sangre baja de forma importante al escuchar música relajante, y en algunos casos elimina la necesidad de medicamentos. Hay estudios que demuestran que los enfermos que oyen música tranquilizadora durante quince minutos necesitan menos dosis de sedantes y menos anestesia para operaciones muy dolorosas. Otros estudios demuestran que la música rítmica y a gran volumen aumenta la producción de hormonas estresantes en sangre de atletas durante los entrenamientos. El Instituto de Investigación del Cáncer del Reino Unido demostró en el 2002 que las técnicas de relajación con música pueden reducir hasta en un 30 por ciento los efectos secundarios de los tratamientos contra el cáncer de mama, se disminuyen considerablemente los dolores y las náuseas derivadas de la quimioterapia y el uso de música reduce la ansiedad que algunos pacientes experimentan al entrar en una máquina para tomografía o resonancia magnética.

Es por ello que la música es susceptible de ser utilizada como terapia, con el objeto de atender necesidades físicas, emocionales, sociales y cognitivas. Este tipo de tratamientos se denomina musicoterapia, y entre otras cosas ayuda a desarrollar:

• El lenguaje y la comunicación: ya que mejora la inteligibilidad del habla.
• La Motricidad: ya que promueve la coordinación psicomotora
• El bienestar personal y social: ya que favorece el desarrollo de sentimientos de autoestima y autonomía.

La musicoterapia se origina en tiempos muy lejanos. Los chamanes, brujos y curanderos han sido las primeras figuras en usar esta terapia, quienes usando los primeros ritmos, tonadas, sonidos, llegaban a niveles alterados de conciencia con fines mágicos o religiosos. Existen datos concretos de que esta práctica fue utilizada en la mayoría de las tribus y culturas de la antigüedad, entre las más avanzadas podemos encontrar a la cultura griega y la cultura egipcia que la han usado para provocar efectos psicológicos. También en la cultura japonesa, china e india encontramos diversas prácticas basadas en la música para lograr cambios en el estado de ánimo. Más aún, se sabe que hace más de 2500 años, Pitágoras aconsejaba tacar un instrumento musical o cantar para vencer emociones como la ira, los miedos y las preocupaciones.

A partir de tales tradiciones, durante el presente siglo se ha sistematizado el estudio de los efectos psicológicos y orgánicos de la música y se ha reconocido a la musicoterapia como vertiente terapéutica de valor concreto. Sus aplicaciones son cada día más variadas y numerosas: bulimia y anorexia, drogadicción, depresión, estimulación de bebés prematuros, hiperactividad, trastornos del lenguaje, rehabilitación de funciones motoras, dolor crónico, preparación al parto...

El objetivo de la musicoterapia no es curar sino mejorar la calidad de vida y la salud física, social, comunicativa, emocional e intelectual de muchas personas, enfermas y también sanas. Se trata de una actividad terapéutica en plena expansión y con una sólida base científica. Sus profesionales son médicos, psicólogos, pedagogos y músicos titulados con una formación de postgrado en esta materia, equivalente a una carrera de tres años. En España hay hospitales como La Paz, Gregorio Marañón y El Niño Jesús en Madrid que cuentan con su unidad de Musicoterapia, pese a todo hay otros países como Estados Unidos, Holanda o Finlandia en los que su práctica está mucho más extendida.

Efectos subliminales de la música

Los efectos de la música nos afectan también en aspectos menos evidentes, por ejemplo se ha demostrado que la música es capaz de variar comportamientos también a nivel subliminal. De hecho, existen suficientes pruebas que demuestran cómo la música en los supermercados, aeropuertos o ascensores puede ser utilizada para reforzar o estimular los hábitos de compra, para relajar, aliviar tensiones o para obligar al público a permanecer más tiempo frente a una estantería. A nuestro alrededor suena música a todas horas. Sin embargo, hay un tipo de música, el hilo musical que suena mientras hacemos la compra, que no es tan insignificante como parece. La música que suena en los centros comerciales no sólo es relleno acústico para el silencio. Tampoco está orientada a hacernos más llevadera la estancia.

Los secretos de la música de los centros comerciales tienen fuertes componentes maquiavélicos. Porque afectan a la conducta. Y a las ventas. La corporación Muzak empezó a comercializar bandas sonoras para tiendas y ambientes de trabajo en 1928. Desde entonces, Muzak se ha sofisticado enormemente tras recabar toda clase de conocimientos acerca de cómo influye la música en nuestras emociones, conductas de compra, movimientos físicos, velocidad de masticación y capacidad de razonamiento.



Los clientes de las tiendas que hacen sonar música Muzak por su hilo musical dedican un 18% más de tiempo a las compras y realizan un 17% más de adquisiciones. Una detallada investigación sobre el ritmo, el tono y el estilo de la música ha revelado que una selección cuidadosa de sonidos puede tener un impacto significativo sobre el consumo, la producción y otras conductas cuantificables. Las ventas de ultramarinos aumentan un 35 por ciento si los establecimientos emiten la música Muzak a ritmo más lento. Los restaurantes de comida rápida utilizan música Muzak con una cadencia mucho más rápida para incrementar la velocidad a la que los clientes mastican. La ropa de colores llamativos se vende mejor en tiendas con música de discoteca, y los artículos baratos se encuentran en los entornos más ruidosos para que los clientes dediquen menos tiempo a examinar la calidad de la mercancía. Un estudio comprobó cómo en una tienda de vinos de Francia los clientes, si escuchaban música clásica de fondo, tendían a comprar vinos más caros. También hay estudios que señalan que en los restaurantes, con una música más lenta y agradable, los comensales permanecen más tiempo y son proclives a dar propina. En algunas tiendas, los responsables tienen el aire acondicionado puesto alto para que la gente no se pare demasiado y circule. Todo está estudiado.

Más de 2.600 empresas de moda disponen de hilo musical en España para estimular las compras, las empresas usan música de ritmos suaves cuando hay pocos clientes en los establecimientos para invitarles a quedarse, mientras que los ritmos más rápidos sirven para momentos en que la afluencia de la clientela es masiva, para que la compra sea más dinámica y evitar así aglomeraciones.

Y es que la música aunque no ejerce un efecto directo sobre el consumo, ayuda es a generar estados de ánimo positivos, como la euforia, o negativos, como la melancolía, que hacen que el cliente consuma un producto u otro. El sonido del silencio es una oportunidad de venta desaprovechada.

¿Qué dice sobre nosotros la música que escuchamos?

La música impregna interiormente dejando huella de su paso y de su acción. Nuestra conducta musical es una proyección de la personalidad, escuchando o produciendo música nos manifestamos tal como somos o como nos encontramos en un momento determinado, reaccionando de forma pasiva, activa, hiperactiva, temerosa... 

Si nos gusta el jazz probablemente tengamos una forma de pensar y una relación con los demás distinta a la de aquellas personas amantes del rap o el hip-hop. Según los resultados de un estudio realizado en 2003 por Rentfrow y Gosling, investigadores de la Universidad de Texas, la elección de la música refleja una personalidad característica. El trabajo publicado en la revista Journal of Personality and Social Psychology con el sugestivo título de “El do-re-mi de la vida cotidiana: la estructura y los correlatos de la personalidad de las preferencias musicales” relata un estudio realizado con más de 3500 individuos, en el que cruzaban los gustos musicales y los elementos de la personalidad. Tras mucho test, mucha encuesta y mucha calculadora, los investigadores pudieron establecer cuatro grupos de personalidad con sus correspondientes gustos musicales.

La música clasificada como reflexiva y compleja (clásica, jazz, blues, folk) agradaba a individuos tranquilos, inteligentes, tolerantes, y no muy dados a las actividades atléticas y deportivas.


La música rebelde e intensa (alternativa, rock, heavy metal), gustaba a otro grupo, abierto también a nuevas experiencias y cuyos integrantes se consideraban inteligentes, sentían curiosidad por conocer cosas diferentes, asumían riesgos con gusto y eran físicamente activos.

Los autores distinguían un tercer grupo, el de la música optimista y convencional, integrado por el pop, la música religiosa, el country y las bandas sonoras, que era del gusto de individuos alegres, responsables y dispuestos de buen grado a ayudar a los demás.

Por último, la música enérgica y rítmica (rap/hip-hop, soul/funk, electrónica/dance) es la favorita de personas desenvueltas, parlanchinas, llenas de energía, y que evitan posiciones e ideas conservadoras.

Aunque la idea de que los gustos musicales definen la personalidad puede parecer simplista, los participantes consideraban que revelarlos suponía, tras la confesión de los hobbies personales propios, la forma más nítida de desnudar su carácter. Otros estudios análogos también sugieren que los gustos musicales y el tipo de personalidad están estrechamente relacionados, como por ejemplo el realizado por el profesor Adrian North de la Universidad Heriot-Watt, Escocia a más de 36.000 personas en todo el mundo.

La siguiente gráfica detalla los resultados y las relaciones entre estilos musicales y personalidad que obtuvo el profesor North



Nos hallamos, pues, ante un nuevo campo, el de la caracterología musical, cuyas implicaciones son inmensas, por ejemplo, en Psicología Industrial. Quizás ese seguidor de Laura Pausini sea idóneo para el puesto de oficinista, el chico que se emociona con AC/DC puede ser un excelente antidisturbios. Y si buscasemos a alguien dinámico y amistoso, el que le guste funky o hip-hop podría ser una buena referencia. Igualmente si tenemos en cuenta los rasgos que deben adornar idealmente a un psiquiatra, que le gustase la música clásica, el folk o el blues sería una interesante referencia.

Infografía vía Bufferapp

Y para cerrar el post no quiero dejar de mencionar uno de los estudios más curiosos y quizás controvertidos que se han realizado acerca de la música, y es el realizado por el California Institute of Technology, que sugiere que la música que escuchamos puede ser un indicativo de nuestro nivel intelectual. Tras recopilar datos de los gustos musicales de estudiantes de variadas universidades y haciendo una comparación con la puntuación obtenida en el SAT (examen estándar utilizado para seleccionar el ingreso a la educación superior en EE.UU) obtuvieron unos resultados de lo más sustanciosos... y ¿polémicos?. Buenas noticias para los amantes de Beethoven, Cat Stevens, Radiohead, U2, Bob Dylan o Norah Jones. Bastante malas para todos aquellos fans del hip hop o del reggaeton . Sin más os dejo con la gráfica que ilustra el estudio.




domingo, 19 de junio de 2011

Cambio, aprendizaje y experiencia

"La mejor forma de pronosticar el futuro comportamiento de una persona es averiguar cuáles fueron sus patrones de comportamiento en el pasado" Pierre Mornell

¿Pueden cambiar las personas? ¿Podemos modificar nuestras conductas más arraigadas?

Es posible que te hayas preguntado alguna vez si los humanos podemos realmente cambiar, los gurús de la autoayuda suelen decir que el cambio en nuestra personalidad es relativamente sencillo, pero la realidad es muy distinta ya que para la gran mayoría de las personas los cambios en la personalidad sólo llegan a través de prolongados esfuerzos. Nuestra personalidad viene determinada en parte por la herencia, pero también es verdad que, fundamentalmente, es el resultado de las miles de interacciones con ambiente que nos rodea, entendiendo por ello las personas, las situaciones, los lugares, los sucesos, la cultura, etcétera; la personalidad, pues, es el resultado de esas miles de vivencias, experiencias y aprendizajes a lo largo, sobre todo, de los primeros años de nuestra vida.



La imposibilidad de cambiar es frecuentemente vista como deprimente o limitante. La investigación en psicología nos dice que la personalidad de la gente es relativamente estable a lo largo de su vida, para la gran mayoría de las personas los cambios en la personalidad sólo pueden llegar a través de intensos esfuerzos.

Pero la personalidad no tiene una estructura completamente inmóvil, sino que está sometida a ciertos cambios en función de los estímulos externos y, sobre todo, de las experiencias que vamos acumulando a lo largo de la vida. Durante la infancia y la adolescencia resulta mucho más fácil introducir transformaciones en la personalidad, ya que ésta no se ha configurado plenamente, con lo que todo tipo de influencias ejercen un mayor poder. Es evidente que es más fácil cambiar cuanto más joven se es, lo que no impide que se puedan realizar cambios a edades más avanzadas. Hasta hace muy poco se creía que las personas no experimentaban cambios psicológicos relevantes después de los treinta años de edad, pero diversos estudios como el realizado por psicólogos de la Universidad de California en Berkeley sobre 130.000 personas de edades comprendidas entre los 21 y los 60 años de edad, han venido a demostrar que en determinados aspectos el carácter de un adulto evoluciona durante toda la vida.

El modelo quizá más conocido y aceptado dentro del estudio de la personalidad, es el llamado "Big Five". Según este modelo, existirían cinco dimensiones o rasgos que definirían nuestra personalidad, neuroticismo (inestabilidad emocional, inseguridad, tasas altas de ansiedad), extraversión (alta sociabilidad, preferencia por la compañía de los demás antes que la soledad), apertura (búsqueda emociones, gusto por lo desconocido, exploración), amabilidad (franqueza, altruismo y la sensibilidad hacia los demás) y responsabilidad (gran sentido del deber, del orden y de la competencia). El estudio ha contrastado que los factores Neuroticismo, Extraversión y Apertura descenderían con el paso del tiempo, de manera que las personas tenderían a ser más estables emocionalmente, más reservadas y orientadas hacia sí mismas y con una menor necesidad de exploración o de búsqueda de nuevas alternativas. Estos estudios demuestran que con la edad la gente en promedio tiende a volverse más segura, responsable, tranquila y estable emocionalmente.



Igualmente esa posibilidad de cambio debe ponerse en un contexto claro, a partir de una cierta edad (generalmente los 30-35 años) la esencia de una persona es realmente complicado que varíe, se producen muy pocos cambios y muy sutiles, y los más destacados que se producen están muy influenciados por alteraciones hormonales que se escapan de nuestro control. Por ejemplo el aumento en los niveles de amabilidad de la gente a partir de los 50 años está muy relacionado con el descenso de los niveles de testosterona en el hombre, mientras que en el caso de la mujer su mayor asertividad y estabilidad emocional en la madurez se relaciona con el descenso en su nivel de estrógenos. La realidad es que somos como somos. Existen multitud de estudios en psicología (incluso el anteriormente señalado) que demuestran que nuestra personalidad resulta extraordinariamente estable. Si en la guardería somos más cautos que nuestros compañeros, seguiremos siendo más cautos que nuestros vecinos en la residencia de ancianos. Si en la guardería somos más brillantes intelectualmente que nuestros amigos, en la residencia de ancianos seguiremos siendo más inteligentes. Con excepciones, que duda cabe, pero la tendencia, en general, es esa.

Por más que algunos detalles de la personalidad puedan tratar de cambiarse si se consideran "mejorables" y se ve que nos resultan perjudiciales, el núcleo básico y la esencia de una persona y su forma de ser no cambia o cambia muy poco, más aun si se trata de algo asentado en nuestra forma de actuar y que muestra "resistencia al cambio". Como ilustra la cita que abre el post para la mayoría de la gente la mejor forma de predecir lo que hará en el futuro es observar su conducta en el pasado, es decir, tendemos a repetir una y otra vez el mismo tipo de conductas que ya están arraigadas en nuestra forma de ser. Para plantearnos la necesidad de un cambio es necesario tener capacidad de autocrítica, ser capaz de detectar carencias propias o cosas a mejorar y tener deseo de cambio, así como voluntad. Nadie puede obligar a cambiar a nadie si esa persona no está convencida de que ese cambio es lo mejor o más conveniente para ella.


La consecuencia es que resulta muy complejo cambiar. De hecho, es cuestionable que sea terapéutico intentar modificar nuestra personalidad. De ahí la importancia de aceptarnos como somos, y trabajar, llegado el caso, para intentar moldear algunas de las conductas que nos hacen sufrir, perturban a la gente con la que convivimos, o simplemente nos disgustan, sea cual sea la razón.

Las modificaciones de la personalidad en realidad son una necesidad terapéutica para aquellos que tienen un trastorno de la personalidad. Estas personas han ido estructurando una serie de patrones de conducta y mecanismos psicológicos que les dificultan la adecuada elaboración de algunas vivencias, que se traducen generalmente en angustia, ansiedad, agresividad, pérdida del autocontrol, insatisfacción, etc. Esta labor no es fácil, ya que desmontar y sustituir estos patrones de conducta por otros más adecuados requiere siempre bastante tiempo y la colaboración de estas personas, para las que dichos cambios suponen un esfuerzo importante que no da demasiados resultados a corto plazo, por lo que es necesaria una relativa constancia. Por ejemplo, si a partir de cierta edad alguien tímido quiere dejar de serlo en una faceta concreta de su vida, no le queda más remedio que lanzarse y aventurarse a lo desconocido, y arriesgarse a "romper hielos", aunque la primera vez le cueste un mundo, ya que lo que para otro es algo natural, para él será como escalar una montaña. Igualmente y siguiendo con el mismo ejemplo aunque puede paliarse algo y mejorar con la madurez y los años, si alguien es de naturaleza tímida habrá que partir de la base de que siempre le va a costar dar ese primer paso o abrirse a entornos y gente desconocida.

Romper con la zona de confort

Un patrón de conducta se establece mediante la repetición de un cierto tipo de comportamiento como forma de resolver situaciones similares. Por ejemplo, hay personas cuyos patrones de conducta se han estructurado utilizando exageradamente los mecanismos psicológicos de huida o evitación. Si saben que tienen que enfrentarse a una situación en la que no se saben desenvolver adecuadamente, o que les va a generar ansiedad (una situación social, ambiental, etc), reaccionan evitándola, aun a sabiendas de que, a medio o largo plazo, les ocasionará un perjuicio personal. Si, de forma inesperada, se ven envueltos en una de estas situaciones pueden reaccionar mediante mecanismos de huida, escapando de esa situación, con lo que a corto plazo se sienten aliviados. El resultado es que, evitando estas situaciones o huyendo de ellas, dichas personas consiguen evitar el sufrimiento que les producen, pero a medio o largo plazo sufren, si cabe, más, ya que se sienten incapacitadas para llevar una vida normal, encontrándose condenadas, muchas veces, a un mayor o menor aislamiento. Son personas que no están acostumbradas a superar dificultades, sino a evitarlas o, en apariencia, ignorarlas, ya que la puesta en marcha de estos mecanismos psicológicos de huida y evitación forma parte de la estructura de su personalidad, y a fuerza de repetir este tipo de comportamientos, se sienten incapaces de utilizar otros.

Un cambio de personalidad supone el abandono de estos mecanismos patológicos para ser sustituidos progresivamente por otros más adecuados. En el ejemplo anterior estas personas deben intentar enfrentarse a estas situaciones de forma decidida y comprobar cómo, en muchos casos, son capaces de superarlas, lo que además incrementará su seguridad en sí mismos.


Generalmente la representación que hacemos del mundo es sólo un modelo del mismo. ¿Cómo se forman nuestros mapas mentales? Pues a través de la educación, la familia, las experiencias, la sociedad. Pensar "fuera del marco" es un reto, un ir más allá de ti mismo y a veces más allá de tu entorno, un atreverse a hacer algo distinto, ser consciente de que parte de lo que pensamos que es la realidad es una construcción mental, es arriesgarse a equivocarse e incluso es arriesgarse a acertar, es estar dispuesto a escuchar críticas, a que te señalen con el dedo, a no seguir el camino trazado, a llegar a lugares insospechados… La única manera que tenemos de ampliar nuestro mapa, de realizar nuevos aprendizajes es saliendo de nuestra zona de confort. Si permanecemos en ella, lo más posible es que acabemos repitiendo siempre las mismas cosas.

       

Salir de nuestra zona de confort implica un sacrificio, es decir, renunciar a la comodidad de permanecer en algo y a la vez hacer un esfuerzo por hacer algo que no nos gusta, pero esto no lo admitimos conscientemente sino que la mente elabora una serie de excusas para mantenernos igual. Los cambios son difíciles de realizar para la mente, que ama el hábito y se aferra a las ideas. Son innumerables las herramientas que usa la mente subconsciente para sostener un hábito, para no hacer algo o para no abandonarlo. Cuando lo hacemos, estamos empezando a generar nuevas opciones y eso es indispensable para que en un momento posterior podamos realizar las acciones que producirán esos cambios. Cambiar supone enfrentarte a cosas que tal vez no quieras ver, te obliga a tomar decisiones incómodas y a transitar caminos en los que no te sientes seguro. Como dice Carlos Castaneda “A los seres humanos les encanta que les digan lo que deben hacer, pero aún les gusta más luchar y resistirse a hacer lo que se les dice; y de este modo se enredan en aborrecer a quien los ha aconsejado”. En ese volverse contra el que te lo dice, la persona encuentra un modo de enfrentar el miedo al cambio, se queda tranquila y puede volver a su zona de confort, a su zona de seguridad.

El error como maestro

Aventurarse a salir de esa zona de confort implica la necesidad de saber lidiar con la equivocación y con el error. En general, en las culturas latinas y judeocristianas, la equivocación no está bien vista. Parece que cuando alguien comete un error, se interpreta como que ha hecho algo malo, tiene que avergonzarse y por lo tanto, tiene que pagar un alto precio por ello. En el mundo de los emprendedores, se mitifican lugares como Silicon Valley, por muchas razones obvias, pero también porque allí la equivocación, el fracaso en algunos proyectos demuestra que te has arriesgado y que posiblemente has aprendido algo valioso para tus proyectos futuros. El mismo Eric Schmidt CEO de Google respondía en una reciente entrevista a la pregunta de si Europa podría desarrollar un Silicon Valley y que se necesitaba para ello, con la siguiente respuesta: "Tres cosas. Las universidades punteras y las sociedades de inversión ya las tienen, pero a los europeos les cuesta mucho la tercera: permitir el fracaso. Si no fallas, no aprendes".

La idea que subyace es que cuando algo sale mal, no has fracasado por ello, sólo has obtenido un “feedback” o aprendizaje que te obliga a hacer las cosas de otra manera si quieres que te salgan mejor la siguiente vez. La vida consiste en un camino de continuos aprendizajes y sería un poco iluso pensar que en esos aprendizajes nunca meteremos la pata. Demos pues la bienvenida al error como ese maestro, que aunque al principio nos parece un poco duro con los años lo recordamos con cariño, ya que gracias a él logramos romper muchos límites y superarnos a nosotros mismos.


Aprender de los errores implica analizar cómo debemos comportarnos para no volver a repetir modelos de conducta equivocados. Y además, aunque sea contraintuitivo, aprendemos mejor aquellas cosas en las que previamente nos hemos equivocado y luego rectificado, ya que dejan mayor impacto en nosotros. Hay quien dice que el 70% de las decisiones que tomamos, conducen a un error, en promedio, lo que nos dice es que esa es la forma en que funciona el aprendizaje y el desarrollo humano, a base de prueba y error. Si encerramos a un perro y situamos afuera la comida el perro buscará salir hasta que por casualidad presione el dispositivo de salida. Repitiendo la prueba aprenderá, habrá creado un reflejo condicionado. Cuando enfrentamos situaciones nuevas sobre las cuales no hay memoria ni reflejos practicamos por ensayo y error, modificamos el medio y el medio nos modifica: si nuestra conducta nos beneficia la aprendemos, si no sirve desaparecerá. Todos tenemos miedo de cometer errores. Nos encantaría ser perfectos y hacer todo bien en todo momento. Sin embargo, la vida simplemente no funciona así. Cometer errores es simplemente una manera más de aprender, la que a menudo llamamos “el aprendizaje por la experiencia”. El aprendizaje por la experiencia es un aprendizaje que se fija mejor en nuestra mente. El aprendizaje por experiencia no es sólo una manera de incorporar una nueva técnica, sino que también produce el efecto de “cómo no hacerlo”.

Aprendizaje a partir de la experiencia

¿Qué aprendemos de la experiencia, de lo que ha sucedido, de lo que nos ha pasado?. Muchas de las cosas que han acontecido han sido las mismas para todos, pero no a todos nos han hecho aprender lo mismo. No a todos nos han hecho siquiera aprender.

Resulta sorprendente la facilidad con que se repiten los errores habiendo sido víctima de ellos. Hijos que han sufrido incomprensión se convierten en padres que no hacen esfuerzo alguno para comprender a sus hijos. Pacientes que han sido maltratados por la insensibilidad de los médicos y que luego se convierten en médicos insensibles. Alumnos que han sido objeto de evaluaciones rígidas, autoritarias, irracionales y que luego se convierten en profesores que practican una evaluación irracionalmente autoritaria. ¿Cómo es posible que en tan corto tiempo se haya olvidado todo lo que se ha vivido?

No se aprende automáticamente de la experiencia. Lo que nos da a todos la experiencia, de forma inexorable, son años. No nos da, automáticamente, sabiduría, para ello se requiere tener capacidad para analizar críticamente lo que sucede, comprendiendo los significados, las causas y las consecuencias y voluntad para asimilar en la propia historia aquello que se ha descubierto.

¿Pero se aprende sólo de los errores o también de los errores del resto?, la historia es maestra de la vida en dos sentidos. El primero está basado en nuestra propia historia, lo que hemos hecho en el pasado, las experiencias anteriores, nos enseñan cómo afrontar las nuevas. A esto la psicología llama autoaprendizaje o experiencia directa. Es la forma más importante de aprendizaje. Cuando una persona realiza con éxito una actividad aumenta su expectativa de eficacia, sin embargo, los fracasos la disminuyen. El segundo método se basa en la experiencia pasada de los seres humanos, en psicología, un aprendizaje de este tipo se llama "vicario", pues uno aprende no por propia experiencia sino por la experiencia ajena que él observa, y se refiere al aprendizaje por observación o imitación.


Sería bastante limitante entender que solo se aprende de los errores propios. Es mucho mejor si es posible aprender de los errores de los demás. Como escribió Catón hace 2000 años: "los hombres más sabios evitan los errores de los necios". Se aprende no sólo lo que se hace, sino también observando las conductas de otras personas y las consecuencias de estas conductas. Esto es posible porque disponemos de la capacidad para poder representar mentalmente lo que percibimos. Quizás muchos hayamos escuchado esta frase tan popular “no hay que reinventar la rueda”, lo que quiere decir que si un proceso está bien investigado debemos tomar ventaja de eso y no malgastar tiempo y esfuerzo. Una gran parte de la experiencia emocional se adquiere en forma de aprendizaje vicariante. La capacidad de las emociones en cierto modo de «contagiar» a los demás, es la base de la adquisición de la experiencia emocional propia.

Muchas veces la mejor ayuda que podemos recibir la tenemos en los demás y en sus experiencias, pese a que tendemos a no valorarlas. La herramienta más útil que tenemos los humanos para evitar errar en un futuro y saber elegir cada vez mejor es la experiencia, se puede adquirir por uno mismo afrontando directamente las consecuencias de nuestras decisiones -muchas veces es la única forma de aprender-, pero también observando a las personas que han pasado por las mismas circunstancias en el pasado y que saben las cosas que le han ocurrido con sus actos. Generalmente la mayoría de la gente piensa que sus casos son diferentes al resto y piensan que lo que sufren, experimentan o viven otras personas en otros momentos no nos vale para predecir "nuestro futuro". Pero ni somos tan especiales ni las situaciones particulares son tan diferentes a otras, el mismo tipo de casos con el mismo perfil de personas suele provocar el mismo tipo de resultados y conclusiones. Hay muchas vivencias susceptibles de emulación, prototipos humanos a seguir por sus cualidades y virtudes, pero esos modelos y sus observaciones únicamente tienen, en lo que se refiere a la percepción de nosotros mismos, un valor comparativo, de referencia.

El aprendizaje vicario tiene mayor probabilidad de éxito si la experiencia previa del sujeto es escasa, si el modelo resulta de interés y si tiene características similares a él, tanto de ejecución como personales. Tampoco ese modelo tiene que ser necesariamente un genio o un brillante consejero, pero es probable que tenga una gran capacidad de estudio y que haya recopilado tal cantidad de información y habilidades que su ejemplo le haga ampliar su propia perspectiva y le ahorre mucho tiempo y esfuerzo. También se podría solicitar el apoyo explícito del modelo elegido, hablar con él si es posible, y pedirle su colaboración activa, preguntarle qué obstáculos encontró y cómo los resolvió.

El aprendizaje vicariante actúa, pues, como un recurso útil en la toma de decisiones pues hacemos uso del mismo cuando tenemos que tomar rápidamente una decisión o cuando no tenemos la suficiente información o la suficiente capacidad para procesarla. El aprendizaje vicariante es particularmente importante cuando existen problemas de falta de información o incertidumbre sobre el estado actual o futuro. Cuando estamos en situaciones de falta de información, o cuando nos sentimos incapacitados para analizar la situación o la información disponible.

jueves, 9 de junio de 2011

¿Por qué los países fríos tienden a ser más ricos que los más cálidos?



"Si marcáramos una franja de tres mil kilómetros de ancho en torno a la Tierra a la altura del ecuador, no se vería en su interior ningún país desarrollado" John Kenneth Galbraith

Uno de esos hechos empíricos obvios cuando se contempla el devenir económico de los diferentes países es lo que se conoce como "Paradoja Ecuatorial", que viene a decir que, tomados en su conjunto, los países más cercanos al Ecuador tienen niveles de renta per cápita más bajos que los países de zonas más templadas. Si miramos un mapa del mundo en términos de renta per cápita, se advierte que los países ricos se encuentran en las zonas templadas, mientras que los países pobres se sitúan en los trópicos y semitrópicos. Resulta cuando menos sorprendente que hasta un 70% de la varianza en las tasas de crecimiento entre los países se explique por una sola variable exógena: la latitud, la distancia al Ecuador. Y la cuestión que ello plantea es la de si, al margen de todo lo demás (capital, educación, tecnología, etc., etc.), no habría una suerte de determinismo geográfico, una especie de restricción insalvable de la naturaleza.


Hay que aclarar que en ningún momento el objetivo del post es la de sugerir que existe una correlación directa entre ambas causas, ni se pretende demostrar que el clima es lo único que influye en el devenir económico de una región. Hay infinidad de factores culturales, migratorios e históricos que tienen peso en esa evolución, y posiblemente en su conjunto tienen mucha mayor importancia. Pero el clima y las condiciones climáticas son factores que también han tenido su peso y ese es el punto que se pretende desarrollar. Tampoco hay que olvidar que existen excepciones a esta "supuesta relación", incluso en la actualidad, no es una regla exacta ya que entran muchos más factores en juego, por ejemplo el entorno socioeconómico y político (Mongolia, Bielorusia o Corea del Norte). Lo mismo aplica para los casos contrarios como los de Singapur. Pero es innegable que observados los datos en conjunto en el siglo XXI se puede ver una tendencia clara que parece sugerir que los países más prósperos a nivel económico suelen estar asentados en regiones de climas fríos y templados. Una vez hecha la necesaria aclaración seguimos con el desarrollo del post.



Los países cálidos que rodean el Ecuador reciben más horas sol y en consecuencia más energía solar. Al menos en teoría, su agricultura debería ser más productiva. Más sol significa más cultivos, menos gasto en calefacciones y en muchos casos más materias primas, la vida allí, por tanto, debería resultar más sencilla que en otras latitudes. Pero la realidad nos muestra que las cosas no suceden de esa forma. Es un hecho que los países donde hay hambre son los países más cálidos de la Tierra, los que están situados entre las latitudes tropicales. Estos países son por un lado, más vulnerables a sequías o inundaciones -a la violencia meteorológica- que los países del norte. Pero por otro lado existe la paradoja de que, en términos históricos, son países más fértiles que los fríos; están menos a merced de los cambios bruscos estacionales. Una persona que no tiene ingreso alguno va a poder sobrevivir por su cuenta en la selva del Congo. Va a poder encontrar comida en los árboles con más facilidad que una persona sin ingresos en los bosques de Finlandia. En tiempos prehistóricos, vivir en el Congo en vez de en Finlandia era una ventaja.

Por supuesto, hay excepciones. Entre los países fríos, Rusia, Corea del Norte y otros estados de Europa del Este no son tan ricos. Pero buena parte de ello se debe a décadas de mala gestión y planificación económica. También hay excepciones en el sur, como es el caso de Singapur o de Hong Kong. Pero, en general, la regla parece aplicarse incluso en países pertenecientes a diferentes culturas a lo largo de todo el planeta. Japón, Corea del Sur, Europa, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Australia - regiones frías y templadas del mundo - tienden a ser las regiones más prósperas del planeta. En América del Sur, Chile y Argentina, los dos países más fríos de la región, pese a que no puede decirse que pertenezcan a la élite económica del planeta tienen una situación económica mucho mejor que la mayoría de sus vecinos continentales.


El determinismo geográfico a la hora de explicar la cultura, el tipo de instituciones políticas o el desarrollo económico cuenta con una larga historia. Para Aristóteles, por ejemplo, los lugares más montañosos y estériles promovían gobiernos democráticos, en tanto que los más fértiles se dotaban de gobiernos aristocráticos. En el siglo XX, Jared Diamond en su magnífica obra "Gérmenes, Armas y Acero", se adscribe en buena medida a una suerte de determinismo geográfico que explicaría las grandes líneas que ha seguido el desarrollo económico en el curso de la historia.

Sucede que las diferencias observadas en el nivel de desarrollo económico en función de la latitud no sólo se dan entre países sino también dentro de los países. El sur de España, Italia, Estados Unidos, México o de  los Balcanes han tenido y tienen mayores problemas en relación al crecimiento económico que las regiones más norteñas (obviamente, esto sucede en el Hemisferio Norte, en el Hemisferio Sur, la relación es la inversa). Incluso a nivel continental, por ejemplo en Europa, los países ubicados en el norte tienden a ser más ricos que los países ubicados en el Sur y en el Mediterráneo.

¿Por qué algunos países son ricos y otros pobres?

Podríamos postular que sociedades pobres son aquellas que no han completado - o no han iniciado - su revolución industrial y tecnológica. Para algunas sociedades, esta revolución, conjuntamente con la emergencia de instituciones públicas y privadas sólidas, toma más tiempo que para otras, produciéndose entonces diferencias detectables en la riqueza acumulada entre las sociedades. Según esta visión de la historia, es el tiempo y la acumulación de conocimientos y tecnologías, lo que permitirá a las naciones pre-industriales emprender su industrialización y crecimiento económico.




Said al Andalusi, un sabio árabe quien ejerciera como juez en Toledo hasta su muerte en el 1070, clasificó a los pueblos del mundo en tres grandes categorías, basado en la zona geográfica donde habitan:

1- Los habitantes de latitudes temperadas, como los hindúes, persas, caldeos, griegos, romanos, egipcios, judíos y árabes que lograron desarrollar culturas que fomentan la ciencia. (No incluyó a los turcos ni a los chinos en esta lista, ya que a pesar de haber desarrollado una artesanía muy sofisticada, el no consideraba que un mero desarrollo tecnológico contaba como ciencia)

2- Habitantes de zonas frías del norte, que eran gentes rubias y estúpidas, debido a que los rayos del sol eran escasos en esas regiones.

3- Habitantes de zonas calientes del sur, que eran gentes negras y tontas, debido al exceso de radiación solar a la que están sometidos.

Según el sabio árabe Ibn Khaldun (fallecido en 1406), esta diferenciación de caracteres humanos identificada por Said al Andalusi no era debido a raza, religión o cultura, sino era causada exclusivamente por el clima al que estaban sometidos los individuos. Esto es, un negro que se asienta en un país de rubios, eventualmente se convierte en rubio. Hoy en día son pocos los que mantienen ideas tan radicales sobre el impacto del clima en la personalidad de las gentes. Pero ciertamente, el clima y la geografía que lo condiciona, debe de tener un impacto sobre las gentes y su cultura.

La distribución de la población humana sobre el planeta no es uniforme. Los humanos preferimos estar cerca del mar y de los grandes ríos y nos gusta vivir en ciertos rangos climáticos. La intensidad de luz en áreas cercanas al Ecuador con alta densidad poblacional es menor que en áreas sub-tropicales o templadas con densidad poblacional equivalente. Esto es, el clima, determinado por la geografía afecta de alguna manera el desarrollo industrial de una sociedad.


Países localizados a distancias grandes del Ecuador tienden a ser más ricas. Ello sugiere una correlación positiva muy fuerte entre clima, determinado por la latitud y riqueza de la nación. Expresado de otra manera: países con alto ingreso per cápita se localizan a gran distancia del Ecuador geográfico y por ello poseen climas más templados. Países localizados en áreas donde prevalecen climas cálidos (cerca del Ecuador) tienden a ser mas bien pobres. Algunos autores han involucrado a las razas que habitan los diferentes climas como la causa subyacente para explicar esta diferencia en habilidades de acumular riquezas. Sin embargo, la historia de las migraciones pasadas y presentes nos muestra de forma contundente que las diversas razas pueden adaptarse a cualquier clima al que migran.

¿Qué determina pues que climas más templados favorezcan el desarrollo industrial y la acumulación de la riqueza? Varios factores han sido propuestos

  • El calor severo, la ausencia de lluvias o, por el contrario, las precipitaciones extremadamente fuertes, las enfermedades parasitarias y debilitadoras, los suelos poco profundos y con pocos nutrientes por su excesivo “lavado” por la lluvias torrenciales, la ausencia de heladas invernales que acaban con organismos dañinos y las deficientes condiciones naturales para el transporte, se han considerado situaciones climáticas o asociadas a ellas que directamente obstaculizan la consolidación de una dinámica de crecimiento. La existencia de estaciones diferentes durante el año, especialmente la presencia de un invierno frío, motiva el ahorro y el uso planificado de los recursos. Estas actitudes, al ser compartidas por amplios sectores de la población, favorecen un crecimiento económico acelerado de la sociedad. Como contraste, las sociedades que habitan climas tropicales no requieren tanto del ahorro y de la planificación del uso de los recursos. En climas tropicales, la posibilidad de arreglar un lugar para dormir y la presencia frutos, tubérculos comestibles y otros alimentos, es prácticamente constante durante el año. Ello hace que climas templados sean más favorables a la formación de valores, como el ahorro y el trabajo, indispensables para el exitoso funcionamiento de una economía industrial.
  • En una sociedad que habita en un clima templado, con marcadas estaciones, es generalmente ventajoso el acumular recursos para sobrevivir la estación de invierno. Esta misma acumulación de bienes en una sociedad tropical puede ser muy perjudicial. Los bienes, si son perecederos, se pudren, acumulan plagas y enfermedades. Por tanto, su almacenamiento malgasta esfuerzos mejor empleados en otra actividad. Tan fuerte es esta limitante climática a la conducta de acumulación de capital que inclusive afecta la conducta de almacenamiento de recursos en animales y plantas. Como cuenta Jared Diamond en su libro sobre la evolución de las civilizaciones, los humanos que habitan los países más fríos e inhóspitos se ven obligados a buscar formas de conservar la comida para el invierno, de planificar para el futuro. Por ejemplo, antes de la refrigeración, utilizando la sal. Esta necesidad de conservar hizo que la relación con la comida se volviera más sofisticada en los países del norte que en los del ecuador o el sur.



  • Jared Diamond postula que la presencia de parásitos, enfermedades y plagas, como por ejemplo la malaria y el mosquito Anopheles que la transmite, impiden la formación exitosa de culturas industriales, como parece ser el caso de vastas regiones del África y partes de América y Asia tropical. Esto es, no solo la distribución de especies, potencialmente benéficas al hombre, sino también aquellas que lo dañan y parasitan, afectan de forma fundamental su capacidad de establecer sociedades y economías exitosas. Países tropicales como Brasil y los Tigres Asiáticos como Hong Kong, Malasia, Singapur o Taiwán reconocieron las limitaciones tropicales e invirtieron sumas importantes en salud, planificación familiar y desarrollo económico no agrícola, logrando algunos de ellos saltar la brecha para alcanzar a los países más desarrollados del mundo. Por otra parte el clima y la prevalencia de enfermedades a él asociadas fue un factor determinante en la decisión de los colonizadores occidentales a la hora de establecer o no enclaves permanentes donde desarrollar de modo completo sus vidas. Ello habría tenido a largo plazo unos efectos claros sobre el crecimiento económico de esos países una vez lograron su independencia. La idea es que en las zonas ecuatoriales con elevadas tasas de mortalidad, la dificultad para vivir llevó a los colonizadores a no plantearse la posibilidad de "quedarse a vivir" para siempre en los territorios que colonizaban, consecuentemente el diseño institucional de las colonias situadas en zonas tropicales se caracterizó por el establecimiento de instituciones dedicadas simplemente a extraer los recursos valiosos de la zona cuanto más rápidamente mejor pues la vida allí era para los europeos dura y peligrosa; en tanto que enclaves permanentes con “instituciones favorecedoras de las actividades productivas” fueron típicos de zonas templadas como Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda.

  • Según Geoffrey Heal de la Universidad de Columbia y Jisung Park de Harvard la gente es menos productiva cuando vive en climas extremos, según su trabajo los años más cálidos de lo normal reducen la productividad en los países cálidos mientras que la incrementan en los países más fríos (un 3 % - 4% del PIB en los dos sentidos). Los investigadores dicen que la temperatura y sus efectos fisiológicos son probablemente responsables de algunas de las fluctuaciones de la productividad. Los efectos son mucho más pequeños en lugares como los Estados Unidos, donde la gente en general, puede darse el lujo de disponer de aire acondicionado o calefacción para regular la temperatura ambiente. Los países más cálidos son, en promedio y según datos del MIT, un 1,2% a un 1,9% más pobres con cada grado de aumento de la temperatura anual. Es evidente que hay una zona óptima para la productividad humana, y está entre los extremos fríos y cálidos.
        
Impacto en la productividad de un país cuando se incrementa un grado la temperatura promedio.


  • Las temperaturas extremas hacen que las personas desempeñen peor sus tareas. De hecho cuanto más nos alejamos de la zona de confort humano (entre los 17ºC y los 23ºC), más cae nuestra productividad. Una de las causas es que nuestro cerebro tiene que dedicar más recursos a deshacerse del calor residual. La temperatura en las regiones con clima templado se adaptan mejor a la zona de óptimo rendimiento humano.
    Gráfica que ilustra el efecto de las temperaturas extremas en el rendimiento


    • La entropía es otro factor que puede explicar las diferencias en el crecimiento económico entre climas diferentes. En climas cálidos, el sistema tiene más entropía. Los recursos se degradan con mayor rapidez, las telas se deshacen antes, las hierbas invaden más pronto los cultivos, las carreteras requieren de mayor mantenimiento, las maquinarias se desgastan más pronto, los humanos se enferman más frecuentemente, el trabajo cansa más. Esto es, la temperatura del medio ambiente afecta la tasa de reposición del capital. Un mayor requerimiento de capital para producir una cantidad de utilidad dada produce una velocidad de desarrollo económico menor, comparada a climas más templados donde la entropía es menor.



    • La geografía podría afectar al crecimiento no sólo desde la oferta sino también desde la demanda. Y esto, en principio, suena raro, muy raro, pues vendría a decir que el obstáculo al crecimiento lo pondría no la naturaleza externa a los individuos sino la propia naturaleza de los individuos que "no demandarían" crecimiento económico. Todos los modelos de crecimiento económico "esconden" un supuesto común: suponen implícitamente que los individuos de todos los lugares del mundo responden a los mismos incentivos de la misma manera, es decir, que la "naturaleza" humana no varía según los lugares. Pues bien, el determinismo geográfico por el lado de la demanda se cuestiona este supuesto, la idea no es nada complicada y forma uno de los estereotipos más extendidos entre la gente común: la gente que habita en los países tropicales se toma la vida con tranquilidad, y no necesita de tanto crecimiento. Hay quien sugiere que la razón última de esta actitud estaría en que la necesidad de mantener el equilibrio homeostático (una temperatura corporal en torno a los 36,5º) lo que hace que los seres humanos que habitan en diferentes latitudes tengan sustanciales diferencias a nivel bioquímico que se traducen en distintos comportamientos económicos. Este es el punto de partida de Philip Parker en su libro Physioeconomics. The Basis for Long-Run Economic Growth (2000). Con otras palabras, el cuerpo tiene sus exigencias, y esas exigencias (vía tasas metabólicas, hormonas, neurotransmisores, etc) se plasman en motivaciones psicológicas (preferencias) que actúan como un marco para los comportamientos económicos. Así, en los países tropicales, el equilibrio homeostático se consigue con niveles mínimos de aportación calórica y mínimos niveles de esfuerzo para vestirse y proveerse de alojamiento. En los países fríos, por el contrario, la homeostasis requiere niveles más elevados de consumo de alimentos así como mayores niveles de esfuerzo para garantizarse vestido y alojamiento calientes. En consecuencia, la demanda de desarrollo económico es mucho mayor en climas templados que en los cálidos debido, en último término, a estas necesidades fisiológicas. Algunas conclusiones a las que llega Parker son valiosas y útiles. Así, por ejemplo, señala que las comparaciones de niveles de vida entre distintos países no sólo han de tomar en cuenta las diferencias de renta o poder de compra, sino también la diferencia en las calorías necesarias para mantener el cuerpo.